La polémica desigualdad


El que ahora nos preocupe tanto la desigualdad es lógico porque contrasta que tras una crisis tan dura como la de 2008, los más superricos aún lo sean más mientras el conjunto lleve más de diez años estancando o incluso peor. En mi opinión eso se debe a la respuesta de los bancos centrales contra la recesión que ha elevado enormemente el valor de la mayoría de activos y como dinero llama a dinero, quien tiene inversiones mejora mucho más que el que no las tiene. El que haya personas de mediana edad en un país rico como España más ricas que otras es algo normal tras las vicisitudes de la vida, el gran problema de la desigualdad es que desde tiempo inmemorial unos humanos han tenido mejores oportunidades que otros desde su nacimiento. Y eso no es justo porque nadie tiene la culpa de nacer en Somalia en lugar de en Suiza como no la tenía un niño por ser hijo de judío en lugar de serlo de cristiano en la Alemania de Hitler ni por nacer esclavo en lugar de patricio en tiempo de los antiguos romanos. Y digo esto porque incluso en desigualdad, en la que más cuenta, la que afecta a las oportunidades de progresar, los actuales tiempos son, aunque lejos de ser perfectos, los mejores de la Historia. Basta un dato: Hace un siglo, los países más ricos dedicaban un 1 % de su riqueza a los menores, pobres, enfermos y ancianos. Hoy gastan casi un 25%.

El siglo pasado se intentó acabar con este sistema basado en la propiedad privada determinando que era el estado, en lugar de las personas, el dueño de los principales bienes y el resultado fue un fracaso. No sólo porque las desigualdades sociales siguieron existiendo (en la URSS no recibía del estado lo mismo un general que un soldado) sino porque la productividad de esas economías era menor que la de otras similares con un sistema basado en la propiedad privada. De esto tenemos varios ejemplos históricos como las enormes diferencias entre la RDA y la RFA, Corea del Norte y del Sur y por supuesto la actual China, un país que en unos decenios ha pasado de no producir suficiente en sus campos agrícolas para dar de comer a toda la población, a ser el principal exportador mundial; de millones y millones de muertos por hambre y malnutrición a ser el que tiene más millonarios del mundo. Su gobierno sigue autodenominándose comunista pero en su día entendió que si la tierra era comunal se trabajaba menos que asignando parcelas propias a las familias. Ese simple gesto multiplicó la productividad y aplicando el mismo principio a toda la actividad económica, el país despegó. Está lejos de ser un ejemplo pero es quizás la mejor prueba de que no es lo mismo la lucha contra la pobreza que contra la desigualdad ya que la China de hace medio siglo era más igualitaria que la actual… y muchísimo más pobre. Lo podemos ver con un ejemplo más cercano:

Pongamos que el Leganés, un equipo de fútbol modesto que lucha por mantener la categoría y que tiene una plantilla con sueldos bastante similares ya que no tiene ninguna gran estrella, ficha de repente a Messi y a Cristiano para que jueguen juntos. Si la economía fuera finita, para poder pagarles el resto de jugadores deberían ganar menos pero no pasa eso: la llegada de ambos cracks aumenta la afluencia al campo, la venta de camisetas, el canon que pagan las televisiones y además empiezan a ganar títulos por lo que los ingresos aumentan, el equipo se pone de moda y toda la plantilla acaba ganando más dinero. Además, las obras para ampliar el estadio y los negocios colindantes generan más beneficio no sólo al club, también en los alrededores debido a la mayor afluencia de espectadores a los partidos. En unos años dentro de la plantilla se ha impuesto la desigualdad salarial pero como el conjunto vive mejor, todos, o al menos la mayoría, están mejor que cuando había igualdad y esa riqueza favorece también al entorno.

De hecho, en general casi todos los países que han evolucionado del comunismo al capitalismo, desde Vietnam a Rumanía, son más productivos hoy y su población vive mejor aunque sean más desiguales. Una igualdad en la que la mayoría sean pobres no es un buen sistema, como tampoco lo es una sociedad tan desigual que desde la niñez no todos tengan oportunidades para progresar. Si por ejemplo mañana hay un crash bursátil global del 20%, la desigualdad –tal y como por ejemplo la mide Oxfam en su famoso informe- automáticamente se habrá reducido ya que los más ricos lo serán menos pero eso no habrá mejorado la vida del conjunto (es más, empeorará). Es cierto que lo ideal sería que los menos favorecidos mejoren mucho más que los más favorecidos y debemos insistir en el ideal de ofrecer oportunidades igualitarias a toda la población mundial para que el lugar de nacimiento y el estatus económico familiar cada vez marque menos el destino de una persona pero aunque cambiara la tendencia y mejoraran más los salarios que la rentabilidad en activos bursátiles, inmobiliarios o en el mercado de arte, lo cierto es que partiendo de un capital previo, hasta el mínimo porcentaje aumenta el capital mucho más que lo que pueda subir un sueldo medio. De hecho, está estudiado que históricamente la riqueza crece más que el PIB y las previsiones apuntan a que esa tendencia continuará debido al alto rendimiento del capital.

En la actual Europa la educación universal, el sistema de sanidad público y otros avances sociales han reducido mucho las diferencias entre un niño de familia pobre y uno de familia rica respecto a las de hace un siglo y ojalá se reduzcan más. Y aunque no sea muy correcto medir la desigualdad sólo mirando el porcentaje de riqueza del país que posee el 1% más rico, es evidente (también es curioso ver el efecto de la crisis bursátil de 2008-2012 en las mayores fortunas) que hace un siglo la situación era mucho peor

Sin embargo, si miramos el mundo como un todo, la sociedad humana aún no ha conseguido ni siquiera acabar con la malnutrición infantil de millones, esa es la mayor tragedia. Miremos por ejemplo la enorme brecha de mortalidad neonatal que se puede observar aquí:

Eso sí que es desigualdad. Por eso el foco debe centrarse en continuar progresando y eliminar la pobreza para que mejore la educación y la sanidad y eso a su vez haga que las siguientes generaciones lo tengan mejor desde el nacimiento. Siguiendo con el ejemplo futbolero, lo importante es que el equipo –la humanidad- gane y todos sus miembros se vean beneficiados, aunque algunos sean más ricos que otros.

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