La UE está en un uy

Llevo años criticando la estructura de la Eurozona y convencido que si no se deshace es por la complejidad de hacerlo y por el enorme coste económico que supone, máxime ahora que tenemos un banco central que es un cajón de sastre de deuda soberana de los estados miembros y corporativa y bancaria de empresas y entidades financieras. También creo que difícilmente sobrevivirá a una próxima gran crisis porque los gobiernos acabarán cayendo en la tentación de volver a recuperar la política monetaria para utilizarla a su antojo pero que es un error que alguien abandone antes de su implosión porque se verá muy afectado, habría que esperar que ocurra (si ocurre) al conjunto. Puede que se inicie por la desafección de algún miembro pero la decisión no creo sea unilateral sino de varios países a la vez porque en el momento en que un miembro importante quiera irse, el resto no querrá asumir la factura. Y más en una situación de recesión general que preveo como la ideal para una fractura.

Sin embargo, siempre he estado convencido que la UE es como la ONU, si no existiera habría que inventarla por más que su funcionamiento deje mucho que desear. El Bréxit está resultando una prueba de fuego que está superando con éxito, contra la desafección de un miembro en la UE se han puesto de acuerdo y están actuando bastante bien en las negociaciones con Reino Unido demostrando fortaleza hasta el punto que May está dispuesta a aceptar un Bréxit tan blando que difícilmente contentará a los que en su día votaron a favor de él en su país. Pero estas últimas semanas estamos comprobando que la fragilidad de la Unión Europea es aún mayor de lo que parecía, con, por ejemplo, Hungría y Polonia cada vez más distanciadas del resto y bloqueando cualquier castigo a alguno de ellos debido a la necesaria unanimidad. Hay quien le echa la culpa a la pérdida del tradicional apoyo norteamericano tras la victoria de Trump o a las “maquinaciones” de Putin pero lo cierto es que el problema está en los propios europeos.

Ni siquiera la responsabilidad es de los húngaros que votaron a Orban o de los italianos que apoyan a Salvini, es nuestra propia contradicción nacionalista: sólo queremos a la UE si beneficia a nuestro país o, más concretamente, si notamos que beneficia a nuestro país. Y en muchos momentos decisiones de la UE han generado retornos positivos en todos los países pero en otros muchos, lógicamente, sólo en algunos, e incluso perjudicando a otros. Un buen político sabe manejar estas situaciones, cuándo ceder en algunos temas para obtener beneficios de otros pero últimamente la UE se ha convertido en una organización en la que sólo consigue lo que quiere el más agresivo, el más quejica, el que sabe que con esa actitud va a obtener más réditos electorales en su país y prima eso por encima de cualquier otra cosa. Pero es que son los propio europeos los que no saben lo que quieren: si hay un problema con la emigración quieren que lo resuelva Europa pero cuando la crisis de asilados de Siria, Europa decidió una cuota numérica por países y no la cumplió casi nadie. Y como aquellos países que no la cumplieron no recibieron ningún voto de castigo por ello –por ejemplo, el PP de Rajoy-, pues ¿para qué cumplir lo que decide Europa?

Y los políticos están tan liados como los votantes, otro ejemplo pasó hace unas semanas con Podemos. Está en contra del recién firmado acuerdo comercial UE/Japón (ellos sabrán por qué) y reclaman que se discuta en cada Parlamento nacional. Pongamos que pasa eso y dos o tres países no están de acuerdo con lo que han decidido sus gobiernos respecto a este tema, ¿cómo se implementaría entonces un acuerdo comercial internacional dejando fuera a algunos miembros, cómo se puede competir con otras áreas económicas si ni siquiera con el apoyo de todos los gobiernos puede la UE firmar un acuerdo comercial? Y claro, si establecemos que cada decisión tiene que pasar por cada parlamento, entonces olvidémonos de pactar una política migratoria común (algo que curiosamente sí que quiere Podemos) porque los países que no tienen el mismo problema que Italia, España o Grecia, podrían votar en contra si lo llevan a sus parlamentos nacionales. Es decir, la UE es un acuerdo comercial que no tiene autoridad –según algunos- para firmar acuerdos comerciales con terceros pero que debe inmiscuirse –según los mismos- en las decisiones de cada país sobre política migratoria. No tiene sentido.

En fin, que la UE está muy mal montada, demasiada burocracia con un Parlamento Europeo que apenas sirve de nada, y hay que reformar muchas cosas pero la clave está en que tenemos que decidir si queremos una Europa con misma fiscalidad, mismo código penal, mismos derechos laborales etc. o queremos ir cada uno por nuestro lado (o somos contradictorios y queremos unas cosas los días pares y otra los impares). Las dos opciones tienen pros y contras pero el actual limbo en el que pretendemos para algunas cosas ser como Los Estados Unidos de Europa y en otras como si volviera a haber fronteras y aduanas, no nos lleva a ninguna parte porque toda Unión es tan fuerte como su eslabón más débil pero si el eslabón débil es pequeño, se puede hacer la vista gorda y venderle la cadena a alguien que no preste demasiada atención, pero si es del tamaño de Italia la cosa cambia. Y no olvidemos que o triunfa Macron o en unos años tendremos a Le Pen en Francia… el proceso de descomposición continúa… y como haya una crisis económica estoy seguro que se va a acelerar.

La crisis de los emergentes y el Euro

Si con tipos altos se montó una burbuja como la que estalló en 2007, ¿qué se puede estar formando tras tantos años de tipos ultrabajos, incluso negativos? Pues lo único claro es que hay una burbuja de deuda pública. Ésta ha crecido muchísimo durante estos años sólo que la política monetaria ultraexpansiva de los bancos centrales ha conseguido que, además de no hacer peligrar la solvencia de los estados, el coste en intereses se mantenga muy contenido. Como además el precio de las materias primas ha bajado –incluso a pesar del rebote del crudo de los últimos dos años- y la globalización ha reducido costes, la inflación que tanto se temía apenas ha aparecido… salvo en el precio de algunos activos.

Sin embargo, allí donde el banco central no tiene una moneda que ofrezca confianza –es decir, la mayoría de emergentes- incluso con unos niveles de deuda pública muy inferiores, sí que ha aparecido la inflación y un alto coste en intereses a pagar por los estados para evitar caer en la bancarrota. Tener deuda externa en una moneda que no es la tuya cuando la tuya se devalúa una y otra vez, es muy peligroso, incluso para Venezuela que tiene enormes ingresos en dólares. La crisis de los países emergentes, que se está contagiando gravemente a economías de tamaño respetable como Turquía, Indonesia o Argentina

(Un inciso: estamos viendo en directo cómo ante las dificultades argentinas nadie en el mundo es capaz de ayudarles excepto el FMI pero todos sabemos que a cambio de esos fondos perderán gran parte de su independencia económica y el FMI dictará sus propias políticas. Y aun así, recurren a él porque no hay nadie más. Dentro de unos años, cuando el FMI reclame los fondos seguro hay muchas voces diciendo que explotan a Argentina y criticándolos… la solución contra eso es sencilla: no pedirles dinero. El FMI es un prestador de último recurso, son los países los que acuden a él y saben lo que significa acudir a él. Nadie está siendo engañado aquí, a mi no me gusta el FMI pero es como si a una persona le dicen que No todos los bancos cuando pide un crédito de emergencia para poder pagar la hipoteca y no perder su casa y de repente sale uno y le dice: “yo te lo doy, pero a cambio yo te hago un presupuesto de tus ingresos y gastos que debes cumplir” ¿Es culpa del FMI o del que ha llegado a una situación tan lamentable que ha perdido toda su solvencia ante otros prestadores y sobre todo, es tanto lo que pide el FMI a cambio de asumir ese gran riesgo, acaso es mejor que preste el dinero China a cambio de las materias primas o las infraestructuras como hemos comentado aquí alguna vez?)

y está afectando a otras tan importantes como Sudáfrica, Brasil y la India… es quizás el aspecto más negativo de este año si bien hay bastante confianza en que no se traduzca en una crisis global. No obstante, es fácil establecer paralelismos: ¿qué han hecho estos países que no haya hecho por ejemplo Japón, muchísimo más endeudado y que disfruta de tipos de interés bajísimos y un amplio estado del bienestar gracias a un Banco central que lo compra todo (¡su balance ya es mayor que el propio PIB del país!) con la promesa de un dinero que en realidad no existe? Sí, Japón es un país mucho más confiable que cualquiera de los emergentes pero ¿lo suficiente como para que nos creamos que todos los yenes que hay en circulación representan una riqueza real cuando todo el país se sostiene con dinero que se trae del futuro vía deuda gracias, básicamente, a un solo comprador: el Bank of Japan?

De momento sí aunque todos sabemos que la confianza puede romperse en cualquier momento y hay razones objetivas para detectar un enrome riesgo en un castillo de naipes como este. Es decir, la crisis de los emergentes ocurre por razones económicas lógicas pero por esas mismas razones deberían caer también países desarrollados. La única diferencia es la confianza, no los fundamentos. En Junio del año pasado Argentina emitió un bono a 100 años recomendado por HSBC, Citibank, Santander y Nomura y encontró compradores, incluso institucionales, en todo el mundo. Seguro que entonces confiaban en el país como para arriesgarse a un siglo vista… pero unos meses después ya no. Incluso con la economía global en crecimiento, la complacencia general en activos de riesgo y un sistema financiero inundado de liquidez… el dinero sigue siendo voluble.

Por eso la política –y la geopolítica- es tan importante en economía, estamos en un mundo dominado por las políticas monetarias que, por más que se afirme la independencia de los bancos centrales, al final están al servicio de la política de gasto público del político de turno y que a su vez funcionan únicamente por el prestigio y la confianza que esos países muestran ante el mundo. El propio Estados Unidos, ¿qué sería de él con unas cuentas públicas tan lamentables si no fuera por la confianza en el dólar y la FED? ¿Y qué decir de Italia? Me sorprende que haya tanta eurofobia allí cuando por sus números sin el paraguas del BCE y el Euro tendría tantos problemas o más que Turquía. Por eso el Euro, con todas las críticas que se le puedan hacer, está siendo un salvavidas y el BCE están evitando que sus miembros con peores cifras, incluido España, sufran una suerte similar a la turca. Draghi acabó en el verano de 2012 con la desconfianza hacia los miembros de la Eurozona porque luchar contra el BCE (que es también el banco central de Alemania) era una batalla perdida.

No soy un gran defensor del Euro porque su balance ha sido positivo pero su bonancible influencia está muy limitada sin una mayor unión política y cohesión económica y fiscal entre sus miembros pero la “solución” dada a la actual crisis y los altos niveles de endeudamiento público, hacen inevitable para sus miembros más débiles el defenderlo. Sin la confianza que da el BCE y el Euro como divisa, acabaríamos con los mismos problemas de inflación, pérdida de valor de nuestras neopesestas, neoliras, neoescudos etc. y dificultades para abonar los intereses de nuestros bonos emitidos en Euros… y la única solución que nos quedaría sería el FMI. Y si nos quejamos de las condiciones que los propios socios de la Eurozona le pusieron a Grecia para prestarle fondos, no quiero ni pensar en las exigencias que pondrían éstos. 

Por eso creo que la crisis actual de los países emergentes debería hacernos reflexionar sobre las políticas que estamos aplicando en los países desarrollados ya que tanta deuda pública nos lleva a una dependencia enorme de una política monetaria que no es la panacea ya que sólo funciona por una confianza que como ha venido puede irse ya que en muchos casos no está basada en el potencial de un país concreto sino en una divisa y un banco central que nos son, en el caso de España, en gran medida ajenos.

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