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El péndulo se acerca a Keynes
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El péndulo
En los bombardeos sobre Gran Bretaña de 1940 y 1941 dos famosos economistas, amigos personales, fueron destinados a la vigilancia aérea en el Kings College de Londres: un caballero inglés y un exiliado austríaco. Uno, Keynes, colaboró con los gobiernos aliados en la planificación de sus economías de guerra (ya en la Primera Guerra Mundial lo hizo con el británico) y otro, Hayek, que estaba en contra de la excesiva intervención estatal en la economía, apenas era tenido en cuenta.
A Keynes algunos le llaman el creador de la macroeconomía (antes no era habitual referirse al PIB, el IPC, la tasa de empleo etc.) y a partir de la publicación de su libro “Teoría general del empleo, el interés y el dinero” en 1936 se convierte en el economista más famoso, probablemente, de la historia. Si bien cuando defiende, por ejemplo, que para crear empleo debe invertirse dinero público desde los gobiernos, ya hacía años que se estaba haciendo en los EUA, por lo que lo novedoso fue más bien la base ideológica. Keynes defendía que el gasto público debe reducirse en épocas de bonanza y aumentar en épocas de crisis. Jugar con el déficit y el superávit presupuestario. En mi opinión es algo muy sensato pero pecó de ingenuidad porque ¿qué gobernante en el mundo democrático reduciría el gasto social o el presupuesto de carreteras porque el país va bien, qué votantes entenderían eso? Quizás por eso es tan raro ver superávits en algún país.
En cualquier caso, su libro suponía una alternativa no sólo frente al mundo financiero conservador, también contra los métodos colectivistas soviéticos y el modo de Hitler de sacar de la crisis a su país. No hacía falta eliminar la propiedad privada para reducir el paro, tampoco retirar a las mujeres del mercado laboral y expulsar a los judíos del país como estaba pasando en Alemania, bastaba con aceptar un mayor control del estado en la economía, un mayor gasto público y un poco de inflación. Curiosamente, la entrada en la guerra de los EUA pareció dar la razón en todo a Keynes: el mayor gasto público y el mayor control sobre la economía (dirigismo en la industria, control de precios, racionamiento…) redujo el paro al mínimo.
En marzo de 1944 Hayek publica su libro Camino de Servidumbre “dedicado a los socialistas de todos los partidos” y tiene una gran repercusión, quizás porque en aquel año la libertad era un bien mucho más valorado que ahora por el miedo real al totalitarismo. En él critica la excesiva planificación gubernamental porque dar poder al gobierno es destruir la libertad individual. Por eso defiende que un sistema de libre competencia debe regularse a sí mismo y, contrariamente a Keynes, rechaza la macroeconomía y defiende que si hay un alto paro, acabará por arreglarse solo. Aunque tuvo sus partidarios, las críticas no se hicieron esperar, en aquel momento en el que el mundo estaba convencido que se había salido de la Gran Depresión y se estaba ganando la guerra gracias a la intervención del estado, el libro fue vilipendiado y rechazado por la mayoría.
Entre el 1 y el 22 de julio de 1944 se logran los acuerdos de Bretton Woods (un complejo hotelero en los EUA) que serían la base de la economía que llegó después, incluida la decisión de fundar el FMI y el Banco Mundial. Por supuesto, Keynes tuvo un lugar de privilegio pero ¿consiguió sus objetivos de estabilizar la economía mundial, reducir los episodios de crisis, acabar con el desempleo… o se convirtieron en instituciones burocráticas al servicio de intereses geopolíticos? De nuevo Keynes pecó de idealista e ingenuo.
El caso es que al morir en abril de 1946 él era un héroe y su amigo Hayek tenía muy mala prensa porque incluso se llegó a decir que su libro sólo tenía como objetivo criticar a Keynes. Pasó de ser una rivalidad sana a menospreciar a uno (hasta fue criticado por el candidato laborista que venció a Churchill en 1946) y subir a los altares al otro durante muchos años. En 1950 Hayek estaba tan desprestigiado que sólo una universidad norteamericana le ofrece trabajo como docente: Chicago. Hayek se reencuentra con Friedman. Se crea la llamada Escuela de Chicago, una isla en un mundo académico dominado por el keynesianismo en economía.
Hay que apuntar que en sí misma, la aplicación del keynesianismo es muy beneficiosa para los economistas ya que al considerar al mercado como algo que debe ser controlado por tecnócratas, les garantizaba no sólo trabajo, también una importancia enorme en la administración pública. Quizás eso ayudó a que sus teorías siguieran empujando el péndulo hacia el “más estado” durante algunas décadas más.
El próximo miércoles seguimos.
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