(esta historia no está incluida en mi último libro La prehistoria, y algo de la historia, de 66 empresas: Nacionales y extranjeras, todas famosas, que te animo a adquirir)
Aunque su nombre -Ole Kirk Christiansen- no sea muy conocido es, con permiso de San José, uno de los carpinteros que más huella han dejado en la Historia. Ole nació en 1891 en la población danesa de Filskov. De familia muy humilde, eso no le impidió llegar a tener una educación secundaria básica. Sin embargo, la necesidad de ingresos le llevó a abandonar los estudios y empezar a trabajar en una fábrica. Más tarde sería el aprendiz de su hermano mayor Kristian y finalmente se convirtió en maestro carpintero. Con veinte años, dirige su carrera profesional primero a Alemania y luego a Noruega. A su regreso, con el dinero que había ahorrado, adquiere un taller de carpintería y aserradero al que llamó Billund Maskinsnedkeri og Tømreforretning.
Su vida familiar es clave para esta historia ya que se
casa en 1916 y tiene cuatro hijos (por desgracia su mujer fallece en el parto
del último) y es con el mayor -de nombre Godtfred- con el que, años después,
crearía Lego. Pero todo podía haberse quedado en nada ya que Godtfred y uno de
sus hermanos, encendiendo el calentador de pegamento que se usaba para las
junturas de los muebles, incendiaron el taller de su padre hasta los cimientos
al prenderse unas virutas de madera. Era 1924 y Godtfred tenía 4 años. Ole no
se rindió y creo un edificio mayor, que encargó a un arquitecto que le dio un
toque original y atractivo que le ayudó a poder financiarlo. ¿Cómo? Alquilando
el espacio libre. El nuevo edificio era mucho más grande que el anterior y sufragó
en gran parte, con esos alquileres, los gastos que comportaba. El edificio
adquirió fama por su gran buhardilla y por los dos leones que flanqueaban la
entrada. En la actualidad, como parte del Grupo Lego, es una atracción
turística.
Durante la década de 1930 la Gran Depresión azotó el
país y la venta de muebles cayó en picado. A medida que los encargos
iban disminuyendo, Ole se dedicó principalmente a la fabricación de pequeños
artículos para el hogar como escaleras, tablas de planchar, taburetes y…
pequeños juguetes de madera. Ahí es cuando se empieza a notar la influencia de su
hijo Godtfred, que ya trabajaba con su padre. En 1932 los Christiansen ya
fabricaban alrededor de 28 diseños distintos de juguetes, entre ellos animales,
coches, aviones y autobuses. Generalmente con madera de abedul lijada y
tres capas de pintura. Sin embargo, lo más original y lo que les proporcionó
más fama y reputación fue su empaquetamiento artesanal. Se empezaba a
vislumbrar el éxito de una pareja que intentaba ofrecer algo distinto basado en
la perfección, de hecho el lema que podía leerse en un cartel situado en la
entrada del taller decía: "Sólo lo mejor es suficientemente bueno".
Dado que el negocio había mutado de muebles a
juguetes, Ole decidió cambiar el nombre de la empresa y preguntó a sus
empleados. No sabemos de quién fue la idea pero triunfó el nombre de Lego,
combinación de dos palabras danesas: LEg y GOdt que se traduce por “jugar
bien”. Nadie duda que es un gran nombre para una juguetera, tanto por su
significado como por su facilidad para la pronunciación en diferentes idiomas. Pero
aún hay otra curiosidad más que se supone fue puro azar: lego tiene
también su traducción al latín, idioma en el que, como verbo, significa "reunir,
recoger, recolectar” … sinónimos de encajar.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, Lego disponía de
42 modelos diferentes de juguetes y una guía de diseño para empleados para
garantizar su “perfección”. Su éxito era tan grande que se rehicieron de un
nuevo incendio en la fábrica en 1942 y pudieron pasar el conflicto bélico sin
demasiados apuros. Ole podía haberse conformado con sus juguetes de madera y su
negocio local pero en 1947 conoce a Hilary "Harry" Fisher Page,
diseñador de la fábrica británica de juguetes Kiddicraft, que había
patentado unos bloques rectangulares con un conector en la base superior.
Aquellos bloques de madera se podían montar y desmontar con gran
facilidad, lo que proporcionaba mucha libertad a la hora de crear cualquier
modelo. Ole, habiendo trabajado toda su vida con madera, toma entonces una
decisión inesperada tras quedarse fascinado con el invento: compra una máquina
de inyección para producir bloques de plástico en masa con el diseño británico.
Y empezaron a fabricar y, aunque al principio también usaron madera, pronto
optaron sólo por el plástico. Sin embargo, el éxito tardó en llegar, y lo
consiguieron gracias a escuchar a los niños, que querían crear sus propias
formas y no jugar con el juguete ya hecho. De este modo trabajaron para crear
un producto en el que todos los ladrillos fueran perfectamente compatibles
unos con otros.
Y se olvidaron de los juguetes tradicionales para
reinventarse como taller de bloques. Así nació Lego Town Plan nº1 en
1955. A cada ladrillo se le adaptó una unión mediante el uso pequeños
tubos, lo que proporcionó al juguete una enorme versatilidad. La versión
que conocemos actualmente de los bloques de Lego se patentó en 1958,
justo el año en que murió Ole, el fundador de la empresa. Godtfred se hizo
cargo del negocio y con él llegó la internacionalización (actualmente está
presente en 130 países). En 1963 reemplazó el acetato de celulosa por
el acrilonitrilo butadieno estireno, que es el que se utiliza en la
actualidad al ser menos propenso a la decoloración y a la deformación, y mucho
más resistente al calor. En 1968 se inauguró el primer parque
Legoland, que fue construido en la ciudad de Billund, en Dinamarca
(actualmente existen ocho por el mundo). El hijo del fundador muere en 1995.
Actualmente, Lego (que nunca cotizó en bolsa y sigue
manteniendo una estructura accionarial dentro de la familia Christiansen) no
solo triunfa con los parques de atracciones y los bloques, también con
videojuegos, películas, series, e incluso prótesis funcionales e
impresoras braille. En el año 2000 la Asociación Británica de Tiendas de
Juguetes nombró a LEGO Juguete del Siglo.
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