Datos oficiales y credulidad

En 2008 el psiquiatra Stephen Greenspan publicó The Annals of Gullibility, un resumen de sus décadas de investigación sobre cómo evitar ser crédulos. 2 días más tarde descubrió que su asesor financiero Bernie Madoff era un fraude y le había hecho perder un tercio de sus ahorros. Esta anécdota nos advierte que debemos ser muy cuidadosos con nuestros dineros (muchas veces se ha hablado aquí de la contradicción de pedir un profesional para cambiar un grifo pero no hacerlo para planificar inversiones por ejemplo) pero sobre todo que debemos estar alerta sobre todo y desconfiar. Y voy a poner un ejemplo que quizás os sorprenda:

En los últimos años pero sobre todo desde la victoria de Trump, ha habido una tendencia a justificar el hastío de los norteamericanos con el actual sistema por los datos económicos. El principal argumento siempre ha sido que a pesar de lo mucho que ha avanzado la economía norteamericana las últimas décadas y los beneficios para los datos macro de la globalización, las familias no habían notado mejoras. Y tomando cifras oficiales (de la oficina del Censo de los EUA) parece que tienen razón porque incluso ajustando al IPC los ingresos familiares son similares a los de hace 40 años. Y sobre esa base se han escrito miles de artículos, de una orientación u otra, achacando a unas políticas o a las contrarias la existencia de este estancamiento pero siempre dando por hechos que esto era así.

Sin embargo, la Oficina de Presupuestos del Congreso ha realizado otro estudio, también oficial, con las mismas premisas y ha descubierto que todos los que construyeron teorías basadas en el estancamiento de ingresos de los norteamericanos que reflejaba la Oficina del Censo de los EUA, se equivocaron. Y el motivo no es ninguna fórmula matemática sino algo mucho más sencillo de entender: el censo mide hogares pero el número de personas en cada hogar es más bajo ahora que hace 40 años. Así que si dividimos riqueza de los hogares entre el número de miembros de cada hogar, el resultado es diferente: la misma cantidad de dinero en una familia ahora representa un mayor poder adquisitivo de cada uno de los miembros.

Ese es el cambio más obvio pero hay más: en lugar de usar el IPC para ajustar, utilizó el PCE (que es el gasto de consumo personal, históricamente medio punto inferior que el otro). El motivo principal, que por supuesto puede estar abierto a polémica, es que el PCE incluye los bienes y servicios que los gobiernos y las empresas gastan en nombre de las personas, como el seguro de salud, mientras que el IPC captura solo lo que los individuos gastan en ellos mismos. También sumó a los ingresos familiares las rebajas impositivas a las familias y trasferencias de salud que revierten en las familias (es decir, aspectos positivos que sumar a los ingresos que no existían hace 40 años pero que han ido mejorando con el tiempo hasta el punto que los ingresos después de impuestos han mejorado mucho más que los ingresos antes de impuestos).

En cualquier caso, incluso sin estos dos últimos puntos, simplemente con algo tan fácil de entender como que los hogares norteamericanos hoy se componen de menos miembros que hace 40 años y por lo tanto, si sus ingresos aportan lo mismo a menos personas, éstas tienen un mayor poder adquisitivo, podemos deducir que todo lo que se ha escrito sobre el nulo beneficio que el norteamericano medio ha recibido del gran avance económico de las últimas 4 décadas, es falso. Y que por ejemplo, todo lo que los politólogos han utilizado como argumentos para explicar la victoria de Trump, es, cuando menos, inexacto. Vemos los datos (gracias a https://www.economist.com) utilizando los diferentes parámetros y comprobemos la enorme diferencia:


Ahora bien, como no hay que ser crédulos, también hay que decir que esas mismas familias soportan hoy una deuda pública muchísimo más grande que hace 40 años y que aunque apenas inquieta porque nadie tiene pensado pagarla (se van renovando vencimientos y si llega una crisis y faltan compradores, ya lo hará la FED), su viabilidad dependerá mucho de que el país siga siendo la primera potencia financiera mundial porque si deja de serlo, si el dólar deja de ser la divisa número uno, entonces no será tan fácil para el norteamericano medio seguir conviviendo con la enorme deuda acumulada por sus gestores políticos durante estos últimos años. Y ya hay análisis que indican que la próxima crisis en los EUA está muy cercana:

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