Hoy os traigo un resumen de un largo –casi dos horas- documental de 2005 titulado “Enron, los tipos que estafaron a América” que, a pesar de ser un tanto tendencioso y algo desordenado, me ha sorprendido por las similitudes que la gestión de aquella empresa tiene con la que a nivel general nos ha llevado a la actual crisis.
Kenneth Lay fundó en 1985 Enron intentando rentabilizar la liberalización de la energía iniciada por el presidente Reagan (“el gobierno es el problema”) pero, contradicción que hoy vemos generalizada por ejemplo en la banca, aceptando con gusto las subvenciones estatales que su compañía recibía por internacionalizarse. El rumbo de la compañía –que en principio debía ser la típica compañía energética estable que tanto gusta al inversor conservador en bolsa- parece fue decidido por una malversación. Y es que en 1987 la filial Enron Oil reportaba unos beneficios extraordinarios debido a que altos cargos apostaban en el mercado de precios del crudo, aprovechándose de las propias reservas de la compañía para mover los precios. Estuvieron a punto, en una racha de mala suerte, de hundir Enron Oil, y en la investigación posterior se descubrieron documentos falsos y desvíos de fondos a cuentas personales. Kenneth Lay era consciente de ello pero como vio que esta estrategia tan arriesgada daba grandes beneficios no despidió a los operadores hasta que se vio obligado cuando uno de los responsables fue condenado a un año en la cárcel.
El caso es que a partir de ese momento la cúpula de Enron entendió que la especulación era más rentable que la gestión empresarial tradicional de una empresa de este tipo –redes, gasoductos etc.- y en 1992 ya era el mayor comprador y vendedor de energía del mundo. De fechas tan lejanas comienza una tendencia contable que marcará la historia de la compañía ya que valoraban expectativas de precios futuros –demostrables por los precios de estos productos, muchas veces manipuladas por ellos mismos- a las posiciones presentes, presentando unos beneficios irreales que acabarían generando un descuadre de tesorería casi continuo. En esta época el fundador de Enron había cedido los poderes ejecutivos a Jeffrey Skilling, un personaje que sabía venderse a él mismo y a Enron muy bien a pesar de algunas tácticas no precisamente populares como por ejemplo despedir a más de un 10% de la plantilla cada año por votaciones del resto de empleados. Aunque fue el máximo responsable hasta unos meses antes de la quiebra, en la comisión parlamentaria que investigó ésta negó tener responsabilidad en el crash, al igual que otros directivos, y si bien un empleado íntimo amigo de Skilling se suicidó agobiado por los remordimientos, él aseveró que “No hice nada malo, en todo momento trabajé para el beneficio de la compañía”.
Otro factor que impulsó el amor al riesgo y el olvido de la economía real fue la fuerte tendencia alcista bursátil de finales del siglo pasado, lo que motivó aún más la política de aumentar dividendos como fuera. El artífice de las cuentas era el director financiero Andrew Fastow que durante años consiguió que una empresa que perdía liquidez, aumentara beneficios trimestre tan trimestre ocultando una deuda de 30 mil millones de $ con cientos de compañías fantasma que la escondían en sus propios balances. Hacía lo que sus jefes querían y además se embolsaba una buena comisión para él mismo. Llegó a vender a 96 bancos –algunos eran los principales del mundo- un fondo que sólo invertía en Enron, siendo él el responsable de ambas compañías y garantizado todo en una expectativa irreal de beneficios –repito- de una sola compañía. Es decir, no sólo el auditor, Arthur Andersen, cayó en la trampa: banqueros, abogados y contables hicieron la vista gorda, ¿tan ineptos eran o más bien es que todos cobraban? Parece lo segundo ya que se descubrieron mails entre empleados de los bancos que demuestran que sabían que los números de Enron no eran claros. De hecho, Merry Linch fue condenado a posteriori porque a finales de 1999 compró activos en Nigeria a Enron para devolvérselos a los 5 meses y en ese tiempo desaparecieran del balance de la empresa. ¿Habría otras operaciones así que no salieron a la luz? Es difícil de entender que nadie se extrañara de un aumento constante de los beneficios cuando la realidad era la contraria ya que sólo era rentable el “power bróker” (un famoso lema publicitario de Enron), es decir, la intermediación, pero no compensaba las grandes inversiones en industrias y extracciones por todo el mundo que no daban beneficio. Por ejemplo, una enorme factoría en la India que siempre generaba déficit ya que en aquella época el precio al que podían vender energía a la población del país era más barato que el coste. En esa época la publicidad de Enron era similar a la de los bancos islandeses de hace unos años y la clave era más convencer a inversores bursátiles que a clientes ya que los bonus de los directivos estaban ligados a la cotización y eran abonados con acciones. De hecho, semanas antes del cierre de trimestre milagrosamente siempre aparecían beneficios.
Algunos beneficios existían realmente pero la forma de obtenerlos era muy discutible. Por ejemplo, desde que en 1996 se liberalizó la electricidad en California, Enron desviaba energía de allí para venderla en otro sitio, lo que provocó cortes de electricidad nunca vistos antes en el estado, que además beneficiaban a Enron ya que encarecía los precios. Estudiaban la red y donde sobraba, la desviaban, cobrando varias veces por lo mismo. Seguramente la primera vez no fue algo planificado pero viendo el resultado empezaron a provocar ellos mismos cortes para subir los precios, y de hecho se grabaron conversaciones de operadores provocando apagones (“Si pisarle el cuello a alguien supone el doble de sueldo, pues se le pisa”). Especulaban con un bien básico, aún más que el de la posesión de vivienda, origen de la actual crisis. Los miedos a la “sobrecargada red de California”, elevaban más y más los precios, alegrándose incluso de los incendios estivales ya que servían para poder justificar mejor los apagones. En el documental hablan del experimento Milgran para justificar “por qué simples empleados de Enron podían comportarse con tanta maldad”. Se calcula que la crisis energética de California costó al estado 30 mil millones de $ de los que una tercera parte eran culpa directa de empleados de Enron. Y es que los operadores –brokers que compraban y vendían electricidad- eran los verdaderos dueños de la compañía mientras su presidente se defendía afirmando que “ganaban dinero a pesar de California y no con California” e incluso hacía chistes en público (“El Titanic se diferenciaba de California en que cuando se hundió tenía las luces encendidas”). Dicen que tuvo la suerte de que Bush hijo (Lay era amigo de Bush padre y conocía al antiguo gobernador de Texas como todos los empresarios que estaban relacionados con el sector del petróleo) llegó a la Casa Blanca y se enfrentó al gobernador demócrata de California para no castigar a Enron. Eso sí, como el Senado tenía mayoría demócrata se presionó a la Agencia Federal de la Energía para que al menos no volviera a ocurrir. Lo cierto es que Enron había donado muchos fondos a la campaña de Bush pero siendo algo habitual en los EUA, la actitud del presidente Bush puede deberse más a su ideología no intervencionista en estos temas que a alguna ilegal devolución de favores; es algo que probablemente nunca se sabrá.
Enron siguió una política de expansión irresponsable, incluso comprando otras compañías, que le llevó a ser la séptima empresa norteamericana con un valor de 70 mil millones de $. En la referida comisión parlamentaria posterior a la caída los analistas bursátiles que no paraban de recomendar comprar acciones de Enron se defendieron alegando que trabajaban con informes falsos suministrados por Fastow pero lo cierto es que a finales del siglo XX Merry Linch despidió al único analista que entonces era escéptico respecto a Enron y, además, se supone que deberían investigar de forma independiente sin creerse a pie juntillas lo que la propia compañía afirmaba. Lo cierto es que los hechos parecían dar la razón a los optimistas: en 1999 las acciones se revalorizaron un 50% y un 90% en el 2000…lo nunca visto en una empresa eléctrica ya que funcionaba de una forma más similar a las “.com”. Por ejemplo, sus acciones se revalorizaron un 34% en 2 días por anunciar un acuerdo con Blockbuster –la de los videos- para formar un negocio de compra-venta de banda ancha que nunca se hizo realidad, y poco antes de la quiebra también intentó sacar a la desesperada un mercado “de predicciones meteorológicas”, es decir, vendían tanto “humo” como muchas de las “.com”. El caso es que en el año 2000 fue considerada por la prestigiosa revista Fortune la compañía más admirada e innovadora de los EUA. Pero fue precisamente una periodista de dicha revista –acuciada por un inversor con dudas- la que en marzo de 2001 publicó un artículo titulado “¿Esta Enron sobrevalorada?” en la que ni siquiera plasmó sus dudas sobre la liquidez de la compañía pero que llevó a Enron a afirmar que la publicación era por venganza de un reportaje favorable publicado una semana atrás por la competencia de Fortune, Bussinesweek, y que “Es difícil mostrar a la gente los detalles de cómo fluye el dinero en los negocios al por mayor”. Lo cierto es que la periodista, antes de publicar nada, estuvo 3 horas reunido con el director financiero y el de contabilidad de Enron y ninguno le supo explicar de dónde salían los beneficios presentados. Un mes después en una conferencia con analistas alguien preguntó a Skilling “¿Por qué si Enron era una compañía de servicios financieros no hacía una declaración de flujos de efectivo de sus ingresos? A lo que éste no sólo no contestó, además le llamó gilipollas. Por esa época estaba planeando comprar un avión corporativo de 45 millones de $.
Como en la actual crisis, muchas de las “vergüenzas” particulares de una determinada compañía salieron a la luz cuando la tendencia general bursátil cambió de dirección y no se pudo sostener el castillo de naipes por más tiempo. La bajada de las “.com” fue clave para sacar los problemas a la luz. Aunque la puntilla fue la dimisión “por motivos personales” de Jeffrey Skilling el 14 de agosto de 2001 (llevaban ya semanas bajando las acciones, entre otras cosas por las ventas de sus propios directivos, que hasta el fin sumaron 116 millones de $) ya que todo apuntaba a que quería abandonar el barco antes de su hundimiento. El fundador de Enron volvió a ocupar el máximo puesto ejecutivo y achacó los problemas en la cotización a la tendencia general del mercado. Pero es que toda la compañía vivía de que las acciones siguieran subiendo. Llegó el 11-S y tras las nuevas caídas bursátiles poco se podía ya hacer para sostener la mentira. El 23 de octubre el auditor Arthur Andersen destruyó la información que tenía sobre Enron, justo el mismo día que el presidente volvió a declarar que la compañía iba bien y que las acciones recuperarían y respaldó a su director financiero. El día después éste era despedido por apropiarse de 45 millones de $ para sí con sus empresas fantasma y fue utilizado como cabeza de turco por toda la junta (que había cobrado 55 millones de $ de primas). El 2 de diciembre se declara en bancarrota: 20 mil empleados perdieron sus puestos de trabajo y sus seguros médicos con una indemnización media –recibida después- de sólo 4500$, 1.2 billones se volatilizaron de los fondos de jubilación de la empresa y se calcula que los pensionistas con acciones sumaron pérdidas de 2 billones de $.
Yo veo muchas similitudes con la actual crisis financiera: ambición desmedida, irresponsabilidad, búsqueda del beneficio a corto plazo, falta de previsión, ingeniería financiera creativa, corrupción, complicidad bancaria y gubernamental, ausencia de auditores y analistas independientes, falta de supervisión… seguro vosotros encontráis algunas más.
También tenéis este interesante gráfico explicativo (hacer click para verlo en grande)
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