No hay que demonizar al crédito

No debemos olvidar que los mismos bancos americanos que otorgaron irresponsablemente hipotecas a los NINJA (suena mejor que subprime) son los mismos que financiaron el que Windows pasara de ser un proyecto en un garaje a un producto de utilidad casi universal. ¿Fue racional esa decisión? Sólo se supo después. De hecho, usando unos criterios de desconfianza y seguridad, la banca no otorgó crédito a unos universitarios que estaban dispuestos a destronar al entonces todopoderoso Yahoo como motor de búsqueda en Internet y tuvo que ser un inversor particular quien financió la creación de Google Inc (una historia apasionante que viene resumida aquí si os interesa) y pocos años después esos mismos bancos se peleaban por obtener sus acciones. Lo mismo podemos decir de quien se arriesgó a financiar a un arquitecto tan atípico como Gaudí (¿un contable con criterios de “no riesgo” lo hubiera hecho?) y qué decir del cine, la propia Walt Disney invirtió 6 millones de $ en “La bella durmiente” y sólo ingresó 3 pero encontró a pesar de ello nueva financiación para nuevos proyectos y mirad lo que es hoy.
La adecuada regulación (el caso Madoff ilustró, entre otros muchos, que el actual supervisor es incapaz de controlar todas las operaciones que se están realizando en todos los mercados ya que fue inspeccionado por la SEC varias veces sin encontrar nada extraño) es lo que necesita una reforma, y la responsabilidad de los bancos cuando prestan un dinero que no tienen pero no por eso hay que demonizar el crédito ni asumir que la banca no puede hacer apuestas por proyectos empresariales aunque a priori no parezcan sólidos.
Por otra parte, aparte de su importancia económica, no debemos olvidar la doble función social del crédito. Por un lado el que no haga falta tener cientos de miles de euros en la cuenta corriente o en posesiones para acceder a “caprichos de rico” puede resulte una inconsciencia si el capricho es muy costoso pero no sólo hablamos de viviendas, también hablamos de hacer viajes o simplemente ayudar a un familiar en apuros. El crédito permite que, aunque sólo sea por un tiempo limitado ( el viaje de la luna de miel por ejemplo) o en algunos productos contados (un televisor último modelo), el pobre pueda equipararse al rico. Y además, consigue que el joven emprendedor de familia con escasos recursos, pueda conseguir tener acceso a un capital con el que competir con el que tiene capital procedente de su familia.
Detrás del mundo financiero lo que hay son personas y ambiciones humanas que son comunes a la inmensa mayoría. No todos los créditos son malos y es cierto que debemos reducir las deudas pero mientras vivamos en este sistema económico, negar financiación al emprendedor por una excesiva regulación o por un exceso de prudencia es como dispararnos al pie.

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