¿Será el IPC un problema?

Una de las incertidumbres –de las muchas- económicas que nos ha traído esta crisis es que las previsiones son aún más difíciles que en cualquier otro momento ya que sin saber si habrá o no cura o vacuna y sin saber si habrá o no rebrotes, cualquier escenario puede variar entre un moderado optimismo (hemos visto lo peor este trimestre, aunque algunos datos algo más retrasados –como el del paro- hagan su máximo hacia final de año, podremos ver un 2021 de crecimiento) a un exacerbado pesimismo (las reaperturas conducen a un nuevo empecinamiento de la curva generalizado ahora o cuando pasen los calores y a finales de 2020 estaremos peor incluso que ahora) pero es que además esta incógnita se multiplica por no saber qué consecuencias tendrán las medidas económicas que se están tomando.

Si los encierros, especialmente los indiscriminados como el nuestro, han hundido la producción y el consumo disparando con ello el desempleo y la caída de ingresos tributarios, las continuas inyecciones de liquidez y un mayor gasto social han provocado por un lado un menor empeoramiento en el corto plazo y por otro una fuerte subida de la deuda pública. A nivel macro está claro que todos los países tendrán mayor déficit (menos ingresos y más gastos) que se traducirá en más deuda que se podrá colocar con facilidad gracias a los bancos centrales y sus políticas ultra-expansivas. De alguna manera la crisis anterior ha enseñado a nuestras autoridades a actuar igual pero esta vez con más rapidez, combinando lo aprendido de las actuación del gobierno norteamericano y su plan multimillonario de inyección de capital de finales de 2008, la QE de la FED de 2009 y la decidida compra de deuda soberana y las inyecciones de liquidez a la banca de largo plazo de BCE de 2012.

Todo aquello sirvió para frenar la caída primero y apuntalar la recuperación después, por desgracia el no limitarlos en el tiempo y revertirlo, ha disparado los niveles de deuda pública de la mayoría de los países, poco interesados en no endeudarse a tipos tan baratos e incluso negativos, además de provocar una burbuja en el precio de varios activos. Pero los críticos fallaron en algo fundamental: contra lo que creían todo eso no disparó la inflación (medida con el IPC). Y es que si en el IPC se contara la subida de la bolsa o del precio de las casas el resultado sería diferente. Además, mucho de todo ese dinero abundante y barato nunca salió del circuito financiero y, por otra parte, el abaratamiento de costes asociados a la globalización han supuesto una ayuda inestimable para contener las alzas de precios.

Ahora con menos globalización e ingentes cantidades de liquidez, ¿puede que venga un periodo de alta inflación? Es evidente que no a corto plazo debido al fuerte peso en la cesta del IPC de todo lo relacionado con el precio del crudo y al menor consumo que más bien apuntarían a deflación. Pero si tenemos en cuenta que todo esto está conduciendo a la existencia de menos empresas de servicios (menos fábricas, menos bares, menos compañías aéreas…) y por tanto menos competencia (factor fundamental a la hora de abaratar el producto final) a lo que sumar un mayor coste por las medidas de seguridad asociadas al virus, podría derivarse en una subida de precios que se uniría a la previsible alza impositiva. 

Si a eso sumamos que todas las previsiones dicen que 2021 –virus mediante- será un año de fuerte crecimiento (en comparación a la debacle de 2020) y por tanto de mayor consumo (respecto a 2020, aunque siga por debajo de 2019), podría ser que esta vez sí que viéramos una inflación claramente superior al 2% que sería difícil mantuviera los tipos de interés en el 0%... Menos mal, pensando en nuestros hipotecados a tipo variable, que esto es sólo una posibilidad más y para dentro de muchos meses...

A vueltas con China

Según la Wikipedia el peligro amarillo “es una metáfora racista que se originó en el siglo XIX para ofrecer desde occidente una imagen de las personas orientales y establecer una clara diferencia de raza con los propios occidentales” pero yo lo recuerdo como una expresión de la que me hablaba mi difunto padre. Él, que vivió su infancia en los años ´30 me decía que cuando jugaban en el colegio estaba de actualidad la guerra de Manchuria en la que los japoneses invadieron esa región china y para él el “peligro amarillo” eran los nipones, luego lo volvió a vivir en su juventud cuando le llegaron noticias de Pearl Harbour y en sus últimos años de vida laboral cuando los norteamericanos de los años ´80 se quejaban de que los japoneses estaban matando su industria y mucha gente creía que acabarían siendo la primera potencia económica.

Ahora claramente el peligro amarillo es China. Desde que reformó su sistema económico y se pasó al capitalismo, luego entró –o le dejaron entrar- en la Organización Mundial de Comercio, en unos pocos años, y gracias a una política largoplacista de pocos escrúpulos (por ejemplo violando patentes), han pasado de vender productos de baja calidad a ser la fábrica del mundo, incluso para componentes de alta tecnología. Salieron reforzados de la última crisis y todo apunta a que saldrán reforzados de esta (y ahora su peso en el PIB mundial es el doble que entonces), todo esto a pesar del acoso contra sus políticas que está sufriendo desde la administración Trump. Y si no ha podido él, no creo que nosotros podamos hacer nada. Aunque siempre queda el recurso del pataleo y la acusación injusta, empezando por cómo se reaccionó en Occidente al confinamiento de Wuhan, No sé si lo recordaréis pero en nuestros medios se hablaba de métodos dictatoriales, incluso a comienzos de marzo leí artículos criticando a China por prohibir a la gente salir de Wuhan, cuestionando la legalidad de esa decisión. Pocos días después nuestros gobiernos tomaron la misma decisión y de repente era lo que había que hacer y lo más democrático del mundo. Al final el confinamiento en Madrid o Barcelona ha durado más que en cualquier lugar de China. Hoy sabemos que es muy raro contagiarse en exteriores, que hasta en Canadá –país que nadie duda está bien gestionado y tiene una alta calidad de políticas sociales- el 80% de las muertes se han producido en residencias y sin embargo, pocos cuestionan que el confinamiento estricto era lo que había que hacer, y para nada se ha dudado de lo “democrático” de esa decisión que nos ha coartado durante semanas nuestro derecho más básico de movilidad.

Menudo contraste cuando desde aquí veíamos al gobierno chino tomar esas mismas medidas… Cuando el 23 de enero China obligó a llevar mascarilla bajo multa nos parecía una medida dictatorial e innecesaria, durante meses Illa, Simón y hasta la OMS obviaron una medida tan lógica que ahora, meses después, hemos tomado la misma. ¿Y qué decir de los confinamientos? Veamos qué decía este artículo de la BBC del 3 de febrero citando a un prestigioso médico: “Seguramente los miles de millones que la cuarentena le está costando a la economía china se utilizarían mejor para desarrollar nuevas tecnologías diagnósticas, preventivas o terapéuticas para el virus. Una cuarentena de esta escala creará más problemas de los que resuelve. Otros países deben tener cuidado de no imitar apresuradamente a los chinos si se les da la oportunidad.” O este artículo de opinión de Rosa María Artal (periodista que fue candidata al Congreso por Podemos y defiende desde el 14 de marzo las prórrogas del estado de alarma y los confinamientos estrictos dictados por Sánchez) de febrero afirmando: “Contemplar las imágenes actuales de Wuhan debería alertar a una sociedad consciente sobre la naturaleza del peor virus que se propaga incontrolado: el miedo.” Sí, muchos nos equivocamos, muchos subestimaos el virus pero lo que no tiene sentido es criticar los confinamientos cuando los hace China y aplaudirlos cuando los hacemos en Occidente, criticar las formas dictatoriales por restringir libertades cuando ocurren allí y, tres meses después, llamar fascista al que se opone a que el estado de alarma se prolongue, hasta los 100 días que va a llegar, en nuestro país.

Otra acusación que creo muy injusta es culpar a China de crear el virus. Como ya he comentado alguna vez, pienso el gobierno chino tiene una responsabilidad grande en el desastre actual por no haber prohibido hace años (lo hicieron hace unos días al fin) el comercio de animales salvajes para su consumo por humanos, no vigilar mejor las condiciones higiénicas de sus mercados y no haber sido transparente con el origen y las consecuencias de la enfermedad, llegando a negar incluso a mediados de enero a la OMS la posibilidad de contagio a humanos. Pero de eso a decir que ha sido creado en un laboratorio (algo que investigadores reputados desmienten ya que parece claro que ha sido una mutación animal fortuita) tiene poco sentido, ya que si creas un virus como un arma contra alguien, lo lógico es soltarlo allí donde quieres hacer daño, no te dañas a ti mismo y además señalas el origen de todo al “enemigo”. Incluso si el origen fuera accidental (que por un fallo de seguridad un virus animal estudiado en un laboratorio de los que hay en Wuhan pasara a un investigador y éste fuera el paciente cero) no es más que una desgracia pero no realizada aposta. Por otra parte, tampoco tiene mucho sentido para un país que vive de la exportación perjudicar la economía del mundo y reducir su poder adquisitivo. Es decir, China saldrá reforzada de esta crisis porque será la primera que salga pero su economía (y el bienestar de su población) crecerá mucho menos (puede que incluso decrezca) que si no hubiera habido virus.

El caso es que Europa cada vez pinta menos en el mundo y China pinta más, y esto es aparte del tema del Coivd19, y sabiendo como sabemos que nosotros apenas aspiramos a mantenernos y ellos no dejan de crecer, deberíamos ser menos orgullosos creyendo que nuestros valores son los únicos. Desde Europa quizás pudimos hacer algo hace 4 décadas pero a estas alturas no vamos a cambiar los usos y costumbres chinos, ni su política económica ni desde luego su actual sistema de gobierno, por mucho que nos empecinemos. Personalmente prefiero nuestra imperfecta democracia y nuestra muy mejorable UE al sistema chino (que creo puede estallar aunque sólo por revueltas internas, no por presiones externas) pero ni podemos ni tenemos derecho a imponerles nuestra forma de ver las cosas como cuando éramos potencias coloniales. Ni nosotros ni Trump, y a las malas perderemos todos mientras que con colaboración y respeto hacia las formas de hacer las cosas de los demás, estoy seguro que hay mucho más a ganar.

Cuidado con lo que se desea

Lo duro que hubiera sido el confinamiento si no existiera internet lo podemos comparar los que ya tenemos unos años y hemos vivido sin esa comodidad y por eso sabemos que para los más jóvenes hubiera sido el acabose. No nos damos cuenta de las enormes ventajas de todo tipo que la wifi, y el acceso a ella desde tantos dispositivos, nos han proporcionado en estas semanas de reclusión. Y es una pena que tantos lo den por hecho, como si siempre hubiera estado ahí y por ello no valoren en su justa medida el avance tecnológico que ha supuesto, y lo agradecidos que podemos estar de que la tecnología se haya hecho tan accesible. Y esto nos lleva, inevitablemente, a una gran cuestión: ¿seremos los humanos capaces de, voluntariamente, renunciar a algo de lo que ya estamos acostumbrados?

Mi respuesta es claramente No, y por eso soy pesimista sobre la aplicación de medidas de decrecimiento o incluso contra el cambio climático. Pero es que además, ya no es sólo una cuestión de falta de voluntad, es que estamos comprobando lo duro que es para la economía que sólo consumamos lo básico, lo que necesitamos. Y eso a pesar de que es mucho ya porque tener alojamiento, agua corriente, electricidad, wifi, alimentos etc. ya es un gran lujo históricamente hablando, y aún así no es suficiente consumo como para mantener en pie la economía, y cuando digo la economía digo los puestos de trabajo necesarios para que la gente pueda disfrutar de todo eso.

Una de las cosas que más me llamó la atención durante el encierro es que varias personas me comentaban que se ponían cams en vivo en el ordenador y me pasaron algunos links sorprendentes para ver, en directo, vida salvaje en varios puntos del globo o ciudades de todo el mundo… Y recuerdo que entré en una webcam en directo de la ciudad de Venecia, una de las ciudades más bellas del mundo. Estaba además muy bien hecha porque cada pocos segundos cambiaban de una cámara a otra y se podía disfrutar del placer estético de algo reconocible pero a la vez muy extraño puesto que no es nada normal verla tan desierta. Curiosamente, de vez en cuando salían en la pantalla unos avisos en varios idiomas recordando a los “espectadores” que cuando se acabara todo esto esperaban vernos allí… ¡Venecia que lleva años renegando de los turistas!

Y es que ya dice el dicho: “¡cuidado con lo que deseas! Criticábamos los viajes en avión, el turismo, los coches, el consumo… y ahora, cuando más de la mitad de los adultos del país están cobrando del estado, algunos se dan cuenta que sin todo eso, ¿ de dónde saldrán esas nóminas? Y es que con esta “nueva normalidad” muchos comprenden que deberíamos haber ajustado gastos los años de crecimiento, que quizás volver a apostar por turismo y construcción como motores de la economía en un mundo donde la tecnología es tan importante, no parece lo más inteligente pero… a día de hoy, con la emergencia actual que tenemos, ¡bienvenidos sean turistas y compradores de casas! Y si compran coches, aunque contaminen, mejor que mejor. 

¿Es triste? Sí, pero estamos como para elegir… Eso sí, cuando llegue la siguiente crisis –que llegará, y puede que sin avisar como esta- nos lamentaremos de no haber hecho nada para cambiar este modelo económico obsoleto. Quizás hoy no se pueda pero cuando vuelva el crecimiento –que llegará- puede que invertir más en investigación y desarrollo no sea mala opción.

La mayor tragedia, la menos visual

Hay una típica frase motivacional que dice que el objetivo se consigue cuando crees que lo has conseguido, y es totalmente cierto. Con el tema del covid19 creo pasará lo mismo, nadie sabe realmente cual es el objetivo con el que nos conformaremos porque cada vez parece más claro que no es, como podíamos pensar o desear no hace tanto, que el virus desaparezca. De hecho eso mismo dijo la OMS el 13 de mayo: “El nuevo coronavirus quizá nunca desparecerá y la población tendrá que vivir con él” y no es que la OMS esté acertando mucho últimamente pero esa conclusión coincide con mi percepción, que además parece confirmarse con el primer estudio de prevalencia realizado en España y que conocimos hace unos días: con sólo un 5% de la población expuesta al virus han muerto casi 30 mil personas… oficialmente. El confinamiento está claro que ha frenado tanto la primera como la segunda cifra pero es alarmante entonces pensar en qué puede ocurrir tras su finalización.

La versión optimista es que las mascarillas ayudarán a reducir contagios aunque no estemos confinados, que si eliminamos los muertos en residencias (algo que imagino ya se tomará más en serio) la cifra de fallecidos se reduce mucho, que si bien los afectados son muchos es lógico pensar que se han ido primero los más vulnerables y que los profesionales sanitarios, al haber estado más expuestos, tendrán una mayor dosis de inmunidad -y más medios- y por tanto tendrán menos bajas laborales y eso ayudará a que no se colapse el sistema sanitario. La versión pesimista dice que si sólo se han ido los más vulnerables del 5% de la población expuesta al virus, la cifra de muertos puede dispararse muchísimo y que nada garantiza que no vuelva a haber atascos en los hospitales y las UCIs y que si bien es cierto que el uso de mascarillas y la distancia social son un factor muy positivo de prevención, nadie está seguro del grado de cumplimiento. Por otra parte, los países serios como Corea del Sur cuando detectan un caso lo rastrean y así averiguan quienes son los infectados y pueden tratarlos y/o confinarlos pero aquí seguimos, más de dos meses después, sin un método de rastreo eficaz.

Nos decían que para que hubiera inmunidad hacía falta que el 60% de la población tuviera anticuerpos, ahora sabemos que eso es una entelequia, quizás por eso el método sueco, aunque a corto plazo esté resultando un fracaso si comparamos sus cifras con las de sus vecinos, pueda ser un éxito a largo plazo. Nadie lo sabe aunque sí sabemos que el desastre económico está ocurriendo tanto en países con confinamientos estrictos como en los que no ya que la economía está tan internacionalizada, que a todos nos afecta lo de todos. Yo no tengo claro, como casi todos, nada y en este tema soy propenso a confundir deseo con evidencia y aviso que en España tenemos un problema de percepción ya que por nuestra propia evolución pensamos que lo peor ha pasado cuando en el mundo se están dando estos días las cifras máximas de contagiados diarias (más de 100 mil) pero hay algo que tengo claro: ni España ni ningún país están preparados para la ruina económica que puede suponer volver al confinamiento generalizado y pienso que las autoridades lo saben y están preparando a las sociedades a asumir como normales y habituales las muertes por coronavirus, muertes que, al menos en España, han sido en un 97% de mayores de 60 años… seguramente infectados por ciudadanos mucho más jóvenes.

Debemos tener en cuenta que por ejemplo en España apenas hay imágenes de la tragedia que se está viviendo. El último gran atentado terrorista en nuestro suelo, el de las Ramblas en Barcelona de hace 3 años, dejó 17 fallecidos y un impacto visual que no ha habido ahora con centenares de decesos diarios. 193 personas fallecieron el 11-M en Madrid y aún se pueden ver fotos y videos de aquellos hechos. Ahora apenas nada, hay un interés en edulcorar todo esto que creo resulta contraproducente porque puede que esté llevando a que muchas personas no se lo tomen lo suficientemente en serio. Bajar de 100 muertos diarios se consideró hace unos días una gran noticia viniendo de donde venimos aunque hay que tener en cuenta que el año pasado por accidentes de tráfico murieron de media ¡3 personas al día! Y curiosamente, para aleccionar a la prudencia de la gente en la carretera nos montan periódicamente campañas publicitarias a veces con escenas muy crudas y donde se pueden ver las consecuencias de nuestra irresponsabilidad al volante, ¿para cuando una que muestre las consecuencias de no llevar mascarilla o de no respetar la distancia social con afectados reales o actores maquillados como moribundos al menos, por qué ocultar ese sufrimiento real al escrutinio de toda la sociedad?

No, hay un claro interés en desdramatizar visualmente unas cifras muy muy trágicas y pienso lo que se busca es que acabemos conviviendo con el virus y asumamos como normal que mucha gente va a seguir muriendo por él; preveo que al final volvamos a la comparación con la gripe estacional y sus muertes asociadas. La vacuna, si llega a existir y comercializarse, será una gran noticia pero la vacuna de la gripe no acabó con ella y es muy complicado que acabe con el coronavirus que, como la gripe, puede mutar. Yo que ya tengo una edad recuerdo mucho de lo que se decía cuando empezó a preocupar en el mundo el SIDA (por cierto, tuvo que morir un actor famoso de Hollywood para que eso pasara), también se hablaba de un origen artificial, de la llegada de una vacuna milagrosa y de los enormes cambios que iba a provocar en el comportamiento humano… como ahora. Al final, la enfermedad se trata con bastante éxito pero sigue ahí, con millones de afectados en el mundo, sin vacuna, olvidadas ya las teorías conspirativas y el único cambio real que supuso fue un mayor uso de los condones. De hecho, no me extrañaría que la famosa campaña de los ´90 “póntelo, pónselo” ahora se aplique a las mascarillas.

Mi impresión es que nos están preparando para vivir con el virus, tomar como normal que haya docenas de muertos diarios sin asumir en ningún momento de forma oficial que no saben cómo vencerlo sin recluirnos a todos y sin reconocer que recluyéndonos a todos acabaremos pasando hambre porque esto no se sostiene. Y no pasa sólo en España donde está claro que el país no puede seguir pagando millones de nóminas públicas (entre ERTEs, parados y jubilados) más los gastos propios de la Administración con los pocos millones de personas que seguimos trabajando, pasa en casi todas partes (Italia reabrió todo hace 7 días admitiendo su primer ministro que “no podían esperar a la vacuna”). Así que volveremos a trabajar y a consumir y a recibir a los turistas y a no verlos como un riesgo… aunque el virus siga matando. Todo esto es triste, también lo es que quizás no nos quede otra opción: salvado el colapso sanitario o movemos la economía y la empezamos a recuperar o la ruina nos perjudicará más que el virus aunque quizás lo peor y más triste es que ya hayamos sentado las bases para que eso ocurra y vengan años muy duros. Claro que es muy difícil la decisión de no hacer lo mejor para la salud pública a corto plazo porque haciéndolo estropeamos tanto el bienestar de toda la población que acabará siendo también un problema de salud pública a medio y largo plazo, y probablemente mayor… pero individualmente tenemos una ventaja: que otros ya la han tomado la decisión por nosotros.

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