Sea por nuestras creencias,
por nuestro sentido grupal o por amor a nuestros descendientes, lo cierto es
que en general la Humanidad suele pensar en el futuro incluso más allá del
tiempo vital de la actual generación. Este pensar en generaciones posteriores
nos ha permitido desarrollarnos mucho más rápidamente ya que los conocimientos
–y no sólo científicos- se han almacenado –primero oralmente pero mucho mejor
desde que se inventó la escritura- y se han compartido no haciendo falta
aprenderlos cada vez. Y en la actualidad millones de personas se preocupan por
el deterioro ecológico del planeta, el calentamiento global y, en general, por
peligros que no afectarán seguramente a su tiempo vital. Otras muchas luchan
por mejorar la Humanidad –según su criterio- aunque sepan que es casi seguro
que nunca verán por sus propios ojos su objetivo realizado, como los que luchan
por acabar con el hambre en el mundo o por llevar una misión espacial tripulada
a Júpiter. En general, las personas que se sacrifican por un bien nada egoísta
y que puede nunca vean, son admiradas y suelen englobar a personas de todas las
ideologías y condiciones: ecologistas, monjas, científicos… de derechas, de
izquierdas, da igual. Y repito, es algo que en general está muy bien visto.
Sin embargo, cuando en
economía alguien lucha contra el exceso de deuda porque cree que esa deuda está
hipotecando el futuro de los que vendrán después, muchas personas no sólo no
admiran a quien defiende esta postura, sino que le atacan. Hay una gran
contradicción porque es fácil entender que, si nuestra generación consume todo
el petróleo, acaba con todas las ballenas o llena de basura radiactiva los
mares, perjudicaremos a los que vengan después, pero sin embargo es
difícil para muchos comprender que si vamos consumiendo en la actualidad los
ingresos que se obtendrán dentro de unos años (la deuda no es más que eso,
traer dinero del futuro), también fastidiaremos a nuestros descendientes. Si
una persona sin hijos dijera que como él no va a dejar a nadie detrás le da
igual si el planeta se convierte en un estercolero 30 años después de su muerte,
le llamaríamos insensible; pero si alguien defiende aumentar la deuda para
vivir mejor ahora porque ya la pagarán dentro de 30 años viviendo peor, ¿acaso
no lo es también?
Ver la evolución del volumen
del mercado de crédito y deuda en el mundo las últimas décadas es contemplar
una hipérbole y pensar que una pequeña congelación de su aumento en 2008 casi
destruye el mundo (o al menos el sistema financiero global), demuestra lo
dependiente que es el sistema actual del crédito y la deuda y desde luego no es
nada tranquilizador. Y la deuda privada, esa que nuestros gobernantes están
empeñados en aumentar dada su obsesión por el crédito, mientras no se socialice
y acabe engordando la deuda pública -como en tantos casos ha pasado estos años-
es un asunto privado. Sólo pido que desde los gobiernos no se incite a la gente
a gastar un dinero que no tiene.
Por eso yo acuso de
insolidarios a los que creen que no hay que reducir la deuda, acuso a este
gobierno, y prácticamente a todos los del mundo, que siguen aumentando la deuda
pública porque no son capaces de gastar menos de lo que ingresan y acuso a las
oposiciones parlamentarias que quieren llegar al gobierno para hacer lo mismo, y
a la mayoría de parlamentos autonómicos y a la mayoría de corporaciones locales
nacionales, y a todos los economistas españoles y extranjeros que se empeñan en
decir que ya se reducirá la deuda con más inflación porque eso es igual que
decir: ya te robaremos de tus ahorros a ti o a tus hijos para poder pagar
nuestro excesivo gasto actual. Exactamente lo mismo que llevan haciendo años
con las subidas impositivas: sustraer dinero al ciudadano para costear su mala
gestión. Ser solidario es intentar dejar un mundo mejor al que venga detrás y
eso implica que las deudas, sean ecológicas o económicas, deben saldarse cuanto
antes.
Me río de los que dicen ser
radicales o “anti-sistema” y lo primero que hacen cuando tocan poder es ampliar
el límite del gasto (lo que implica más deuda), eso es lo que ya han hecho
todos los gobernantes del “sistema” y de ese modo se han convertido en rehenes
de los mercados financieros. Como cualquiera que ya ha acabado de pagar su
hipoteca sabe muy bien no tener deudas implica más libertad y, sin embargo,
como me temo también sabe mucha gente, aumentarlas teniendo que pedir una
ampliación del crédito porque los ingresos familiares son más reducidos que los
gastos, implica tener que aceptar las condiciones que ponga el banco. Yo quiero
que dejemos de ser esclavos de la deuda, y romper esas cadenas para nuestros
descendientes. Esa es para mí una verdadera postura radical. Y cada vez más
necesaria.
Muy buena reflexión, coincido con tu punto de vista. Los políticos de hoy en día deberían anteponer el bien común al interés personal y centrarse en el largo plazo del país. Sin embargo, la mayoría solo se preocupa por su legislatura y por mantenerse en el poder, tratando de contentar al electorado en lugar de tomar las decisiones necesarias para hacer progresar al país y con ello a sus ciudadanos.
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