En septiembre de 2018 iniciaba un artículo así:
“La tormenta solar más potente de la historia que hayamos registrado los humanos ocurrió en 1859 y se la conoce como el evento Carrington. Se comenzó a detectar el 28 de agosto al hacerse visibles “auroras boreales” en puntos tan insólitos como Cuba pero lo grave fue el 1 y 2 de septiembre cuando los sistemas de telégrafos de Europa y América del norte se vieron afectados provocándose diversos incendios. Se calcula que la mayor llamarada solar, la máxima responsable del evento, tardó diecisiete horas y 40 minutos en llegar del Sol a la Tierra el primero de Septiembre. En 1989 una llamarada solar de tan sólo un 15% de la del evento Carrington, provocó un apagón eléctrico de 9 horas en Quebec y pocos dudan de que si se diera hoy algo de tanta intensidad como lo de 1859 las consecuencias serían catastróficas tanto para los satélites artificiales como para todo tipo de comunicaciones. Los apagones eléctricos podrían durar semanas ya que podrían dañarse los transformadores, incluso hay previsiones que hablan de años en reparar todo lo dañado. Como vemos, la fragilidad e inestabilidad de nuestra moderna civilización, o incluso de nuestra propia existencia, están ahí. Nada es seguro, todo es arriesgado pero una de las ventajas que tenemos de vivir tan pocos años en relación a la historia del Universo es que estadísticamente es muy difícil que nos afecte algún evento “extraordinario”. Ese es el pensamiento que se tiene también con los crash bursátiles pero por desgracia para los inversores son más frecuentes de lo que parece.”
Y hemos tenido la mala suerte de que nos haya tocado uno de esos eventos tan estadísticamente poco probables y en cuanto ha ocurrido, se han rescatado avisos del pasado como una charla que dio Bill Gates en 2015 o de otras fuentes advirtiendo sobre el peligro de las gripes importadas de China. Sí, esas advertencias han resultado ciertas del mismo modo que han resultado inciertos miles de avisos anteriores sobre una guerra nuclear, un supervolcán, una invasión alienígena y otras muchas profecías. En el siglo XX hubo personas en España que vivieron una guerra civil y dos guerras mundiales, casi todos los españoles que seguimos vivos no hemos vivido nada de eso pero sí un gran tsunami y pilotos suicidas estrellándose contra rascacielos en Nueva York… hechos sorprendentes van a ocurrir siempre pero nunca vamos a saber cuáles serán exactamente.
El 30 de junio de 1908 en una zona deshabitada de la Siberia central (según fuentes hubo entre cero y tres muertos nada más) un asteroide que explotó en el aire (lo que supuso una ventaja, hubiera sido peor que lo hiciera en el suelo) arrasó 80 millones de árboles. Se conoció como el “evento de Tunguska” y si hubiera ocurrido unas horas después por la rotación de la Tierra en lugar de en Rusia hubiera sucedido en Europa y si hubiera sido cerca de una gran ciudad la habría incinerado al estilo de una gran bomba atómica. La posibilidad de que una gran roca que vuela por el espacio se estrelle contra la Tierra existe, de hecho se cree que una acabó con los dinosaurios (curiosamente nos hizo un favor porque sin su desaparición los mamíferos no se hubieran podido desarrollar y a saber si hubiéramos surgido nosotros como especie) y bien podría provocar la extinción de nuevo de muchos seres vivos.
Si fuéramos extremadamente prudentes tendríamos que estar preparados para casi todo por si ocurriera y eso no creo que sea posible. No sólo por falta de medios (o por priorizar otras cosas más urgentes con esos mismos medios), es que el futuro es impredecible. Podemos por ejemplo crear una industria nacional de respiradores y mascarillas y que la próxima pandemia no esté relacionada con los pulmones y lo sea con el estómago, el hígado o el riñón. O que sea un evento cósmico, o una guerra o un gran terremoto o algo que ni siquiera se nos haya ocurrido. Más que estar preparados para un futuro incierto lo que hay que ser es ágiles y reaccionar contra la adversidad aunque cueste mucho (como en la bolsa cuando insisto en que hay que ponerse un límite de pérdidas). Y pecar de prudentes. Por ejemplo, estoy convencido que –yo el primero- muchos subestimaron el covid19 porque tenemos fresca en la memoria el fiasco de la gripe A (como se llamó entonces). Buscamos en google por esa denominación y aparece por ejemplo esto de 2010:
“Hace un año la Organización Mundial de la Salud (OMS) comunicó desde su sede en Ginebra (Suiza) su preocupación por un brote de lo que en aquel primer momento se denominó gripe porcina. El 24 de abril de 2009, con alrededor de 800 casos sospechosos en México y siete en EEUU, el mundo empezó a temer lo que acabaría convirtiéndose en la primera pandemia del siglo XXI, causada por el virus H1N1 y que, en pro de la industria ganadera, cambió su nombre por el de gripe A. El Gobierno español se enfrentó a esta amenaza con firmeza y celeridad. Aumentó en cinco millones el aprovisionamiento de las diez millones de dosis de uno de los dos únicos antivirales eficaces frente al virus, el oseltamivir; compró vacunas para el 20% de la población y destinó más de 300 millones de euros a estas medidas.Un año después, sólo se han utilizado 9.000 de esos antivirales; se vacunó menos de la cuarta parte de los individuos pertenecientes a grupos de riesgo (unos tres millones) y la cifra de muertos no sólo fue mucho menor de lo previsto sino que, además, la gripe A desplazó a la estacional y evitó así las muertes que provoca esta enfermedad cada año.Ni el Gobierno ni los médicos que más abogaron por las medidas extraordinarias, parecen arrepentirse de nada. El jefe del Servicio de Medicina Preventiva y Epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona, Antoni Trilla, cree que "en conjunto, la gripe A se gestionó bien". Recuerda que las decisiones "no se pueden tomar de hoy para mañana" y pone como ejemplo el tiempo que tardan en servirse los antivirales y las vacunas en cantidades altas. "¿Nos pasamos de prudencia? Visto el resultado, sí", reconoce el experto, que promete "afinar más" si se vuelve a dar una amenaza así. En la misma línea se expresa el secretario general de Sanidad, José Martínez Olmos: "La gestión en España fue correcta, seguimos las instrucciones de la OMS y la UE con proporcionalidad". Martínez Olmos considera que no es lo mismo "hablar en abril de 2010 que en abril de 2009" y explica que, si se produjera la amenaza de un nuevo virus, se actuaría "de forma parecida". Respecto a la autocrítica, el secretario lo tiene claro: "Hemos hecho autocrítica, sí; pero para confirmar que nuestros sistemas de control han funcionado".
Ni que decir tiene que muy pocos aplaudieron que ese sistema de control funcionara, más bien al contrario: se criticó muchísimo al gobierno español, a la OMS y hubo –ya entonces las había, no se han inventado en 2020 aunque a algunos les molestan sólo ahora- diversas teorías conspirativas que decían que todo había sido un truco para hacer gastar dinero público en “rescatar” al “lobby farmacéutico”. Y resultó que esta vez sí que teníamos que haber hecho caso a la OMS que, por otra parte, también parece que fue engañada por China como demuestra este tuit del 14 de enero
Nuestro gobierno -y otros muchos también- se equivocaron por no reaccionar con agilidad (y muchos, sobre todo el nuestro, también con la gestión una vez iniciada la crisis sanitaria y económica) pero nunca vamos a estar suficientemente preparados para eventos inesperados como este. Ni como sociedad ni como personas individuales. Por eso hay muchas críticas que resultan injustas sobre lo que ha pasado. Podríamos tener más UCIs, es cierto, y más de todo pero tenemos muchos medios sanitarios, lo que pasa es que ante una emergencia nada nos parecerá suficiente pero ni aquí ni en la rica Suiza. El que haya sanidad privada es un plus porque compagina y alivia la presión sobre la pública, que haya hospitales públicos con gestión privada tampoco es un problema por más que algunos se empeñen en criticarlo por temas ideológicos.
Sí lo es que veamos una crisis sanitaria en el mundo y no nos preparemos, que optemos por esperar y ver en lugar de actuar. Eso sí es grave. Y si de esta vamos a salir comprometiéndonos a gastar más en Sanidad, estupendo pero una vez más debemos tener en cuenta que el estado (las autonomías en este caso ya que lo grueso está transferido) no tiene dinero propio, lo que hace es distribuir el dinero de los ciudadanos… o endeudarse. Y recuerdo que un buen gobierno lo que debe hacer es tener claras las prioridades, y yo tengo dudas sobre que las tengan claras cuando ningún gobierno elimina gasto claramente innecesario. Y personalmente, espero que ya nadie crea que no tengo la suficiente empatía por parecerme mal que nos gastemos tanto dinero público en repatriar cadáveres cuando un español muere en el extranjero o en abrir fosas de hace 80 años y hacer carísimos análisis de ADN para que alguien pueda saber cuáles son los huesos de un antepasado suyo al que nunca conoció. No es insensibilidad, es que la prioridad siempre deben ser los vivos, y con recursos limitados éstos deben centrarse en ellos. Si esta situación sirve para que los gestores de nuestro dinero tengan claro eso, algo positivo habrá salido de todo esto.
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