El péndulo: los peligros de la globalización

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En América Latina también triunfó el estatismo, tanto en la Argentina de Perón como en la mayoría de países pero tras la caída de Allende en Chile, Pinochet –un lego en economía- iba a intentar otro camino de la mano de ideólogos de la Escuela de Chicago. Y es que un año después de llegar al poder la inflación crecía el 20% ¡mensual! por lo que se dejó aconsejar para tomar el rumbo de los Chicago Boys (chilenos de la universidad pontificia de Santiago que habían estado en Chicago aprendiendo de las teorías económicas de Hayek y Friedman). Más mercantilismo y menos estado derivaron en la privatización de más de 500 empresas estatales, la abolición de los aranceles y los límites de precios, la reducción del gasto público, liberalización de los mercados… 

Friedman recibió el Nóbel en 1976 y fue muy criticado porque le acusaban de complicidad con los crímenes de Pinochet. Aunque siempre se habla de Tatcher y Reagan, lo cierto es que Chile fue el país pionero en tomar todas estas medidas unos años antes que ellos. Y como les pasó a Reino Unido y a los EUA, la reacción de corto plazo fue muy negativa en costes sociales llegando, por ejemplo, el desempleo al 30%. Pero al final mantuvieron durante años el mayor crecimiento económico de América Latina. Resulta paradójico que unos militares que habían tomado al asalto el poder político, aceptaran una menor injerencia del estado en la economía, algo que continuó después con la vuelta de la democracia.


En 1992 los EUA estaban en recesión y eligen a Clinton como presidente, toda una incógnita económica ya que parecía preocupado por la enorme deuda del país y parecía proclive al comercio, algo que no era habitual en las filas demócratas. Por aquella época se criticaba mucho la competencia industrial de Japón que estaba perjudicando al obrero norteamericano (¿suena de algo?) y también se criticaba el Acuerdo de libre Comercio con México y Canadá (NAFTA) ideado por Bush padre. Clinton seguramente ganó porque el independiente Ross Perot obtuvo los votos de los republicanos que estaban contra este acuerdo. Clinton resultó ser un presidente muy pro-mercado, reduciendo el déficit (incluso consiguió superávit presupuestario algún año) y apoyando el comercio y el NAFTA que en campaña decía que reformaría (y que consiguió aprobar finalmente con más votos republicanos que de su propio partido). 

El NAFTA entra en vigor el 1 de enero de 1994 y en diciembre México sufre una crisis que devalúa el valor del peso y amenaza la estabilidad económica del país por lo que la Administración Clinton acuerda conceder un crédito multimillonario al país vecino que consigue salvar la situación en poco tiempo. Esta reacción, que puede parecer muy normal en la actualidad y en la que los EUA probablemente actuó más por su propia estabilidad (y por la de los bancos y financieros norteamericanos que poseían deuda mejicana) que por la del país vecino, supuso un ejemplo de los límites del libre mercado. Lo “lógico” hubiera sido, siguiendo las teorías de Hayek, que los hechos se sucedieran sin un rescate de dinero público pero se consideró –como en la actualidad- que merecía más la pena intervenir que dejar que el mercado se auto-regulara. Además sentó un mal precedente: “arriesga que ya vendrá el dinero público a salvarte si te equivocas”.

Los 90 fue la década de la globalización, un mercado planetario que trajo, en general, más beneficios que inconvenientes: un mundo de flujos de dinero, de turistas, de innovaciones tecnológicas… y que sobrevivió a los atentados de las Torres Gemelas, a las dos guerras del golfo y a la Gran Recesión de 2008 aunque por culpa de ella está cada vez más en entredicho. Nos encontramos con otra paradoja: actualmente un presidente conservador como Trump está a favor de los aranceles que es algo sobre lo que históricamente han luchado los economistas partidarios del libre mercado y que han apoyado los de izquierdas. Lo cierto es que mezclar política y economía no es muy exacto y aunque los laboristas ingleses en la campaña de 1946 se apropiaron a Keynes como suyo contra un Churchill pro-Hayek, a día de hoy uno de los países con políticas más keynesianas es el Japón del conservador Abe.

En 1982, tras años de crédito barato hacia Latinoamérica, México no puede pagar sus deudas y eso provoca una crisis fuerte en la región que afecta sobre todo a la banca norteamericana. No es muy diferente a la burbuja de crédito que ocurrió en el sur de Europa tras el ingreso en el Euro. Lo que rápido viene, si no se sabe gestionar, puede provocar muchos problemas. He citado el ejemplo mejicano porque no se aprendió de él y en 1997 Thailandia –un país con una evidente debilidad institucional, con mecanismos de seguridad nacionales imperfectos y una banca muy débil- permitió a sus empresas tomar créditos de bancos extranjeros. Con una moneda artificialmente alta (1 baht=1 dólar) la crisis no se hizo esperar ya que pronto se agotaron los $ para cubrir las ventas de bahts. Nadie actuó, era una pequeña economía, fuera del área de influencia de las grandes potencias financieras, “el mercado se auto-regulará”… pero el contagio se extendió a Malasia, Indonesia… países más grandes y más poblados. Y a finales de 1997 había legado a la floreciente Corea del Sur, undécima economía mundial. Bancos japoneses, europeos y norteamericanos empezaron a tener muchos problemas.

El contagio sale de Asia, provoca el impago de la deuda externa de Rusia y acaba afectando a todas las economías en vías de desarrollo y por lo tanto también a las desarrolladas. Es el momento en el que el Long Term Capital (del que ya hemos hablado en otras ocasiones), dirigido por dos premios Nóbel que habían calculado probabilísticamente todas sus inversiones para no perder, estaba al borde de la quiebra. Si nadie movió fondos para salvar a Thailandia porque era pequeña y estaba lejos cuando hubiera sido bastante barato haber frenado el contagio posterior, cuando llegó a este fondo, consiguió poner de acuerdo a los banqueros de los EUA que, bajo el auspicio de la FED de Greenspan, inyectaron miles de millones de capital privado para evitar su caída. Entonces se presumió mucho de esta solución que no costó nada a los contribuyentes


El caso es que esta crisis abrió los ojos a muchos que vieron que hacían falta crear reglas para el libre mercado porque su poder era tan grande e imprevisible y tan peligroso debido a la globalización, que se necesitan amortiguadores contra los riesgos. Al final el FMI –imponiendo medidas contra corrupción, recorte del gasto público y mayores tipos de interés a cambio de créditos- pudo salvar a Brasil, entonces la octava economía del mundo, a finales de 1998 y a partir de ese momento el contagio se calmó pero fue una gran advertencia. 

A finales de 1999 en la reunión internacional de la Organización Mundial de Comercio (entonces con 135 países) en Seattle, las multitudinarias protestas en las calles sorprenden a los organizadores. En su mayoría son trabajadores norteamericanos contrarios a la deslocalización de las empresas que se van a otros países con menores costes salariales y sin regulaciones medioambientales. Dentro de la reunión, los países más pobres exigían lo contrario: más comercio y más mercado libre. Por ejemplo, que no sea el gobierno norteamericano el que fije unas cuotas de importación textil por países porque eso no es libre mercado. Tanzania, por ejemplo, afirmó que no necesitaría ayuda extranjera si pudiera vender libremente a Occidente todo lo que quiera. Los más pobres dentro de los países más ricos se oponen a la globalización mientras los más pobres de la Tierra quieren que la globalización vaya a más. Cada uno defiende sus intereses y aunque en el segundo bando hay muchísima más gente, éstos no votan en los países más ricos del globo.

El próximo miércoles acabaremos con este repaso al movimiento del péndulo “más o menos estado” hablando del siglo XXI

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