Qué mejor detalle navideño que traer una entrevista con el Genio de Omaha, pero como no ha sido posible, nos tendremos que conformar con sus respuestas (100% suyas) aunque él no sepa que está contestando con ellas a mis preguntas.
Entrevista medio fake a Warren Buffett
ALSA, de Luarca a conquistar las carreteras españolas
(esta historia no está incluida en mi último libro La prehistoria, y algo de la historia, de 66 empresas: Nacionales y extranjeras, todas famosas, que te animo a adquirir)
En 1923 se constituye la sociedad Automóviles
Luarca, S.A. (A.L.S.A.), así comienza la historia de esta multinacional
asturiana, si bien su inmediato antecesor es una empresa de diligencias, nacida
en Luarca en el año 1889, conocida como Ferrocarrilana. Unía la villa asturiana
con la ciudad de Oviedo en quince horas de viaje. Una década después, la
empresa se hizo con algunos vehículos de vapor y cambió su nombre por El
Luarca, automóviles de viajeros. Mejoró su ruta a la capital del Principado
reduciendo el trayecto ocho horas. "Automóviles El
Luarca" realiza su primer viaje con un coche de motor de gasolina en
junio de 1916. A partir de ese momento ALSA va creciendo y expandiéndose,
superando la prueba de fuego de la guerra civil y la dura postguerra.
Sin embargo, la historia de esta empresa hay que
buscarla al menos un par de siglos antes ya que los antepasados de
la familia Cosmen se dedicaban, al menos desde 1728,
al transporte de mercancías y pasajeros a Castilla a través del puerto
de Leitariegos, en la montaña asturiana. ¿Y quiénes son los Cosmen? La
familia ya aparece en documentos del siglo XII como asentada en Leitariegos y
siglos después aparece involucrada en el transporte entre Asturias y León. Y
ahora es cuando toca hablar de José Cosmen, nacido en Cangas del Narcea en
1928. En 1918 su padre Secundino funda en Cangas del Narcea “La Popular SA” que
luego pasaría a ser la empresa “Cosmen”, dedicada al transporte de mercancías y
pasajeros en Asturias. José estudia como perito industrial en Gijón y continúa
el negocio familiar hasta que en 1960 ALSA compra la empresa y José Cosmen pasa
a ser accionista.
Hasta ese momento ALSA apenas se había dedicado los
duros años de postguerra a recuperar su flota. Sin embargo, ante la llegada de
Cosmen la empresa empieza a expandirse dando el salto, primero, al mercado
nacional y, posteriormente, a mercados internacionales, como Marruecos o China.
La década de los sesenta y la entrada de José Cosmen en puestos
ejecutivos cambia la historia, y bajo su dirección y liderazgo se
inicia el constante crecimiento de la empresa, hasta convertirla en
el mayor grupo español de transporte de viajeros por carretera y
único presente en varios continentes. La ALSA de Cosmen en 1964 pone en
marcha la primera línea internacional Oviedo-París-Bruselas (muy
necesaria dada la alta emigración española hacia Europa) y el servicio
regular Asturias-Madrid. Se produjo una modernización de la flota, con la
incorporación de autobuses más modernos y confortables.
Hay que tener en cuenta que para las nuevas
generaciones, que han vivido el auge de la alta velocidad ferroviaria y el
espectacular abaratamiento de los billetes de avión gracias a la
liberalización, el autobús es como el pariente pobre de los medios de transporte
de viajeros ya que es más lento y no necesariamente más económico. La
internacionalización era la mejor opción para crecer. Por ejemplo, hace 60 años
era impensable, como es hoy, que resulte más barato ir de Sevilla a Alemania en
avión que en autobús. Mucho menos que un trayecto en Iryo u Ouigo sea más
económico -y en menos la mitad de tiempo- para ir de Barcelona a Madrid, que en
bus. Cuando ALSA empezó a expandirse en nuestro país apenas había alternativas
de transporte que no fueran prohibitivas de precio, ni siquiera el tren, con
una estructura ferroviaria escasa en cuanto no se iba de o hacia Madrid. Viajar
en bus en un país grande con malas carreteras no era agradable pero las
opciones eran escasas. En los últimos años el bus ha ganado glamour, no sólo
por los nuevos modelos (que en muchos casos hasta incluyen wifi) de transporte,
sobre todo desde que la entrada en la UE propició que llegaran fondos para
mejorar las carreteras españolas.
El proceso de internacionalización de ALSA fuera
del ámbito europeo se inicia en 1984 con la implantación en la República
Popular China. El siguiente paso es la entrada en Marruecos mediante la
adjudicación de la gestión del transporte urbano (algo novedoso para la
compañía) de Marrakech, obtenida en 1999, al que siguió el de Agadir y más
recientemente, el de las ciudades de Tánger y Khouribga. Empresas punteras
en sus respectivas regiones (Galicia, Cantabria y Castilla y León) pasan a
formar parte de ALSA en los años 90 lo que la convierte en líder en el
transporte de viajeros por carretera en España. Aún lo sería más cuando en
1999, ALSA adquiere la empresa pública Grupo Enatcar. “Pepe” Cosmen en el
2000 fue “premiado” por el ayuntamiento de Oviedo al darle su nombre a la
estación de autobuses de la ciudad
En 2005 ALSA es vendida a National Express y
Cosmen (que no fallece hasta 2013) y sus hijos pasan a ser accionistas de esta
multinacional británica. En 2007 también absorben el Grupo Continental
Auto, segundo operador nacional de transporte de viajeros por carretera.
Actualmente, ALSA tiene un producto intermodal con Iberia llamado 'Bus&Fly’,
con un servicio (de momento en 25 ciudades) que permite combinar en un solo
billete el viaje en autobús y avión. Y es que entre medios de transporte
también funciona lo de “si no puedes luchar contra la competencia, únete a
ella”. Justo estos días se ha anunciado
que ALSA absorbe a la británica National Express para crear una "potencia
paneuropea del transporte" y por tanto la compañía asturiana asumirá desde
2026 la gestión de los negocios en Reino Unido.
El fracaso del colectivismo: los 'otros' alemanes
Por desgracia, no conocemos a una cultura superior ajena que nos enseñe a hacer mejor las cosas y lo único que nos queda es aprender de nuestra propia experiencia, tanto de nuestra Historia como de las realidades de nuestro presente. Ambas nos dicen que las mejores sociedades del mundo respetan las creencias de cada cual manteniendo la religión separada del Estado, y allí donde eso no pasa la gente vive peor. También nos dicen que el sistema político menos malo es la democracia, una democracia con diferentes poderes que se contrapesen para evitar que nadie tome demasiado poder en su persona. Y también nos enseña que el mejor sistema económico es… el capitalismo. No hay duda respecto a ello, sea con mayor o menor intervención estatal, y se mida por los parámetros que se mida, los mejores países son sociedades capitalistas. Esto nos lo enseña el presente y nos lo enseña la Historia, pero cada equis años sale alguien que es capaz de convencer a un buen número de personas de que existe un sistema mejor aunque nadie tenga evidencia de él.
Mi opinión es que, como pasa con tantos términos, hay un gran desconocimiento de lo que es el capitalismo. Cada año la ONU elabora un ranking de los países más “felices” del mundo y utiliza en su cálculo el PIB per cápita, el “apoyo social”, la esperanza de vida, la libertad para tomar decisiones, la generosidad y la percepción de la corrupción. Los primeros puestos casi cada año son Finlandia, Noruega, Dinamarca, Islandia, Suiza, Holanda, Canadá, Nueva Zelanda… Todos capitalistas. Y justo uno de los menos capitalistas, Venezuela, es del que más huye su población en el mundo… y desde luego no se plantean irse ni a Cuba ni a Corea del Norte.Ni siquiera hace falta saber Historia pero ésta también nos confirma que los países cuya calidad de vida más ha mejorado las últimas décadas son los que se han pasado al capitalismo como China.
Mucho se ha escrito sobre la Caída del Muro en 1989, aunque de aquel hecho histórico que algunos tuvimos la suerte de vivir en directo, lo que más me llama la atención a día de hoy fueron los resultados de las primeras elecciones generales en Alemania del Este tras décadas de comunismo y de monopolio político ejercido por el Partido Socialista Unificado de Alemania celebradas el 18 de marzo de 1990, apenas cuatro meses después. Durante décadas la República Democrática de Alemania había ejemplificado lo mejor del bloque soviético, alcanzando un nivel económico superior al de muchos países occidentales. Diez años antes de su disolución llegó a ser la décima potencia industrial del globo. Su sistema comunista de planificación estatal no era del todo rígido y permitía la existencia de pequeñas empresas privadas aunque básicamente todo era del Estado. Los sueldos (que no eran igualitarios ni mucho menos) y la mayoría de los precios estaban dictaminados por el Gobierno y, debido a las subvenciones, y salvo que fueran productos de importación, la cesta de la compra era bastante asequible. El mayor problema era la escasez que acababa siendo paliada por el mercado negro. Si alguien quería un coche, se apuntaba a una lista y unos años después, lo conseguía. Quien quisiera saltarse la lista, debía pagar a alguien y lo obtenía (por aproximadamente el triple de coste) por lo que la igualdad no era perfecta ni mucho menos, a lo que sumar los privilegios de los cargos del partido, claro. La vivienda se alquilaba al Estado y tampoco eran iguales para todos.
Y cuando, tras décadas de adoctrinamiento comunista, a los alemanes del este les tocó votar –repito, apenas cuatro meses después de caído el muro-, resulta que el antiguo partido comunista, ahora refundado como Partido del Socialismo Democrático, apenas obtuvo un 16,4% de los votos. Tenían vivienda a costes asequibles, educación, sanidad, escasez de lujos pero un nivel de vida superior a la media mundial, pleno empleo… y, sin embargo, a la primera oportunidad que tuvieron, dieron la espalda al partido que había sido el artífice de ese sistema. Sin entrar en la falta de libertades, en general se puede decir que la RDA disfrutaba de muchas de las reivindicaciones económicas que muchos personajes de la izquierda actual ahora demandan. Pero en ella también ocurría algo: casi todos los habitantes de la Alemania del Este, a pesar de todos los impedimentos técnicos que intentó el gobierno, podían seguir, en un idioma que entendían perfectamente, las retrasmisiones de los canales de TV y radio de la República Federal Alemana por lo que conocían de primera mano cómo era la vida de los “otros alemanes”.
Aquellas elecciones fueron como un plebiscito acerca del sistema económico y político votado por personas que conocían muy bien cómo se vivía en el bloque soviético, y que además eran conscientes de que, dentro de él, eran unos privilegiados. Y es un poco penoso que, décadas después, personas que no conocieron aquello, que en muchos casos ni siquiera eran adultos entonces, lo recuerden con nostalgia. Los sistemas colectivistas no funcionan, la gente que de verdad cambia el mundo no quiere que un burócrata le deje sin opciones de mejora, quiere un salario mejor que el de los demás si es más productivo que los otros, y prefiere montar un negocio en libre competencia y que los consumidores sean los que decidan su éxito o su fracaso.
En Alemania del Este la reunificación no fue fácil, costó mucho el cambio y la aparición del desempleo fue un shock económico para una sociedad que daba por hecho que el Estado aseguraba el trabajo, aunque la calidad de vida que hoy disfruta la mayoría de la población hubiera sido impensable antes del Muro. Aún queda una minoría de nostálgicos que idealizan aquella época pero quien la vivió en primera persona… la rechazó abrumadoramente apenas cuatro meses después de caído el Muro. Y lo mismo pasó en toda Europa del Este, incluida Rusia. Los partidos comunistas, en cuanto llegó la democracia y la gente pudo elegir, tuvieron todos resultados marginales. Por algo será.
Dejemos de jugar a futurólogos y centrémonos en lo prioritario
Creo ser de los pocos que se ha leído la segunda y tercera parte de 2001: Una odisea del espacio. Su autor, Arthur C. Clarke, me encanta porque mezcla en casi todas sus obras ciencia real (él era un científico) y ciencia ficción, combinación que me seduce. Sin embargo, estas dos novelas no eran muy buenas, y si las cito es porque en la tercera, ambientada en 2061 y escrita en 1987, imaginaba una humanidad que había avanzado mucho (de hecho, se ha colonizado parte del Sistema Solar y una nave aterriza en el Cometa Halley) tecnológicamente hablando, pero consideraba que el acceso a grandes bases de datos iba a ser algo tan exclusivo que sólo algunos privilegiados tendrían acceso a ellas. Es decir, en 1987 a un escritor imaginativo, que de hecho predijo en sus novelas algunos avances que luego sucedieron como los satélites artificiales o incluso internet, no fue capaz de imaginarse algo tan común hoy como es Google. Es un ejemplo claro de lo imprevisible que es el futuro, incluso para alguien con grandes conocimientos y una gran imaginación. Tantas y tantas novelas leídas sobre el futuro desde mi juventud y no recuerdo ninguna que fuera capaz de prever la revolución de los móviles, y mucho menos la de las redes sociales, algo común en casi todo el mundo desde hace años. Demasiadas predicciones fallan.
Vamos con otro ejemplo: El Día de la Tierra
–que se sigue celebrando- empezó el 22 de abril de 1970 como un evento en el
que se pretendía advertir sobre el destino de nuestro planeta si no se tomaban
las medidas adecuadas. Muchas de
las predicciones que entonces se hicieron, la mayoría de científicos, alertaban
de un negro fututo, decían que la civilización no duraría más de 30 años, la
crisis ambiental impediría que el planeta fuera apropiado para la vida humana,
en 15 años empezaría a escasear el alimento, la tasa de mortalidad se
dispararía por el aumento del hambre, en 1985 la población urbana debería usar
máscaras de gas por la polución, y ésta reducirá a la mitad la visibilidad de
la luz solar; para el año 2000 no quedaría crudo, nacería una nueva Edad del
Hielo por culpa de las chimeneas industriales y los aviones a reacción que
cubrirán la atmósfera con su humo…en resumen, que nos extinguiríamos en poco
tiempo. Y, sin embargo, somos más que nunca.
Probablemente tanto pesimismo fue
contraproducente porque se han exagerado tanto las previsiones catastrofistas que
al final mucha gente no las toma en serio. Y, sin embargo, es bueno especular
sobre el futuro, por más que nos equivoquemos, hay que tener la vista puesta un
poco más allá. Y claramente en 1970 se equivocaron, pero desde entonces la
mayor preocupación por la ecología y el miedo al final de los combustibles
fósiles han servido de mucho: se cerró el agujero de la capa de ozono que tanto
preocupaba hace unas décadas, han aumentado las energías renovables, gran parte
del mundo recicla… Y al final el mundo va a mejor, aumenta la población y la
esperanza de vida. Soy consciente que igual que ocurre eso, también se puede
truncar la racha, y por eso es positivo que alguien se preocupe por ello. Pero
el inmenso error de promover una agenda climática en Europa tan
contraproducente como para basar el suministro energético en el gas ruso, es
imperdonable. En cualquier caso, lo importante no son los reproches sino tener
claras las prioridades: ¿alguien se imagina a Zelensky, tras años peleando por la soberanía de su país, preocupado por si el uso de su armamento
va a provocar con su emisión de gases un aumento de alguna décima en la
temperatura del planeta en un futuro?
Y en el resto del mundo, a día de hoy el
objetivo número uno tampoco es pensar en la evolución del clima a décadas
vista, debe ser mejorar la economía de las personas. El motivo es evidente, es el mayor
riesgo para nuestro actual modo de vida en el corto plazo, y podría hacer
inútiles los esfuerzos por intentar mejorar el futuro. Sí, no exagero: un mundo
con falta de recursos o con recursos inasequibles para un porcentaje importante
de la población, provocará crisis sociales que pueden derivar en unas
consecuencias muy graves. En España muchos se han creído que el no haber perdido
el trabajo ni en la pandemia, les hace invulnerables a las crisis. Pero no es
así, y además en un mundo globalizado, incluso si conseguimos lidiar con esta
mala situación con ayuda de un estado del bienestar que sobrevive -desde hace demasiado-
gracias a emitir más y más deuda, no podemos olvidar lo que puede pasar en el
resto del planeta. Desde los problemas que puede haber en el resto de Europa (allí
donde se consumen nuestros productos y donde residen muchos de los turistas que
vienen a España) ea las hambrunas que pueden producirse en África
(que incluso si por egoísmo no nos importaran, deberían hacerlo porque son
potenciales olas de emigrantes desesperados). La situación a corto plazo es lo
bastante dramática como para intentar minimizar al máximo la actual crisis
energética.
Y la mejor forma de hacerlo es siendo
pragmáticos, como están haciendo en Alemania con el carbón, la leña y las
nucleares contra el discurso que llevaban pregonando desde hace años contra los
combustibles fósiles. Hay que tener claras las prioridades y hacer lo que sea
necesario para pasar el invierno. Yo no sé si el cambio climático –sea culpa
del hombre o no- será tan negativo como dicen algunos ni si las actuales
predicciones sobre la salud del planeta están equivocadas pero como buen
escéptico, igual que pasan cosas buenas que nadie espera, también creo que
pueden pasar cosas malas. Y visto el escaso desarrollo –para lo que se
imaginaba hace medio siglo, otro fallo de las predicciones- de la carrera
espacial, no parece que tangamos alternativa a corto plazo: o cuidamos nuestro
planeta o tendremos muchos problemas en el futuro. Pero estamos hablando de
España, no somos China o la India, el posible impacto negativo de los españoles
es mínimo, dejemos esa preocupación en suspenso en nuestro país, e
incluso en nuestro continente, que nosotros solos no vamos a
cambiar la salud de un planeta de más de 4.500.000.000 de años.
Recordando 2007 sin una razón especial...
El 8 de febrero de 2007, el banco HSBC advertía que sus provisiones de deuda incobrable serían un 20% más altas. El motivo aducido fue la crisis del mercado inmobiliario norteamericano (cuyos precios ya habían empezado a bajar en 2006): por primera vez en la prensa generalista se empezaba a hablar de hipotecas subprime y se empezaba a atisbar la crisis económica que se estaba fraguando. Es una efeméride que nos sirve de excusa para hacer un repaso de lo que ocurrió en aquellas fechas. Entonces no se vio como algo grave pero apunto un dato: el precio de la acción del HSBC cotizaba dos años después a un tercio del valor de ese día.
El 2 de abril de 2007 una empresa poco o nada conocida en España –New Century- pero que era el mayor prestamista de alto riesgo de los Estados Unidos, se declaró en bancarrota. Eso debió ser un gran toque de atención porque creyeron que se salvarían poniéndose en venta dada su gran cartera de clientes, pero nadie dentro del sector financiero les hizo oferta alguna; es decir, ya el resto de entidades financieras debían ser muy conscientes del problema.
El 9 de agosto de 2007 la crisis cruza el charco y el mayor banco francés, BNP Paribas, congela la retirada de tres de sus fondos de inversión echándole la culpa a las hipotecas subprime. Ya es un clamor mundial, estos eran hechos muy claros que demostraban la existencia de problemas. Con todo y con eso, las bolsas siguieron subiendo, como ha pasado los últimos meses aunque la inflación sea alta, por ejemplo.
El 4 de septiembre de 2007 el Libor alcanza el nivel más alto desde diciembre de 1998 por el miedo a prestarse entre los bancos. 24 horas después el “Comptroller of the Currency for the United States Department of the Treasury” John C. Dugan afirmó: "El sistema bancario nacional sigue sano y salvo". Un inciso: a pesar de haber dicho aquella patochada (o quizás tal vez por decirla) no sólo no perdió prestigio este personaje, es que en noviembre de 2018 fue nombrado presidente de Citigroup.
La crisis era tan evidente que la Fed recortó en medio punto (en lugar de en un cuarto como creían los que pensaban en una bajada) el tipo de interés el 19 de septiembre de 2007 hasta el 4.75% rompiendo 13 meses de estabilidad. Esto llevó a que Wall Street marcara nuevos máximos históricos ese octubre (el Ibex lo hizo en noviembre, los famosos 16 mil nunca vueltos a vislumbrar) ignorando en sus cotizaciones todo el torrente de malas noticias que se estaban acumulando y demostrando dos cosas: una, que la fe en que la Fed lo controla todo estaba (y probablemente lo está) equivocada y dos, que la renta variable no es un buen indicador para la economía real (y ahora tampoco lo es) ya que los escenarios que descuenta pueden ser erróneos, tanto cuando se desploma como cuando sube sin parar.
El 24 de octubre de 2007 Merrill Lynch (que en menos de un año se vio obligada a dejarse comprar por el Bank of America para no acabar como Lehman Brothers) anunciaba las mayores pérdidas crediticias de su historia: casi ocho mil millones de dólares. Otro inciso más: Una semana después su director ejecutivo, Stan O´Neal, el segundo mejor pagado del sector, deja su cargo con una indemnización de 161,5 millones de dólares.
En diciembre, la Reserva Federal vuelve a bajar los tipos pero no consigue nada: la economía y los mercados financieros no dejan de empeorar durante 2008. La caída bursátil del sectorial financiero se aceleraba mientras los propios bancos, a pesar de sus servicios de estudios y de su conocimiento interno de los mercados, se mostraban incapaces de frenar su propio deterioro. Otro inciso: esta es la mejor prueba de que ni los bancos ni los analistas (ni nadie) conoce el futuro y por eso es erróneo asignarles sabidurías predictivas.
-16 de marzo de 2008, domingo: JP Morgan Chase compra Bear Stearns por dos dólares por acción. Un año antes, las acciones de Bear Stearns cotizaban en 170. Pero hay otro dato que llama la atención; la adquisición a dos dólares supuso un descuento del 93% de su precio de cierre del viernes anterior demostrando que los inversores no eran, ni un año después de continuas malas noticias, conscientes aún de lo mal que estaban las cosas. Quizás por eso todavía Lehman Brothers cotizaba por aquellas fechas a 40 dólares cuando 6 meses después su valor sería cero.
-7 de septiembre de 2008: nacionalizan a las agencias Fannie Mae y Freddie Mac, garantes de la mitad de las hipotecas de los Estados Unidos. El 14, de nuevo en domingo, Bank of America compra Merrill Lynch como ya dijimos y el lunes 15 bien temprano Lehman Brothers declara la mayor bancarrota de la historia del país. El pánico se extiende por todo el globo, ahora sí que todos se dan por enterados de la gravedad de la crisis. Han necesitado 19 meses desde que una gran entidad financiera empezara a dar avisos. Al día siguiente la Fed rescata a la aseguradora AIG intentando dejar claro que lo de dejar caer a Lehman era una excepción. Otros bancos como Wachovia o Washington Mutual son adquiridos a muy bajo precio por otros más grandes (Wells Fargo y JP Morgan) con apoyo de la Fed.
-3 de octubre de 2008: El Congreso aprueba el TARP, un rescate bancario de 700.000 millones –en realidad se amplió en unas semanas hasta más del triple de esa cantidad- que no convencería a los mercados (que siguieron bajando hasta el 9 de marzo de 2009) pero que, unido a las agresivas políticas de la Fed, supuso el comienzo del fin de la recesión.
-1 de diciembre de 2008. La NBER (la oficina de investigación económica norteamericana) establece (¡a buenas horas!) oficialmente que la economía del país está en recesión tras comprobar que se han sucedido dos trimestres consecutivos de decrecimiento. Último inciso: ¡burócratas!
Me dejo muchas fechas más en el tintero pero creo que ya es suficiente como para sacar muchas conclusiones, algo que dejo a los lectores. Por mi parte voy a apuntar una: a políticos, supervisores, agencias de rating, inversores etc... les fue demasiado sencillo ignorar las señales claras de problemas y actuar tarde. Muchos economistas e inversores son hoy demasiado jóvenes para haber vivido aquel periodo. A ellos les aconsejo que lo estudien con detenimiento porque son muchas las circunstancias se parecen a las de la actualidad.
El coste político del cambio climático
Cada día se anuncian más y más medidas para intentar frenar el cambio climático, y algunos están empezando a ver algunas de sus consecuencias tanto a nivel individual (la influencia del coste de la transición energética en la factura de la luz, vuelos más caros, necesidad de cambiar de automóvil…) como empresarial (más dificultades para la industria y por tanto mayores costes de producción etc.). Son la punta de lanza de muchas decisiones que pueden reducir nuestro crecimiento económico y, por tanto, nuestra calidad de vida en el corto plazo. No voy a entrar en la polémica de si merece o no la pena tanto esfuerzo, sabiendo además como sabemos, lo poco que los españoles, en proporción, podemos influir en el clima del planeta, simplemente voy a recordar la crisis de 2008, y cómo se podía haber evitado pero al gobierno que lo hubiera hecho, jamás le hubiéramos vuelto a votar.
Voy a contar una anécdota de octubre de 2003 en España: Al entonces ministro de Hacienda de José María Aznar, Cristóbal Montoro (que luego repetiría con Mariano Rajoy y ahora está imputado), que en ese momento estaba en el Congreso presumiendo de superávit presupuestario, el entonces jefe de la oposición de José Luis Rodríguez Zapatero le dijo: “Con un Gobierno socialista no habría superávit mientras tengamos tantas necesidades sociales”. En pocos meses ZP ganó las elecciones y, a pesar de que no tenía intención, su Gobierno tuvo superávit presupuestario durante toda su primera legislatura, ¡sin buscarlo! Y no porque no gastara, es que la recaudación superaba las estimaciones. Digo esto para que se comprenda hasta qué punto fue inesperada la bonanza económica de esos años. Ni el ministro de Economía se podía creer que las administraciones públicas tuvieran tantos ingresos y que, al acabar el año, éstos superaran a los gastos a pesar de que éstos también se habían incrementado.
Por qué ocurrió eso no es un secreto: una burbuja inmobiliaria alimentada por una orgía de crédito barato e irresponsable con la ausencia de la labor reguladora de los máximos directivos de Banco de España y la complicidad de los gestores políticos locales y estatales. Puede que no el ciudadano común, pero cualquiera con mínimos conocimientos de economía sabía que la burbuja inmobiliaria era un error que tendría graves consecuencias. Y se sabe que las autoridades políticas, lejos de intentar siquiera frenar la expansión de dicha burbuja, incluso la alimentó. ¿Cómo? Básicamente con falta de supervisión pero sobre todo con esa mira cortoplacista que tantas veces han demostrado. El mejor ejemplo lo tenemos en los municipios que ajustaron inversiones y gastos a los ingresos puntuales que les proporcionaron unos años de numerosas recalificaciones de terrenos y de altos impuestos por cada transacción inmobiliaria. Fue paralizarse la construcción y la compra-venta de viviendas, y se disparó la deuda que difícilmente se podía reducir después pues había que pagar infraestructuras, servicios e incluso retribuciones a funcionarios municipales pactadas bajo condiciones irreales de ingresos.
Visto desde nuestra perspectiva es sencillo lo que se debía haber hecho: desde limitar la duración de las hipotecas impidiendo que el alargamiento de los plazos aumentara el endeudamiento (muchos compradores veían más el volumen de la cuota mensual y su comparación respecto al precio de un alquiler que la enorme suma de intereses propiciada por las décadas de pagos), aumentar las exigencias de capital a las entidades financieras y la diversificación de sus activos en los balances, considerar las inversiones inmobiliarias como de riesgo, impedir que una misma propiedad sirviera como aval para el constructor, la inmobiliaria y el comprador final, exigir que las tasadoras fueran independientes y no estuvieran compinchadas con bancos y cajas … Sabiendo que ya en 2006 había estallado la burbuja en los EE.UU., deberían haber tomado medidas drásticas al menos más de un año antes de empezar a notarse la crisis en nuestro país. Pero seamos justos, ¿algún gobierno de alguna parte las tomó?
Repito que visto ahora, años atrás los gobiernos deberían haber tomado medidas para frenar el sector de la construcción y el inmobiliario pero eso en ese momento hubiera generado más paro, ¿hubieran aceptado los españoles que su gobierno voluntariamente redujera el crecimiento económico y estableciera normas que dificultaran su acceso a una vivienda en propiedad? En el ámbito local, ¿habría entendido los votantes que un alcalde, movido por la responsabilidad, hubiera matado la gallina de los huevos de oro paralizando actividades inmobiliarias y de construcción?
Me temo que no. De hecho generalmente se vota al candidato que más gastos promete. ¿Nos felicitábamos cuando un banco nos denegaba una hipoteca porque no veía nuestros ingresos como suficientemente sólidos? No, nos enfadábamos e íbamos a otro a solicitar otra. Y si podíamos conseguir un 100% del valor de la casa en dinero prestado, mejor. Esto tiene mucho que ver con la propia naturaleza humana: cada día que pasa somos más viejos y nos acercamos al fin, esa dura realidad la combatimos confiando en que nuestro futuro no empeorará; podemos tener una opinión pesimista sobre muchos temas pero la mayoría se casa pensando en que no habrá divorcio, que nunca serán despedidos de su empleo, que los hijos no darán disgustos, que no tendrán un accidente… Y sin embargo, esas cosas pasan cada día, por eso hay que estar preparados.
Si la democracia tiene un defecto es que los políticos elegidos saben que sólo tienen cuatro años para asegurarse la reelección y eso les impide mirar mucho más lejos y por supuesto los votantes no quieren oír de recortes y ajustes sino de inversiones que mejoren su situación. Si incluso ahora, tras una enorme crisis, la palabra austeridad tiene mala fama, imaginad si algún candidato la hubiera utilizado en plena expansión económica. Por supuesto que se debía haber creado un fondo de contingencia, similar al Fondo de Reserva de la Seguridad Social, en cada administración pública puesto que sabemos que las crisis son cíclicas y que antes o después llegan. En vez de eso, se gastó desaforadamente y si somos sinceros, comprenderemos que por muy razonable que fuera una medida así, hubiera sido incomprendida por los votantes. Porque la situación nunca es la ideal, siempre hay reclamaciones que hacer y aunque ahora pensemos que en la España de 2006 vivíamos muy bien (y es verdad), entonces no teníamos esa sensación y reclamábamos más gasto (guarderías públicas gratuitas, más AVES, mejores fiestas populares etc.), no más ahorro.
Así que pensar que ahora, voluntariamente, vamos a sacrificarnos todos y rebajar nuestra calidad de vida por una lucha contra el cambio climático en la que está menos implicada Asia, cuando su influencia en él es mucho mayor, lo que va a conseguir es que al gobierno que insista demasiado con ello, le castiguemos en las urnas. Tenga razón o no, que ese es otro asunto. Incluso el partido Verde, que hace unos años hasta llegó a liderar las encuestas en Alemania y hasta participó en el gobierno, ya se sitúa como cuarto del país por insistir demasiado con este tema. ¿Asumir como votantes un menor crecimiento económico? ¿Intentar convencernos que un sacrificio individual va a compensar la contaminación que un volcán ccualquiera provoca de forma natural? Me extrañaría mucho, por mucha propaganda que nos quieran vender
Tecnología contra la desigualdad
Todos los que hemos sido estudiantes tenemos algo que decir contra el sistema de exámenes. Seguro. El problema es que nadie sabe cómo se pueden evaluar los conocimientos de los alumnos sin preguntarles acerca de lo que han asimilado del temario. Y si se hace a todos las mismas cuestiones, y algunos de ellos no conocen las respuestas, es lógico deducir que no saben lo suficiente y que, por tanto, necesitan reforzar sus conocimientos. Por eso que los suspensos siempre han llevado a un nuevo repaso de la materia suspendida y, en ocasiones, a repetir todo el curso.
Ahora hay una nueva corriente que propugna que esto no sea así y que se deje pasar de curso incluso con varios suspensos. Sus argumentos son que es muy caro repetir curso, que hay que motivar a los alumnos suspendidos (como si la repetición fuera un castigo en lugar de un refuerzo) y que, según ellos, reduciría el alto abandono escolar en nuestro país. Son argumentos que no me convencen: el concepto “caro” es muy subjetivo –más en boca de los adalides de más y más gasto público- pues entiendo que tampoco es “barato” que, por ejemplo, en un curso donde se deban aprenden las ecuaciones de segundo grado haya alumnos que ni siquiera saben solucionar una ecuación sencilla. Esto retrasa a los que sí aprobaron y no creo que ayude en nada a los que no, ya que sin una buena base su frustración –y aquí refuto su segundo argumento- será aún mayor. Si alguien se pone a estudiar otro idioma y no es capaz de adquirir los conocimientos más básicos, puede que le duela insistir en lo mismo pero sería mucho peor que, sin tenerlos, le pusieran a conjugar verbos irregulares.
En cuanto al abandono escolar, es imposible saberlo con certeza aunque, si es alto, dándoles la oportunidad de repetir el mismo curso no parece que tenga mucho sentido que se reduzca obligándoles a afrontar un curso que, por su falta de base, les va a ser mucho más difícil y, como dije antes, más frustrante. Ayudar al alumno que se ha quedado atrás: sí, por supuesto. Pero con lo que no sabe, no añadiéndole nuevas y más complicadas materias.
Detrás de todo esto aparece la obsesión por la igualdad artificial. De hecho, el ministro de Universidades de la pasada legislatura, Manuel Castells, declaró en su momento para apoyar estas tesis que “condenar a un alumno que suspende es elitista” y que “así se va machacando a los de abajo y favoreciendo a los de arriba". Disculpad que me ponga como ejemplo pero yo fui un buen estudiante –en la pública- hijo de obrero por lo que no entiendo esa asimilación de “élite” y de “arriba” referida a alguien que saca buenas notas, y desde luego no creo sea adecuado que el dar una oportunidad al que no pasa un curso de volver a intentarlo, sea “machacarle”. Es más, siguiendo con mi ejemplo, tengo varios hermanos, uno de ellos estudió (él sí) en un colegio privado, de mi misma extracción social, con el mismo ambiente familiar… y no sacó el graduado escolar cuando le tocaba (luego, ya de adulto, lo sacó y hasta ganó unas oposiciones). Y es que todos somos diferentes, y la desigualdad existe: de talentos, de esfuerzo, hasta de suerte. Y nadie es mejor ni peor por eso, hay quien vale para estudiar y hay quien no, y hay abogados que ganan menos que un fontanero; y eso no pasa sólo en el ámbito académico: hay cocineros con estrellas Michelín que nunca fueron a una escuela de cocina y otros que, con todos los cursos hechos, no triunfan.
A mí me preocupa la desigualdad, por supuesto, pero no porque haya personas de mediana edad en un país rico como España con más patrimonio que otras, sino porque desde tiempo inmemorial unos humanos han tenido mejores oportunidades que otros desde su nacimiento. Y eso no es justo porque nadie tiene la culpa de nacer en Somalia en lugar de en Suiza como no la tenía un niño por ser hijo de judío en lugar de serlo de cristiano en la Alemania de Hitler ni por nacer esclavo en lugar de patricio en tiempo de los antiguos romanos. Y digo esto porque incluso en desigualdad, en la que más cuenta, la que afecta a las oportunidades de progresar, los actuales tiempos son, aunque lejos de ser perfectos, los mejores de la Historia. Y España desde luego, de los mejores países del mundo en ese aspecto (como casi todos los de la UE).
Uno de los objetos que diferenciaba una familia “pudiente” de otra que no lo era cuando era yo un niño, consistía en tener o no una enciclopedia. Eran tan caras que había vendedores que iban por las casas ofreciendo un ejemplar por un módico precio y unos papeles de subscripción para adquirir el resto mediante letras. Otra opción estaba en los quioscos: se adquiría un fascículo cada semana –así parecía un gasto menor- y cuando el número de ellos alcanzaba el de un tomo, se compraban las tapas y se llevaban a encuadernar… completar esa labor podía durar años. Eran muy importantes en la educación de los niños puesto que, como fue mi caso, los padres que no habían tenido la oportunidad de estudiar –en eso también han mejorado mucho las cosas- por la necesidad de trabajar desde jóvenes, difícilmente podían contestar a las preguntas que nos surgían cuando hacíamos los deberes, y que a veces no tenían respuesta en los libros de texto. Yo no tenía enciclopedia y en muchas ocasiones recurría a la biblioteca pública pero no era como ahora que hay muchas, es fácil encontrarlo todo (y, en lo que yo considero un exceso, hasta se pueden leer tebeos, revistas, tomar prestada música y hasta películas por si no hay nada interesante en los tropecientos canales de TV) y los horarios son amplios. Sin embargo, hoy una enciclopedia Larousse, algo que seguramente fuera el orgullo de cualquier salón hace 30 años, se considera en muchos hogares un estorbo por lo mucho que ocupa. ¡Qué no hubiera dado yo en mis tiempos de estudiante por tener a mano todos esos saberes!
Pero es comprensible porque ahora tenemos Google. Y no sólo Google, tenemos unos aparatejos –los móviles- desde los que cualquiera puede acceder a casi todo y que casi todos los estudiantes tienen desde una edad bastante temprana. Un móvil es un arma diabólica en manos de un adolescente pero también es el mejor instrumento para reducir la desigualdad entre un estudiante de familia humilde y otra de familia rica. Esto era impensable hace unas décadas: hoy el acceso a la cultura es tan accesible que prácticamente sólo hacen falta ganas. Incluso en países menos desarrollados tanto el móvil como la conexión a internet son cada vez más comunes y demuestran que la ciencia y la tecnología, una vez más, hacen más por el desarrollo humano que cualquier político planificador. La mejor prueba la tenemos en España: ni una sola de las enésimas reformas educativas han hecho más por reducir la desigualdad en el acceso a la cultura para todos los estudiantes que el internet generalizado. Lo que depende de la planificación estatal no llega a tanta gente como lo que depende de la individual…
El nuevo ludismo que algunos defienden porque consideran que las máquinas acabarán con los puestos de trabajo nunca tiene en cuenta que la tecnología es la mejor herramienta para reducir la desigualdad cultural y que esa cultura será la que pueda hacer adaptables a los empleos del mañana a los niños de hoy. Los espectaculares avances médicos –sobre todo del último siglo- de poco hubieran servido para el conjunto de la población sin una implicación de las autoridades creando hospitales, ambulatorios, campañas de vacunación etc. así como la educación básica obligatoria fue necesaria para la alfabetización generalizada, pero ahora nos encontramos con un fenómeno en el que las autoridades poco tienen que ver salvo para intentar boicotearlo –como pasa en China- con la censura.
En la actual Europa la educación universal, el sistema de sanidad público y otros avances sociales han reducido mucho las diferencias entre un niño de familia pobre y otro de familia rica respecto a las de hace un siglo y ojalá se reduzcan más. Para ello, la labor del Estado es ofrecer las mismas oportunidades a todos, ayudar en lo que se pueda a los que van más retrasados pero nunca forzándoles a afrontar materias más avanzadas sin la base suficiente porque no sólo no les ayuda, además perjudica a la mayoría.
El milagro de Taiwán, el país que nunca existió
Taiwán es una auténtica rareza mundial tanto por su estatus político como por su enorme importancia económica, y es bastante desconocida para el gran público.
La isla de Formosa, lo que hoy conocemos como Taiwán, llegó a tener colonias españolas dada su buena situación geográfica para los intercambios comerciales, pero básicamente fue un nido de piratas hasta el siglo XVII que fue anexionada por la China continental. En 1895, tras una guerra con Japón que perdieron, los chinos cedieron “a perpetuidad” la isla a los vencedores. Tras la derrota de éstos en la II Guerra Mundial, y sin que hubiera un motivo de peso para hacerlo, los estadounidenses decidieron que Taiwán pertenecía a China, algo que supuso un atraso para sus habitantes, tanto económico como político, ya que perdieron el cierto grado de autonomía que los nipones les habían dejado. A finales de 1949, derrotado Chang Kai-shek por los comunistas en la guerra civil china, se retiró a Taiwán atrayendo con él a unos dos millones de chinos que, definitivamente, acabaron con la huella que había dejado la ocupación japonesa.
Chiang Kai-shek no reconoció la República Popular China de Mao Zedong e insistió en que la República de China era la que él dirigía, aunque su único territorio fuera Taiwán. El motivo por el que no fueron invadidos, y la situación se ha alargado hasta la actualidad, fue el apoyo de los Estados Unidos. La vecina Guerra de Corea empujó a que éstos quisieran limitar el poder de la “China Roja”, mandando tropas a la isla (que aún están allí) y ordenando a la Séptima Flota a patrullar el estrecho de Taiwán. De este modo fueron pasando las décadas, al tiempo que Taiwán era gobernada por mano de hierro (la Ley Marcial estuvo vigente hasta 1987), con la excusa de una posible invasión inminente, por Chiang Kai-shek (que murió en 1975) y por su hijo Chiang Ching-kuo.
Hasta noviembre de 1971 no ocupó en la ONU la “China Roja” el asiento correspondiente a China y a partir de ahí, todos los países de la órbita no comunista fueron aceptando que Taiwán no era China y abriendo relaciones diplomáticas con la China comunista. En diciembre de 1978 el presidente estadounidense Carter reconoció a la República Popular China, con sede en Pekín, como gobierno legítimo de China, quedando Taiwán en un limbo que dura hasta hoy. Al menos en 1991, las autoridades de la isla proclamaron el fin de la guerra con la República Popular China. Mientras, en Taiwán la democracia no llegó hasta casi finales del siglo XX (en 1996 fueron las primeras presidenciales por sufragio universal).
Bajo el principio de "una sola China", Pekín insiste en que Taiwán es una parte inalienable de una China con un único gobierno que se reunificará algún día. Bajo dicha política, Pekín no acepta tener relaciones con las naciones que reconocen a la isla, lo que ha llevado a que muy pocas tengan lazos con el gobierno de Taipéi. Hoy apenas14 naciones, además del Vaticano, mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán. La mayoría son pequeñas islas. ¿Y por qué esta disputa puede afectarnos tanto? Primero porque si China intentara anexionarse por la fuerza Taiwán, tendría que luchar contra fuerzas estadounidenses que están allí y que, según parece, defenderían la autonomía de la isla. Por si no fuera suficiente riesgo geopolítico que se iniciara un conflicto que podría desencadenar la Tercera Guerra Mundial, está además la enorme dependencia de los semiconductores que allí fabrica la empresa TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company).
Irresponsablemente, la industria occidental depende en gran medida de una empresa situada en un territorio que está en medio de una disputa territorial que puede provocar un conflicto, incluso bélico, de consecuencias imprevisibles. ¿Cómo se llegó a esto? Gracias a la ayuda norteamericana, Taiwán tuvo un desarrollo económico similar al de Corea, pasando de ser una sociedad agraria a una industrial y comercial. Empezó, como Corea, fabricando manufacturas baratas como textiles y juguetes, pasó en los ´70 a la industria pesada y en los ´80 a la electrónica, ayudada también por la privatización de las empresas públicas. Y la globalización hizo el resto.
En cuanto a TSMC, fue fundada por Morris Chang, un graduado en Ingeniería Mecánica del Instituto de Tecnología de Massachusetts (conocido como MIT). Tras 25 años trabajando para Texas Instruments, decidió crear su propia empresa en 1987 y tuvo el apoyo del gobierno de Taiwán. Los chips, o microchips, son circuitos integrados en una estructura de pequeñas dimensiones de material semiconductor. Sobre ellos, se fabrican circuitos electrónicos. Son vitales en toda la industria tecnológica actual. Aunque al principio el rendimiento de su producto no fue muy esperanzador porque resultaba más lento que los de Intel, por ejemplo, poco a poco fueron mejorando la tecnología. El gran salto lo dieron al suministrar a Apple los chips de sus iPhones. Desde entonces no tienen rival en los chips de alta gama. Cuantos menos nanómetros (milmillonésima parte de un metro) tiene un chip, más avanzado o sofisticado es. Los más avanzados tienen en la actualidad 3 nm, pero los de menos de 28 nm ya se consideran relativamente avanzados. Junto a sus numerosas subsidiarias, controla casi el 60% de la oferta mundial de semiconductores, y casi el 90% de los más punteros. Tiene clientes gigantes tanto en China (Alibaba, por ejemplo) como en EEUU (Apple, Facebook, Microsoft, etc.). Incluso Intel tiene externalizada parte de su producción con ellos. Es por eso que la importancia de Taiwán va mucho más allá de la política.
En
resumen, Taiwán para la mayor parte del mundo no es un país, no hay embajadas
sino “oficinas de representación” con Taipéi (a Lituania se le ocurrió abrirla
con Taiwán y por ello China rebajó su relación diplomática con ellos), pero de
que viva en paz y conserve su autonomía depende gran parte del bienestar
económico del mundo, incluso más allá de los motivos morales para apoyarlos.
Sin embargo, es tal la presión china y el miedo que se tiene a su poderío que,
a pesar del tratado de ayuda estadounidense, no sería de extrañar que en algún
momento, algún residente de la White House ceda y acabe permitiendo que
China se anexione un territorio que siempre ha considerado suyo. Mayores
indignidades se han visto.
Los orígenes de Wikipedia, quizás la última enciclopedia que exista
(esta historia no está incluida en mi último libro La prehistoria, y algo de la historia, de 66 empresas: Nacionales y extranjeras, todas famosas, que te animo a adquirir)
El 7 de agosto de 1966 nació el estadounidense
Jimmy Donal «Jimbo» Wales, hijo del gerente de una tienda y de la dueña de una
escuela privada para niños. Esa institución, fundada por su abuela, marcó al
joven Jimmy y, según confesó años después, le llevó a valorar de forma especial
la labor educativa. Estudió Finanzas en la universidad y desde 1994 desarrolla
una carrera como inversor en derivados. Según parece le fue muy bien y ganó
mucho dinero gracias a la especulación sobre las tasas de intereses y
las fluctuaciones de las monedas extranjeras. Mientras, se interesa por el
incipiente negocio de internet, en principio buscando fuentes de ingresos.
En 1996 crea una web de contenido erótico llamada
bomis.com aunque él afirma que era un “motor de búsqueda de imágenes” y, aunque
ya no existe, parece que fue un proyecto rentable. Sin embargo, en marzo del
2000 se orienta hacia la educación y funda un proyecto de enciclopedia libre de
naturaleza abierta y corregida por redactores libres seleccionados, al que
llama Nupedia. Contrata para ello al filósofo Larry Sanger (nacido en
1968) como redactor jefe. Jimmy Wales desea en Nupedia una calidad
comparable a las de las enciclopedias profesionales en papel pero el
26 de septiembre de 2003 con tan solo 24 artículos terminados y 74 en
desarrollo, el proyecto se cancela, ya que no había forma de monetizar el
proyecto y porque otra creación paralela descollaba más...
Larry Sanger propuso el 10 de enero de 2001 la
idea de utilizar una wiki para crear una enciclopedia. El
término wiki (palabra que proviene del hawaiano donde significa
'rápido') alude al nombre que recibe una comunidad virtual,
cuyas páginas son editadas directamente desde el navegador,
donde los mismos usuarios crean, modifican, corrigen o eliminan
contenidos que, habitualmente, son compartidos por cualquier otro usuario.
Wales, reticente al principio, acepta instalar un software para
wikis en un servidor proporcionado por bomis.com (sí, la web de
contenido erótico) y autoriza a Sanger a continuar con el proyecto, bajo su
vigilancia. Según esta versión, que es la más aceptada, la fundación de
Wikipedia se debe a ambos pero Wales niega esto y dice que el proyecto es
únicamente suyo.
Wikipedia empieza el 15 de enero de 2001 con Larry
Sanger como redactor jefe asalariado, quien, eso sí está confirmado, da el
nombre de Wikipedia al proyecto. Jimmy Wales y Larry Sanger crean en conjunto
los principios fundadores, escribiendo los primeros artículos y estableciendo
una comunidad vía Internet, durante el primer año de existencia. Al comienzo,
Wikipedia estaba prevista para ser una wiki que aportara contribuciones a
Nupedia. Sin embargo, la nueva web creció tan rápidamente que sobrepasaba las capacidades
de verificación de los nuevos artículos de Nupedia, a la que tumbó.
Inicialmente, no existía el registro de usuarios; toda colaboración se
realizaba en forma anónima.
Larry Sanger abandona el proyecto el 1 de marzo de
2002, dejando todo el “poder” a Jimmy Wales. A mediados de 2003 éste crea
la Fundación Wikimedia, una organización sin fines de lucro con
sede en San Petersburgo, Florida, para sostener financieramente
Wikipedia. Forma un comité de cinco miembros compuestos por él mismo, dos
colegas de trabajo, que no son wikipedistas activos, y dos miembros elegidos
por la comunidad de wikipedistas. Según afirma su motivación se resume en esta
frase: «Imaginemos un mundo en que cada persona tiene el acceso libre y
gratuito a la suma de todo el conocimiento humano. Es lo que estamos haciendo»
Sin embargo, el “cofundador” Sanger se convirtió en un
crítico feroz a Wikipedia, primero denunciando que los “trols” habían tomado el
mando y luego afirmando un sesgo claramente izquierdista y recomendando dejar
de visitar la web. En septiembre de 2006, Sanger anunció la creación de
una bifurcación de Wikipedia, denominada Citizendium, en la cual
se utilizarían nombres reales y estaría redactada por expertos en cada materia,
pero no tuvo éxito.
Curiosamente, después de la Wikipedia en inglés,
las siguientes ediciones en ser creadas fueron, pocas semanas después,
la Wikipedia en alemán y la Wikipedia en catalán (pese a ser
única lengua oficial solamente en un pequeño estado, Andorra, y tener 10
millones de hablantes en todo el mundo), y en realidad fue la segunda Wikipedia
en tener artículos, debido a que en la Wikipedia en alemán tardaron dos meses
en crear el primero. Desde entonces se han ido creando ediciones en muchos
más idiomas. El 20 de septiembre de 2004 Wikipedia alcanzó el millón de
artículos en 105 idiomas.
El futuro de la Wikipedia es bastante incierto ya que, más allá de las polémicas sobre la fiabilidad de los datos que han ido acompañando a esta web desde hace casi un cuarto de siglo, lo cierto es que los asistentes gratuitos de inteligencia artificial proporcionan la misma información (si no mejor), y citando fuentes diferentes. Es difícil imaginar que una enciclopedia (poco importa que sea virtual en lugar de en papel) pueda sobrevivir a la inmediatez y fiabilidad de la respuesta de la IA ante cualquier pregunta
El “problema” de la España vacía
Me gusta mucho la expresión “problemas del primer mundo” usada de forma irónica para los asuntos que sólo preocupan a sociedades donde los verdaderos problemas (los que sí sufren en el Tercer Mundo) tienen un alto nivel de resolución. Pero últimamente esta cierta frivolidad está exagerándose hasta llegar al extremo de considerar como un problema casi cualquier cosa, y entre exageraciones e inventos provocan la sensación de que las cosas van mucho peor de cómo van. Si bien lo peor son las energías –y el coste- que se gasta en pretender solucionar situaciones que no están mal. Se me ocurre por ejemplo la crítica a que haya pocas mujeres inscritas en carreras universitarias de ciencias. Si no quieren inscribirse ¡que no lo hagan! ¿Dónde está el problema, acaso es necesario aumentar el escaso número de hombres apuntados en enfermería? ¡Que cada uno estudie lo que quiera!
Otro tema de moda en el que parece que se van a gastar
bastante dinero público a fondo perdido es en el empeño en llenar la “España
vacía”. Yo entiendo que en un mundo ideal todos deberíamos vivir en núcleos
poblacionales no demasiado grandes y repartidos por todo el territorio, pero
como lo que tenemos es una sociedad con una Historia donde hay factores de
cientos, y a veces miles, de años que están detrás de nuestra expansión
demográfica; es un poco absurdo pretender cambiar ciertas cosas por decreto.
Podemos empezar por el clima: los humanos nos agrupamos en climas templados y
huimos de zonas de climas extremos. La Siberia vacía es un hecho. Luego la
geografía más básica: nos gusta de siempre vivir cerca de ríos y en valles más
que en montañas, además nos suele gustar más el mar que el interior, de hecho
todas las urbes más pobladas del mundo son, además, puertos marítimos.
Por otra parte, esto de vivir más en ciudades y menos
en el campo también es un proceso de miles de años que se expandió con la
Revolución Industrial y en concreto en España, un poco más retrasada en esto
(pero menos que por ejemplo China donde hasta 2017 había más población rural
que urbana), el proceso se aceleró con la postguerra y el desarrollismo de los
años ´60 del siglo pasado. No sé por qué ahora se ha puesto de moda este tema
pero la distribución de la población española no es cuestión reciente.
Otro hecho que también algunos consideran un problema (y que está resultando una bendición para España, a saber cuánto más alta sería nuestra tasa de paro sin él) es el auge del turismo, y gracias a él, Barcelona y Madrid no se quedaron con toda la emigración del interior ya que se distribuyó también en otras áreas con alternativas económicas y laborales diferentes a la industria. De hecho, el turismo podría ayudar al desarrollo de zonas de España despobladas pero de gran atractivo visual, actualmente frenadas por normativas ambientales excesivas. Que más personas disfruten de nuestros tesoros más ocultos, y con ello generar negocio y por tanto ocupaciones y población en determinadas zonas hoy casi desérticas, parece mejor “solución” que aumentar aún más la desigualdad fiscal entre españoles aumentando deducciones y/o subvenciones –como proponen gobierno y parte de la oposición- a empresas y personas para que vayan donde -si no es por ellas- no quieren ir.
Siento empatía por las personas de pueblos y comarcas que se ven afectadas por la baja población, incluso por el empeoramiento de los servicios, de menor calidad al haber menos “clientes”, pero entiendo que ante los grandes problemas que tiene este país, el gobierno de turno debe priorizar. Cuando tenemos una Seguridad Social en quiebra técnica y peligran tanto los servicios sanitarios universales como los sueldos –crecientes- de millones de pensionistas, el que en algunas zonas haya menos gente no parece que deba ser una gran preocupación, y desde luego nunca un gran gasto. Por otra parte, tampoco sabemos si con dinero se podría solucionar. Sí considero un mayor problema –y que afecta a mucha más gente- el tamaño de determinadas ciudades, con problemas de tráfico y contaminación. ¿La solución? No es gastarse una millonada a fondo perdido o crear infraestructuras allí donde no vive gente, eso ya se hizo creando aeropuertos vacíos y paradas de AVE sin uso (como por cierto denunció un tipo de izquierdas como Jordi Évole en 2013 en un “Salvados”, lo digo porque no es un tema –otro más- de ideologías políticas), la inversión debe llegar después de fomentar con políticas inteligentes.
Para mí una inversión útil, duradera y no demasiada
cara es ofrecer wifi en zonas rurales y, como posible solución para diversos
problemas como por ejemplo la conciliación laboral (y me alegro que una de las
consecuencias del malvado coronavirus haya sido que tanta gente se está
poniendo de mi lado en este tema), es promover el teletrabajo. Con esto,
voluntariamente, muchas personas, atraídas por la posibilidad de viviendas más
grandes y más baratas y por un mejor medio ambiente, acabarían trasladándose de
las ciudades (en su momento conocí muchas personas que renunciaron a vivir en
el centro de Madrid para irse a la periferia por estos motivos, aunque eso
supusiera perder mucho tiempo en los traslados, y con el teletrabajo esto se
reduciría al mínimo) a áreas rurales. Como en su día pasó con las “ciudades
dormitorio” cercanas a Madrid y Barcelona, según llegue población, llegarán
comercios, se abrirán escuelas, ambulatorios, se mejorarán las comunicaciones…
Todo eso si la gente quiere y prefiere ese nuevo modo de vida. Lo que es
absurdo es gastarse millones en pretender que las personas vivamos donde un
político decida que debemos vivir… o en contentar a un partido político con
unos pocos miles de votos con una absurda representación parlamentaria debido a
nuestro injusto sistema electoral.
Entrevista medio fake a Warren Buffett
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