El error del proteccionismo

Siempre que llegan crisis económicas hay un elemento común: el rechazo a lo extranjero. Y eso incluye desde críticas a la emigración (que a veces coquetean con la xenofobia, más allá del tema económico) a la tentación del proteccionismo en economía. En España, fuera de intentar incitar a consumir productos frescos y a veranear dentro del país, tenemos poco que “proteger” ya que nuestro tejido industrial es más bien escaso, pero aún así muchos insisten. Y en países con mayor peso de las manufacturas propias, es un debate actual. 
Si -generalizando mucho- los ciudadanos prefieren comprar barato y de menor calidad, si prefieren obviar la situación laboral y sanitaria de los trabajadores que han elaborado el producto, ¿Quién es ningún gobierno para ir contra la voluntad de sus consumidores? Además, no parece lógico frenar el comercio mundial. Gracias a él, ¿Cuántos humanos viven mejor en comparación a los que viven peor? ¿Mil millones de asiáticos contra diez millones de occidentales? Y olvidando la cantidad, ¿Qué nivel de pobreza tiene el trabajador textil alicantino que se queda en paro por culpa de que compremos la ropa en Vietnam y cual es el nivel de pobreza que tenían los cientos de familias vietnamitas antes de que compráramos esas prendas hechas allí?
Es lógico que nos afecte más la tragedia más cercana pero con la globalización actual todo nos repercute y el que cientos de miles de familias dejen de pasar hambre en el otro lado del mundo a cambio de que bastantes menos de nosotros tengamos que renunciar en Occidente a algunos lujos -muchas veces superfluos-, supondrá un beneficio económico futuro. Si no se hubiera incluido a China en la órbita del comercio mundial jamás habrían conseguido el capital suficiente como para ser financiadores de la deuda pública norteamericana…y sin ese respaldo esta crisis sería aún más grave…me atrevería a decir que los EUA hubieran suspendido pagos. De hecho, Greenspan reconoció que fue la liquidez de China y los países árabes lo que permitió al mundo salir de la crisis del año 2000.
Y en el tema de la emigración, ¿Cuánto dinero nos estamos gastando en Europa y en los Estados Unidos intentando evitar que lleguen emigrantes ilegales de todas partes del mundo? Se podrá meter miedo a muchos pero a los que no tienen nada que perder, ¿Quién los frena? ¿No sería más fácil dejar de subvencionar la agricultura europea, eliminar los aranceles y que les compremos todo a los africanos y sudamericanos para que ellos salgan de la pobreza? Unos pocos perderían calidad de vida pero consumiríamos más barato y gastaríamos menos en el control de fronteras y con el tiempo su mejor calidad de vida permitirá que vengan como turistas o compren el SEAT fabricado en Martorell. Es fácil deducir que si la situación económica de Marruecos fuera mejor el 10% de su población que se calcula vive en Europa en lugar de enviar ingentes cantidades de dinero a su país, lo gastaría en el sitio donde vive.
Y no hablo sólo de calidad de vida, subvencionando a la agricultura en Europa estamos gastando dinero pero también condenando al hambre a muchos seres humanos. Contra la crisis, la que en algunas partes del mundo existe hace décadas, la mejor medicina es precisamente el menor proteccionismo posible.
Pero es que además las situaciones económicas cambian muy rápido y si hace unas décadas España era un país de emigrantes, ahora está volviendo a serlo. Y sin irnos al futuro, y sin centrarnos sólo en España, en la actualidad la actual clasificación convencional de países desarrollados y emergentes no está sólo difusa, sino que ha cambiado sustancialmente: Por PIB, China ha alcanzado ya la segunda posición global y la India, Brasil,México y Corea del Sur están entre los 15 primeros, ¿quién lo hubiera dicho hace unas décadas? 
El mundo está cambiando y esta crisis puede acelerar el traslado de los focos de poder económicos y políticos y no digo que esta transformación sea a mejor o a peor, lo que digo es que es evidente que todo esto está pasando ya y nadie podrá aislarse de ello. El proteccionismo no es sólo una mala decisión económica, es un anacronismo que ya fracasó hace 80 años y que, como ya ocurrió entonces, se nos puede volver en contra.

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