Las opiniones pueden cambiar muy rápido en poco tiempo como acabamos de ver en Chile. Un país estable que hace dos años eligió democráticamente como presidente a un conservador que ya lo había sido anteriormente -es decir, apoyaron el continuismo- y de repente, sin que haya nada que indique que los chilenos viven hoy peor que cuando fueron las últimas elecciones, parecen abrazar opciones rupturistas que implican apoyo a la violencia. Hace menos de diez años el apoyo a la independencia de Cataluña era la mitad que el actual (de hecho hasta 2012 que Rajoy le negó el cupo vasco, ni Mas ni su partido eran independentistas), hace 6 ni siquiera existía Podemos, Vox (que se fundó antes que Podemos) hasta finales de 2017 no empezó a tener alguna relevancia y no fue hasta las andaluzas de hace un año que no ganaron peso nacional y aun así, pocos hubieran sospechado que conseguirían ser la tercera fuerza del país a finales de 2019 (como pocos podían suponer que en menos de 6 meses Ciudadanos se hundiría tanto). Y ahora se vive en España (Cataluña incluida) mejor que en 2012, 2013, 2014… Hoy no tenemos mayores problemas que antes y sin embargo unos políticos que venden que sí los tenemos, logran convencer cada vez a más gente.
Tengo ganas de relativizar un poco tanto afán mediático por las malas noticias y tanto indignado por "postureo". No sólo 2019 ha sido un buen año –con sus excepciones, nunca llueve a gusto de todos- en los mercados y en la economía donde hemos visto máximos históricos mundiales de PIB y de población con mínimos históricos de tasa de paro, es que no hay nada que indique que en el actual no vaya a continuar el crecimiento y la creación de empleo, aunque sea a un ritmo inferior. Por supuesto, mucha gente puede leer esto y seguir convencida de que el cambio climático arrasará el planeta en 2020 pero el pesimismo distorsiona nuestra visión presente del mundo y puede llevar a tomar malas decisiones o incluso a no tomarlas buenas.
Yo siempre me he considerado un ecologista entendiendo por ello alguien al que le preocupa el medio ambiente, y siempre he pensado que una sociedad tan consumista como la nuestra puede ser un peligro para unos recursos que sabemos son limitados. Sin embargo, los avances tecnológicos se han desarrollado a la suficiente velocidad como para, unidos a una mayor conciencia global en medidas como por ejemplo el reciclaje, frenar el deterioro en muchos lugares de Occidente. No es suficiente, el desarrollo económico brutal de muchos países -que tan buenos resultados ha dado en reducción del hambre y la pobreza global- ha disparado la contaminación y la diana se ha colocado en los combustibles fósiles: reducir su uso a toda costa es el último mantra porque creen que es el mayor responsable del cambio climático. Aunque luego están los hipócritas que ahora dicen eso pero para captar votos defienden que no se cierren las minas de carbón (el combustible fósil que más CO2 emite) españolas por muy deficitarias económicamente que sean.
Y es que ir contra lo que hoy más contamina tiene un coste social importante en el corto plazo. Como bien recuerda el ecologista danés Bjørn Lomborg la gente rica y bien educada de las economías avanzadas a menudo pasa por alto el coste de esto. Desde la comodidad de la reunión anual de 2017 del Foro Económico Mundial en Davos, el ex Vicepresidente estadounidense Al Gore ridiculizó los planes de construir plantas alimentadas por carbón en Bangladesh. Pero Sheikh Hasina, Primer Ministro de ese país, le replicó: “Si no puedes desarrollar las condiciones económicas de tu pueblo, entonces ¿cómo lo salvarás? Tenemos que garantizar la seguridad alimentaria y dar oportunidades laborales a la gente.” Es decir, el mundo rico pretende que el pobre deje de contaminar mientras el mundo pobre tiene como prioridad dejar de serlo antes de pensar en otros temas.
Debemos intentar solucionar el cambio climático, pero sin que la cura sea más dolorosa que la enfermedad. Una respuesta adecuada sería invertir mucho más en investigación y desarrollo de fuentes de energía sin uso de carbono, más baratas y que puedan ir reemplazando a los combustibles fósiles. Con ello se asegurará una transición paulatina que no ralentice las economías ni afecte negativamente a los más desposeídos del mundo. Hasta ahora la Humanidad ha vivido mejor gracias al crecimiento y la tecnología, incluso siendo como somos más numerosos que nunca. Confiemos en la ciencia y en una mayor conciencia ecológica pero entendamos que nuestras prioridades no tienen por qué ser ni las de la mayoría del mundo ni las correctas ya que siempre está la posibilidad de que el cambio climático no sea tan grave o que suceda hagamos los sacrificios que hagamos... sobre todo si los que los hacemos somos los 47 millones de españoles y no los 2,600 millones de chinos e indios.
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