La injustificable actitud ante la corrupción de Rajoy

A pesar del gusto español por la autocrítica, no debemos olvidar que la Justicia, incluso tras la victoria electoral del PP a finales de 2011, no ha dejado de trabajar y no ha tenido problema en investigar, enjuiciar y hasta encarcelar a muchos miembros del PP. Podemos criticar su lentitud pero difícilmente se puede afirmar que sea una justicia al servicio del partido en el poder y todos hemos de felicitarnos por ello. En cuanto a la lentitud, me gustaría aclarar que las instrucciones de casos tan grandes no son fáciles, que los fondos son limitados (y como en casi todas las partidas presupuestarias desde 2010 no crecen) y que aunque no lo fueran las personas dedicadas a algo así no pueden ser demasiado numerosas para evitar filtraciones, y que algunos casos –como la Gürtel- son muy complejos por sus ramificaciones por todo el territorio nacional y la implicación de varias administraciones. Para el que quiera hacer comparaciones de velocidad, desde luego es mucho más fácil y rápido instruir una causa contra el que en público desobedece varias órdenes del Tribunal Constitucional.

La corrupción del PP se ha movido en dos frentes: uno, que es universal y del que no está a salvo ningún partido y ningún país, es la existencia de sinvergüenzas que han aprovechado sus cargos públicos y su cuota de poder para enriquecerse de manera ilegal (y quizás el mayor exponente por su actualidad y su antiguo cargo de presidente de la comunidad autónoma de Madrid, sea Ignacio González); y otro, que es más grave y por el que ya fue condenado el PSOE hace unos años (lo que parece que ya indica una pauta nacional) es la creación de un sistema por el que se conceden privilegios a determinados donantes a cambio de dinero con el que financiar al partido y de paso que sus máximos ejecutivos cobren un sobresueldo. Dado que la mayoría de tesoreros que ha tenido el PP en su historia están salpicados con esto, no es difícil deducir que hay una trama construida en pos de esos objetivos por más que algunos acusados lo disfracen como “favores” entre amigos.

Hasta ahora la gran defensa del PP actual era achacar todas estas “irregularidades” a la época de Áznar y sugerir que con la actual dirección –Cospedal llegó al cargo de secretaria general en 2008- todo eso se había acabado, de ahí el marrón que supuso la figura de Bárcenas, elegido por Rajoy y que no fue cesado hasta verano de 2009. El caso es que al PP le vienen pronto varios juicios pero quizás el más grave sea el que sienta al partido en sí en el banquillo por el borrado de los discos duros de Bárcenas. No hay que ser malpensado para deducir que estaban destruyendo pruebas de delitos, y la responsabilidad de ello la tiene la actual dirección, no se puede seguir acusando a quien ya en el verano de 2003 nombró como sucesor suyo (según algunas fuentes, tras rechazar Rato el ofrecimiento por dos veces) a Rajoy.

Rajoy no puede esconder su responsabilidad. Lleva en la jefatura del partido desde hace 14 años pero es que cuando se refundó Alianza Popular, se convirtió en el Partido Popular y Fraga cedió el testigo a Áznar (y eso pasó en ¡1989!), ya entonces Rajoy fue elegido miembro de la Ejecutiva Nacional y vicesecretario general del PP. Pretender que no sabía nada de lo que pasaba a su alrededor y que sus manos están limpias es reconocer su estupidez supina y si lo sabía (como hasta el más ingenuo supone), que su ética es muy pobre. Y lleva el suficiente tiempo mandando para haber cambiado las cosas, y repito que esa era la estrategia de su defensa, pero es realmente débil toda vez que en 2009, gente a su cargo y nombradas por él deciden borrar datos comprometedores. Y no es un tema de ideología, o de que sea un presidente del gobierno bueno o malo, aunque supongo que si sigue siendo el más votado en España algún mérito –o más bien muchos deméritos del resto- tendrá, es que o es alguien que no se entera de nada o es alguien al que no le importan las ilegalidades a costa del dinero público. Otros no sé pero yo es algo que no estoy dispuesto a dejarle pasar por mucho que la situación catalana haya eclipsado casi toda la actualidad política nacional.

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