(esta historia no está incluida en mi último libro La prehistoria, y algo de la historia, de 66 empresas: Nacionales y extranjeras, todas famosas, que te animo a adquirir)
Enric Bernat nació y murió en Barcelona (1923-2003) y
creó uno de los productos españoles más conocidos en todo el mundo. Su vida
parecía destinada al mundo del dulce puesto que era hijo y nieto de pasteleros.
Su abuelo, Josep, había sido el primer fabricante de caramelos de España. Enric
cursó hasta cuarto de Bachillerato e hizo tres cursos de Comercio. Durante la
postguerra empezó su carrera en el mundo comercial vendiendo galletas de
la marca La Gloria, propiedad de su padre, y posteriormente aceptó un
empleo en la industria quesera Massanes i Grau, donde ejerció como aprendiz,
dependiente, administrativo y, finalmente, como viajante de
comercio. Dicen que era un joven con un espíritu inquieto, que poseía un
gran don de gentes y mucha iniciativa… y debía ser verdad porque en 1950, tras
finalizar el servicio militar, Enric decidió fundar su propia empresa
junto con su esposa, Núria Serra, e inauguró su primera confitería, Productos
Bernat, especializada en la elaboración de peladillas. No parece que le fuera
mal pero cuatro años más tarde, su antiguo jefe, Domingo Massanes, le
ofreció tomar las riendas de Granja Asturias, un grupo empresarial dedicado a
la fabricación de productos elaborados con manzanas, y no pudo rechazarlo.
Enric Bernat se trasladó a la parroquia asturiana de Villamayor. Nada hacía
presagiar entonces lo que pasó después.
El inquieto Enric hizo algo muy novedoso: encargó a
una consultora francesa un estudio para conocer los hábitos de consumo de
caramelos. Los resultados indicaban que el 67% de los consumidores tenía
menos de 16 años, y que los niños eran muy dados a extraer el caramelo de
su boca con lo que, sistemáticamente, se ensuciaban las manos. La conclusión
lógica a la que llegó es que unir un caramelo a un palito facilitaría que el
niño degustara la golosina sin pringarse, y de paso incluso evitar algún que
otro atragantamiento. Y lo cierto es que eso ya existía, Enric Bernat no lo
inventó como la mayoría cree. En 1958, Enric compró la patente de un caramelo
esférico con palo llamado "Gol", que fabricaba la industria
barcelonesa "Reñé SA", hoy totalmente desconocida. Pero tampoco ellos
fueron los descubridores, en realidad las piruletas se crearon en 1924 por IC
Bahr, el primer gerente de ventas de la compañía Akron Candy Company en
Bellevue, Ohio, que les puso de nombre "Dum Dums", frase que
cualquier niño podría recordar. Al principio el palo era de madera, pero luego
se cambió por uno de plástico, ¿a qué les suena?
Entusiasmado con el proyecto, el catalán decidió
destinar todo el capital y la producción de Granja Asturias a la fabricación
del nuevo producto pero sus socios, que como comentamos estaban en el negocio
de las manzanas, se opusieron. Otro error que empujó a Enric Bernat a emprender
el camino en solitario. El original nombre de “Gol” relacionaba la forma
redonda del dulce con un balón que entraba en una portería, que -se suponía- era
la boca del consumidor, pero Enric prefirió encargar a una empresa de
publicidad de Barcelona una nueva denominación y ésta le propuso tres (las
otras dos eran País y Rols) y todos sabemos cuál aceptó. En principio el nombre
era sólo Chups pero se hizo tan famosa la sintonía radiofónica publicitaria que
decía "¡Chupa un dulce caramelo, chupa, chupa, chupa Chups!", que se
quedó en Chupa Chups, nombre que desde entonces usamos para denominar a todos
los caramelos con palo, incluso los fabricados por otras empresas. Ofrecía
siete sabores a un precio muy caro para la época, una peseta cada caramelo,
pero fue todo un éxito, ya que fue percibido por los padres como un producto de
calidad. El propio Bernat diría años más tarde que comerse un Chupa Chups era
"como comer caramelos con un tenedor".
Fue en 1963 cuando Bernat oficializó el cambio de
nombre de la marca por Chupa Chups y… siguió innovando. Para la
distribución de su nuevo producto, Bernat impulsó un sistema de auto
distribución que consistía en implementar una red de ventas compuesta por
una flotilla de Seat 600 decorados con el dibujo y el logo de Chupa Chups por
toda la geografía española. También le benefició mucho la mejora económica del
país justo en aquellos años. Pero no se conformó y en 1969 decidió cambiar el
logotipo de la marca por un diseño exclusivo. Y se le ocurrió contratar para
ello (dicen que por una suma millonaria aunque apenas tardó una hora en
realizarlo) a Salvador Dalí, uno de los pintores más talentosos (y
estrafalarios) de la historia y, por suerte, contemporáneo suyo (le admiraba
tanto como artista que unos años más tarde adquirió y rehabilitó la Casa Batlló
de Barcelona). También cambió el diseño de la letra “chupa chups”, y para ello
dicen que copió a Coca Cola. Lo que llama la atención es lo novedosas que
resultan todas sus decisiones, preocupándose desde los inicios en realizar
estudios de mercado, buscar nombres atractivos, encontrar la mejor
presentación… A veces se minusvalora lo de “unir un caramelo a un palo” pero
detrás de eso hubo mucho más.
Expansión y caída
En 1969 la empresa abrió una fábrica en Bayona
(Francia). El producto empezó a venderse en Japón en 1977,
en Estados Unidos en 1980, en Alemania en 1982,
en Rusia en 1989 (cosmonautas rusos llevaron Chupa Chups en 1995 a la
estación espacial Mir, convirtiéndose así en el primer caramelo consumido
en el espacio), en China en 1994 y en México en 1996 (en
estos últimos países creando fábricas allí). Incluso en Estados Unidos su
impacto fue tal que el personaje (el actor Telly Savalas) de la popular serie
de detectives Kojak, no dejaba de consumirlos en cada episodio. Eso demostraba
que su consumo no se limitaba al público infantil, como también mostró el
entrador del F.C. Barcelona, Johan Cruyff, que se convirtió en uno de sus más
fieles consumidores tras dejar de fumar.
Enric Bernat dejó el control formal de Chupa Chups a
su hijo Javier en 1991. Para el cambio de siglo los cambios de hábitos de
consumo, la competencia de nuevos productos y un plan de expansión mundial
demasiado ambicioso, habían perjudicado mucho las cuentas de la empresa. Los
herederos de Enric vendieron la compañía en 2006 a la productora multinacional
de caramelos y chicle Perfetti Van Melle, compañía ítalo-holandesa que
convirtió a Chupa Chups en una de sus marcas, como las conocidas Mentos o
Happydent.
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