Oportunismo antieuropeísta

Creo que la discusión sobre si a España le hubiera venido mejor o peor la entrada en la UE o en el € es estéril. Mi opinión es que la incorporación a la UE ha sido extremadamente positiva a pesar de todos los defectos que tiene y tanto he criticado, y en cuanto al €, lo tengo menos claro pero también creo que los efectos a favor han sido mayores que los negativos… pero da igual, nunca sabremos si es cierta mi percepción o la de otro que cree lo contrario. Seguir dándole vueltas a eso no tiene mucho sentido porque nunca lo sabremos con seguridad, lo único que importa es lo que sí ha ocurrido y no lo que hubiera podido suceder. Hace ya años que predije que la Eurozona estaba moribunda, que no se rompería por el alto coste de la ruptura pero que difícilmente sobreviviría a la próxima crisis. Ahora que estamos de nuevo en crisis surge de nuevo la duda, que para mi no es sobre la conveniencia o no de la Eurozona sino de la posibilidad de seguir sin un profundo cambio. Por desgracia, de lo que se habla no es de arreglar los errores de diseño sino de que queremos más ayudas de los demás.

Y cuando se habla de ayudas europeas hoy creo que conviene resaltar lo diferente que es la situación actual con la de 2012. Por aquel entonces la posibilidad real de una suspensión de pagos conjunta española e italiana llevó a que al fin se tomaran medidas contundentes, especialmente por parte de BCE (es decir, cedió Alemania) que nos salvaron del rescate “total” que sí habían tenido Grecia, Portugal e Irlanda. (Por cierto, hay quien cree que ojalá hubiéramos sido rescatados entonces visto lo bien que han evolucionado estos tres países aunque me parece una afirmación muy arriesgada y que tampoco nunca podremos comprobar). En 2012 a España le iba muy mal pero a Alemania, Holanda etc. les iba bien, incluso estaban recibiendo flujos de dinero procedentes del miedo a una ruptura del Euro que llevó a que empezaran a cobrar por emitir deuda (algo entonces insólito) si bien no podían dejar que quebráramos si no querían sufrir ellos también una fuerte crisis.

Pues bien, en 2020 a todos nos va de pena. El riesgo de que España e Italia colapsen sigue preocupando muchísimo a Alemania pero es que además tiene sus miles de muertos, su economía en recesión, sus perspectivas de recuperación mermadas y sí, tienen unas cuentas públicas muy buenas gracias a que han gestionado muy bien el mismo tiempo (por cierto, la mayor parte de esos años con un gobierno de coalición del PP y el PSOE de allí) que nosotros no pero, a la vez, tienen un riesgo asumido tremendo porque Alemania es con gran diferencia el que más dinero aporta a la UE, al MEDE y al BCE y por tanto más tiene que perder si hay algún impago en la Eurozona. Por supuesto que necesita que al resto de la UE le vaya bien (y a nosotros nos interesa que a Alemania le vaya estupendamente también) pero es evidente que no es comparable 2012 con ellos para arriba que 2020 con ellos también para abajo, además del evidente riesgo de un posible empeoramiento de la pandemia en algún otro momento, sea en semanas o en meses.

Sin embargo, el populismo -que tanto gusta al votante últimamente (si no fuera así, no existiría, somos los máximos responsables de la deriva de nuestros políticos)- lo tiene claro y los mensajes fáciles y que echan balones fuera son su especialidad: si a nosotros nos va peor no es porque hayamos gestionado mal el país tanto durante la recuperación económica como desde que empezó esta crisis, es porque los demás no nos ayudan todavía más de lo que ya lo hacen. La situación es similar a lo que pasó en 2012 en Cataluña. Mas vio que para poder sobrevivir políticamente debía reducir la aportación económica catalana al estado y solicitó a Rajoy una financiación al estilo del cupo vasco. Como la economía española, más allá de temas políticos, no se lo podía permitir, Rajoy le dijo que no. Y todos sabemos lo que pasó: Mas se convirtió en independentista y con él su partido. Vale que el sustrato existía de antes pero ese fue el punto clave.
Ahora el Mas de turno que en Italia puede ser Salvini y en España Abascal (o quizás Iglesias o Errejón, ya veremos) pueden intentar utilizar algo tan razonable como que Alemania se niegue a mutualizar deuda con nosotros para volverse abiertamente anti-UE y “como no nos dan lo que queremos”, recoger esa bandera (que también tiene su sustrato en la sociedad). Lo sorprendente es que hay quien es crítico con la UE y la Eurozona y, a la vez, cree que debe haber eurobonos. 

¿Qué sentido tiene apoyar ambas posturas? Emitir deuda conjunta con otros países es una cesión de soberanía tan grande que, de hecho, nunca ha ocurrido en la Historia. Esto sería un gran paso en la integración, ¿cómo pueden apoyarlo precisamente los que no la desean? Precisamente el mayor obstáculo para que un país con mejores cuentas públicas que el nuestro quiera hacer algo así es que tenemos nuestra propia política fiscal y presupuestaria que, como vimos en 2019 –y en todos los años anteriores- es incapaz de gastar menos de lo que ingresa (o ingresar más de lo que gasta). Y es que incluso si lo consiguiera, como tenemos elecciones cada cierto tiempo, el día de mañana podemos elegir a un gobierno que decida hacer lo contrario. Con esto quiero decir que querer eurobonos es querer más Europa, menos soberanía y más dependencia de los países más ricos y poderosos.

Es una contradicción, esto es como el que defiende, generalmente desde la izquierda, que BCE inyecte liquidez directamente “a las personas”. Aparte de lo irreal que resulta que un banco central compartido por diferentes países tome una decisión así, los que defienden esto parecen olvidar lo antidemocrática que resultaría una medida así ya que entonces, ¿para qué servirían los gobiernos? El mecanismo actual es el siguiente: el poder ejecutivo de cada país miembro elegido democráticamente decide cada año elaborando los Presupuestos Generales del Estado en qué gastar y cómo ingresar y, si hay déficit, emite deuda. Si esa deuda la compra BCE porque no hay suficiente demanda privada o la que hay pide una rentabilidad demasiado elevada, significa que está dando liquidez barata “a las personas” porque son los ciudadanos los que se benefician de ello, ya que nos da dinero a cada uno de los españoles porque está financiando, por ejemplo, las pensiones que claramente son deficitarias. Pero lo lógico es que la decisión de en qué invertir esa ventaja que el banco central nos proporciona la tome un gobierno elegido democráticamente. Si fuera Lagarde, alguien que nadie ha votado, la que decidiera cuánto dinero dar, a quién y para qué la estaríamos otorgando un poder superior al de cualquier gobierno, ¿dónde quedaría la democracia y la soberanía de cada país para decidir?.

Se supone que votamos para que sean los que elegimos los que decidan dónde gastar. Y si no nos gusta cómo deciden, cambiamos el voto en las siguientes elecciones. Es totalmente incoherente que alguien que se considera demócrata pretenda que las mayores políticas de gasto (pensiones, sanidad etc.) que son precisamente las más sociales, sean decididas por el BCE en lugar de por cada gobierno electo. De todos modos todo este lío que tienen algunos con estos temas viene de la incapacidad de entender que no podemos seguir creyendo que podemos emitir más y más deuda confiando en que BCE la adquirirá, en algún momento este artificio nos dejará desnudos. Ya sé que este año –y tiene pinta que también el próximo- es excepcional pero no podemos aspirar a volver al crecimiento y seguir sin reducir la deuda ajustando los Presupuestos. Y nos pasaría lo mismo –bueno, en mi opinión sería bastante peor- si siguiéramos por ese mismo camino pero con soberanía monetaria: con una moneda constantemente devaluada y con evidente riesgo de una elevada inflación.

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