No anticipemos el inevitable final del ciclo

29 de septiembre, 2008: La Cámara de Representantes de Estados Unidos tumba un paquete de rescate de emergencia propuesto por 700.000 millones de dólares (el famoso Plan Paulson o TARP). Los legisladores debatieron durante cuatro horas antes de la votación. Algunos argumentaron que este proyecto de ley era la única forma de proteger la economía mientras que otros aseguraban que sería una pérdida de libertad económica. La votación acaba 228-205. La bolsa se hunde ya que la votación se sigue en directo. El Dow sufre una caída de 777,68 puntos, su mayor pérdida en puntos en un solo día (ya no lo es). Se sigue discutiendo varios días mientras los mercados siguen desplomándose y el 3 de octubre se vuelve a votar: finalmente el TARP es aprobado. El Congreso aprueba un rescate bancario de 700.000 millones de dólares, pero… las acciones siguen bajando porque lo ven como insuficiente. El mercado tenía razón y los políticos no, de hecho el 13 de octubre el secretario del Tesoro, Hank Paulson, se sienta con nueve importantes directores ejecutivos de bancos. Horas más tarde, el gobierno federal adquiere una gran participación de las acciones de Wall Street. El volumen del paquete de rescate total llega a los 2,25 billones de dólares.

Luego llegaron las medidas extremas de la FED y lo que iba a ser algo excepcional y norteamericano se convirtió en global y duradero. La bolsa lo empieza a notar a comienzos de marzo de 2009, fecha en la que se inicia un rally histórico que ha llegado hasta 2018. Otra de las consecuencias más extraordinarias de todo aquello fueron los tipos de interés extraordinariamente bajos. Y es que estamos tan acostumbrados a ver tipos negativos en el Euribor o en la deuda que emiten algunos estados que ya ni es noticia y ni siquiera recordamos cuánto nos llamaba la atención cuando esto empezó. Y es evidente que tenemos que asumir que ha de cambiar. Por ejemplo, si miramos los países que aún emiten deuda en negativo en el periodo de 2 años resulta que aún hay 15: Suiza, Japón, Suecia y 12 de la Eurozona. Si a ese tipo le restamos el IPC el resultante que nos da es lo que se llama “tipo de interés real” y ahí sí que hay algún país más en negativo. Por ejemplo, Reino Unido emite bonos a 2 años al +0,75% pero como tiene un IPC del +2,5% en realidad un británico que invierta en esos bonos pierde un 1,75% de poder adquisitivo luego el tipo de interés real es el -1,75% aunque emita la deuda en positivo. Pues bien, España es un país que emite su deuda a dos años en negativo y que además tiene un tipo de interés real de los más bajos del mundo: en torno al -2,4% a 2 años. (ya sé que el IPC mide un año y no dos pero la perspectiva para 2019 es similar y no importan demasiado los decimales para el argumento).

En resumen, por un lado ahorrar para un español es un muy mal negocio (y encima la bolsa española no está resultando ser una buena alternativa lo que seguramente ayude al aumento de la inversión inmobiliaria) y por otro, hay que insistir en la excepcionalidad de esta situación. Años castigando el ahorro y favoreciendo las inversiones de riesgo han reducido la tasa de ahorros de las familias y ha convertido a las grandes empresas en accionistas (aumentando la recompra de acciones propias en lugar de invertir en, por ejemplo, mejorar la productividad), esto nos hace más vulnerables a una recesión desde luego pero también a que baje la bolsa y a que suban los tipos de interés. De hecho, es inevitable preguntarse: si con tipos de interés reales negativos durante años y con crecimientos cercanos al 3% (a lo que sumar un petróleo barato y varios récord consecutivos de turistas) aún tenemos una tasa de paro que ronda el 15% y una deuda pública del 100% del PIB, ¿qué pasará a la mínima que alguno de estos factores empeore?

Si a eso sumamos datos recientes como el pírrico crecimiento de la Eurozona (+0,2%) del trimestre pasado o la cifra de ventas minoristas en España del mes pasado (desestacionalizadas, bajaron un 0,9%, 4ª vez en negativo en los últimos 5 meses y el peor dato desde agosto de 2013), las dudas sobre la evolución económica española en el futuro cercano aumentan. Y en economía a veces las profecías se autocumplen porque la inestabilidad política actual más ciertos medios anunciando el apocalipsis más el mal ambiente bursátil de octubre más el lío italiano más unos datos que confirman que la desaceleración –aunque de forma moderada- está llegando, puede retraer la inversión y el gasto y llevarnos del crecimiento a la recesión. Yo no soy tan negativo en el corto plazo y además creo que un parón económico en nuestra área económica eliminaría el riesgo de mayores tipos de interés que es uno de los motivos por los que existe este cierto pesimismo hacia el futuro pero es evidente que 2018 está resultando un año de más a menos.

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