Cuando la ficción describe la realidad

La productora de José Luís Moreno rodó hace unos años una serie titulada “Aquí no hay quien viva” que emitió Antena3 y que tuvo una secuela, que aún emite Telecinco, llamada “La que se avecina”. Ambas relatan en clave de humor las vidas de los vecinos y las disparatadas y casi surrealistas relaciones entre ellos. Además de entretenidas, pueden considerarse como un ejemplo claro del momento en que fueron realizadas.

En la primera se engloban los últimos años de crecimiento económico y en general la primera legislatura de ZP: el presidente de la comunidad no para de hablar de talante, una pareja gay decide casarse, las únicas crisis de las que se habla son de las de pareja y en general los problemas económicos parecen temporales y de fácil solución. Es también fiel reflejo de la burbuja inmobiliaria: los alquilados aspiran a ser propietarios (incluso el portero llega a alcanzar su sueño de ser propietario de su portería), un constructor no ceja en el empeño de querer comprarles el piso a todos, si algún piso sale a la venta, rápido salen ofertas y el banco concede la hipoteca en horas…
En las primeras temporadas de “La que se avecina” ya se empieza a perfilar el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y la crisis, es como un compendio de la segunda legislatura de ZP. Comienza la serie con una escena en la que una joven pareja de novios está a punto de firmar la compra de una vivienda y los vendedores les animan diciéndoles que “40 años de hipoteca no es nada, pasan enseguida”. Tras efectuarse la operación y quedarse solos uno de los vendedores le dice al otro: “ya hemos vendido otro zulo de 60 metros por el doble de lo que vale. Deberían meternos en la cárcel”. Precisamente la “novia” debe vender el piso a los pocos días porque al romper su prometido con ella ya no tiene dinero para la hipoteca si bien el caso más curioso es el de uno de los vendedores, mileurista él, que se alegra porque por sorteo le ha tocado un piso de protección oficial por el que debe pagar mil euros todos los meses y no se lo dan hasta dos años después. Total, que como sus ingresos mensuales netos no existen, tiene que humillarse a vivir con su hermano porque no le queda dinero para nada. Su compañero de trabajo no para de criticar la esclavitud de los hipotecados y él vive en casa de su abuela. Eso sí, cuando necesita sitio para alguna cita íntima, tiene que estar pidiendo favores. Para colmo, llega un momento en que la abuela muere y se descubre que tenía una hipoteca inversa y la casa que esperaba heredar se la queda el banco con lo que acaba humillándose también para poder vivir con el hermano del compañero también.
Constantemente se hacen en “La que se avecina” referencias a la crisis económica e inmobiliaria: desde la que comienza a cultivar marihuana para venderla y que empezó a hacerlo “en cuanto empezó a subir el Euribor” (2008) el mayorista de pescado que cada vez vende más sardinas y menos marisco, el informático que –agobiado por la hipoteca- insiste en que su mujer trabaje, el local comercial (primero peluquería y luego bar) que no tiene clientes… La comedia acaba suavizando los dramas pero es evidente el cambio con la serie original. Hay una pareja con 3 niños que son también un ejemplo típico del que hemos hablado muchas veces. Viven totalmente por encima de sus posibilidades cuando él es un simple empleado de banca y ella apenas tiene ingresos. Eso sí, gastan mucho en aparentar: las hijas están apuntadas a colegios privados y clases de golf, contratan una asistenta cuando ven que otra vecina lo hace… Por supuesto al ser una comedia se exageran muchas situaciones –por ejemplo, hasta llegan a robar cartones de leche a los vecinos- pero seguro muchos conocen a gente así. Él acaba perdiendo el trabajo, están agobiados con la hipoteca pero ninguno aprende a reducir el gasto. Incluso él pide prestados 50 mil euros a un vecino para comprar un piso más grande. En la última temporada le desahucian y se va a vivir al párking. Todo un símbolo: de conceder hipotecas a vivir casi en la calle.
Como típicas comedias españolas tienen ambas el error de caer en tópicos, algunos muy injustos (los personajes ricos suelen ser estúpidos por ejemplo) pero hay otros que están ciertamente basados en la realidad. Uno de estos es la corrupción urbanística, “Aquí no hay quien viva” termina con un constructor comprando todo el edificio –ubicado en pleno centro de Madrid- para construir un rascacielos y cuando alguien le recuerda que eso está prohibido en esa zona, le hace ver que tiene comprado al concejal de turno. El edificio de “La que se avecina”, está construido ilegalmente y el constructor soborna con dinero, un apartamento y dos plazas de garaje al político encargado para que no derribe la construcción.
Por desgracia, también refleja una realidad: España es un país de pícaros muchos de los cuales en cuanto tienen agobios económicos se olvidan de todo lo demás, incluidos los reparos éticos y morales: desde obviar las ordenanzas de seguridad a utilizar los trasteros como locales donde se practica la prostitución pasando por tener empleados sin contrato. ¿Somos realmente así, un país con una mayoría de población que por ahorrar dinero o por no gastarlo es capaz de defraudar, renunciar a principios morales y negar derechos a otros? Parece que sí.

La perversión semántica es demasiado habitual


Una misma palabra esconde muchos significados pero nos engañan haciéndonos creer que es el mismo. Y es que el lenguaje es bastante limitado, por ejemplo yo soy aficionado a comprar café en cápsulas, he calculado que cada taza de café me sale 6 veces más cara que comprando un paquete de café molido y elaborarlo en una cafetera “normal”. Ambos productos resultantes se denominan café, y por lo tanto cualquier estadística puede decir que yo pago 6 veces más que otro por lo mismo –aunque para mi paladar sea muy diferente- y si me voy a Turquía y me pido un café aunque se denomine igual tampoco tiene el mismo sabor que si me lo tomo en un bar inglés. En los mercados financieros el ejemplo más socorrido de denominar a algo de diferente valor de la misma forma lo tenemos con las divisas, y lo cierto es que “cuela” en la población.
Tenemos el típico ejemplo del $, que se llama igual ahora que en 1933 cuando el poder adquisitivo del dólar de entonces es de 6 centavos en la actualidad. La inflación es la culpable pero si nos vamos por ejemplo a Argentina, nos encontramos con otro factor: las devaluaciones. Por ejemplo, un peso de 1992 es igual que 10.000.000.000.000 pesos de 1881
Peso Moneda Nacional1881
Peso Ley1970100 Pesos moneda nacional
Peso argentino198310.000 Pesos Ley
Austral19851.000 Pesos Argentinos
Peso199210.000 Australes
Convertibilidad entre las distintas monedas
1 peso ( año  1992 ) =10.000  Australes ( año 1985 )
1 peso ( año  1992 ) =10.000.000  Pesos Argentinos ( año 1983 )
1 peso ( año  1992 ) =100.000.000.000 Pesos Ley ( año 1970 )
1 peso ( año  1992 ) =10.000.000.000.000 Pesos moneda nacional (año 1881)
Para hacernos una idea más clara y actual, durante 10 años -hasta el 7 de enero de 2002- el gobierno mantuvo la ficción de equiparar 1 peso a 1$, a día de hoy para conseguir 1$ hacen falta casi 4. Y como vemos, se sigue llamando peso, aunque si un argentino viaja a Europa su poder adquisitivo se haya reducido a una cuarta parte en lo que llevamos de siglo.
Esto no es nuevo, en época romana a la moneda se la llamó igual durante siglos si bien iban rebajando su valor constantemente

Con las bolsas ocurre lo mismo, de nada sirve que las acciones suban si suben menos que la inflación. Si miramos un gráfico de largo plazo de algunos índices con y sin ajustar la inflación, vemos unas diferencias sustanciales que a muchos se les escapan. Un caso extremo ocurrió con la bolsa de Israel con la hiperinflación de los años ´80 del siglo pasado. Este es el gráfico comparativo de la rentabilidad de la bolsa (6500%) y de cómo la hiperinflación fue tan alta que a pesar de eso en 15 años no se ganó –en la práctica- nada:

No es un caso aislado de un pequeño país y un corto periodo de tiempo, algo similar ocurrió en la bolsa americana por aquellas fechas, el índice parecía subir mucho pero como también subía la inflación el resultado fueron 25 años sin beneficios reales:
Como vemos, la diferencia es enorme. También en las cifras –incluso en las oficiales- hay cierta tendencia a la uniformidad que lleva a graves imprecisiones a la hora de comunicar datos y es otro grave caso de perversión de las palabras. Me refiero por ejemplo a las estadísticas de inflación, sueldo medio etc. pero especialmente las que se refieren al mercado hipotecario.  ¿Cómo es posible que se sumen un piso de 100 años y 40 metros cuadrados situado en un pueblo pequeño y mal comunicado, con un ático céntrico, amplio y moderno de San Sebastián y se pretenda extraer alguna conclusión sobre precios medios o evolución del número de hipotecas? Pues se hace.
Por último, aunque hay muchos más ejemplos, tenemos el debate sobre las fuentes de las noticias. Si cogemos a un catedrático de economía y a un buen periodista económico, al primero le preguntas sobre cualquier teoría y te cita de carrerilla el contenido, las interpretaciones y la evolución histórica de la misma, y al otro le cuestionas sobre lo que de verdad ha querido decir en una rueda de prensa el consejero delegado cuando presenta los resultados de una compañía y resulta que sabe leer entre líneas si realmente han sido buenos o malos por encima de las frías cifras. Eso sí, de los mercados financieros conocen más bien poco, cualquiera de los cientos de brokers en activo que hay en España, sin tener estudios específicos, tiene más conocimiento del funcionamiento real de éstos. Por ejemplo, en el mercado de deuda pública española habrá en activo unos 100 brokers a los que podemos sumar 200 o 300 traders de bancos y sociedades de valores especializados en el producto y otros tantos que están en las mesas de distribución de las entidades financieras. Pongamos que hay mil personas que de primera mano saben realmente lo que pasa a diario en la negociación, si cogemos a uno sólo de ellos y le preguntamos tendrá más fiabilidad sobre lo que pasa que el FT o que Paul Krugman pero por desgracia al gran público lo que le llega es lo que dicen éstos.

Bolsas en máximos


bono a 10 años español e italiano por debajo del 3%

Dos países con presidentes de diferente ideología -aunque se parecen en que el nombre de ambos empieza por la misma letra: Rajoy y Renzi- de repente gobiernan tan bien que el mercados les premia... esa es la versión que seguro sus estrategas políticos y medios afines quieren vendernos pero ¿No es más lógico pensar que esto sucede por la burbuja global de liquidez y la confianza en BCE que ha conseguido trasmitir Draghi?


los 3 errores más comunes del inversor (a mi juicio)

  1. Creer que los argumentos de uno pueden vencer a la tendencia. Esto de un modo u otro nos pasa a todos, como seres que razonamos y que gustamos de tener razón y de defender nuestras posturas creemos que por ser lo más lógico y razonable lo que hemos decidido ello nos va a llevar a vencer a “los mercados”, pero olvidamos que en muchas ocasiones la bolsa no se comporta con racionalidad y que -como dice Campuzano de Citibank- “aunque no tenga la razón, el mercado siempre tiene más dinero que nosotros”. Lo hemos visto en aquellos que con buena lógica compraron acciones de Apple a 600$ hace año y medio con el argumento de sus grandes beneficios y su gran liquidez sumado a la tendencia alcista de la bolsa norteamericana y a que había retrocedido desde los 700$. Un buen razonamiento pero no fue acertado. Mi mayor descalabro como inversor también se produjo con muy buenos argumentos…
  2. No establecer límites máximos de pérdidas. Esto es quizás lo que más nos cuesta a todos, saber perder, pero es algo necesario. Aguantar (y su derivación más común, doblarse) y ver cómo buscando una rentabilidad del 10% ,en pocas semanas una inversión ha perdido una cuarta parte de su valor, es un error demasiado común y demasiado peligroso. Las fuertes bajadas de 2008 debían haber expulsado estos comportamientos de los mercados pero el fuerte rebote desde marzo de 2009 volvió a hacer creer a muchos que la forma de ganar en bolsa es aguantar y aguantar. Es un error, se pierde dinero, coste de oportunidad, comisiones y el efecto inflación. Casi todas las bolsas de las economías desarrolladas apenas han ofrecido rentabilidad real este siglo: eso es un dato, no una opinión. La idea de que a largo plazo la bolsa es la inversión más rentable procede de una larga racha alcista que se vivió a fines del siglo pasado que hace ya muchos años que no es cierta. Y eso que hablamos de índices, que como ya he explicado alguna vez, siempre tienen un sesgo alcista tramposo porque cuando un valor de un índice de referencia cae mucho se le expulsa y deja de salir “en la foto”, son famosos los casos de Lehman, GM, Fannie Mae, Freddie Mac…en España quizás el mayor ejemplo fue Terra, pero ha pasado con muchas compañías más pequeñas como Prisa o Zeltia.
  3. No diversificar. Esto parece muy obvio y de hecho el propio dicho popular lo dice “no hay que meter todos los huevos en la misma cesta” y cualquier gestor es lo primero que aconseja cuando alguien se quiere iniciar en bolsa. Sin embargo, sigue siendo muy común. Eso nos da una idea de lo poco que esta crisis nos ha enseñado: seguimos sin diversificar nuestras inversiones ni por productos ni por sectores ni por países. Eso provoca que a cualquier movimiento brusco -de los que ocurren por desgracia muy a menudo de forma imprevisible- en contra se le pueda sumar alguna noticia adversa concreta y específica que haga peligrar la rentabilidad de toda la cartera, ya lo vimos en España no hace mucho con el sector renovables (suspensión de subvenciones), por eso siempre se aconseja diversificar. Y si eso ocurre a nivel individual, imaginaos a nivel empresarial y bancario lo peligroso que es concentrar tanto la inversión. Y es que es algo que se escapa del ámbito de las inversiones personales y precisamente su existencia y su ausencia han sido protagonistas claves de esta crisis: qué diferente hubiera sido la intensidad de la crisis en España si el modelo productivo en los años de bonanza no se hubiera concentrado tanto en el ladrillo y cuanto peor estaríamos si nuestras grandes empresas no hubieran sabido diversificar -al menos geográficamente- para compensar unas zonas económicas con otras: Santander, Telefónica, Inditex etc. La propia Apple de la que antes hablé, supo reinventarse y ampliar sus negocios a los móviles y las tabletas, ¿dónde estaría si siguiera fabricando sólo PC´s?. El problema de no diversificar puede afectar, además de a la rentabilidad, también a la solvencia, en el caso de empresas y entidades financieras pequeñas y con un negocio más concentrado. Es uno de los problemas que tuvieron las cajas de ahorros españolas sin ir más lejos.

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