Siempre es necesario ir a la raíz de un fenómeno
para poder entenderlo, ahí radica la importancia no solo de conocer la
Historia, también de saber interpretarla. Si queremos empezar por el principio
debemos retroceder bastante lejos, hasta los comienzos de la Prehistoria, esas
decenas de miles de años de los que desconocemos casi todo pero que han
marcado para siempre al ser humano. No somos conscientes hasta qué punto. Por
ejemplo, la ciencia dice que nos sentimos tan atraídos por los alimentos más
calóricos (sí, la culpa de nuestro amor al bacon y al azúcar es de nuestros
antepasados) porque durante todo ese periodo tan largo desconocíamos cuándo
sería nuestra próxima comida y, lógicamente, nos llenábamos el estómago con lo
que más energía nos podía proporcionar. Llevamos muy pocas generaciones dando
por hecho que el alimento es algo asegurado, y ni siquiera hoy ocurre esto en
todo el planeta.
Retrocedo tanto en el tiempo porque para entender nuestro sistema
económico actual debemos viajar al momento en el que la propiedad privada
nació. La igualdad total nunca ha existido, es un mito, como mucho un objetivo;
cuando en el mundo animal se convive en grupo, los más fuertes, los más
astutos, los más talentosos… disponen del mejor alimento y refugio,
incluso de más posibilidades de reproducción lo que no deja de ser una forma de
privilegio. Y en el momento en que por ejemplo un león enferma o envejece llega
otro y le roba esos privilegios, en general con una demostración de fuerza. En
los homínidos podemos intuir que el proceso fue similar aunque la inteligencia
poco a poco fue desplazando a la fuerza física y un jefe de una tribu podía no
ser el más fuerte sino el que mejor sabía utilizar la fuerza de los demás.
Suponemos que esos hombres primitivos pertenecientes a grupos de nómadas que
vivían de la recolección, empezaron a sentir algunos objetos como suyos como
quizás una piedra especialmente afilada. Y en el momento en que nació el
sedentarismo el proceso se aceleró porque el hombre disponía de algo que
acumular.
Este punto de la Historia en el que empieza a haber fronteras dentro
de las comunidades entre lo que es de uno y es de otro es clave para comprender
que los principios del capitalismo no fueron un invento ajeno al hombre sino
que fueron intrínsecos a nuestra propia naturaleza. Todos miramos primero por
nosotros mismos, después por nuestro entorno más cercano (familia y amigos), y
luego está el resto, ¿Por qué iba a ser distinto en economía? Al nacer la
propiedad privada también nacen los instrumentos para defenderla, de ahí a
crear normas y castigos para quien viole esa propiedad hay un paso que acaba
derivando en leyes y en estados –por más que les duela a algunos liberales- con
una infraestructura para hacerlas cumplir. Las sociedades humanas –las
excepciones que hemos conocido eran tribus aisladas donde la productividad
lleva siglos sin crecer- se construyen a partir del principio de la propiedad
privada: el sistema legislativo, político y jurídico nacen de él.
Por desgracia, no sabemos apenas nada de las normas que existían antes
de la escritura pero podemos suponer que las leyes escritas más atávicas no
surgieron espontáneamente sino que son el fruto de una larga tradición
anterior. Si miramos los códigos más antiguos que se conocen, como el de
Hammurabi –que se cree es del siglo XVIII antes de Cristo-, podemos comprobar
que se castigan no sólo las violaciones y los asesinatos, también los robos,
incluso se legisla acerca de si un padre puede o no desheredar a un hijo.
Siglos antes, en el Egipto de los faraones, los muertos creían que dispondrían
de sus mejores objetos en la “otra vida” y consideraban importante ser
enterrados con ellos. A mayor riqueza del fallecido, mayor lujo en sus tumbas.
Ya entonces la posesión era algo tan arraigado que confiaban en no perder sus
pertenencias ni muertos. Hace varios miles de años.
En resumen, tras este rápido viaje al pasado podemos deducir que el
sistema económico actual puede (y debe) reformarse pero sus principios básicos
no nos son ajenos sino que surgen de nuestra propia evolución como seres sociales.
Bueno o malo es lo que hay. Seguiremos con este tema en otras entregas.
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