Dice el Nóbel de economía Michel Spence “Las empresas privadas chinas que invierten en el exterior deben indicar creíblemente que su interés es exclusivamente comercial y que no pretenden implementar otras agendas, como la seguridad nacional. Un compromiso del estado chino de aislar a las multinacionales privadas del país de esas agendas ya sería un gran avance”. Y es que ahí radica una de las claves del conflicto comercial iniciado por Trump contra China: la geopolítica. La otra es la exigencia china para las empresas extranjeras que se instalan en su país de tener socios domésticos ya que se ha demostrado que éstos roban la tecnología en cuanto tienen acceso a ella. Y por supuesto, una vez robada la tecnología, también buscan eliminar la competencia extranjera y que el consumidor nacional acuda al producto chino (por ejemplo, Xaomí está arrasando en China mientras Apple va a menos). En resumen, el gran problema es que el estado chino está detrás de todas las grandes empresas chinas y por tanto el objetivo de éstas no es únicamente ganar dinero como es el caso de, por no cambiar de ejemplo, Apple: también buscan herramientas para el control político de sectores estratégicos… y los beneficios son un aliciente pero no necesariamente para el corto plazo.
Si China acaba produciendo móviles tan buenos como los occidentales y a mejor precio, es cuestión de tiempo que pase lo mismo con los automóviles, los aviones etc. Años de trabajo y coste en I+D de las compañías punteras occidentales se irán al traste para beneficio económico de unas empresas que, al estar participadas por el propio estado chino, también obtienen réditos geopolíticos, además de otro tipo de sospechas (como que Huawei utiliza su tecnología para dar acceso a datos a la inteligencia de su país). Como si no fuera bastante ya la campaña del gobierno chino para adquirir por todo el mundo nudos de comunicaciones y reservas de materias primas. Mientras aquí no se para de hablar del “frenazo” chino y de los múltiples supuestos problemas que tienen, ellos están consiguiendo sus objetivos con una planificación de medio/largo plazo que otros gobiernos occidentales, quizás por la limitación democrática de sus mandatos, no tienen. Es encomiable que Trump haya querido intentar frenar este proceso pero a mi juicio se ha equivocado con las formas.
Primero no debería haber luchado solo, su ultranacionalismo se le ha vuelto en contra porque todo esto que he contado no es un secreto para nadie y le hubiera sido fácil conseguir aliados en otras áreas económicas en lugar de ponerse a intentar conseguir ventajas de todas abriendo frentes de guerra comercial y arancelaria con todos por separado. Japón y la UE, y hasta es posible que Rusia, podían haberse aliado a los EUA para frenar al que todos sabemos será en pocos años la gran potencia mundial. A todos nos interesa más un equilibrio que una preponderancia y comercialmente es mejor rival los EUA que China por lo que ese cambio no interesa económicamente a casi nadie. Japón ya ha pactado con China bilateralmente, y con toda la UE en su conjunto, que a su vez también ha firmado un tratado comercial con Canadá… sin embargo Trump fue tan en solitario que dejó el Acuerdo Transpacífico cuando precisamente los EUA eran los únicos que podían frenar en esa zona la preponderancia china. El otro gran error de Trump es usar como arma los aranceles. Elevar aranceles es como el fascismo o el comunismo, ya se ha visto tantas veces en la Historia que son un fracaso que es absurdo seguir insistiendo en lo mismo. Encarecer las importaciones es encarecer la cesta de la compra de tus propios ciudadanos y una batalla perdida en un mundo global. Nadie gana en una guerra arancelaria y creo que todos sabemos que Trump lo sabe también y va de farol. Es evidente que iba a llegar a algún acuerdo y que lo iba a vender como una victoria pero mucho me temo que no se frenará el avance chino, que en términos de PIB parece ya claro y bastante cercano:
Pero una cosa es que por población y tamaño el volumen del PIB crezca (seguirá lejos del PIB per cápita de los países más desarrollados), y otra es que la base de ese crecimiento sea robar tecnología a Occidente y recursos al Tercer Mundo desde una dictadura que juega al capitalismo con las cartas marcadas que supone el controlar a todas sus grandes empresas desde dentro. Eso no lo van a cambiar mayores aranceles y Trump debería saberlo. Que el resto de potencias económicas mundiales no estén unidos ante una amenaza tan evidente demuestra el cortoplacismo de nuestros dirigentes que aún no han entendido que el comercio puede ser un arma tan poderosa como los ejércitos. No obstante, no debemos olvidar que vamos hacia un mundo cada vez menos occidental: las previsiones de la ONU dicen que en 2100 apenas el 8% de la población mundial vivirá en occidente.