Todo es relativo

A pesar de que la ciencia –y más concretamente la física- hace ya décadas que estableció que no hay verdades absolutas por más que las sigan buscando, es un concepto muy duro de asumir para muchos seres humanos. Es por eso que se sigue confiando en la física newtoniana a pesar de que la cuántica ha demostrado su limitación o que películas de gran éxito -como Matrix por ejemplo- nos han mostrado que nunca podemos estar seguros de si lo que vivimos es real o imaginado. Basta con recordarnos en los sueños, cuando creemos que algo imaginado es cierto. Y es que los seres humanos nunca podemos conocer plenamente lo que tenemos ante nosotros, ya que nos representamos mentalmente una imagen simplificada y subjetiva de la realidad. Cada cual capta la realidad desde su perspectiva, su emplazamiento en el mundo (entorno cultural, social, histórico, religioso, etc.). Incluso conceptos científicos como que nada puede ser más veloz que la luz o el nivel de frío absoluto son sólo teorías que pueden ser revisadas. 

  Podemos resumir que no existen verdades absolutas porque nunca habrá verdades que lo sean para todos, en todo tiempo y en todo lugar, aunque las verdades científicas (de momento en vano) tienen ese objetivo. Y aunque esto sea algo que descoloca a muchos en el fondo la aceptación de la relatividad de la vida y del conocimiento nos hace estar abiertos a los demás, ser dialogantes, procurar contemplar la realidad desde varios puntos de vista… es algo muy positivo. La creencia en verdades absolutas conduce al dogmatismo y a la imposición. Nada hay de malo en contemplar el mundo con un racionalismo escéptico, la vida demuestra a cada momento que lo que vale para uno no vale para otro y al revés. Uno puede ser un asesino o un héroe dependiendo de si lleva uniforme de soldado o no. 

  Sin embargo, a pesar de que ni en la ciencia hay verdades absolutas, sigue habiendo muchos empeñados en que sí los hay en conceptos morales, que hay una definición válida para todos, en todo tiempo y en todo lugar del bien y el mal. Una vez más, como ante la mayoría de las incógnitas, la respuesta está en la Historia: Hace 2500 años en Grecia no se consideraba malo sodomizar a un efebo de 14 años, hace dos milenios en Roma era normal usar a los prisioneros como esclavos, tampoco era extraño en la Edad Media europea que los papas organizaran guerras para afianzar su poder político y territorial y desde luego no se condenaban al infierno por ello, incluso se auto-bendecían.  Sin irnos tan atrás en el tiempo, millones de personas consideran mártires a los que estrellaron los aviones contra las Torres Gemelas mientras otros los consideramos terroristas. 

  Somos muy contradictorios, incluso personas que dicen creer a pie juntillas una serie de consignas que pretenden ser claras encuentran excepciones a cada momento, ¿Cómo explicar si no que muchas personas religiosas estén a favor de la pena de muerte o que nos importe más nuestra mascota que la vida de un humano desconocido? Y en cierto modo es normal, si fuéramos tan dogmáticos como las normas que nos pretenden imponer religiones y códigos civiles perderíamos nuestra propia naturaleza, no tendríamos dilemas morales, no existiría la filosofía, la duda constante, el escepticismo ante el mundo que nos ha hecho prosperar como raza. 

  Pongamos como ejemplo el primer mandamiento cristiano: “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”.  Dejando aparte que amar tanto a una creencia no me parece algo psicológicamente saludable, lo del “prójimo como a ti mismo” si de verdad alguien lo creyera no podría vivir. Por ejemplo ¿Cómo gastarte un dinero en un cinturón, en un café, en un periódico si con ello se podría salvar la vida de un hambriento –y por supuesto prójimo- africano? Si no nos tomáramos esto como algo relativo y asumiéramos dogmáticamente el contenido de ese mandamiento nos volveríamos locos por la culpa y estaríamos atados en la vida, todo nuestro comportamiento estaría resultando dañino para los prójimos, desde usar agua potable para arrastrar nuestros excrementos en el baño cuando millones de seres humanos pasan sed a no invitar a tu casa al mendigo que duerme en la calle. 

  Y así con todo, ¿debo honrar a mi padre si éste es Hitler, es malo matar a una persona si con ella salvo la vida de otras 2 mil, y si robo para alimentar a mi prójimo…? Todos los días hay pruebas de que todo es relativo, y por supuesto nadie puede pretender saber -con una certeza absoluta- nada. Y desde luego mucho menos en lo que se refiere a juzgar a los demás seres humanos. Claro que es lógico –y a mi juicio muy positivo- tener un criterio propio, y lógicamente creer que el punto de vista de uno es el correcto y el mejor y defenderlo pero yo al menos asumo que no puedo saber con una certeza del 100% que dentro de 20 años pensaré igual y mis valores serán los mismos. Como dijo el filósofo “la única verdad absoluta es que no hay verdades absolutas”.

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