(esta historia no está incluida en mi último libro La prehistoria, y algo de la historia, de 66 empresas: Nacionales y extranjeras, todas famosas, que te animo a adquirir)
Juan (1900-1998) y Florencio (1903-2003) Gómez Cuétara nacieron en Cantabria hijos de un modesto maestro rural. Sus tíos emigraron a México y con el paso de los años sus hermanos mayores (Pedro, Isaac y Raimundo) lo hicieron también. En 1919 marchó Juan y en 1920 Florencio. Juan era el más inquieto y, tras un tiempo en México, dejó la tienda de sus tíos donde trabajaba toda la familia para intentar triunfar en solitario, con escaso éxito. Intentó vender pan en un país donde preferían el maíz, arrendó una barbería, vendió un sucedáneo de coñac, dicen que fue guerrillero y hasta debutó como novillero. Pero en 1932 volvió a la tienda y en 1934 se casó, algo que hizo al año siguiente Florencio… con la hermana de su cuñada. Ambos, junto con sus hermanos Raimundo e Isaac, intentaron independizarse de sus tíos creando una fábrica de pastas para sopa que no triunfó y que en 1935 pasó a ser de galletas, con el nombre de Galletas Gómez Cuétara. No tuvo gran éxito ya que aún se notaban las consecuencias de la Gran Recesión de 1929. Cuando Raimundo fallece e Isaac vuelve a España, Juan y Florencio se quedan al cargo.
Con los años sus productos van teniendo más éxito, en parte con la incorporación del galletero catalán exiliado Ramón Miramón en 1939. La Guerra Mundial también favorece al negocio por lo que en 1945 abren una segunda fábrica. Florencio entonces decide irse a vivir a Santander dejando la empresa en manos de su hermano Juan. Sin embargo, éste le sigue convencido de que España puede ser un gran mercado, puesto que la variedad de la competencia se reducía a galletas troqueladas (las conocidas como “Marías”) y ellos podían ofrecer mejores productos. En 1949 Juan compra una pequeña fábrica en Cantabria con ese fin y en 1951 Florencio otra para chocolates y caramelos, uniendo ambas factorías en la sociedad familiar Gómez Cuétara Hermanos.
Por desgracia, no tuvieron en cuenta ni los racionamientos ni la animadversión de la competencia. Juan fue imaginativo y compró una panadería en Málaga para que su cupo de harina aumentara, también introdujo mejoras técnicas en su fábrica para reducir la pérdida de ingredientes en las elaboraciones, pero hasta 1955 no consiguieron que el Ministerio de Industria les concediera la libertad en el ejercicio de su actividad, cuando tres años antes se había acabado el racionamiento para las otras empresas de la competencia, dominado el mercado por las María de Fontaneda y las Chiquilín de Artiach. Todo por ser una empresa no nacional, aunque gracias a eso pudieron subsistir, puesto que desde México llegaban beneficios. Tampoco les fue fácil expandirse, y costó conseguir en 1958 el permiso para la apertura de una nueva planta en Jaén, que tardó más de dos años en construirse. En 1961 Franco visitó las nuevas instalaciones donde trabajaban 115 personas, dando al fin la bendición a los “mejicanos” que habían podido triunfar gracias a importar divisas, aunque la propaganda del Régimen lo achacó al éxito del gubernamental “Plan Jaén” para reindustrializar la zona.
Juan era el hermano que diseñaba las galletas y triunfó con muchas que aún hoy son conocidas, como las campurrianas. Las galletas de barquillo, después bañadas también en chocolate, fueron otro de sus grandes éxitos. Aunque quizás el mayor -de 1963- es el archiconocido Surtido Cuétara (“el que nunca falta en casa por Navidad”). El 10 de febrero de 1964 Juan y Florencio constituyeron Cuétara S.A., domiciliada en Madrid, y abrieron fábricas en muchos puntos de España para asegurarse el mercado nacional. En ese momento, en un movimiento similar al que ya vimos en Bimbo, la Cuétara española se separa de la mejicana aunque ambas conserven el mismo nombre. La Cuétara mejicana sigue existiendo en la actualidad.
En 1968 las Napolitanas de Cuétara ya se anunciaban en la TV y en 1973 compran una fábrica en Portugal. Antes, en 1969, Florencio adquirió Chips Ibérica S. A. y en 1970 creó Risi, para vender patatas fritas y snacks. Sin embargo, la crisis inflacionaria de los años 70 y la apertura del mercado a la competencia internacional, hace mella en los fabricantes nacionales de galletas. Cuétara sale mejor parado que las demás pero es el inicio de un declive que continuará (a pesar de éxitos puntuales como las “Tostarrica”) ante la entrada en la UE y la aparición de las marcas blancas. Ambos hermanos se retiran en mayo de 1987 y la empresa se queda en manos de tres hijos de Juan y dos de Florencio. Tras un bache de unos años, la empresa vuelve a coger impulso pero algunos accionistas (Florencio y alguno de los hijos de Juan) deciden vender en 2001 a Sos Arana en una suerte de fusión que renombra la compañía como Sos-Cuétara. En 2008 Nutrexpa adquiere la división de galletas (Sos pasa a ser Sos Corporación, y hoy es Deoleo, cotizada en bolsa) y finalmente, con la escisión de Nutrexpa, Cuétara pasa a formar parte del Grupo Adam Foods en 2015.
Lo que nació como empresa familiar de dos cántabros retornados de México, quedó integrado en un grupo multinacional catalán para el que Cuétara es sólo una marca más (como lo es también Artiach, contra la que durante tantos años tuvieron una dura competencia), así como la miel de la Granja San Francisco, patés la Piara, caldo Aneto, Phoskitos…
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