30 años ya

El Muro de Berlín, ese que tuvieron que construir no para que no entraran inmigrantes como hacen otros sino para evitar que se fueran los nacionales, cayó en la noche del jueves 9 al viernes 10 de noviembre de 1989 por lo que este año se cumplirán 30 años.
Mucho se ha escrito sobre él pero de aquel hecho histórico que algunos tuvimos la suerte de vivir en directo, lo que más me llama la atención a día de hoy fueron los resultados de las primeras elecciones generales en Alemania del Este tras décadas de comunismo y de monopolio político ejercido por el Partido Socialista Unificado de Alemania celebradas el 18 de marzo de 1990, apenas 4 meses después.
Durante décadas la República Democrática de Alemania había ejemplificado lo mejor del bloque soviético, alcanzando un nivel económico superior al de muchos países occidentales. Diez años antes de su disolución llegó a ser la décima potencia industrial del globo. Su sistema comunista de planificación estatal no era del todo rígido y permitía la existencia de pequeñas empresas privadas aunque básicamente todo era del estado. Los sueldos (que no eran igualitarios ni mucho menos) y la mayoría de los precios estaban dictaminados por el estado y debido a las subvenciones, salvo que fueran productos de importación, eran bastante asequibles. El mayor problema era la escasez que acababa siendo paliada por el mercado negro. Si alguien quería un coche, se apuntaba a una lista y unos años después, lo conseguía. Quien quisiera saltarse la lista, debía pagar a alguien y lo obtenía (por aproximadamente el triple de coste) por lo que la igualdad no era perfecta ni mucho menos, a lo que sumar los privilegios de los cargos del partido, claro. La vivienda se alquilaba al estado y tampoco eran iguales para todos.
Y cuando, tras décadas de adoctrinamiento comunista, los alemanes del este les tocó votar –repito, apenas 4 meses después de caído el muro-, resulta que el antiguo partido comunista, ahora refundado como Partido del Socialismo Democrático, apenas tuvo un 16,4% de los votos. Tenían vivienda a costes asequibles, educación, sanidad, escasez de lujos pero un nivel de vida superior a la media mundial, pleno empleo… y sin embargo a la primera oportunidad que tuvieron, dieron la espalda al partido que había sido el artífice de ese sistema. Sin entrar en la falta de libertades, en general se puede decir que la RDA tenía muchas de las reivindicaciones económicas que muchos personajes de la izquierda actual piden. Pero en ella también ocurría algo: casi todos los habitantes de la RDA, a pesar de todos los impedimentos técnicos que intentó el gobierno, podían seguir, en un idioma que entendían perfectamente, las retrasmisiones de los canales de Tv y radio de la República Federal Alemana por lo que conocían de primera mano cómo era la vida de los “otros alemanes”.
Aquellas elecciones fueron como un plebiscito acerca del sistema económico y político votado por personas que conocían muy bien cómo se vivía en el bloque soviético, y que además eran conscientes de que, dentro de él, eran unos privilegiados. Y es un poco penoso que 30 años después, personas que no conocieron aquello, que en muchos casos ni siquiera eran adultos entonces, lo recuerden con nostalgia. Me parece tan absurdo como el que echa de menos el franquismo cuando menos de dos años después de su muerte los españoles que habían vivido aquello, no eligieron en las primeras elecciones generales de la democracia, ni a un solo diputado de un partido que defendiera el antiguo régimen. El comunismo, como el fascismo, es un fracaso. La Historia nos lo ha demostrado, incluso el presente si tenemos en cuenta la crítica situación de Corea del Norte. La propiedad comunitaria le ha podido servir a pequeñas comunidades aisladas pero en cuanto han conocido lo de fuera, han acabado prefiriendo la propiedad privada y la posibilidad de vivir mejor. No es algo nuevo, el capitalismo ha existido desde el momento en el que empezó a existir la propiedad. El código de Hammurabi –que se cree es del siglo XVIII antes de Cristo- ya legislaba sobre robos y herencias.

En China el cambio llegó desde el momento en que empezaron a darles a los campesinos sus propias parcelas de tierra, milagrosamente sus cosechas eran mucho más abundantes que las de los campos municipales donde estaban obligados a trabajar. La aplicación práctica del capitalismo es mejorable, y de hecho llevamos milenios mejorándola (hoy estamos mejor que al comienzo de la Revolución Industrial, entonces mejor que en la Edad Media etc.) pero los datos son muy claros: Nunca ha habido tantos humanos en el planeta y nunca se ha vivido tan bien. ¿Qué queda mucho por hacer? Sin duda, pero tampoco hay ninguna duda en que el mejor sistema que conocemos para progresar es el capitalismo. Porque el respeto a la propiedad privada hace que la productividad sea mayor, porque la gente lucha por lo que es suyo más que por lo que pertenece a la “comunidad”, porque el comercio es la base del progreso y porque son los deseos de los consumidores (el “mercado”) las que determinan qué productos se venden mejor.
En Alemania del Este la reunificación no fue fácil, costó mucho el cambio y económicamente la aparición del desempleo fue un shock para una sociedad que daba por hecho que el estado aseguraba el trabajo pero la calidad de vida que hoy disfruta la mayoría de la población hubiera sido impensable antes del Muro. Aún queda una minoría de nostálgicos que idealizan aquella época pero quien la vivió en primera persona… la rechazó abrumadoramente apenas 4 meses después de caído el Muro. Y lo mismo pasó en toda Europa del Este, incluida Rusia. Los partidos comunistas, en cuanto llegó la democracia y la gente pudo elegir, tuvieron todos resultados marginales. Por algo será.

La "Ley de Littlewood"

John Littlewood era un matemático especializado en la Teoría de Números. Con sus estudios el físico y también matemático Freeman Dyson buscó desacreditar la idea que el mundo tiene de los milagros ya que para él su existencia es una cuestión de simple estadística: “con una muestra de datos lo suficientemente amplia, cualquier evento fuera de lo normal podría suceder”. Así pues la llamada “ley de los milagros de Littlewood”  establece que en el curso de la vida de cualquier persona normal hechos extraordinarios suceden a un ritmo de aproximadamente uno por mes. El argumento de la ley es simple: Durante el tiempo que estamos despiertos y activamente comprometidos en vivir nuestras vidas (él puso como cifra unas ocho horas cada día), vemos y escuchamos cosas que suceden a una velocidad de uno por segundo. Entonces, el número total de eventos que nos suceden es de aproximadamente 30,000 por día, o un millón por mes. Que algo realmente extraño suceda una vez de cada millón de veces, no es tan raro y si la posibilidad de un “milagro” es de aproximadamente uno por millón de eventos, debemos esperar que ocurra uno, en promedio, cada mes. Es decir, una vez al mes nos pasa algo que sólo pasa una de cada millón de veces.

Como buen escéptico que soy, para mi esta “ley” no es necesaria para desacreditar el concepto “religioso” de milagro: si con mil millones de personas con una cámara de fotos y video en el bolsillo, nadie ha podido ofrecer una prueba irrefutable de algo que desafíe las leyes de la Naturaleza tal y como las conocemos, para mi queda demostrado que los milagros, al menos en el presente, no existen (ni los ovnis con hombrecitos grises que se pasean por el cielo ni los místicos levitando ni las apariciones marianas) porque si existieran habrían sido grabados. Pero sí es cierto que los eventos extraordinarios son mucho más numerosos de lo que pensamos y que se pueden explicar con la estadística

Littlewood no llegó a conocer el actual siglo,  creo que las posibilidades de la “ley” que lleva su nombre hoy mínimo se duplicarían porque las redes sociales nos han abierto la puerta a la vida de otras personas y a muchos sucesos. Podemos esperar que sucedan «milagros» regularmente, porque en un mundo con 7 mil millones de personas, la mayoría interconectadas, las probabilidades de un evento “milagroso” son bastante buenas. Es decir, podemos esperar sucesos extraños con relativa frecuencia. Otro punto de vista es que precisamente por estar sobreinformados, aunque haya más, dichos eventos nos parecen cada vez menos extraordinarios. Es decir, estamos normalizando cosas que hace unos años nos hubieran parecido muy muy raras.


Quizás por eso en tan poco tiempo se han asumido los absurdos (según la lógica más elemental y cotidiana durante siglos) tipos de interés negativos de la deuda: alguien necesita dinero y yo le pago intereses por quedarme con sus deudas, que eso sea “normal” es de hecho un milagro y aún lo es más que esto no sea algo puntual -como pasó en 2012 con la deuda alemana en plena crisis de la Eurozona- sino cotidiano, Billones de dinero procedente del ahorro de millones de personas se están invirtiendo en esta trampa financiera... 

Ejemplos hay muchos, sólo quería hacer este breve post porque si buscáis en Wikipedia sobre eta "ley", la entrada es errónea entre otras cosas porque Littlewood murió en 1977 y no cita a Dyson que fue el que le dio ese nombre, y me parece injusto que al menos mis lectores, no sepan la verdad sobre este curioso pensamiento.

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