Ahora se ha puesto de moda la idea de aplicar una mayor tasa a los vuelos de corta duración en España con la excusa de la ecología. No parece vaya a ser disuasorio (en ningún país donde se ha aplicado se han reducido el número de vuelos), así que es evidente que es una medida de recaudación y como tal, perjudica mucho más al emigrante andaluz en Cataluña que vuela un par de veces al año para visitar a su familia que al periodista que viaja mucho porque se lo paga la empresa o al Real Madrid que fleta un avión para ir de Madrid a Salamanca. Como las multas de tráfico o las tasas por el alcohol, siempre hay una excusa “loable” para gravar a los consumidores pero tengo muchas dudas sobre su efectividad, más allá de recaudar algunos millones. De hecho, la siniestralidad en las carreteras bajó no porque subieran el importe de las multas sino por el carnet por puntos ya que el miedo a no poder conducir incentiva más a cumplir las normas que el bolsillo.
Creo es una muestra más de la necesidad de otro tipo de medidas diferentes a las tasas y las multas. En concreto, una tasa al transporte aéreo ingresará más pero difícilmente reducirá el número de vuelos. Y si se quiere aplicar, lo justo creo es mejor no castigar fiscalmente a quien vuele un número limitado de veces al año e ir incrementando la fiscalidad en función del número estableciendo una progresividad que perjudicará al más contaminante y no castigará al más humilde que, lógicamente, será el que vuele menos. Igual que creo es más efectivo impulsar el teletrabajo que seguir castigando con multas y tasas el, hoy por hoy inevitable, trasiego en ciudades sobrepobladas mientras disminuye la población de la España vacía.
De todos modos si el verdadero motivo fuera la ecología no tiene sentido encarecer el transporte aéreo, lo verdaderamente efectivo sería prohibir toda actividad contaminante que fuera accesoria y no necesaria. Por ejemplo, prohibir los cruceros cuyo único fin es el ocio y que son muy contaminantes (aunque a saber qué alternativa turística ecológica ofrecen a esos miles de personas), o restringir el esquí puesto que los hoteles de montaña consumen mucha calefacción… o incluso eliminar la climatización de las grandes superficies comerciales (¿por qué centrarse sólo en el dueño de un bar que pone unas estufas en su terraza?)… De hecho como vivir contamina incluso podríamos tomar medidas aún más radicales, ¿Dónde está el límite?
Pero claro, ¿va a asumir este gobierno -que tiene miembros que defendieron mantener el contaminante carbón nacional para mantener los puestos de trabajo- la destrucción de empleos que medidas así provocarían? Acabamos de sufrir una grave crisis y por más vueltas que le queramos dar, sólo una desaceleración económica similar podría reducir la contaminación. Y desde luego no bastaría sólo en España, de nada serviría, debería ser un esfuerzo internacional liderado por China y los EUA. E incluso si se consiguiera ¿queremos eso, es que no recordamos 2008, 2009, 2010…? Dejamos de comprar coches, reducimos el turismo, el comercio, la industria; disparamos el número de parados y… ¿Sabemos que todo ese sacrificio conseguirá algo? El otro día en prime time salía un ecologista en la TV que decía que incluso si se tomaran medidas extremas para “parar” el cambio climático por parte de la Humanidad, aún tendríamos que “inventar” una tecnología que arreglara el daño atmosférico actual.
Ni idea de si tiene razón pero eso implica que lo mismo empeoramos la calidad de vida de cientos de millones de personas para nada. Y no digo que no podamos tomar medidas (reales, no inventos para recaudar), de hecho creo que a lo largo de mi vida han mejorado muchas cosas (desde el reciclaje a la eliminación de la gasolina con plomo pasando por la práctica desaparición de las calefacciones con carbón en la mayoría de ciudades), especialmente la mentalidad de la gente que está dispuesta a hacer sacrificios por temas ecológicos. Y seguro podemos hacer más pero, y en eso le doy la razón al ecologista, sólo una revolución tecnológica podría frenar la huella ecológica de los humanos en el planeta. La otra alternativa –y no es segura- es sacrificar el crecimiento económico, y estoy seguro que no queremos eso.
En resumen, el cambio climático es una buena excusa para que los estados recauden más pero es ingenuo creer que porque un billete de avión cueste unos euros más, el aire del planeta vaya a ser mejor.
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