Cuando finalizaba la Edad Media en Europa en lo que hoy conocemos como Benelux se ampliaban los negocios mercantiles a través de todo el mundo entonces conocido. Pero los riesgos eran muy altos y la inversión muy importante: equipar una flota de barcos con destinos remotos que podían naufragar o caer en manos de piratas, por mucho beneficio que se obtuviera, podía significar que un solo viaje malogrado provocara la ruina de cualquier inversor. Una asociación con otro inversor implicaba dejar de poseer la gestión exclusiva del negocio por lo que surgió la idea de crear participaciones del negocio entre muchos a cambio de una rentabilidad (dividendo). De este modo, un inversor podía prescindir del 49% de su negocio, conseguir financiación sin coste y, a cambio, sólo tenía que repartir el 49% de sus beneficios, si estos llegaban, y dirigiendo la compañía. De ahí a que se creara un mercado donde negociar estas acciones, fue un paso. Así, la primera bolsa moderna se fundó en 1460 en Amberes. Con ello, el que compraba acciones pensando en un dividendo, pasó a poder ganar dinero sin tener que esperar a cobrarlo. Si alguien sabía que algún barco había tenido un percance o que el precio del producto transportado había bajado, podía deshacer su inversión. En cuanto se divisaba la flota por el horizonte, sin llegar a conocer su contenido, se podía especular con ello y comprar o vender acciones. En la actualidad un cargamento de petróleo o de diamantes suele cambiar de propietario varias veces desde su salida hasta su llegada.
Como se puede apreciar, el mercado no ha cambiado tanto: se crean unos instrumentos para la inversión que llevan a la especulación. El proceso tiene que ver con la propia psicología humana, si hay algún “culpable” es nuestro propio afán de querer más y se puede extender al mercado de la vivienda…o al de los sellos. Y el dividendo, aunque sigue teniendo cierta importancia, ha perdido valor como argumento para invertir ya que la volatilidad es tan alta que esa rentabilidad se puede ganar o perder, por la evolución del precio, en minutos.
Así pues, la empresa que emite acciones en la actualidad -como entonces- lo hace porque le sale más rentable perder parte del beneficio de la compañía que endeudarse. En España quizás el mejor ejemplo lo tenemos en el caso de Amancio Ortega, un personaje que parecía de ficción por su secretismo hasta que decidió unir todas sus empresas en una marca -Inditex-, emitir acciones -y con ello tener que repartir parte de sus beneficios- y así conseguir financiación para su expansión mundial. Como en el siglo XV. Que luego dichos accionistas hayan vendido sus acciones, que otros las hayan comprado, que se hayan creado futuros y opciones sobre ellas o que pertenezca o no al Ibex poco tiene que ver con Amancio Ortega. Eso sí, en la primera OPV en mayo de 2001 emitió acciones a 14.70€, en octubre de ese año otras más a 18.60€ y en julio de 2002 a 21€, es decir, la subida del precio le permitió colocar a mejor precio sus acciones. Aquella financiación le costó una media del 3.5% que es lo que pagó en dividendos, mucho menos que si se hubiera endeudado con un banco y con la ventaja de no depender de él. Como caso opuesto tenemos a Mercadona que, al no necesitar financiación, nunca ha querido salir a bolsa y así no reparte con nadie sus beneficios.
Cuando la bolsa sube es porque hay más interés en pagar más por lo que el día anterior valía menos y cuando baja al revés pero el volumen de compra y venta es el mismo, no es que haya más papel o haya más dinero, lo que cambia es el interés de los inversores que muchas veces se ve más motivado por la liquidez o la ausencia de ella que por informaciones referidas a las compañías cotizadas. De hecho, hasta esta crisis en las que los bancos centrales han modificado las reglas del juego con su liquidez quizás el mejor análisis bursátil era el análisis de flujos. Si muchas compañías hacen opv´s (ofertas públicas de venta) significa que el mismo dinero circulante se encuentra con un exceso imprevisto de nuevos papeles que negociar pero por otra parte si sale dinero de la renta fija y entra a la renta variable hay más liquidez para comprar papeles. Hay analistas que se dedican nada más que a medir estos flujos: en el lado positivo (inyección de liquidez) coloca las compras de acciones propias para autocartera que hacen muchas compañías, las opas que puede haber (compras de uno sobre otro), los ingresos de efectivo en los fondos de renta variable…y en el negativo las opv´s que ya comenté, las ampliaciones de capital, las retiradas de dinero de los fondos de renta variable… Es necesaria mucha exactitud y una fiabilidad total de los datos pues en teoría hay una cantidad determinada de dinero circulante y si se puede analizar el destino de todo se puede predecir qué inversiones -inmobiliarias, bursátiles, de commodities etc.- tienen más exceso de dinero o de papel. Desgraciadamente no es tan fácil tener esos datos a una misma fecha ni localizar todos los flujos monetarios que existen en el mundo (dinero negro, paraísos fiscales etc.) y por eso es un análisis que, aún siendo del mejor y más concienzudo analista, es, como todos los demás, un instrumento más y que sirve más para el medio plazo que para el corto.
Aparte de éste de la liquidez, tan difícil de seguir en los últimos años por culpa de las intervenciones de los bancos centrales, hay muchos instrumentos para intentar dilucidar la tendencia bursátil, tantos como para hacer una enciclopedia como saber los PER (relación entre el precio de un activo y sus beneficios), seguir las encuestas de sentimiento bursátil (la ley de sentimiento contrario suele ser muy efectiva), conocer el análisis técnico (que intenta sistematizar los movimientos bursátiles a veces con bastante éxito), estudiar las pautas estacionales (que varían desde el día de la semana hasta los comportamientos pre y post vencimientos de futuros y opciones por poner dos ejemplos), el puro análisis fundamental... y sobre todo unas fuertes dosis de psicología, tanto para prever los comportamientos de los demás como para vencer a nuestros impulsos y así actuar con disciplina en las pérdidas y en los beneficios... Pero hay que tener en cuenta que nada garantiza el beneficio en la inversión bursátil. Ni siquiera si a eso sumamos una buena cantidad de dinero y fuentes de información en tiempo real. Es por eso que -por mucho que se repita- en la bolsa sólo se puede meter un dinero que no sea necesario, hay que diversificar el riesgo y actuar siempre con humildad.
Y es que la humildad es a mi juicio la cualidad más olvidada de las necesarias para esto: Intentar ganar dinero en bolsa empieza siempre con una rentabilidad negativa (las comisiones) y supone comprar un activo del que otro se ha desprendido y pensando en que otro estará dispuesto a pagar por eso en poco tiempo más que tú. Es así de básico pero también así de osado. Y para colmo, además de todos los factores que puede desconozcamos en ese momento respecto a la inversión que hemos elegido, está el factor suerte: desde una presentación de resultados de otra compañía diferente a la que hemos comprado pero que le afecta, a una encuesta en Chicago que se hace pública e influye en el precio de nuestras acciones de una cervecera checa (por poner un ejemplo) debido a la globalización e incluso el que nos hayan engañado en las cifras que hemos manejado a la hora de decidirnos a invertir, como les pasó a los que compraron Pescanova.
Quizás este artículo suene demasiado pesimista y por eso quiero decir algo a favor de la inversión bursátil: es líquida. Las bolsas -al menos las de los países más serios- son un mercado organizado donde se puede comprar y vender con garantías, y eso es importantísimo porque determina que la posibilidad de hacer efectiva -compra o venta- la inversión, es rápida y su coste fácilmente calculable. Incluso si invertimos en derivados (futuros, opciones etc.) hay un mercado más organizado que por ejemplo el inmobiliario, el filatélico o el de obras de arte, en los que nunca se puede estar seguro del todo.
En resumen, bolsa sí, pero con estudio y humildad.
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