Rolex: el empeño de un visionario

 (esta historia no está incluida en mi último libro La prehistoria, y algo de la historia, de 66 empresas: Nacionales y extranjeras, todas famosas, que te animo a adquirir)

Hans Wilsdorf nació en la localidad bávara de Kulmbach, Alemania, en 1881, en una familia de religión protestante. Pronto cambiarían sus circunstancias tanto para él como para sus dos hermanos (él era el de en medio). Hans lo explicó con sus propias palabras: “A la temprana muerte de mi madre le siguió la de mi padre. Y a los 12 años me quedé huérfano”. Sus tíos, reconociendo la importancia de la educación, decidieron liquidar el negocio familiar para financiar el internado de los niños. Hans Wilsdorf reflexionó más tarde sobre esta decisión y señaló: “Mirando hacia atrás, creo que a esto se debe gran parte de mi éxito”. Todo esto lo sabemos porque en 1946 publicó una autobiografía de cuatro volúmenes titulada: “Rolex Jubilee Vade Mecum”, donde también dejó claro que sus tíos, más allá de pagar una buena educación a los tres hermanos, nunca ejercieron como padres con ellos. Como estudiante destacó su talento tanto para las matemáticas como para los idiomas pero no tardó en incorporarse al mundo laboral.

Con 19 años entró en la industria relojera trabajando, desde Suiza, como corresponsal con Inglaterra para Cuno Korten, una empresa suiza que exportaba relojes de bolsillo. Era una época en la que los relojes de pulsera para hombres eran prácticamente inexistentes. Él, que estaba convencido que eran el futuro, lo explicó en su libro: “Antes de la Primera Guerra Mundial los relojes de pulsera para hombres no existían … Se pensaba que la idea de llevar un reloj en la muñeca era contraria a la concepción de la masculinidad”. No duró mucho en ese primer destino pero “Mi trabajo allí me brindó una excelente oportunidad para estudiar de cerca la industria relojera y examinar todos los tipos de relojes que se producían tanto en Suiza como en el extranjero” y con tan sólo 24 años decide arriesgarse y funda, en Londres, su propia empresa con un capital modesto y un socio llamado Alfred James Davis, esposo de su hermana. Su nombre: Wilsdorf & Davis. En un principio, la firma importaba relojes suizos y los vendía a minoristas, básicamente lo mismo que había hecho en Cuno Korten.

Pero Hans estaba convencido de que el futuro estaba en el reloj de pulsera masculino, y a los tres años decide cambiar el nombre comercial de la empresa para crear una marca propia que los fabrique. Hay muchas teorías de por qué eligió Rolex pero lo cierto es que el propio Hans Wilsdorf lo achacó a un “genio bueno que se lo susurró al oído” tras pasar mucho tiempo dando vueltas a muchas opciones para conseguir lo que pretendía: un nombre corto, fácil de pronunciar y memorizar en cualquier idioma, y estéticamente agradable en la esfera de un reloj. Lo inscribe el 2 de julio de 1908. Una vez que se creó Rolex, Wilsdorf se embarcó en una intensa campaña publicitaria, invirtiendo mucho en la promoción de la marca entre el público. Esto diferenció a Rolex de sus competidores, que tradicionalmente dependían de los minoristas para comercializar sus productos.

Pronto se dio cuenta de que sería beneficioso que fuera resistente al agua, ya que esto mejoraría la durabilidad y la facilidad de uso, pero también evitaría que algo penetrara en la caja y afectara el rendimiento de la función principal del reloj. Y que fuera automático garantizaría que la caja sellada no necesitara ser desprecintada con regularidad, lo que preservaría aún más el rendimiento y la confiabilidad. Parece simple, pero en ese momento fue revolucionario basar el producto en tres pilares: precisión, impermeabilidad y mecanismos automáticos. No fue fácil llevarlo a cabo, y tardó años en conseguir sus objetivos. Ya en julio de 1914, un reloj de pulsera Rolex recibió el certificado de precisión de clase A “Kew” del Laboratorio Nacional de Física, y él supo explotar ese hecho para publicitar la marca como sinónimo de precisión. La hermeticidad no la obtuvo hasta que adquirió, poco después de hacerse pública, la patente de la caja Oyster de 1926, asegurando así que Rolex sería el único beneficiario de esta tecnología revolucionaria durante algún tiempo. El último pilar, el mecanismo automático “perpetuo”, se materializó en 1931. Esta innovación, con la que Wilsdorf había soñado durante mucho tiempo, puso fin a la necesidad de dar cuerda manualmente.

En 1915 el gobierno británico aumentó en un 33 % las tasas aduaneras debido a la guerra, hechos que influyeron en el traslado definitivo de Rolex a Suiza, finalizado en 1919. Alí coincide con su principal socio. Desde 1905 Wilsdorf trabajaba con la fábrica de relojes suiza Aegler (fundada en 1878) y sin sus creaciones es imposible entender la evolución de Rolex. Aegler suministraba su tecnología a varias marcas pero siempre tuvo una relación especial con Rolex, llegando a intercambiar acciones de ambas compañías tras el fin de la I Guerra Mundial si bien no fue hasta 2004 que Rolex se quedó con el 100% de Aegler, no sin antes haber disfrutado de sus innovaciones tecnológicas durante décadas.

Durante su gestión al frente de Rolex, Wilsdorf demostró un talento extraordinario para el márquetin y la promoción. Siempre intentó asociar la marca con las personas más destacadas del mundo y sus logros revolucionarios. Uno de los ejemplos más notables de esto fue su trabajo con Mercedes Gleitze, la primera mujer en cruzar a nado el Canal de la Mancha. En 1927, Gleitze intentó cruzar el canal a nado con un reloj Rolex Oyster colgado del cuello. Aunque no logró completar la travesía, el reloj sobrevivió en perfectas condiciones después de más de 10 horas de exposición al agua. La perspicacia de Wilsdorf en el márquetin también se extendió a las celebridades que promocionaban su marca, como Sir Winston Churchill y Dwight D. Eisenhower, que lucían con orgullo relojes Rolex. La publicidad de la marca declaraba con audacia: “Los hombres que guían los destinos del mundo llevan relojes Rolex”, lo que reforzaba su estatus como símbolo de excelencia y prestigio. Otro ejemplo de su olfato para la publicidad: al inicio de la Segunda Guerra Mundial, los pilotos de la Royal Air Force llevaban relojes Rolex. No obstante, cuando algunos fueron capturados se los confiscaron. Cuando Wilsdorf se enteró, se ofreció a reemplazar todos los relojes sin pago, siempre y cuando los oficiales escribieran a Rolex explicando las circunstancias de su pérdida y especificando el lugar en el que se encontraban retenidos.

Hans Wilsdorf falleció en Ginebra, Suiza, el 6 de julio de 1960. La Hans Wilsdorf Foundation, fundada en 1945, es todavía propietaria de Rolex, que nunca cotizó en bolsa.


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