La Transición (y 2)

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La Transición 


Menos de dos años después de la muerte de Franco los españoles pudieron haber elegido como presidente del país a la mayor figura opositora al dictador en los años ´70: Santiago Carrillo, que se presentó como líder del PCE. Sin embargo los españoles democráticamente le otorgaron menos del 10% de los votos. Los catalanes tuvieron sus primeras elecciones autonómicas más tarde, en 1980, pero al único partido abiertamente independentista, ERC, le dieron menos del 9% de los votos y en Euskadi, en las autonómicas del mismo año, Herri Batasuna, el entonces brazo político de la ETA, conseguía el 16,55% de los apoyos. Es evidente pues que, aunque la Transición estuvo dirigida por personas que venían del franquismo, fueron los españoles de entonces con sus votos los que decidieron entre todas las opciones y prefirieron votar, en los primeros años de la Transición, masivamente a UCD y a PSOE en las nacionales y a CiU y a PNV en las catalanas y vascas, algo que, cambiando algunas siglas, ha seguido sucediendo al menos hasta 2019, por lo que no parece que sean muy coherentes las críticas actuales a lo que decidieron los votantes de entonces. Eso en cuanto a la política, pero nos quedaba pendiente hablar de la situación económica de aquellos años.

Hay que empezar por aclarar, sobre todo a los más jóvenes, que si bien ideológicamente la dictadura franquista es considerada de derechas por sus valores conservadores, su política económica se acerca más a la izquierda, de hecho no es la primera vez que comento lo similares que fueron las medidas tomadas por el franquismo más duro en España y el castrismo en Cuba. Lo que ocurre es que en 40 años hubo muchos vaivenes y en los 60 se aprecia una ligera liberalización pero con todo y con eso, muchos de los puntos del programa económico de, por ejemplo, Podemos (sí, Podemos y no Vox) ya existieron en aquella época: grandes empresas públicas (muchas en situación de monopolio), bancos públicos y con los privados muy intervenidos (de hecho durante la mayor parte del franquismo estuvieron prohibidos los bancos extranjeros), control de precios (eso que ahora se quiere volver a imponer), mucha vivienda de protección oficial, alquileres subvencionados (la famosa Renta Antigua que tantos años perduró), gran protección al trabajador contra su despido etc. etc.

Tras el Plan de Estabilización de 1959 en el que la economía autárquica franquista da un giro radical, y en el ambiente de la Guerra Fría –en el que el país consigue el apoyo decidido de los EUA a cambio, entre otras cosas, de las bases militares-, España crece de 1960 a 1973 más que ningún otro país de Europa (lo que nos seguía situando en la cola –en 1973 nuestro PIB per cápita era el 64% del europeo- ya que partíamos desde muy atrás), nos abrimos al turismo y se dispararon las contrataciones en el sector servicios y la construcción (provocando con ello un movimiento migratorio del campo a las ciudades aún más descontrolado del que ya se estaba produciendo sin frenar tampoco la emigración al extranjero). Si bien se cometieron muchos errores ya que -y esto os sonará a lo que pasó con las cajas de ahorros en la última crisis-: “con la concesión de vías privilegiadas de crédito y de otras ventajas a determinados sectores y empresas públicas y privadas, los Gobiernos de Franco provocaron que la inversión industrial se distribuyera en función de los intereses políticos o particulares de los dirigentes de turno y no conforme a la rentabilidad o a las expectativas de futuro de cada sector”.

Otro problema fue el alza de precios que generaría ese crecimiento económico que llevaron a un alza del IPC del 9% en los primeros años de los ´70. De ese modo cuando llega la crisis mundial de 1973 por la subida del precio del crudo (que se cuadruplicó de octubre de 1973 a enero de 1974), la reacción del débil gobierno español, atenazado entre la decrepitud del jefe de estado y la muerte del presidente Carrero Blanco ese diciembre, fue intentar calmar los ánimos y tomar medidas sociales que supusieron pan para aquel hoy y problemas para el mañana. De hecho, repercutieron sólo parcialmente al consumidor la subida del crudo (era aún más importante que ahora puesto que las centrales térmicas que sostenían la mayor parte de la electricidad del país usaban fuel) y no aplicaron ninguna medida de ajuste ni de control de la inflación, subiendo los salarios incluso por encima del IPC.

Cuando en el verano de 1976 llega Suárez al poder el empeoramiento de las cuentas públicas es muy evidente: la inflación supera el 20% y el desempleo –que apenas superaba las 100 mil personas 3 años antes, llegaba al medio millón. El terrorismo, las huelgas y toda clase de problemas derivados de los cambios políticos no ayudaban a una economía que iba sin rumbo. Como hicieron los últimos gobiernos franquistas, intentó aplacar las consecuencias de la crisis con concesiones a los que más protestaban; el mejor ejemplo en formato legal es la Ley de Relaciones Laborales de 1976 que, según recogen medios sindicalistas de izquierdas “es sin duda la cota más alta de derechos laborales individuales que jamás hemos alcanzado: readmisión en sus propios términos ante el despido improcedente; presunción directa de la contratación indefinida; reforzamiento de la subrogación empresarial; exigencia de visado del finiquito; exigencia de expediente para el traslado, fuerte causalidad y derecho de consorte; disminución de la jornada laboral de 48 a 44 horas semanales y descanso de 12 horas entre jornada y jornada; descanso de 15 minutos en la jornada continua de 6 horas; autorización administrativa para la modificación del horario; ampliación de la maternidad posparto a 8 semanas y de la excedencia por maternidad hasta 3 años; constitución del FOGASA; previsión de la revisión semestral del SMI si el índice general del coste de la vida aumentaba un 5%, etc., etc.”

Pero tras las primeras elecciones de 1977, Suárez comprende que la economía se está yendo a pique y es entonces cuando encarga al profesor Enrique Fuentes Quintana (al que le concede una vicepresidencia económica) que saque al país del atolladero. Con minoría parlamentaria y la necesidad de ajustes, el panorama se tornaba sombrío pero la oposición -e incluso los sindicatos- estuvieron a la altura y en octubre de 1977 se firman los Pactos de la Moncloa que derivaron –si queréis verlo con más detalle AQUÍ por ejemplo- en algunas medidas económicas:

  1. Un ajuste económico a corto plazo basado en la contención salarial, una política monetaria restrictiva, la reducción del déficit público y la adopción de un sistema de cambios flotantes para la peseta, con la consiguiente devaluación.
    2. La introducción de algunas reformas consideradas indispensables en el nuevo contexto político: modernización del sistema fiscal, aprobación de un nuevo marco legal para las relaciones laborales y liberalización del sistema financiero.
Los “ajustes” tuvieron cierto éxito en la reducción de la inflación si bien redujeron el crecimiento. Lo malo es que llegó la caída del Sah de Irán y la llegada de Jomeini y de nuevo el precio del crudo se disparó (se triplicó de enero de 1979 a diciembre de 1980) y con el déficit público tan alto, esta vez sí que las subidas de precios se trasladaron al consumidor. Este empeoramiento económico -que también disparó el paro por encima de los 2 millones- tiene una gran responsabilidad tanto en la dimisión de Suárez el 29-E de 1981 como en el intento de golpe de estado del 23-F del mismo año como en la mayoría absoluta (y desplome de UCD) del PSOE en octubre de 1982 con un Felipe González que prometió crear 800 mil puestos de trabajo pero disparó la tasa de paro EPA del 16,61% cuando llegó al poder al 21,48% 3 años después, llegándose por vez primera a los 3 millones de parados.
El caso es que como vemos, más allá de estar de acuerdo o no en las medidas económicas tomadas entonces (todo muy resumido ya que hay mucha miga detrás) vemos cómo el contexto internacional pudo desbaratar la Transición e influyó decisivamente en la política pero que en 1977 partidos de todas las ideologías se unieron para, entre otros muchas cosas, tomar decisiones económicas conjuntas por más que algunas medidas fueran contra su ideología (¡hasta el sindicato Comisiones Obreras vio la necesidad de hacer un ajuste!). Yo huyo de mitificaciones, y sé que aquello no aparenta ser tan bueno como algunos cuentan pero que hechos así parezcan tan imposibles de ver en la España de hoy, resulta deprimente.

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