A vueltas con China

Según la Wikipedia el peligro amarillo “es una metáfora racista que se originó en el siglo XIX para ofrecer desde occidente una imagen de las personas orientales y establecer una clara diferencia de raza con los propios occidentales” pero yo lo recuerdo como una expresión de la que me hablaba mi difunto padre. Él, que vivió su infancia en los años ´30 me decía que cuando jugaban en el colegio estaba de actualidad la guerra de Manchuria en la que los japoneses invadieron esa región china y para él el “peligro amarillo” eran los nipones, luego lo volvió a vivir en su juventud cuando le llegaron noticias de Pearl Harbour y en sus últimos años de vida laboral cuando los norteamericanos de los años ´80 se quejaban de que los japoneses estaban matando su industria y mucha gente creía que acabarían siendo la primera potencia económica.

Ahora claramente el peligro amarillo es China. Desde que reformó su sistema económico y se pasó al capitalismo, luego entró –o le dejaron entrar- en la Organización Mundial de Comercio, en unos pocos años, y gracias a una política largoplacista de pocos escrúpulos (por ejemplo violando patentes), han pasado de vender productos de baja calidad a ser la fábrica del mundo, incluso para componentes de alta tecnología. Salieron reforzados de la última crisis y todo apunta a que saldrán reforzados de esta (y ahora su peso en el PIB mundial es el doble que entonces), todo esto a pesar del acoso contra sus políticas que está sufriendo desde la administración Trump. Y si no ha podido él, no creo que nosotros podamos hacer nada. Aunque siempre queda el recurso del pataleo y la acusación injusta, empezando por cómo se reaccionó en Occidente al confinamiento de Wuhan, No sé si lo recordaréis pero en nuestros medios se hablaba de métodos dictatoriales, incluso a comienzos de marzo leí artículos criticando a China por prohibir a la gente salir de Wuhan, cuestionando la legalidad de esa decisión. Pocos días después nuestros gobiernos tomaron la misma decisión y de repente era lo que había que hacer y lo más democrático del mundo. Al final el confinamiento en Madrid o Barcelona ha durado más que en cualquier lugar de China. Hoy sabemos que es muy raro contagiarse en exteriores, que hasta en Canadá –país que nadie duda está bien gestionado y tiene una alta calidad de políticas sociales- el 80% de las muertes se han producido en residencias y sin embargo, pocos cuestionan que el confinamiento estricto era lo que había que hacer, y para nada se ha dudado de lo “democrático” de esa decisión que nos ha coartado durante semanas nuestro derecho más básico de movilidad.

Menudo contraste cuando desde aquí veíamos al gobierno chino tomar esas mismas medidas… Cuando el 23 de enero China obligó a llevar mascarilla bajo multa nos parecía una medida dictatorial e innecesaria, durante meses Illa, Simón y hasta la OMS obviaron una medida tan lógica que ahora, meses después, hemos tomado la misma. ¿Y qué decir de los confinamientos? Veamos qué decía este artículo de la BBC del 3 de febrero citando a un prestigioso médico: “Seguramente los miles de millones que la cuarentena le está costando a la economía china se utilizarían mejor para desarrollar nuevas tecnologías diagnósticas, preventivas o terapéuticas para el virus. Una cuarentena de esta escala creará más problemas de los que resuelve. Otros países deben tener cuidado de no imitar apresuradamente a los chinos si se les da la oportunidad.” O este artículo de opinión de Rosa María Artal (periodista que fue candidata al Congreso por Podemos y defiende desde el 14 de marzo las prórrogas del estado de alarma y los confinamientos estrictos dictados por Sánchez) de febrero afirmando: “Contemplar las imágenes actuales de Wuhan debería alertar a una sociedad consciente sobre la naturaleza del peor virus que se propaga incontrolado: el miedo.” Sí, muchos nos equivocamos, muchos subestimaos el virus pero lo que no tiene sentido es criticar los confinamientos cuando los hace China y aplaudirlos cuando los hacemos en Occidente, criticar las formas dictatoriales por restringir libertades cuando ocurren allí y, tres meses después, llamar fascista al que se opone a que el estado de alarma se prolongue, hasta los 100 días que va a llegar, en nuestro país.

Otra acusación que creo muy injusta es culpar a China de crear el virus. Como ya he comentado alguna vez, pienso el gobierno chino tiene una responsabilidad grande en el desastre actual por no haber prohibido hace años (lo hicieron hace unos días al fin) el comercio de animales salvajes para su consumo por humanos, no vigilar mejor las condiciones higiénicas de sus mercados y no haber sido transparente con el origen y las consecuencias de la enfermedad, llegando a negar incluso a mediados de enero a la OMS la posibilidad de contagio a humanos. Pero de eso a decir que ha sido creado en un laboratorio (algo que investigadores reputados desmienten ya que parece claro que ha sido una mutación animal fortuita) tiene poco sentido, ya que si creas un virus como un arma contra alguien, lo lógico es soltarlo allí donde quieres hacer daño, no te dañas a ti mismo y además señalas el origen de todo al “enemigo”. Incluso si el origen fuera accidental (que por un fallo de seguridad un virus animal estudiado en un laboratorio de los que hay en Wuhan pasara a un investigador y éste fuera el paciente cero) no es más que una desgracia pero no realizada aposta. Por otra parte, tampoco tiene mucho sentido para un país que vive de la exportación perjudicar la economía del mundo y reducir su poder adquisitivo. Es decir, China saldrá reforzada de esta crisis porque será la primera que salga pero su economía (y el bienestar de su población) crecerá mucho menos (puede que incluso decrezca) que si no hubiera habido virus.

El caso es que Europa cada vez pinta menos en el mundo y China pinta más, y esto es aparte del tema del Coivd19, y sabiendo como sabemos que nosotros apenas aspiramos a mantenernos y ellos no dejan de crecer, deberíamos ser menos orgullosos creyendo que nuestros valores son los únicos. Desde Europa quizás pudimos hacer algo hace 4 décadas pero a estas alturas no vamos a cambiar los usos y costumbres chinos, ni su política económica ni desde luego su actual sistema de gobierno, por mucho que nos empecinemos. Personalmente prefiero nuestra imperfecta democracia y nuestra muy mejorable UE al sistema chino (que creo puede estallar aunque sólo por revueltas internas, no por presiones externas) pero ni podemos ni tenemos derecho a imponerles nuestra forma de ver las cosas como cuando éramos potencias coloniales. Ni nosotros ni Trump, y a las malas perderemos todos mientras que con colaboración y respeto hacia las formas de hacer las cosas de los demás, estoy seguro que hay mucho más a ganar.

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