El péndulo se acerca a Hayek

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¿Debe la economía basarse en la planificación estatal o en los precios libres del mercado? Esa ha sido la gran batalla ideológica desde hace decenios. Hayek creía que el mercado es capaz de auto-regularse y Keynes que sin intervención estatal llegaría el caos. Es evidente que Keynes fue el que ganó la batalla, ayudado quizás por el momento histórico: en un momento de guerra destructiva y de posterior recuperación en el que la inversión pública se hizo imprescindible, tenía sentido creer que la intervención del estado en la economía se hacía imprescindible. Y eso incluye la primera y la segunda guerra mundial, además de la crisis del ´29 de entremedias en la que los gobiernos no se limitaron a esperar a que “el mercado” resolviera el problema.


En 1947 Hayek convoca, en el Monte Pelegrino de Suiza, una Asamblea de economistas, algún historiador y periodistas para intentar formar una corriente intelectual que se opusiera al dirigismo y colectivismo tan en boga. Uno de ellos era el joven economista Friedman, de Chicago. Allí dicen que nace el –a mi juicio mal llamado- “neo-liberalismo” que puede resumirse en que para que una sociedad sea democrática, sea libre, su economía debe ser de libre mercado, dicho de otro modo: La libertad económica es necesaria para la democracia. En 1948 Hayek consigue una pequeña victoria. El director económico nombrado por los aliados para Alemania, admirador de él, anula de golpe un domingo el control de precios que había llevado a que los cigarrillos fueran la moneda de intercambio y la escasez generalizada se supliera con el mercado negro. Alarmados, muchos creyeron que aquello acabaría mal pero más bien al contrario, desapareció el mercado negro, la gente dejó de acaparar productos y las tiendas se llenaron de productos… y el nuevo marco alemán fue cogiendo fortaleza, algo que no perdería hasta desaparecer en favor del Euro. Hay quien dice que aquello fue el germen del milagro económico alemán que en tan sólo 10 años superaría a Gran Bretaña en PIB.

La bonanza económica en Europa Occidental, los EUA, Japón… durante casi 3 décadas parecía confirmar las teorías de Keynes: lo ideal era una economía mixta donde se respetara la iniciativa privada pero con un fuerte control público (es decir, político). El propio Hayek, cuando regresa jubilado a Austria en 1970, reconoce en entrevistas de la época cómo era un apestado para el mundo académico. Pero con el fin de los “felices 60” empieza el descontento en los EUA: la inflación es alta y el crecimiento bajo (estanflación) y Nixon nombra a Friedman como asesor. ¿Algo estaba cambiando? No, Nixon no hizo ningún caso a sus consejos y aumentó el gasto público como le recomendaba la mayoría e incluso abandonó definitivamente el patrón oro. Es más, él mismo se denominó –para sorpresa de su propio partido- “keynesiano” y se empeñó en controlar precios y salarios para luchar contra la estanflación. Esas medidas no funcionaron. Al no poder vender a un precio suficiente (por existir un tope), los productores redujeron su producción lo que aumentó aún más la inflación, cayendo con ello el consumo. Y llegó la crisis del petróleo lo que disparó aún más la inflación, confirmando gran parte de los temores que Hayek había anunciado. De repente muchos se acuerdan de su figura y uno de ellos es la Academia Sueca que le concede el Nóbel en 1974.

En Reino Unido ocurría lo mismo que en los EUA, un gobierno conservador aplicaba medidas de controles de precios y salarios. Hasta el precio de las peluquerías estaba regulado. Como en la actualidad, en lo económico había muy poca diferencia entre laboristas y conservadores así como entre demócratas y republicanos. El modelo británico de gasto público enorme y minas de carbón, ferrocarriles y acerías estatales conviviendo con la propiedad privada estaba en crisis, el nuevo gobierno laborista se vio obligado a solicitar un préstamo en 1976 ¡al FMI! para poder pagar la deuda. Un exministro conservador, Joseph, se hizo famoso por sus entrevistas en televisión y sus alocuciones en universidades declarando su arrepentimiento por las políticas que habían hecho, y retomando las teorías de Hayek. Una joven promesa de su partido tomó buena nota de lo que decía: se llamaba Margaret Thatcher, que llegó a ser la primera mujer jefa del Partido Conservador y de la que se cuenta que una vez, señalando el libro de Hayek “Camino de Servidumbre”, dijo a sus colegas “esto es en lo que creemos”.
La Escuela de Chicago proponía liberalizar, promover la competencia y anular las regulaciones. Un ejemplo eran las compañías aéreas, desde antes de la II Guerra Mundial no había nacido ninguna nueva en los Estados Unidos, no había competencia ni incentivos para crear nuevas rutas, y el beneficio estaba asegurado por el control de los precios. Por otra parte las regulaciones eran tan rígidas que hasta llegaban al tamaño de los bocadillos que se servían. Durante el mandato de Jimmy Carter, presidente demócrata (y keynesiano en la mayoría de sus políticas), empezó a liberalizarse y por tanto a mejorar el servicio para los consumidores. Además, con los años aumentaron los empleos en el sector y el número de viajeros. Se empezaban a revertir medidas que se habían tomado en tiempos del New Deal de Rooselvet, y aparentemente con éxito.

En una entrevista –que además está grabada- Hayek dice en 1978: “en mi juventud sólo los ancianos creían aún en la economía de mercado, en mi madurez yo era casi el único creyente y ahora tengo la suerte de haber vivido lo suficiente como para ver a jóvenes volver a creer en ella”.

Thatcher ganaría las elecciones al año siguiente con muchas de sus ideas, ella pensaba que había demasiado gasto público (y demasiados impuestos), excesivas regulaciones y falta de libertad para emprender. Gobernaría durante 11 años en los que contuvo el gasto público y redujo subvenciones lo que en un primer momento provocó quiebras y un aumento del desempleo (hay quien cree que sin la Guerra de las Malvinas nunca hubiera salido re-elegida) pero con el tiempo tuvo un resultado muy positivo. Se atrevió a cerrar y a privatizar las minas de carbón estatales porque eran muy deficitarias para el erario, un carbón caro nada rentable pero que daba trabajo a 180 mil mineros. Una larga huelga (más de un año) con varios enfrentamientos violentos entre piquetes y policía acabó con una rotunda victoria política de Thatcher. También privatizó la electricidad, el gas, el acero, el ferrocarril, la telefónica, el petróleo, las líneas aéreas... Y su ejemplo fue seguido por todo el mundo los años siguientes.

En 1980 llega al poder en los EUA Reagan, con un pensamiento muy similar al de Thatcher si bien –a pesar de que muchos creen lo contrario- no contuvo el gasto público debido a que su prioridad era ganar la Guerra Fría a la URSS gracias a la carrera armamentística. También fueron muy malos sus comienzos debido a que practicó la represión monetaria contra la inflación con Volcker en la FED. Un año antes de votarse su re-elección, la inflación ya estaba controlada. Si en los años 50 el keynesianismo había alabado a la inflación como fórmula para crear empleo, en los 80 era el ogro que nadie quiere. También consiguió animar la economía con una fuerte rebaja de impuestos

En pocos años, la caída del Muro parecía no dejar más opción que la economía de mercado. Esta vez el péndulo parecía estar en el “menos estado”.

El próximo miércoles seguimos.

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