Según este ranking
La Transición
No creo que sea posible entender lo que pasa en el presente sin conocer el pasado; lo que somos los humanos y cómo nos hemos organizado para vivir tanto social como económicamente está determinado por nuestra Historia y conocerla nos puede ayudar mucho en la comprensión y en la ejecución de políticas adecuadas tanto para nuestro comportamiento individual como colectivo. Ahora que estamos ante un panorama inédito en España con un gobierno de coalición y un incremento –en votos y en importancia parlamentaria- de fuerzas radicales (tanto a derecha e izquierda como rupturistas de la unidad del país) hay quien habla de una segunda Transición (si bien no sabemos si a algo mejor o peor, claro) y creo que conviene recordar algunos puntos –y aún así, será difícil ser breve- de la última gran Transición, la que creó el actual sistema y que por desgracia es tan desconocida por la juventud, entre otras cosas por cómo algunos líderes políticos la están manipulando y tergiversando.
Lo primero que hay que dejar claro es que Franco se murió en la cama tras décadas en el poder porque su régimen, aún en 1975, tenía mucho poder y la oposición política era muy débil. Ya sé que según algunas películas y series y según cómo parece que hablan algunos, los españoles de aquella época tenían mucha sed de democracia y eran todos antifranquistas. Falso, la inmensa mayoría era apolítica entre otras cosas porque la cultura política era mínima y por lo tanto, en su gran mayoría, aceptaban las cosas como estaban. Por eso Franco murió en la cama y nunca hubo ningún intento serio de derrocarle, ni siquiera después del atentado en el que murió Carrero Blanco, entonces presidente del gobierno y ya con Franco muy envejecido (moriría 2 años después).
Antes de morir Franco creía que lo dejaba todo “atado y bien atado” (entonces se hizo famosa esa frase): un sucesor “educado” por él –el rey Juan Carlos- tras eliminar a su padre Juan de la línea sucesoria, un jefe de gobierno –Arias Navarro, además albacea testamentario- designado hasta enero de 1979 y unas Cortes afectas a su régimen. Yo soy bastante crítico con muchas decisiones que tomó posteriormente pero es una verdad histórica que Juan Carlos I fue el que decidió (por convicción o no, eso es posible que nunca lo sepamos con total seguridad) optar por la democracia y para hacerlo, tuvo que “desatar” lo que Franco había preparado para evitar ese cambio de rumbo. Convenció a Arias Navarro para que dimitiera (ya que no podía cesarle, por lo que fue clave que el entonces presidente del gobierno renunciara voluntariamente a su poder), algo que consiguió el 1 de julio de 1976 (apenas 8 meses sobrevivió su carrera política al dictador), que ese noviembre 435 de los 531procuradores de las Cortes franquistas aprobaran la Ley de Reforma Política que les dejaría sin trabajo (algo que estoy seguro no fue nada fácil) porque suponía su disolución y, además, consiguió elegir a Suárez como líder de dicha reforma.
Hay quien puede pensar que aquello fue tan sencillo como señalarlo con el dedo pero de nuevo necesitó la ayuda de franquistas acérrimos para hacerlo. El Consejo del Reino, con 15 miembros que habían sido elegidos por Franco, debía presentarle al rey tres candidatos y él sólo podía elegir para sustituir a Arias Navarro a uno de esos tres. El Rey confió en Torcuato Fernández Miranda, que presidía dicho Consejo, y le comunicó que quería que en la terna final estuviera Adolfo Suárez y aquel personaje, hoy olvidado por tantos, como conocía muy bien a los otros 14, fue lo suficientemente hábil como para presentar 19 nombres haciendo ver que al Rey le gustaría que no fueran eliminados Fraga y Areilza (aunque cueste creerlo ahora, ambos eran odiados por los más retrógrados porque consideraban a ambos demasiado reformistas) que justo fueron los primeros en caer. Y con los que quedaron tras la primera votación decidió hacer tres grupos: candidatos católicos, tecnócratas y falangistas argumentando que le gustaría presentar al rey uno de cada “corriente”. De este modo dividió los votos de los 14 que, tras varias votaciones presentaron 3 nombres: Silva como católico, López Bravo como tecnócrata y Suárez como falangista (sí, uno de los “padres” de nuestra democracia era falangista de carnet, y si no lo hubiera sido jamás hubiera podido hacer lo que hizo).
Cuando se supo que un jovencísimo y desconocido para el gran público (aunque había sido ministro de Arias Navarro) “falangista” era el nuevo presidente designado para encabezar la Reforma Política la decepción entre el progresismo fue enorme. Famoso fue el artículo que le dedicó el medio que entonces más seguían los seguidores de esa corriente: El País. Su título: ¡Qué error, qué inmenso error!. Días antes en el periódico habían dado cinco nombres como posibles candidatos y ninguno era Suárez y definía al nuevo gobierno como “gobierno franquista en el postfranquismo”. Y sin embargo, a pesar de la oposición a derecha e izquierda, de los atentados de grupos terroristas de izquierda y derecha, del peligro de una sonada militar, de una crisis económica brutal… consigue en diciembre que los votantes aprueben en referéndum la Ley de reforma Política (¡con un 94,17% de Síes y una participación del 77,8%!), en junio de 1977 celebrar las primeras elecciones libres en más de 40 años (salvando antes el tremendo escollo de legalizar al PCE en la Semana Santa de aquel año sin sufrir un golpe de estado militar) y el 6 de diciembre de 1978 que los españoles pudieran votar una Constitución (ya ratificada en el Congreso tras ser elaborada por siete ponentes entre los que, por cierto, había dos catalanes) que nos situaba –a falta de otras leyes menores que costarían más tiempo-, en apenas tres años, de ser una dictadura militar a un país democrático más y reconocido por la comunidad internacional como tal.
¿Qué se pudo hacer mejor la Transición? Sin duda pero tiene mucho mérito que en un contexto tan negativo (político, económico, de seguridad pública etc.) el proceso se hiciera desde arriba, y que fuera tan ampliamente refrendado por los ciudadanos. Los que dicen que la Transición fue dirigida por franquistas tienen toda la razón pero lo que no entiendo es que eso sea una crítica, precisamente por ello es por lo que tiene aún más mérito. Es muy difícil imaginar que en un país donde nadie no franquista tenía la menor experiencia de gobierno, alguien pudiera asaltar las instituciones y cambiarlas desde fuera sin derramamiento de sangre, máxime cuando el ejército –que tenía mucho más poder que ahora- era fiel al jefe del estado. Y eso es algo que la fuerza que más oposición hizo al franquismo, el Partido Comunista de España liderado por Santiago Carrillo, entendió muy bien entonces por más que ahora muchos -que no sufrieron la represión franquista- cuestionen ese gran pacto entre discrepantes que fue nuestra Transición.
Sé que este ha resultado un artículo más sobre Historia que sobre Economía pero es que no he podido resumir más y no me queda espacio para la economía, así que lo dejaremos para el próximo miércoles.
Beneficios empresariales
Un tema del que se habla con mucha ligereza es sobre los beneficios empresariales, ¡cuántas veces habré leído que son sus “exagerados beneficios” los culpables de todos los problemas!
Ya hemos comentado muchas veces que no es nada fácil ganar dinero con una empresa, que la mitad de las empresas creadas desaparecen a los 4 años y en torno al 25% ni siquiera dura 12 meses, que de hecho en España según datos de 2017 hay 536.823 que declararon unas cuentas positivas y 542.556 que registraron pérdidas (de las que 163.234 eran empresas productivas). También hemos visto más de una vez que nuestras empresas pagan un impuesto de sociedades en línea con el del resto de países de nuestro entorno, que las que son multinacionales pagan en cada país donde obtienen beneficios y es incorrecto (y tendencioso) comparar su beneficio global con lo que únicamente pagan en España y que todos los ministerios de Hacienda quieren recaudar más, sean de la ideología que sean. Y esto hace que incluso recurran a medidas tan poco éticas como amnistías fiscales (aplicadas por gobiernos de izquierdas y de derechas) para hacer aflorar dinero negro y que ni el país más poderoso de la Tierra consigue que tributen todo lo que desean. Y si no recuerdo mal, hemos comentado alguna vez que hay muchas subvenciones, descuentos y regulaciones (culpa de los políticos que las legislan) que suelen ser aprovechadas –de forma legal- por las compañías más grandes aprovechándose de la falta - cada vez más necesaria- de una eficaz coordinación internacional que ni está ni se la espera ya que ni siquiera existe dentro de los territorios de un mismo país.
Ya hemos comentado muchas veces que no es nada fácil ganar dinero con una empresa, que la mitad de las empresas creadas desaparecen a los 4 años y en torno al 25% ni siquiera dura 12 meses, que de hecho en España según datos de 2017 hay 536.823 que declararon unas cuentas positivas y 542.556 que registraron pérdidas (de las que 163.234 eran empresas productivas). También hemos visto más de una vez que nuestras empresas pagan un impuesto de sociedades en línea con el del resto de países de nuestro entorno, que las que son multinacionales pagan en cada país donde obtienen beneficios y es incorrecto (y tendencioso) comparar su beneficio global con lo que únicamente pagan en España y que todos los ministerios de Hacienda quieren recaudar más, sean de la ideología que sean. Y esto hace que incluso recurran a medidas tan poco éticas como amnistías fiscales (aplicadas por gobiernos de izquierdas y de derechas) para hacer aflorar dinero negro y que ni el país más poderoso de la Tierra consigue que tributen todo lo que desean. Y si no recuerdo mal, hemos comentado alguna vez que hay muchas subvenciones, descuentos y regulaciones (culpa de los políticos que las legislan) que suelen ser aprovechadas –de forma legal- por las compañías más grandes aprovechándose de la falta - cada vez más necesaria- de una eficaz coordinación internacional que ni está ni se la espera ya que ni siquiera existe dentro de los territorios de un mismo país.
Pero creo que de lo que no hemos hablado es de algo muy obvio para algunos pero que quizás otros muchos no sepan: que gran parte de los beneficios empresariales no van a parar a los dueños de las empresas ya que se reinvierten dentro del negocio. Esto hace que los “exagerados” beneficios no sean tantos. No es posible conocer los datos de todas las empresas españolas pero sí de las cotizadas. El payout (porcentaje de los beneficios que va a retribuir al accionista, es decir, beneficio que cobran los dueños) medio del Ibex35 en 2017 fue del 61,2% (si alguna supera el 100% es por algún ajuste extraordinario), y aquí podemos ver el detalle de 2018
Y estamos hablando de las mejores empresas del país. Durante años Apple nunca repartió dividendos, reinvirtiendo todo su beneficio en el crecimiento de la empresa (es el origen de su gran cantidad de fondos), algo que también practica Amazon. Hay otro tipo de empresas que se denominan zombies (al menos 20 de ellas cotizan en bolsa y todo) que son aquellas que aun teniendo beneficios, éstos son menores –de forma continuada- que los intereses que pagan por su deuda, y es que no se puede tener en cuenta sólo lo que se gana sin tener en cuenta lo que se debe, otro error muy común cuando se critica a lo loco.
En cualquier caso, voy a poner un ejemplo de una compañía con todo su negocio en España para que no pueda confundirnos lo que genere fuera y sea todo más trasparente: Unicaja Banco. Sus resultados antes de impuestos –cifras de la CNMV- de 2018 son muy claros: ganó 205,876 millones y por ellos pagó de impuestos 53, 335 millones (25,9%) luego ganó en neto 152, 541 millones. Pues bien, entre sus dueños (sus accionistas) tan sólo repartió un 40% por lo que lo que recibieron los que han invertido su dinero en esa empresa fueron 61 millones de €. ¿Esto es mucho o poco? Es un concepto subjetivo, lo que sí está claro es que es un porcentaje mucho menor de lo que bajó el precio de la acción ya que justo en 2018 la acción redujo su precio en un 12% por lo que todo accionista que mantuviera su propiedad perdió dinero a pesar de cobrar ese dividendo (por el que por supuesto, también pagó impuestos como saben los millones de españoles que tienen acciones). Y lo mismo en 2019 puesto que la acción cayó otro 15% (y eso porque rebotó con mucha fuerza tras los mínimos de agosto) por lo que tampoco los dueños de Unicaja ganaron dinero el pasado año. De hecho, ganaron más aquellos empleados que tuvieron paga de beneficios que los dueños.
Por supuesto, hay otras muchas compañías que hacen ganar mucho dinero a sus accionistas tanto por los dividendos como por el movimiento de la cotización, lo que está claro es que ser dueño (o uno de los numerosos dueños) de una empresa, sea grande o pequeña, es un riesgo financiero que sólo se asume si se espera un beneficio que nunca está asegurado (y que a veces implica tener que poner más dinero, por ejemplo en ampliaciones de capital) por lo que mientras cumplan las leyes y paguen sus impuestos, no hay diferencia entre una empresa que pierda dinero, otra que apenas cubra gastos y otra que gane 10 mil millones de €, sea de una sola persona o de millones. En mi opinión casi ninguna gana “demasiado”, porque estamos en una economía sin apenas monopolios, con una competencia brutal y por lo tanto si una empresa gana por vender mucho (por ejemplo Mercadona), es porque ha ganado la democracia del consumidor (y por eso mismo, otras del sector como Día o Eroski tienen tantos problemas) que elige sus productos y si gana por tener un margen muy amplio entre el coste y el precio de venta al público (por ejemplo Apple), otras compañías acabarán presentando ofertas similares a mejor precio y reducirán su cuota de mercado… si el consumidor, repito, quiere. Otro tema son empresas que pierden dinero año tras año pero sobreviven gracias a las subvenciones. Esas, que deberían ser mucho más criticables porque nos quitan dinero a todos, parece que para algunos tienen bula.
Pero volviendo al objetivo didáctico de este artículo es importante resaltar que los beneficios (cuando los hay) de las empresas sólo en parte van a parar al bolsillo de sus dueños (aquellos que han arriesgado su capital) mientras que las pérdidas sí recaen en ellos. Y que gran parte de los beneficios (cuando los hay) se queda dentro de las propias empresas, entre otras cosas para poder crear nuevos empleos y reducir deudas como lleva pasando en España, de media, durante los últimos años. Por tanto, los beneficios empresariales (cuando los hay) no son sólo una necesidad para premiar a los inversores por el riesgo financiero que han asumido, también son necesarios para la propia viabilidad de las empresas puesto que la mayoría necesita que gran parte de esos beneficios se reinviertan y no se repartan.
Los hogares españoles destinan el 13% de sus gastos a comer fuera
En 2018, los hogares de la Unión Europea gastaron más de 600 000 millones de euros (equivalentes al 3,8% del PIB de la UE) en 'servicios de restauración', es decir, restaurantes, cafeterías, comedores y similares .
El gasto de los hogares en servicios de restauración representa el 7.0% de su gasto de consumo total .
La parte del gasto de los hogares dedicada a servicios de restauración fue mayor en Irlanda (14,4%), único por delante de España
A vueltas con el alza del S.M.I.
Estas semanas ha habido mucha polémica por la subida del SMI, tema del que ya hemos hablado en otras ocasiones. Creo que el momento del ciclo lleva a que los sueldos suban y la mejor manera que tiene un gobierno de impulsarlo es con el SMI ya que subir más el sueldo a los funcionarios no tendría sentido con nuestro alto nivel de deuda y el excesivo número de empleados públicos que soporta una economía con tan baja productividad como la nuestra. El problema de la subida del SMI es su brusquedad porque parece no tener en cuenta que los asalariados que más cobran ese sueldo suelen ser empleados de pymes y micropymes ya que en España son las empresas más numerosas. Por otra parte, al ser un salario mínimo igualitario para toda España, perjudica más a los negocios situados en las zonas más pobres del país que son las que tienen menor margen, convirtiendo una medida social en impulsora de la desigualdad y contraria a la política de intentar repoblar la España vaciada.
El coste mínimo por trabajador ha pasado de 1139.73 en 2018 a 1471.31 en 2020, es decir, un 29.09% más, o lo que es lo mismo 4642.12 euros más al año. Teniendo en cuenta que el trabajador sólo es productivo durante 11 meses al año, es muy complicado para un pequeño negocio asumir ese coste ya que los márgenes son muy estrechos. Es decir, que aparte del tema ya comentado en otras ocasiones de que propiciará los salarios en negro (algo que ya ha pasado por ejemplo con las empleadas de hogar) o que desincentivará la contratación de jóvenes inexpertos (no es fácil arriesgarse a contratar a alguien sin experiencia que pueda rentabilizar ese sueldo), tiene un componente social dañino en tanto perjudica aún más al pequeño negocio mientras se favorece el grande. Un monstruo como Tesla puede pasarse 9 años sin dar beneficios, la mercería de la esquina desde luego que no.
Por desgracia, igual que los hay que establecen paralelismos muy arriesgados como achacar los malos datos de paro de enero a esta subida, también hay políticos -y muchos opinadores- que no conocen lo duro que es ser autónomo y montar un pequeño negocio, contratar a empleados… y no perder dinero en el intento. Una subida de casi el 30% de los costes laborales en dos años es muy difícil que pueda ser compensada por los márgenes, algo que las grandes empresas sí que pueden costear. Decir que un empresario que no pueda asumir esa subida de los costes laborales debería cerrar es algo propio de la ignorancia, la incoherencia y de padecer delirios elitistas. Lo curioso es que algunos de los que van diciendo a autónomos y pequeños empresarios cómo deben gestionar sus negocios y que deben cerrar si no pueden reducir sus márgenes, luego defienden a empresas no viables que sólo sobreviven gracias a las subvenciones como productoras de cine o recomiendan que el estado inyecte dinero –millones de nuestros impuestos- en empresas quebradas para “proteger a los empleados” como hizo el actual ministro de Industria con Abengoa.
Muchos negocios pasan malas rachas, se pasan tiempo sin beneficios pero aguantan esperando tiempos mejores. A quien no conozca esa realidad, puede ver en TV episodios de “Pesadilla en la cocina” (la versión de cualquier país) donde se puede apreciar cómo hay dueños que no cobran o tienen cada vez más deudas pero siguen pagando a sus empleados. Si cada vez que una empresa no tiene beneficios debiera cerrar, la tasa de paro española sería fácilmente del doble. La cuestión es que nadie sabe a ciencia cierta si una subida tan fuerte del SMI es positiva o no para la economía española (sobre el futuro sólo podemos opinar) pero yo creo que no, que redujo el ritmo de crecimiento de cotizantes a la Seguridad Social el año pasado y que será peor en 2020 dado el menor crecimiento del PIB y la mayor cuantía de costes laborales. Además, el efecto social que pueda provocar en los 2 millones de personas que tendrán más salario puede verse empañado si hay menos cotizantes y si se perjudica a los negocios más pequeños empeorando aún más su competitividad respecto a los grandes.
En resumen: No estoy en contra del ascenso pero debería haber sido mucho más gradual y, de paso, el estado debería plantearse si reducir, al menos en este tipo de salarios bajos, la enorme diferencia entre el bruto y el neto que recibe el empleado y no dejar toda la carga de ella al empleador.
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