En 1978, con 37 millones de habitantes, el Gobierno de España se manejaba con 3,5 billones de pesetas. Aquel presupuesto de 1978 -teniendo en cuenta el IPC y el aumento de habitantes de diez millones- equivaldría a unos 180.000 millones de euros de los de ahora. Sin embargo, la realidad es que el PGE en vigor ronda los 450.000 millones de euros. Si sumamos las comunidades autónomas –que entonces no existían- estamos hablando de unos 600.000 millones de euros al año de gasto público. Por supuesto habrá quien piense que dada la evidente mejora en servicios públicos (sanidad, educación, carreteras, red ferroviaria etc.), esto no es un problema. Y estaría –quizás- de acuerdo si hubiéramos aumentado los ingresos en la misma proporción pero dado que debemos más de 1 billón 200 mil € debido al desfase continuo entre lo gastado y lo ingresado la mayor parte de años en las últimas cuatro décadas, es evidente que sí que es un problema.
Aumentar ingresos tiene un gran componente coyuntural: si la economía crece aumentan y si no, decrecen como vimos durante la última crisis. Se puede mejorar la efectividad fiscal, especialmente con políticas globales al respecto pero como llegue una crisis, inevitablemente la recaudación se hundirá. No obstante, en el lado de los gastos ocurre al contrario: su principal componente es fijo: salarios, pensiones, sanidad, educación… no dependen de la actividad económica cíclica y, es más, los gastos sociales suelen dispararse si llega la recesión por lo que lo único que tiene sentido es reducir deuda en épocas de expansión con superávits presupuestarios (gastar menos de lo que se ingresa) y asumir déficits presupuestarios (gastar más sabiendo que vamos a recaudar menos) emitiendo deuda en las de recesión. Un mal gobierno no es el que hace lo segundo sino el que no hace lo primero.
También se podrían recortar gastos fijos, aquellos que no dependen de los ciclos económicos. Ahí entramos en un avispero de intereses. Podemos por ejemplo citar el coste del personal. Hace cuarenta años el sector público estatal dedicaba 5.476 millones de pesetas de las de entonces para pagar a sus empleados públicos. A precios actualizados, esa cantidad equivaldría a unos 37.000 millones de euros de los de ahora. Pero la realidad es que lo que ahora –y eso que las gráficas no están demasiado actualizadas- lo que se gastan en sueldos entre el Estado y las autonomías es bastante mas
Son gastos fijos porque la Administración no suele recortar ni empleos ni sueldos –y si lo hace de forma puntual con alguna paga, intenta recuperarla después- en plena crisis como si hemos visto hacer en el ámbito privado. No obstante, y salvando algunos casos de corrupción y otros de muy mala gestión (fue famoso el caso de Andalucía Emprende, una agencia de “empleo” que creó la anterior administración andaluza que gastaba 8 de cada 10 € de su presupuesto en nóminas y menos de uno a fomentar el empleo) es una comparación muy complicada a 40 años vista ya que es normal que haya más empleados y mejor pagados si los servicios públicos son mejores. Sí que hay algunas cifras que desentonan mucho: por ejemplo los funcionarios están 16 días más de baja que el resto de asalariados, según el último informe sobre el absentismo elaborado por la Asociación de Mutuas de Accidentes de Trabajo. Más control, menos puestos “para toda la vida” y retribuciones variables podrían reducir el coste fijo y ajustarlo al ciclo. Lo que no parece tener mucho sentido es que el empleo público, según la última EPA, ya esté por encima de 2008 mientras el empleo privado sigue lejos de sus máximos
La próxima semana seguimos con otro de los gastos fijos más importantes: la Seguridad Social.
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la muerte de nuestro sistema es el gasto publico. el numero de funcionario y sus altisimos salarios.
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