¿Demasiada indignación?
Las opiniones pueden cambiar muy rápido en poco tiempo como acabamos de ver en Chile. Un país estable que hace dos años eligió democráticamente como presidente a un conservador que ya lo había sido anteriormente -es decir, apoyaron el continuismo- y de repente, sin que haya nada que indique que los chilenos viven hoy peor que cuando fueron las últimas elecciones, parecen abrazar opciones rupturistas que implican apoyo a la violencia. Hace menos de diez años el apoyo a la independencia de Cataluña era la mitad que el actual (de hecho hasta 2012 que Rajoy le negó el cupo vasco, ni Mas ni su partido eran independentistas), hace 6 ni siquiera existía Podemos, Vox (que se fundó antes que Podemos) hasta finales de 2017 no empezó a tener alguna relevancia y no fue hasta las andaluzas de hace un año que no ganaron peso nacional y aun así, pocos hubieran sospechado que conseguirían ser la tercera fuerza del país a finales de 2019 (como pocos podían suponer que en menos de 6 meses Ciudadanos se hundiría tanto). Y ahora se vive en España (Cataluña incluida) mejor que en 2012, 2013, 2014… Hoy no tenemos mayores problemas que antes y sin embargo unos políticos que venden que sí los tenemos, logran convencer cada vez a más gente.
Tengo ganas de relativizar un poco tanto afán mediático por las malas noticias y tanto indignado por "postureo". No sólo 2019 ha sido un buen año –con sus excepciones, nunca llueve a gusto de todos- en los mercados y en la economía donde hemos visto máximos históricos mundiales de PIB y de población con mínimos históricos de tasa de paro, es que no hay nada que indique que en el actual no vaya a continuar el crecimiento y la creación de empleo, aunque sea a un ritmo inferior. Por supuesto, mucha gente puede leer esto y seguir convencida de que el cambio climático arrasará el planeta en 2020 pero el pesimismo distorsiona nuestra visión presente del mundo y puede llevar a tomar malas decisiones o incluso a no tomarlas buenas.
Yo siempre me he considerado un ecologista entendiendo por ello alguien al que le preocupa el medio ambiente, y siempre he pensado que una sociedad tan consumista como la nuestra puede ser un peligro para unos recursos que sabemos son limitados. Sin embargo, los avances tecnológicos se han desarrollado a la suficiente velocidad como para, unidos a una mayor conciencia global en medidas como por ejemplo el reciclaje, frenar el deterioro en muchos lugares de Occidente. No es suficiente, el desarrollo económico brutal de muchos países -que tan buenos resultados ha dado en reducción del hambre y la pobreza global- ha disparado la contaminación y la diana se ha colocado en los combustibles fósiles: reducir su uso a toda costa es el último mantra porque creen que es el mayor responsable del cambio climático. Aunque luego están los hipócritas que ahora dicen eso pero para captar votos defienden que no se cierren las minas de carbón (el combustible fósil que más CO2 emite) españolas por muy deficitarias económicamente que sean.
Y es que ir contra lo que hoy más contamina tiene un coste social importante en el corto plazo. Como bien recuerda el ecologista danés Bjørn Lomborg la gente rica y bien educada de las economías avanzadas a menudo pasa por alto el coste de esto. Desde la comodidad de la reunión anual de 2017 del Foro Económico Mundial en Davos, el ex Vicepresidente estadounidense Al Gore ridiculizó los planes de construir plantas alimentadas por carbón en Bangladesh. Pero Sheikh Hasina, Primer Ministro de ese país, le replicó: “Si no puedes desarrollar las condiciones económicas de tu pueblo, entonces ¿cómo lo salvarás? Tenemos que garantizar la seguridad alimentaria y dar oportunidades laborales a la gente.” Es decir, el mundo rico pretende que el pobre deje de contaminar mientras el mundo pobre tiene como prioridad dejar de serlo antes de pensar en otros temas.
Debemos intentar solucionar el cambio climático, pero sin que la cura sea más dolorosa que la enfermedad. Una respuesta adecuada sería invertir mucho más en investigación y desarrollo de fuentes de energía sin uso de carbono, más baratas y que puedan ir reemplazando a los combustibles fósiles. Con ello se asegurará una transición paulatina que no ralentice las economías ni afecte negativamente a los más desposeídos del mundo. Hasta ahora la Humanidad ha vivido mejor gracias al crecimiento y la tecnología, incluso siendo como somos más numerosos que nunca. Confiemos en la ciencia y en una mayor conciencia ecológica pero entendamos que nuestras prioridades no tienen por qué ser ni las de la mayoría del mundo ni las correctas ya que siempre está la posibilidad de que el cambio climático no sea tan grave o que suceda hagamos los sacrificios que hagamos... sobre todo si los que los hacemos somos los 47 millones de españoles y no los 2,600 millones de chinos e indios.
Los felices años 20
Estos días estoy viendo análisis sobre la década que parten de la misma premisa errónea que ya vimos cuando empezó el actual milenio: al no existir el año 0 de nuestra era, el siglo XXI empezó no el 1 de enero del 2000 sino del 2001 por lo que la segunda década de este siglo no se acaba hasta el 31 de diciembre de 2020. Pero como visualmente en pocos días ya iremos por los 202X se hablará de la década de los 20, la misma que en el siglo XX se dice que fue feliz… algo que tampoco es cierto pero que demuestra la enorme influencia “cultural” de los Estados Unidos ya que de allí viene algo que apenas tuvo reflejo en el resto del mundo, especialmente en la Europa devastada tras la I Guerra Mundial.
La Primera Guerra Mundial puede explicar que en 1917 Lenin diera un golpe de estado que acabó con el intento de democratizar Rusia pacíficamente y condujo a una dictadura de más de 7 décadas y que en 1922 Mussolini acabara con la democracia italiana por más de 20 años, y pocos dudan que la Gran Depresión de 1929 es la que estuvo detrás del ascenso de Hitler al poder. Aquellos fueron hechos traumáticos reales que condujeron a que el mundo se llenara de líderes radicales dictatoriales que llevaron a la mayor confrontación bélica de la Historia de la Humanidad. Ahora, sin ningún motivo ni por asomo tan grave, el riesgo de involución democrática se está materializando poco a poco. ¿Qué pasará si viene una crisis económica? No es descabellado pensar que ello conducirá a cambios políticos importantes que cuestionen el actual mayor periodo de paz y prosperidad de Occidente en toda su Historia puesto que sin recesión alguna ya están empezando a ocurrir.
No hay demasiadas semejanzas entre finales de 1919 y finales de 2019: el mundo hoy es muy diferente y claramente mucho mejor y sin embargo, tras una guerra horrible el optimismo era mucho mayor entonces que ahora, al menos en muchos sitios del planeta donde el desánimo es tan grande que están ganando votos fuerzas –y personajes- radicales desde hace ya años e incluso crece el apoyo a la violencia en diversos puntos del globo, incluso donde objetivamente se vive bastante mejor que en áreas vecinas como en Francia o en Chile. La situación en Francia apenas ha tenido incidencia económica pero en Chile han hundido la bolsa, el valor de la moneda y la actividad; es decir, son las protestas las que están empeorando la vida de los chilenos. La indignación como motor para querer cambiar las cosas tiene todo el sentido pero en países democráticos el camino no es destruir la estabilidad institucional y económica sino votar y dejar que la mayoría elija los cambios (o no) que deseen. Si no respetamos eso, dejaremos que el poder lo tomen los que ganen la calle, exactamente como hizo Mussolini en 1922. Deberíamos aprender de la Historia para no caer en los mismos errores.
La economía global no deja de mejorar pero el pesimismo hace estragos, hasta en China porque crecen cada vez menos pero también parece una queja excesiva puesto que el país sigue en marcha para tomar el liderato global durante este siglo. No obstante, no hay que subestimar el poder de la todavía principal potencial mundial: Los Estados Unidos. Ellos están en un momento dulce a pesar del amargo problema de desigualdad que padece. Si la I Guerra Mundial significó el comienzo del fin del Imperio Británico y el ascenso norteamericano, un siglo después aún no hay una señal clara de que éstos pierdan el liderato. Un ejemplo lo tenemos en la importancia de Wall Street que, lejos de perder peso como parecía en los primeros años del siglo XXI, lleva más de una década comportándose bastante mejor que el resto de mercados financieros, algo que se ha acentuado este año
Además, los ´10 de este siglo son los primeros de la historia moderna del país que transcurren sin una sola recesión en los EUA
Y eso supone que si ya es raro que no haya una crisis en una década, más excepcional sería que no ocurriera en dos consecutivas. El error es pensar que porque la próxima haya tardado tanto en llegar, por eso va a ser más grave y duradera que la media ya que nada hay que nos lleve a creer eso. En cuanto a España es evidente que el periodo 2008-2013 fue tan malo que nos marcará durante mucho tiempo pero estadísticamente fue un suceso excepcional por su intensidad y porque se fusionaron una burbuja inmobiliaria nacional e internacional, una crisis financiera global e interna, una Eurozona nada preparada, un mercado laboral español que ni en épocas de expansión es capaz de no doblar la tasa de paro europea… No parece muy probable que tantos elementos negativos se repitan de nuevo pocos años después.
En resumen, creo que debemos aspirar a tener unos felices años 20 pero nosotros podemos ser nuestro mayor enemigo si no valoramos –y defendemos- lo que tenemos y nos empeñamos en repetir errores del pasado.
El coste de lo público (y 3)
Artículos anteriores:
https://droblopuntocom.blogspot.com/2020/01/el-coste-de-lo-publico-y-1.html
https://droblopuntocom.blogspot.com/2020/01/el-coste-de-lo-publico-y-2.html
En números redondos en España vivimos 47 millones de personas y trabajamos 20 como se pude ver aquí (aunque en el gráfico se distingue entre empleados públicos y no, yo sí los incluyo porque su trabajo también es productivo):
https://droblopuntocom.blogspot.com/2020/01/el-coste-de-lo-publico-y-1.html
https://droblopuntocom.blogspot.com/2020/01/el-coste-de-lo-publico-y-2.html
En números redondos en España vivimos 47 millones de personas y trabajamos 20 como se pude ver aquí (aunque en el gráfico se distingue entre empleados públicos y no, yo sí los incluyo porque su trabajo también es productivo):
Podemos recortar en políticos, televisiones públicas, subvenciones… o podemos ingresar más por una mayor actividad económica o una mejor recaudación fiscal pero hay algo que no cambia: el dinero que el estado (sea el central, el autonómico o el local) se gasta sale de lo que ingresan de esos 20 millones…y del futuro vía deuda. Alguien dirá que no, que los impuestos a las empresas –los de mayor volumen- son de las empresas pero como éstos proceden de sus beneficios y los beneficios proceden de sus ventas, al final el dinero sale de esos mismos 20 millones. Por eso es tan bueno exportar y por eso el turismo es tan positivo para la economía española, porque amplía en determinadas actividades los ingresos más allá de esos 20 millones. Por desgracia importamos más de lo que exportamos (sobre todo por el crudo) así que parte de los ingresos de los españoles se va a otros países… aunque por suerte lo que gastan los turistas internacionales aquí, desde hace unos años, compensa esto. Lo mismo pasa con lo que reciben vía dividendo los españoles accionistas de empresas que ganan dinero fuera del país pero dado que también hay muchos extranjeros invertidos en empresas españolas y cobrando intereses por deuda que les colocamos, también se compensa.
En cualquier caso, aparte del sector exterior, el problema sigue siendo el mismo: 20 millones mantienen a ellos mismos y a 27 millones más. De ellos sale todo lo que damos por hecho cada día: que nos recogerán la basura, que un policía nos ayudará si nos roban, que despejarán la carretera si ha habido un accidente… y a todo eso hay que sumar lo que se denomina estado del bienestar: educación infantil gratuita y muy subvencionada después, asistencia sanitaria para todos, pensiones públicas etc. Por supuesto además de lo que ingresan esos 20 millones cada año hay un valor patrimonial importante en España, tanto público como privado, y en muchas ocasiones excepcionales (privatizaciones, expropiaciones) se ha recurrido a él y a veces de forma habitual (impuesto al patrimonio, sucesiones etc.) pero también es cierto que debemos más de 1,2 billones de euros, así que mejor que nos ciñamos a los ingresos y gastos actuales.
Ya hemos hablado otras veces de los diferentes impuestos y de la dificultad de elevarlos más. Primero porque pagamos de lo que nos quitan de la nómina, del IVA cuando consumimos, del IRPF si ahorramos en lugar de gastar, del IRPF si invertimos y ganamos dinero, del patrimonio si acumulamos mucho ahorro… y a eso hay que añadir impuestos locales y numerosas tasas (por conducir, por viajar en avión, por recogida de la basura etc.)… es decir, una y otra vez pagamos por los mismos ingresos. Segundo, por el negativo impacto en la economía que al final hace que la recaudación no suba (incluso a veces ocurre lo contrario, con menores impuestos se recauda más) pero podemos resumir que pocos creen que el IRPF (el impuesto más progresivo ya que quien gana más no sólo paga más en volumen, también en porcentaje) se deba elevar más, el IVA quizás podría subirse algo pero ni es progresivo ni tampoco aumentaría mucho la recaudación y en cuanto a las tasas, quizás el impuesto más justo porque lo paga quien usa un servicio determinado, no han dejado de subir (y multiplicarse), como los anteriores, durante los últimos años y no ha servido para reducir la necesidad que tenemos de seguir emitiendo deuda. Es decir, los gestores políticos no gastan menos cuando tienen menos ingresos pero sí gastan más cuando los ingresos son mayores, así de malos son. Tan sólo la dura ley de Montoro que obligaba a los municipios a destinar sus superávits a reducir deuda en lugar de aumentar el gasto consiguió ese “milagro” que sigo sin entender por qué no se aplica a todas las administraciones.
Luego está el tema de los impuestos a las empresas que, repito, en realidad es un impuesto a los que compramos sus productos. Creo que es un tema del que ya hemos hablado muchas veces: el impuesto de sociedades es similar al de otros países (si se recauda menos aquí es porque tenemos demasiadas pymes), es falso que nuestras multinacionales pagan menos (quien afirma eso compara sus beneficios mundiales con lo que abonan en España sin tener en cuenta que también pagan impuestos allí donde tienen actividad económica), es cierto que existen demasiadas deducciones (que son legales luego son culpa de nuestros legisladores políticos) y que multinacionales extranjeras no pagan lo que deben por lo que generan aquí… como también es una verdad sin paliativos que ni el país más poderoso de la Tierra –los Estados Unidos- consigue que sus mayores compañías paguen lo que su ministro de Hacienda querría (algo que también se aplica a la lucha contra el fraude, todos los gobiernos de todas las ideologías en todos los países quieren recaudar más y se supone todos intentan acabar con la evasión fiscal, incluso con métodos tan polémicos como las amnistías que hacen florecer dineros ocultos, pero no debe ser tan fácil como lo pintan los políticos en campaña electoral). Por eso creo que debería haber una política fiscal global y dejar de hacernos la competencia unos territorios a otros para acabar perjudicando a la caja común… pero este es otro tema que alargaría mucho este artículo. Quedémonos con la idea principal: 20 millones deben ser lo bastante productivos como para generar impuestos que mantengan el gasto del estado sin intentar recurrir a la deuda.
Pikkety venderá muchos libros afirmando que a cada joven hay que darle 120 mil € expropiándoselo antes a los ricos (aunque no dice qué pasará después) y habrá políticos que puedan conseguir muchos votos prometiendo más pagas a cambio de nada pero las matemáticas más básicas y el sentido común nos indican que si la Seguridad Social está quebrada a pesar de tener en su poder los ingresos de 20 millones de trabajadores, difícilmente podemos prometer aumentar aún más el gasto. Lo que hay que hacer es dejar de tener más del doble de paro que la media europea, menos economía sumergida, más empresas (especialmente exportadoras) y más grandes, mejores gestores políticos… y también reducir algunos gastos, nos guste o no. Nada de esto es fácil pero cada día es más necesario.
La contaminación de la flota marítima europea: la gran olvidada
Si las flotas navieras de la UE fueran un país, serían el octavo emisor más grande de la UE, justo después de los Países Bajos. Mientras tanto, el sector marítimo está exento de pagar impuestos sobre su combustible según la legislación de la UE, que efectivamente actúa como un subsidio por valor de € 24 mil millones anuales. Una forma de medir cuán contaminantes son los barcos de Europa ea compararlo con lo que contaminan los coches en diferentes países:
El coste de lo público (y 2)
Artículo anterior:
https://droblopuntocom.blogspot.com/2020/01/el-coste-de-lo-publico-y-1.html
La Seguridad Social está en quiebra técnica (el valor de sus activos -lo que tiene- es inferior al valor de sus pasivos -lo que debe)y su déficit fue equivalente al 1,52% del PIB en 2018. El principal motivo son las pensiones pero yendo un poco más allá, la razón es el envejecimiento poblacional (las personas de 65 y más años representan hoy el 19,4% de la población total de España, en 1979 eran el 10,9%) ya que no sólo se dispara la factura de las pensiones, también el mayor gasto sanitario que hacemos según nos hacemos mayores. En 1919 sólo el 34% de la población alcanzaba los 65 años, ahora es el 90%. Y no es algo que vaya a cambiar en décadas ya que sólo 15 provincias tienen, en la actualidad, más niños que ancianos.
https://droblopuntocom.blogspot.com/2020/01/el-coste-de-lo-publico-y-1.html
Las cifras son indiscutibles: un sistema basado en compensar el gasto en jubilados con el ingreso de las nóminas de los trabajadores está desequilibrado por lo que debe ser reformado. En 1980 había 1,9 jubilados por cada 10 personas en edad de trabajar, mientras que ahora de cada 10 personas que tienen empleo hay 5,96 pensionistas, es decir, que la obtención del dinero con el que mantener el gasto sanitario y las nóminas de nuestros mayores dependerá de menos de dos trabajadores. Eso sin tener en cuenta todo el resto de españoles que no están en edad laboral (menores de edad) no pueden trabajar o están en el paro, que también dependen de esos mismos sueldos.
A esto se suma que los políticos, ante el enorme número –creciente- de votantes que supone este segmento de población, no parecen dispuestos a reducir los gastos. Da igual que los números demuestren que los jubilados reciben con su pensión un 28% más de lo aportado. En 2009 había 262.000 pensiones superiores a los 2.000 euros, mientras que en 2019 hay 920.000 pensiones superiores a esta cuantía. En total tenemos 2,8 Millones de pensionistas que ganan más de 1.200€/mes cuando muchas personas que sí están en el mercado laboral ganan menos que eso y a veces durante menos años que cobrando pensión ya que las mujeres que cumplieron 65 años en 2018 vivirán, de media, 23,1 años más, y los hombres, 19,2 años más. Y sin embargo, se siguen tomando medidas por edad y no por renta como el abono de transporte "gratuito" o subvencionado para mayores de 65 y no para personas con menos nómina que trabajen. La nómina mensual de pensiones –contributivas- de la Seguridad Social supera los 9.600 millones de euros…y subiendo. Es el mayor gasto social del estado español
Como calcula el joven economista Ángel Martínez Jorge –al que se debe el anterior gráfico- con el coste de subir un 2% las pensiones se podría mejorar un 6% la renta de todos los hogares españoles en riesgo de pobreza reduciendo con ello la desigualdad que tanto preocupa a algunos.
El envejecimiento poblacional no es un problema exclusivamente español ya que por primera vez en la historia en todo el mundo hay más personas mayores de 65 años que menores de 5 años y la cosa va a más
pero debido a nuestra alta esperanza de vida, estamos en el podio mundial en las previsiones para 2050:
Y hay que tener en cuenta que –como vimos en la primera imagen- no sólo cobran pensiones públicas los mayores de 65. De los 9.707.946 pensiones contributivas: 370.964 las perciben menores de 44 años. 1.623.002 entre 45 y 64 años. 1.725.434 entre 65 y 69. 1.719.330 entre 70 y 74. 1.409.398 entre 75 y 79. 2.859.715 de más de 80 años. Y aquí no estamos incluyendo las no contributivas. Hasta ahora los gobiernos sólo han reaccionado como con todo, aumentando la deuda:
El Banco de España propone ir transformando el ahorro actual que se destina principalmente a invertir en viviendas en otro que se destine a fondos financieros para la vejez pero con los actuales tipos negativos, cualquier plan de pensiones debe invertir, para poder vencer a la inflación, en renta variable lo que supone un gran riesgo. A mi no me parece mal que las pensiones sigan dependiendo del dinero ingresado por los trabajadores (y sus empleadores) en activo pero es evidente que entonces para cuadrar costes con ingresos deben relacionarse ambas variables (número de trabajadores en activo con número de pensionistas) y no seguir con la ficción de que para el pago de las pensiones (tanto para su cuantía como para su aumento anual asegurado) dé igual que haya 16 o 24 millones de trabajadores en España… o que su sueldo medio sea de mil o de dos mil euros. La próxima semana más.
El coste de lo público (y 1)
En 1978, con 37 millones de habitantes, el Gobierno de España se manejaba con 3,5 billones de pesetas. Aquel presupuesto de 1978 -teniendo en cuenta el IPC y el aumento de habitantes de diez millones- equivaldría a unos 180.000 millones de euros de los de ahora. Sin embargo, la realidad es que el PGE en vigor ronda los 450.000 millones de euros. Si sumamos las comunidades autónomas –que entonces no existían- estamos hablando de unos 600.000 millones de euros al año de gasto público. Por supuesto habrá quien piense que dada la evidente mejora en servicios públicos (sanidad, educación, carreteras, red ferroviaria etc.), esto no es un problema. Y estaría –quizás- de acuerdo si hubiéramos aumentado los ingresos en la misma proporción pero dado que debemos más de 1 billón 200 mil € debido al desfase continuo entre lo gastado y lo ingresado la mayor parte de años en las últimas cuatro décadas, es evidente que sí que es un problema.
Aumentar ingresos tiene un gran componente coyuntural: si la economía crece aumentan y si no, decrecen como vimos durante la última crisis. Se puede mejorar la efectividad fiscal, especialmente con políticas globales al respecto pero como llegue una crisis, inevitablemente la recaudación se hundirá. No obstante, en el lado de los gastos ocurre al contrario: su principal componente es fijo: salarios, pensiones, sanidad, educación… no dependen de la actividad económica cíclica y, es más, los gastos sociales suelen dispararse si llega la recesión por lo que lo único que tiene sentido es reducir deuda en épocas de expansión con superávits presupuestarios (gastar menos de lo que se ingresa) y asumir déficits presupuestarios (gastar más sabiendo que vamos a recaudar menos) emitiendo deuda en las de recesión. Un mal gobierno no es el que hace lo segundo sino el que no hace lo primero.
También se podrían recortar gastos fijos, aquellos que no dependen de los ciclos económicos. Ahí entramos en un avispero de intereses. Podemos por ejemplo citar el coste del personal. Hace cuarenta años el sector público estatal dedicaba 5.476 millones de pesetas de las de entonces para pagar a sus empleados públicos. A precios actualizados, esa cantidad equivaldría a unos 37.000 millones de euros de los de ahora. Pero la realidad es que lo que ahora –y eso que las gráficas no están demasiado actualizadas- lo que se gastan en sueldos entre el Estado y las autonomías es bastante mas
Son gastos fijos porque la Administración no suele recortar ni empleos ni sueldos –y si lo hace de forma puntual con alguna paga, intenta recuperarla después- en plena crisis como si hemos visto hacer en el ámbito privado. No obstante, y salvando algunos casos de corrupción y otros de muy mala gestión (fue famoso el caso de Andalucía Emprende, una agencia de “empleo” que creó la anterior administración andaluza que gastaba 8 de cada 10 € de su presupuesto en nóminas y menos de uno a fomentar el empleo) es una comparación muy complicada a 40 años vista ya que es normal que haya más empleados y mejor pagados si los servicios públicos son mejores. Sí que hay algunas cifras que desentonan mucho: por ejemplo los funcionarios están 16 días más de baja que el resto de asalariados, según el último informe sobre el absentismo elaborado por la Asociación de Mutuas de Accidentes de Trabajo. Más control, menos puestos “para toda la vida” y retribuciones variables podrían reducir el coste fijo y ajustarlo al ciclo. Lo que no parece tener mucho sentido es que el empleo público, según la última EPA, ya esté por encima de 2008 mientras el empleo privado sigue lejos de sus máximos
La próxima semana seguimos con otro de los gastos fijos más importantes: la Seguridad Social.
Aumentar ingresos tiene un gran componente coyuntural: si la economía crece aumentan y si no, decrecen como vimos durante la última crisis. Se puede mejorar la efectividad fiscal, especialmente con políticas globales al respecto pero como llegue una crisis, inevitablemente la recaudación se hundirá. No obstante, en el lado de los gastos ocurre al contrario: su principal componente es fijo: salarios, pensiones, sanidad, educación… no dependen de la actividad económica cíclica y, es más, los gastos sociales suelen dispararse si llega la recesión por lo que lo único que tiene sentido es reducir deuda en épocas de expansión con superávits presupuestarios (gastar menos de lo que se ingresa) y asumir déficits presupuestarios (gastar más sabiendo que vamos a recaudar menos) emitiendo deuda en las de recesión. Un mal gobierno no es el que hace lo segundo sino el que no hace lo primero.
También se podrían recortar gastos fijos, aquellos que no dependen de los ciclos económicos. Ahí entramos en un avispero de intereses. Podemos por ejemplo citar el coste del personal. Hace cuarenta años el sector público estatal dedicaba 5.476 millones de pesetas de las de entonces para pagar a sus empleados públicos. A precios actualizados, esa cantidad equivaldría a unos 37.000 millones de euros de los de ahora. Pero la realidad es que lo que ahora –y eso que las gráficas no están demasiado actualizadas- lo que se gastan en sueldos entre el Estado y las autonomías es bastante mas
Son gastos fijos porque la Administración no suele recortar ni empleos ni sueldos –y si lo hace de forma puntual con alguna paga, intenta recuperarla después- en plena crisis como si hemos visto hacer en el ámbito privado. No obstante, y salvando algunos casos de corrupción y otros de muy mala gestión (fue famoso el caso de Andalucía Emprende, una agencia de “empleo” que creó la anterior administración andaluza que gastaba 8 de cada 10 € de su presupuesto en nóminas y menos de uno a fomentar el empleo) es una comparación muy complicada a 40 años vista ya que es normal que haya más empleados y mejor pagados si los servicios públicos son mejores. Sí que hay algunas cifras que desentonan mucho: por ejemplo los funcionarios están 16 días más de baja que el resto de asalariados, según el último informe sobre el absentismo elaborado por la Asociación de Mutuas de Accidentes de Trabajo. Más control, menos puestos “para toda la vida” y retribuciones variables podrían reducir el coste fijo y ajustarlo al ciclo. Lo que no parece tener mucho sentido es que el empleo público, según la última EPA, ya esté por encima de 2008 mientras el empleo privado sigue lejos de sus máximos
La próxima semana seguimos con otro de los gastos fijos más importantes: la Seguridad Social.
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