Supongo que a todos nos gustaría que en un país pobre donde parte de la población pasa hambre y sufre ausencia de medios para educación y sanidad como por ejemplo Somalia, tuviera un estado del bienestar como por ejemplo el español. Sin embargo, no creo que a la mayoría de españoles, que apenas pueden pagar el propio y que de hecho si lo hacen es gracias a endeudarse cada vez más, les guste financiarlo. Como mucho ayudarán pero ya sabemos que acabar con la pobreza en el Tercer Mundo no es posible con programas de ayuda al desarrollo o con caridad, eso puede aliviar problemas puntuales y poco más.
Así pues, no es posible decidir desde Occidente qué servicios sociales debe tener otro país. Somalia –en este caso- debe ser capaz de mejorar su productividad para que tengan el suficiente excedente como para autofinanciarlos. Por desgracia, Somalia no tiene suficiente ahorro como para empezar la inversión que haría falta como para que pase eso y necesitan dinero foráneo (a España le pasó algo parecido a mediados del siglo pasado). Y como ya hemos dicho, los gobiernos occidentales bastante tienen con lo suyo luego dicha inversión debe ser privada. ¿Por qué alguien invertiría en un país pobre, sin infraestructuras, con mano de obra poco cualificada y dudosa seguridad legal? Seguramente porque espera un gran beneficio y eso es lo que le motiva. Y no parece que haya otro método salvo el decidir que no, que no queremos que Somalia mejore, que también es una opción claro.
El proceso no será rápido pero la creación de una industria de lo que sea de un gran inversor foráneo generará puestos de trabajo con un salario muy bajo desde nuestra óptica pero superior al de la media del país, esos trabajadores necesitarán transporte y comer y se crearán líneas de buses y bares y restaurantes cerca de la fábrica y harán falta camiones para transportar y cargadores multiplicándose el número de puestos de trabajo no sólo directos, también indirectos porque los asalariados también aumentarán su consumo. Con los impuestos, aunque fueran bajos, que ingresará el gobierno se podrá mejorar la carretera (o lo mismo lo hace la propia multinacional porque le viene bien para el transporte de sus productos) y seguramente se mejore el puerto. Y con mejores infraestructuras, otras empresas extranjeras vendrán y… bueno, no será rápido pero ese es el camino que han tomado muchos países en las últimas décadas con gran éxito.
Eso no significa que esa trasformación sea ideal, no hay que bajar la guardia: hay que luchar por los derechos de los trabajadores (no sólo el salario, también las condiciones laborales) y por desgracia se conocen muchos casos de abusos. Y aunque las críticas siempre se dirigen hacia las multinacionales –con bastante razón- no se debería olvidar el papel que tienen los gobiernos nacionales de allí en todo esto. Uno de los motivos que determinan que en algunos países la globalización haya sido un éxito y en otros no hay que buscarlo en los dirigentes políticos locales. Con todo, es innegable lo que dicen las cifras: se reduce la pobreza, se crea riqueza y millones de personas viven mejor.
Y es que la única forma de que haya economías sostenibles es que haya empleos suficientes para la gente. ¿Y cómo se hace eso? Pues en un primer momento con inversiones, empresas que arriesgan su capital (en este caso para conseguir productos más baratos y venderlos en el Primer Mundo). De este modo nosotros compramos más barato y ellos aumentan su nivel adquisitivo. En una segunda fase estos trabajadores del Tercer Mundo se convierten en consumidores y según crece su riqueza incluso compran productos del Primer Mundo. En China (donde por ejemplo se consumen productos Apple) y en muchos más países, hemos podido ver en unas décadas todo esto. Pero luego llega una tercer fase, un momento en que si ellos producen cada vez mejor y son consumidores, sus economías cada vez se parecen más a las europeas. Esa es la fase que más nos puede inquietar porque es territorio inexplorado.
Corea del Sur puede ser un ejemplo de esta fase pero lo cierto es que de forma global aún no ha ocurrido y no parece que vaya a ocurrir pronto, especialmente por el “retraso” en África. Pero 2 países que suman la tercera parte de la población mundial, India y China, se supone serán las grandes potencias de la segunda mitad de este siglo. Es difícil imaginar un mundo en el que la mayoría de los países –o al menos estos dos- consuman al mismo ritmo que lo hace actualmente Europa, Japón o los EUA, tanto desde un punto de vista económico como sobre todo ecológico. Pero si esa tercera fase ocurre, y vamos camino de ello, ¿Cuáles serán las consecuencias?
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