(esta historia no está incluida en mi último libro La prehistoria, y algo de la historia, de 66 empresas: Nacionales y extranjeras, todas famosas, que te animo a adquirir)
El papel de lija lleva dos componentes: una base de
papel y un abrasivo. Éste suele ser carburo de silicio, óxido de aluminio
o corindón de circonio, materiales que se muelen hasta lograr la granulometría
correcta que luego se pega al papel. En la pequeña ciudad de Two Harbors, en
Minnesota, EE. UU., había unas minas con estos componentes y cinco hombres de
negocios pretendieron explotar esa reserva local para fabricar papel de lija.
Para ello, fundaron la empresa Minnesota Mining & Manufacturing Company en
1902, que pronto renombraron como MMM o 3M. La compañía tuvo éxito y en 1910
trasladaron la sede a St. Paul, ciudad del mismo estado, ganando contratos
fabricando materiales que se usaban en la producción de coches. Pero nada hacía
presagiar que se convertiría en una multinacional que en la actualidad produce
55.000 productos diferentes, fruto de sus 105.000 patentes propias, con decenas
de miles de empleados en 70 países.
El éxito de 3M se debe precisamente a sus científicos,
a su constante reinversión en I+D que le lleva a ir descubriendo nuevos
productos con nuevas aplicaciones, lo que hace crecer su mercado. En la década
de 1930, en plena Gran Depresión, inventa la cinta adhesiva Scotch que permitía
pegar de forma simple y rápida. Pero no se detuvieron ahí y siguieron creando y
desarrollando elementos, y encontrando para ellos múltiples aplicaciones en el
campo quirúrgico, farmacéutico, e incluso el aeronáutico. Durante décadas era
difícil ubicar a esta empresa en un sector concreto. Aunque hay que reconocer
que a veces la suerte se alió con 3M, por ejemplo en 1944 un asistente de
laboratorio derramó un látex sintético experimental en sus deportivas que no
pudo lavar por más que lo intentó. Lo dio por imposible y las siguió usando.
Pasadas unas semanas comprobó que mientras el resto de la zapatilla se
ensuciaba, allí donde había caído el látex seguía limpio. Patsy O'Connell
Sherman, uno de los investigadores de la compañía, se dio cuenta de que era un
repelente para las manchas y protector de telas ideal, y así nació el
Scotchgard. Triunfos como éste llevan a la compañía a la internacionalización
hacia la mitad del siglo pasado, y a continuar la diversificación: en pocos
años sus elaboraciones se venden en sectores tan diversos como el farmacéutico,
la ofimática, las telecomunicaciones, la electrónica... La cinta magnética para
grabación de sonido (y posteriormente la cinta de vídeo), el fax térmico,
las esponjas Scotch-Brite… son fabricados por 3M.
Sin embargo, su mayor éxito, o al menos el más
popular, fue el Post-it. El inventor fue el químico Spencer Silver,
científico del Laboratorio de Investigación Corporativa de 3M. Buscaba un
pegamento que pudiera ser usado en la construcción de aviones y lo que
consiguió fue algo demasiado débil a lo que no vio utilidad. Esto ocurrió en
1968. Seis años después otro científico de la compañía, Art Fry, que
participaba en el coro de una iglesia, usó el invento para untarlo en un papel
y usarlo como marcapáginas para no perderse en el libro de himnos. Como Fry tomó
un pedazo de papel de la oficina que tenía color amarillo, éste terminó por
volverse el color oficial. Estos papelitos tenían la capacidad de mantenerse
adheridos por mucho tiempo y podían ser reutilizados sin perder su efectividad.
Pero hasta 1977 no se le ocurre producirlos en cantidad suficiente como para
distribuirlos a todas las oficinas corporativas de 3M. En 1978 los
representantes de ventas de 3M inician una campaña comercial dando muestras
gratis en una ciudad específica: Boise. Lo curioso es que siguieron pensando en
él como marcapáginas, no imaginaron que se usaría, sobre todo, para escribir
notas. Y los resultados fueron que el 90% de los consumidores pidieron más, así
que se decide su comercialización con el nombre de Post-it. En 1979 se realiza
el lanzamiento para 11 estados del oeste de Estados Unidos y finalmente se
logra en 1980 el despliegue en todo el país. Pronto el éxito es global y al
haber sido siempre fabricados de materiales reciclados, el margen para la
empresa es enorme. Hoy se pueden encontrar en 8 tamaños, 25 formas y 62 colores
diferentes, y los encontramos en todas las oficinas y hogares y en todo tipo de
superficies como neveras u ordenadores. También fabricados por otras marcas,
claro. Las buenas ideas siempre se copian.
3M también tiene historia en nuestro país. En 1957,
recién abierta la autárquica economía franquista al exterior, se constituye la
Sociedad Minnesota de España S.A. con una fábrica con 16 empleados en el
municipio de Rivas-Vaciamadrid, seis años después abre delegación en Barcelona
y pone de moda en España el estropajo Scotch-brite, pasándose a llamar desde
1973 3M España S.A. Con la llegada de la democracia, la masilla selladora de 3M
es usada para cerrar las urnas.
3M cotiza en la bolsa de valores desde 1962 y aunque
marcó máximos históricos nominales hace ya siete años, lleva una gran tendencia
alcista el último año y medio. Además, está en la cartera de muchos inversores
de largo plazo, no sólo por su pertenencia al Dow Jones (y al S&P500),
también por su brillante historial de reparto de jugosos dividendos. Y todo
empezó por una mina abandonada y el papel de lija…
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