Políticos y dilemas éticos

Quizás yo sea muy ingenuo pero no veo mala intención en la mayoría de decisiones que los políticos toman. Por supuesto se equivocan mucho si bien eso no significa que quieran fastidiarnos. No obstante, el lenguaje agresivo que utilizan entre ellos, y sus partidarios y detractores, parece indicar lo contrario. Yo no lo creo. Otro tema es si es peor para España tener gestores políticos equivocados que tenerlos malintencionados aunque eso es algo que nunca sabré porque sólo puedo juzgarlos por sus actos, no por sus intenciones que sólo puedo suponer. Hay tanta crispación y tanto hooliganismo en la política –siempre de puertas afuera, luego entre ellos eso no pasa y llegan a acuerdos, como en el reparto de puestos en el CGPJ, sin reparos- que mucha gente cree que el alcalde, el presidente autonómico o el del gobierno central que no le gusta, en realidad quiere fastidiar a los ciudadanos y otros muchos creen eso mismo del de la oposición respectiva.

No pienso así, creo que por ejemplo Sánchez tiene buena intención como la tuvo en su día Rajoy y antes ZP y antes Aznar. Incluso en sus decisiones más polémicas pienso que tuvieron en cuenta lo que ellos creyeron era el interés general. Imagino que el Juicio de la Historia, ya está pasando incluso con personas que fueron sus rivales políticos, será generosa con la etapa de Felipe González ya que en esos 13 años España se transformó mucho para mejor (en gran parte gracias a la entrada en la UE) y los problemas que dejó para los que le siguieron (algunos muy graves) apenas serán tenidos en cuenta, Aznar también pienso que tendrá buena prensa dentro de unas décadas por la entrada en el Euro a pesar de una bonanza económica sustentada en pies de barro que dejó. ZP pienso será el más criticado porque mantuvo la falsa bonanza y reaccionó muy mal a la crisis (aunque seguramente otro de otro partido también lo hubiera hecho) pero la Historia no puede olvidar que con él se acabó el terrorismo etarra. Rajoy preveo que será recordado por la recuperación económica y eso tapará todo lo negativo. Y de Sánchez aún no tengo ni idea. Lo que quiero decir es que al final con el paso de los años, uno se va dando cuenta que todos intentaron dejar un mejor país al que venía detrás.

Hace unas semanas se desató una polémica por las corbetas y las armas que España le vende a Arabia Saudí pero que tanto bien hacen a la economía española, incluyendo miles de puesto de trabajo en una de las provincias con más desempleo del país. La polémica es lícita y no es nada nueva, alguna vez he planteado aquí algo similar con las empresas tabaqueras semipúblicas de Extremadura. La solución sería no fabricar armas, o más exactamente, tener otro tipo de industria que la sustituya pero mientras eso pasa, tenemos que tomar la decisión con las circunstancias actuales, y además, como ya comenté aquí hace años, todas las actividades pueden tener connotaciones negativas y no hace falta irse a las ilegales o más polémicas: los estanqueros venden productos cancerígenos, los camareros sirven bebidas que pueden producir cirrosis, los camioneros se pasan su jornada laboral empeorando la salud de nuestra atmósfera con su emisión de gases tóxicos, un minero puede que extraiga un metal con el que quizás se fabrique la bala que matará a un niño… Podemos, reduciendo al absurdo, criticar casi cualquier actividad humana.

Por eso la decisión no es tan sencilla. Personalmente no vendería bombas a un régimen como el saudita pero sí le vendería buques teniendo en cuenta el empleo que eso genera en Cádiz y si para conseguir lo segundo hay que tragar con lo primero… el dilema no es sencillo para nadie y no creo que sea tan sencillo como bueno/malo o negro/blanco, hay -como en casi todo- muchos tonos de gris. Por supuesto es evidente que las bombas que hemos vendido a Arabia Saudí tienen una gran probabilidad de ser usadas en su participación en la guerra del Yemen pero a nivel general, hay algo que no debemos olvidar: la inmensa mayoría de las armas (misiles, buques de guerra, aviones etc.) que se fabrican en el mundo jamás se utilizan, algo que no pasa con las drogas o las bebidas alcohólicas o la comida basura que al final producen más muertes y problemas médicos en el mundo actual que los conflictos bélicos. En resumen, que si queremos ser éticos, deberíamos serlo con todo y no sólo con lo que más mala prensa tiene.

2 años de Trump

¿Cómo es posible que tantos analistas se equivocaran tanto al profetizar el desastre por la victoria electoral de Trump, cuando todo lo que pasó fue que unas horas después del recuento las bolsas cayeron con fuerza pero, incluso en aquella sesión, ya fueron de menos a más? Y Wall Street es sólo un síntoma, el PIB crece con una intensidad superior a la media y la tasa de paro está en mínimos de décadas. No es fácil explicarlo sin recurrir al típico “nadie conoce el futuro” pero hay factores a tener en cuenta:
  • Que las bolsas suban cuando los tipos de interés reales, a pesar de las subidas de la FED, siguen en negativo (es decir, el IPC es mayor que los tipos de interés por lo que el ahorro convencional pierde poder adquisitivo y eso anima a asumir más riesgos) con una economía en crecimiento no es nada raro. Que alcance los niveles actuales –o más bien los de hace un mes- sí lo es pero hay que tener en cuenta tres factores que han sido claves, especialmente el último año: la rebaja fiscal de Trump que ha permitido unos beneficios empresariales y una inyección de liquidez enorme entre los más ricos del país, la política agresiva de autocartera que han utilizado grandes compañías (según Goldman se llegará al billón de $ de compra de acciones propias en 2018, aunque imagino el ritmo se ha frenado y quizás por eso hayan llegado los fuertes recortes de octubre) y la subida del PIB por encima de la media histórica.
  • La subida del PIB se debe a la bajada fiscal pero también a la política exterior de Trump. Y es que el miedo a los aranceles futuros ha elevado muchísimo el acaparamiento de productos (lo que se llama un PIB hinchado debido a un aumento de inventarios) y ha agilizado muchos negocios antes de la subida impositiva (porque no deja de ser un impuesto). Esto quiere decir que estos factores, como los de la renta variable, son puntuales y podrían desaparecer muy rápido.

  • Por último, la creación de empleo ha sido enorme llegando la tasa de paro a niveles casi de pleno empleo. No obstante, no es comparable el empleo creado en los EUA con lo que entendemos en Europa ya que muchos no tienen ni seguro médico y, como se ha demostrado en otras ocasiones, se destruye tan rápido como se crea. De hecho, todos los economistas están extrañados de lo poco que suben los salarios en un país con tan poca oferta laboral “oficial” por lo que algo falla en esas cifras tan optimistas.
Todo esto, y alguna cosa más, puede explicar el buen comportamiento económico y de los mercados financieros los dos primeros años de Trump pero también nos avisa de los grandes riesgos para la economía norteamericana que su gestión ha provocado: ha alimentado la burbuja en Wall Street que más pronto que tarde estallará (algunos creen que ha empezado a hacerlo ya) con consecuencias enormes en la economía real, ha empeorado las finanzas públicas de forma notable y su política arancelaria ya está aumentando la inflación y lo hará más al encarecer el coste de adquisición de muchos productos, tanto para el consumidor final como para las cadenas de suministros de muchas compañías. La fortaleza del $, debida en parte al propio Trump pero sobre todo a la política de la FED y la debilidad del € por el lío del Presupuesto italiano las últimas semanas, tampoco ayuda a la competitividad de las grandes exportadoras norteamericanas.

En resumen, balance positivo pero muchos riesgos en el corto y medio plazo, Y a Trump aún le quedan dos años más de mandato...

No anticipemos el inevitable final del ciclo

29 de septiembre, 2008: La Cámara de Representantes de Estados Unidos tumba un paquete de rescate de emergencia propuesto por 700.000 millones de dólares (el famoso Plan Paulson o TARP). Los legisladores debatieron durante cuatro horas antes de la votación. Algunos argumentaron que este proyecto de ley era la única forma de proteger la economía mientras que otros aseguraban que sería una pérdida de libertad económica. La votación acaba 228-205. La bolsa se hunde ya que la votación se sigue en directo. El Dow sufre una caída de 777,68 puntos, su mayor pérdida en puntos en un solo día (ya no lo es). Se sigue discutiendo varios días mientras los mercados siguen desplomándose y el 3 de octubre se vuelve a votar: finalmente el TARP es aprobado. El Congreso aprueba un rescate bancario de 700.000 millones de dólares, pero… las acciones siguen bajando porque lo ven como insuficiente. El mercado tenía razón y los políticos no, de hecho el 13 de octubre el secretario del Tesoro, Hank Paulson, se sienta con nueve importantes directores ejecutivos de bancos. Horas más tarde, el gobierno federal adquiere una gran participación de las acciones de Wall Street. El volumen del paquete de rescate total llega a los 2,25 billones de dólares.

Luego llegaron las medidas extremas de la FED y lo que iba a ser algo excepcional y norteamericano se convirtió en global y duradero. La bolsa lo empieza a notar a comienzos de marzo de 2009, fecha en la que se inicia un rally histórico que ha llegado hasta 2018. Otra de las consecuencias más extraordinarias de todo aquello fueron los tipos de interés extraordinariamente bajos. Y es que estamos tan acostumbrados a ver tipos negativos en el Euribor o en la deuda que emiten algunos estados que ya ni es noticia y ni siquiera recordamos cuánto nos llamaba la atención cuando esto empezó. Y es evidente que tenemos que asumir que ha de cambiar. Por ejemplo, si miramos los países que aún emiten deuda en negativo en el periodo de 2 años resulta que aún hay 15: Suiza, Japón, Suecia y 12 de la Eurozona. Si a ese tipo le restamos el IPC el resultante que nos da es lo que se llama “tipo de interés real” y ahí sí que hay algún país más en negativo. Por ejemplo, Reino Unido emite bonos a 2 años al +0,75% pero como tiene un IPC del +2,5% en realidad un británico que invierta en esos bonos pierde un 1,75% de poder adquisitivo luego el tipo de interés real es el -1,75% aunque emita la deuda en positivo. Pues bien, España es un país que emite su deuda a dos años en negativo y que además tiene un tipo de interés real de los más bajos del mundo: en torno al -2,4% a 2 años. (ya sé que el IPC mide un año y no dos pero la perspectiva para 2019 es similar y no importan demasiado los decimales para el argumento).

En resumen, por un lado ahorrar para un español es un muy mal negocio (y encima la bolsa española no está resultando ser una buena alternativa lo que seguramente ayude al aumento de la inversión inmobiliaria) y por otro, hay que insistir en la excepcionalidad de esta situación. Años castigando el ahorro y favoreciendo las inversiones de riesgo han reducido la tasa de ahorros de las familias y ha convertido a las grandes empresas en accionistas (aumentando la recompra de acciones propias en lugar de invertir en, por ejemplo, mejorar la productividad), esto nos hace más vulnerables a una recesión desde luego pero también a que baje la bolsa y a que suban los tipos de interés. De hecho, es inevitable preguntarse: si con tipos de interés reales negativos durante años y con crecimientos cercanos al 3% (a lo que sumar un petróleo barato y varios récord consecutivos de turistas) aún tenemos una tasa de paro que ronda el 15% y una deuda pública del 100% del PIB, ¿qué pasará a la mínima que alguno de estos factores empeore?

Si a eso sumamos datos recientes como el pírrico crecimiento de la Eurozona (+0,2%) del trimestre pasado o la cifra de ventas minoristas en España del mes pasado (desestacionalizadas, bajaron un 0,9%, 4ª vez en negativo en los últimos 5 meses y el peor dato desde agosto de 2013), las dudas sobre la evolución económica española en el futuro cercano aumentan. Y en economía a veces las profecías se autocumplen porque la inestabilidad política actual más ciertos medios anunciando el apocalipsis más el mal ambiente bursátil de octubre más el lío italiano más unos datos que confirman que la desaceleración –aunque de forma moderada- está llegando, puede retraer la inversión y el gasto y llevarnos del crecimiento a la recesión. Yo no soy tan negativo en el corto plazo y además creo que un parón económico en nuestra área económica eliminaría el riesgo de mayores tipos de interés que es uno de los motivos por los que existe este cierto pesimismo hacia el futuro pero es evidente que 2018 está resultando un año de más a menos.

Una de gráficos

Empecemos por este que nos anticipa problemas para la economía de la Eurozona



Que han provocado que las previsiones de crecimiento hayan ido reduciéndose a lo largo de este año y para el siguiente


Sin embargo, lo cierto es que la Europa comunitaria nunca ha tenido una tasa de paro tan baja


Vamos a seguir con otro positivo, la Tasa de Morosidad en España

Ahora vamos con uno curioso, cómo la preocupación por la inmigración se “disparó” antes del voto del Bréxit y luego se “desinfló”
Lo que nos lleva a los duros efectos para la economía británica que se prevén tras el Bréxit


En cuanto a los mercados, diciembre ha empezado traicionando la estadística, alcista y nos estamos quedamos sin tiempo y cada vez será más difícil maquillar este pésimo 2018 ya que, como se puede apreciar aquí, hasta el 90% de todas las clases de activos están en rentabilidad negativa en el año (según estos datos recopilados por Deutsche Bank es el récord absoluto desde el año 1901).


Y en cuanto a la actualidad política, destacar el batacazo de la encuesta del CIS para las elecciones andaluzas:


Y para finalizar, un artículo muy interesante con un test y unos datos que demuestran que no es cierto que cualquier tiempo pasado fue mejor… ni mucho menos

Por qué el mundo va mejor de lo que crees y no te das cuenta

Coste de sanear el sistema financiero español

                           Según las cifras más recientes de BCE:
42.621 millones de dinero público y 22.332 proporcionados por el propio sector.
Como se puede apreciar, todo gastado en sanear cajas de ahorros y bancos que eran propiedad de cajas de ahorros:

El riesgo de buscar rentabilidad

Hay un fenómeno cada vez más extendido en los medios digitales: el llamado clickbait que está basado en poner un titular muy llamativo para “obligar” a los lectores a hacer click en el link si realmente quieren enterarse de la información. Es una práctica muy molesta pero de algún modo comprensible (¿para qué le sirve a un periódico tener una cuenta en twitter si no es para que los tuiteros visiten su web?), lo malo es que, bien por vaguería o bien por falta de tiempo, muchos acaban quedándose sólo con el titular incompleto y sacando conclusiones de él. También está el otro gran problema: que quien vaya al link de la información tampoco consiga una explicación satisfactoria. Por ejemplo, el mes pasado llamó la atención un titular que rezaba así "La hucha de las pensiones pierde 24 millones de euros este año” y eso invitó a despotricar contra políticos varios. Pero resulta que por ley dicho Fondo (porque de hucha tiene poco) sólo puede invertir en deuda española, alemana, francesa y holandesa y como las inversiones suelen ser en plazos cortos y las emisiones son en negativo, ha sido inevitable presentar pérdidas.

Por supuesto podíamos hacer como el Fondo soberano noruego y comprar renta variable por todo el mundo (tras un cambio legal), ¿pero en serio queremos entrar con un dinero público en ese juego especulativo, y asumiríamos el riesgo de una pérdida verdaderamente grave como la que se ha dado este año con grandes valores como BBVA o Telefónica? En realidad la tontada de todo esto es apartar un dinero público para comprar deuda pública cuando sería más fácil simplemente no emitirla, más cuando la “hucha” de las pensiones se mantiene por política ya que todos sabemos que el sistema es deficitario incluso agotándola del todo. Todo esto es un síntoma más del problema que tenemos los ahorradores para rentabilizar nuestro dinero. Con una inflación superior al 2%, y unas cuentas de depósitos y renta fija prácticamente en negativo, la tentación de comprar otros activos para intentar extraer intereses de los ahorros es alta.

En España se ha notado en la vivienda, y quien ha optado por ella parece que ha acertado pero es algo que sólo es accesible para quien tiene una gran cantidad de liquidez, la mayoría ha optado por la bolsa, sea vía fondos o directamente. Y justo en 2018, salvo la bolsa norteamericana y alguna puntual más, todos los mercados de renta variable han dado pérdidas con lo que por esquivar un 2% de IPC en contra, hay quien ha perdido un 10%.... o más. Mala suerte. Yo mismo, que llevaba mucho tiempo sin hacerlo, he estado comprando bolsa española –me parecía la más castigada y con menor motivo porque creo que lo peor de la crisis emergente ya pasó y ya está descontado en las cotizaciones y como dije creo que lo de Italia es una tormenta pasajera... aunque no preví el lío de la sentencia de las hipotecas- desde los primeros días de octubre… y en pocos días ya estaba perdiendo porque la volatilidad de octubre me vino en contra con fuerza. Por suerte, parece que el susto pasó y tengo el convencimiento en que es buena opción de inversión al menos hasta enero si bien es un recordatorio del tremendo dilema en el que nos ha metido esta política monetaria ultraexpansiva a los que tenemos algo de liquidez: o arriesgamos o perdemos dinero.

No extraña que la tasa de ahorro española esté en mínimos sin que se dispare el consumo, el motivo principal es que los españoles prefieren reducir deudas que siempre son más caras que tener dinero en el banco, incluso con los tipos como están. Alguno pensará que como tiene deudas, con él no va el tema pero es que al final esto salpica a todos de dos formas principales: una es el encarecimiento del precio de algunos activos (como hemos visto en los EUA con la burbuja de Wall Street o estamos sufriendo en España con la subida del precio de la vivienda que está teniendo un coste social claro o incluso puede estar influyendo en el encarecimiento del crudo) por el exceso de liquidez, los tipos de interés ultrabajos y la necesidad de asumir riesgos para obtener rentabilidad y la otra es la sostenibilidad de las pensiones privadas -o incluso las públicas de otros países- que ante la falta de rentabilidad de la renta fija, se inclinan hacia la variable con lo que pueden ser más vulnerables a los cíclicos crash bursátiles.

Y hablando de ciclos, esta imagen nos muestra algo curioso: cada vez que empieza una recesión (zona sombreada) en los EUA, la tasa de paro está en una situación tan extremadamente baja como la actual
¿Casi pleno empleo conduce a mayor inflación, mayores tipos de interés y finalmente a una recesión que acaba por disparar la tasa de paro de nuevo? Simplificando mucho, este parece ser el proceso y es el que se teme ocurra ahora. Esperemos se retrase aunque por desgracia parece inevitable que una recesión llegue más pronto que tarde...

La polémica por la brusca subida del SMI

Habría mucho que comentar acerca del acuerdo para los PGE 2019 que pactaron PSOE y Podemos el mes pasado pero en mi opinión este acuerdo no se ha hecho para desarrollarlo sino como parte de la campaña electoral de las próximas elecciones. Pienso que Sánchez sabe a estas alturas que no va a encontrar suficientes apoyos para sacar adelante los PGE (ERC pide liberación de los presos, PdCat referéndum etc.) y acabará o bien convocando elecciones o bien prorrogando los actuales PGE del PP contra los que votó en su día, y seguir “corrigiéndolos” vía decreto-ley. Es decir que, siempre según mi opinión, el propio Sánchez (si no lo ha deducido él seguro que se lo habrá dicho la ministra de economía Calviño que sabe mucho más de números que él) no creo que desee aplicar el documento que firmó con Podemos porque con un paro tan alto y unas deudas tan elevadas,  no verá posible aumentar tanto el gasto a la vez que se perjudica a la actividad económica (lo que repercutirá en menores ingresos, y no olvidemos que estamos en desaceleración) con mayores impuestos.

En cualquier caso, como es algo que está en el aire, ya habrá tiempo de valorar medidas más concretas según se vayan poniendo en marcha. Una de ellas –la subida del SMI, ya prevista por el anterior gobierno pero acelerada por este-, salga o no adelante, merece unas reflexiones. Lo primero es que, como llevo diciendo ya hace un par de años, creo que en España se deben subir los sueldos y me parece que si no suben es, sobre todo, porque hay demasiada oferta para tan poca demanda por lo que la intervención del gobierno puede ser necesaria y desde luego prefiero que se suba el SMI a que se aumente la masa salarial de los empleados públicos (es mejor que reciban bonus cuando la economía va bien que se retiren cuando va mal, y que no sean indiscriminados sino por méritos). Lo segundo es que subir de golpe un 22% el SMI es una irresponsabilidad, hay que hacerlo escalonadamente porque lo que se beneficia a los trabajadores se perjudica a los empleadores y, contra la propaganda de algunos, menos del 5% de los trabajadores a tiempo completo de las grandes empresas cobran ese salario mientras que sí lo hacen el 34% de los de las micropymes.

Ahí está un de las claves del asunto: se perjudica muchísimo a autónomos y a las pymes más pequeñas. Amazon en los EUA gracias a su músculo financiero puede subir salarios mientras empresas de la competencia más pequeñas, peleando por los mismos trabajadores -ya que en los EUA casi hay pleno empleo- sólo pueden ofrecer los mismos emolumentos subiendo precios a los clientes que entonces aumentan aún más su preferencia por Amazon… Y es un problema real que van a vivir en la temporada navideña allí. Evidentemente no es nuestro caso, hay trabajadores de sobra para cobrar un sueldo mínimo pero es cierto que para el Banco Santander es más fácil subir sueldos que para el bar de la esquina, más cuando en enero tendrá que aumentar el coste de golpe en un 22%. 900 euros netos en 14 pagas suponen cerca de 17 mil euros anuales para el empleador y en micropymes, obtener un rendimiento a un puesto de trabajo de más de 17 mil € -después de impuestos- para obtener algún beneficio, no es tan sencillo. Por eso creo que la subida primero debería ser escalonada y segundo, debería aplicarse a empresas con un cierto número de empleados (y para evitar fraudes, a sus subcontratas) pero no a las más pequeñas.

Es decir, que vuelve a ser una medida social pagada sobre todo por la clase media, no por los ricos. Y por los consumidores, no olvidemos que, como afirmaba Henry Ford, es el cliente el que paga los salarios, el empleador sólo es un intermediario. Luego está el efecto sobre la economía sumergida, ¿aumentará la tentación de pagar en negro en lugar de aumentar los costes un 22% de golpe? Seguro que si, y más cuando la empresa es pequeña y ese margen puede significar la supervivencia como es el caso (lo digo como un ejemplo de sector que conozco bien) de los bares de costa en invierno. Un inciso hablando de la costa: el otro día me contaron que vuelve a haber albañiles -trabajando además para grandes constructoras- cobrando el sueldo mínimo en nómina más un plus en negro de hasta 2500€ más al mes en algunas obras y que se compran BMWs… al más puro estilo de hace 15 años. No aprendemos…

En resumen, no me gustaron los PGE de 2018 aprobados por el PP (y apoyados por Cs y PNV) porque no contenían medidas contra la quiebra técnica de nuestra seguridad social y aumentaban las diferencias territoriales y el proyecto para los de 2019 son aún peores, no sólo porque empeoran aún más nuestras cuentas públicas, es que no aportan nada contra el principal problema de nuestro país: el alto desempleo. Y encima, algunas de sus medidas perjudican a la actual creación de empleo como son los mayores impuestos (generalizados, nada de que sólo son a los ricos) y…la subida del SMI.

Y es que esta es quizás la peor consecuencia de esta subida tan brusca: va a desincentivar, por una reducción de la oferta, la entrada en el mercado laboral de muchas personas y especialmente de los más jóvenes que son, por su inexperiencia, los principales candidatos a cobrar el sueldo mínimo. Como ya apunté antes, no es lo mismo subir elSMI en un país con un 3,6% de paro como los EUA que en el nuestro que no baja del 16% con un paro juvenil que se acerca al 40% y una tasa de temporalidad que casi dobla la europea. En España hay que crear empleo y empeorar las condiciones para que alguien cree una oferta de trabajo es un camino erróneo que puede tener un mayor coste social que el beneficio que se puede obtener con una subida del SMI tan brusca. Como dice de forma más literaria el economista Juan F. Jimeno “en economía medidas bienintencionadas pueden tener efectos contrarios al bienestar social”.

La incógnita de las materias primas

Dentro de los numerosos movimientos poco racionales de los precios de los activos en los mercados globales, el que quizás más me está llamando la atención es la tendencia bajista de numerosas materias primas, especialmente de las alimentarias. Desafía a la lógica (cada vez somos más y consumimos más), a la histórica correlación con el precio del petróleo (que a pesar de haber rebotado casi un 200% desde sus mínimos del primer trimestre de 2016 no se ha visto acompañado por otras “commodities”) y destroza, una vez más, la filosofía malthusiana (que a pesar de haberse equivocado los últimos 200 años sigue teniendo sus seguidores) que profetizaba un mundo sin recursos por el exceso de población.
Nada mejor que unas imágenes para ejemplificar esto. Aquí vemos el gráfico del crudo (el de Texas, recordemos que el Brent europeo está bastante más alto)

Y, desde que acompañaron al rebote del petróleo en 2016, varias materias primas de primera necesidad ya no han seguido un camino paralelo. Por ejemplo la soja que está en mínimos de una década:
O el azúcar que cotiza en mínimos históricos desde que se tienen registros:
O el maíz:
O el café, en mínimos de 12 años:
Por buscarle motivos podemos hablar de la caídas de las divisas emergentes, coincidentes con algunos países productores, ya que hacen que un precio denominado en dólares ofrezca más cantidad de producto para el importador, Podemos citar también los avances tecnológicos pero no se puede decir que hayan sido tan relevantes en los últimos años, hay quien puede citar a la especulación pero si lo que le ha sobrado a los grandes inversores/especuladores los últimos años ha sido la liquidez, ¿por qué no empujar los precios al alza como ha pasado con otros activos?
Sinceramente, no tengo la respuesta. No sé si estamos ante una oportunidad de oro para invertir a largo plazo en algún fondo o empresas relacionadas con estas materias primas porque lo lógico es que el aumento de la población y sus niveles históricamente tan bajos las empujen a un rebote continuado de grandes dimensiones o si estamos en un cambio de paradigma total que no acabo de entender. Lo que está claro es que estos precios tan bajos de los productos básicos pueden tener muchas consecuencias económicas, algunas positivas (¿acabar definitivamente con el hambre en el mundo?), otras negativas (¿aumentará la desigualdad entre países productores, generalmente del tercer Mundo, y consumidores, generalmente del Primero? Y otras que pueden gustar a unos y perjudicar a otros y es que si la inflación de los productos de primera necesidad está contenida es posible que los tipos de interés bajos, esos que gustan a los hipotecados pero odian los que tienen ahorros, se prolonguen.
Repito que no tengo la respuesta pero me planteo una cuestión: Si Europa y los EUA ya están en niveles de IPC del 2% -y superiores- con materias primas en mínimos de muchos años, ¿qué podría pasar si éstas tuvieran una subida de un 10 o un 20%? (algo que no sería tan disparatado viendo el rebote que está teniendo el crudo desde sus mínimos) ¿Podríamos enfrentarnos a una economía con un bajo crecimiento (el “estancamiento secular” que algunos dicen) y una inflación muy por encima de la barrera del 2% que propugnan los bancos centrales? Es decir, ¿una estanflación que además pillaría a la mayoría de economías con unos niveles de deuda pública tan elevados que una subida de tipos de interés podría arruinar su solvencia? Esperemos que no pero es evidente que algo no cuadra… tampoco en el mundo de las materias primas agrícolas.

La UE está en un uy

Llevo años criticando la estructura de la Eurozona y convencido que si no se deshace es por la complejidad de hacerlo y por el enorme coste económico que supone, máxime ahora que tenemos un banco central que es un cajón de sastre de deuda soberana de los estados miembros y corporativa y bancaria de empresas y entidades financieras. También creo que difícilmente sobrevivirá a una próxima gran crisis porque los gobiernos acabarán cayendo en la tentación de volver a recuperar la política monetaria para utilizarla a su antojo pero que es un error que alguien abandone antes de su implosión porque se verá muy afectado, habría que esperar que ocurra (si ocurre) al conjunto. Puede que se inicie por la desafección de algún miembro pero la decisión no creo sea unilateral sino de varios países a la vez porque en el momento en que un miembro importante quiera irse, el resto no querrá asumir la factura. Y más en una situación de recesión general que preveo como la ideal para una fractura.

Sin embargo, siempre he estado convencido que la UE es como la ONU, si no existiera habría que inventarla por más que su funcionamiento deje mucho que desear. El Bréxit está resultando una prueba de fuego que está superando con éxito, contra la desafección de un miembro en la UE se han puesto de acuerdo y están actuando bastante bien en las negociaciones con Reino Unido demostrando fortaleza hasta el punto que May está dispuesta a aceptar un Bréxit tan blando que difícilmente contentará a los que en su día votaron a favor de él en su país. Pero estas últimas semanas estamos comprobando que la fragilidad de la Unión Europea es aún mayor de lo que parecía, con, por ejemplo, Hungría y Polonia cada vez más distanciadas del resto y bloqueando cualquier castigo a alguno de ellos debido a la necesaria unanimidad. Hay quien le echa la culpa a la pérdida del tradicional apoyo norteamericano tras la victoria de Trump o a las “maquinaciones” de Putin pero lo cierto es que el problema está en los propios europeos.

Ni siquiera la responsabilidad es de los húngaros que votaron a Orban o de los italianos que apoyan a Salvini, es nuestra propia contradicción nacionalista: sólo queremos a la UE si beneficia a nuestro país o, más concretamente, si notamos que beneficia a nuestro país. Y en muchos momentos decisiones de la UE han generado retornos positivos en todos los países pero en otros muchos, lógicamente, sólo en algunos, e incluso perjudicando a otros. Un buen político sabe manejar estas situaciones, cuándo ceder en algunos temas para obtener beneficios de otros pero últimamente la UE se ha convertido en una organización en la que sólo consigue lo que quiere el más agresivo, el más quejica, el que sabe que con esa actitud va a obtener más réditos electorales en su país y prima eso por encima de cualquier otra cosa. Pero es que son los propio europeos los que no saben lo que quieren: si hay un problema con la emigración quieren que lo resuelva Europa pero cuando la crisis de asilados de Siria, Europa decidió una cuota numérica por países y no la cumplió casi nadie. Y como aquellos países que no la cumplieron no recibieron ningún voto de castigo por ello –por ejemplo, el PP de Rajoy-, pues ¿para qué cumplir lo que decide Europa?

Y los políticos están tan liados como los votantes, otro ejemplo pasó hace unas semanas con Podemos. Está en contra del recién firmado acuerdo comercial UE/Japón (ellos sabrán por qué) y reclaman que se discuta en cada Parlamento nacional. Pongamos que pasa eso y dos o tres países no están de acuerdo con lo que han decidido sus gobiernos respecto a este tema, ¿cómo se implementaría entonces un acuerdo comercial internacional dejando fuera a algunos miembros, cómo se puede competir con otras áreas económicas si ni siquiera con el apoyo de todos los gobiernos puede la UE firmar un acuerdo comercial? Y claro, si establecemos que cada decisión tiene que pasar por cada parlamento, entonces olvidémonos de pactar una política migratoria común (algo que curiosamente sí que quiere Podemos) porque los países que no tienen el mismo problema que Italia, España o Grecia, podrían votar en contra si lo llevan a sus parlamentos nacionales. Es decir, la UE es un acuerdo comercial que no tiene autoridad –según algunos- para firmar acuerdos comerciales con terceros pero que debe inmiscuirse –según los mismos- en las decisiones de cada país sobre política migratoria. No tiene sentido.

En fin, que la UE está muy mal montada, demasiada burocracia con un Parlamento Europeo que apenas sirve de nada, y hay que reformar muchas cosas pero la clave está en que tenemos que decidir si queremos una Europa con misma fiscalidad, mismo código penal, mismos derechos laborales etc. o queremos ir cada uno por nuestro lado (o somos contradictorios y queremos unas cosas los días pares y otra los impares). Las dos opciones tienen pros y contras pero el actual limbo en el que pretendemos para algunas cosas ser como Los Estados Unidos de Europa y en otras como si volviera a haber fronteras y aduanas, no nos lleva a ninguna parte porque toda Unión es tan fuerte como su eslabón más débil pero si el eslabón débil es pequeño, se puede hacer la vista gorda y venderle la cadena a alguien que no preste demasiada atención, pero si es del tamaño de Italia la cosa cambia. Y no olvidemos que o triunfa Macron o en unos años tendremos a Le Pen en Francia… el proceso de descomposición continúa… y como haya una crisis económica estoy seguro que se va a acelerar.

La crisis de los emergentes y el Euro

Si con tipos altos se montó una burbuja como la que estalló en 2007, ¿qué se puede estar formando tras tantos años de tipos ultrabajos, incluso negativos? Pues lo único claro es que hay una burbuja de deuda pública. Ésta ha crecido muchísimo durante estos años sólo que la política monetaria ultraexpansiva de los bancos centrales ha conseguido que, además de no hacer peligrar la solvencia de los estados, el coste en intereses se mantenga muy contenido. Como además el precio de las materias primas ha bajado –incluso a pesar del rebote del crudo de los últimos dos años- y la globalización ha reducido costes, la inflación que tanto se temía apenas ha aparecido… salvo en el precio de algunos activos.

Sin embargo, allí donde el banco central no tiene una moneda que ofrezca confianza –es decir, la mayoría de emergentes- incluso con unos niveles de deuda pública muy inferiores, sí que ha aparecido la inflación y un alto coste en intereses a pagar por los estados para evitar caer en la bancarrota. Tener deuda externa en una moneda que no es la tuya cuando la tuya se devalúa una y otra vez, es muy peligroso, incluso para Venezuela que tiene enormes ingresos en dólares. La crisis de los países emergentes, que se está contagiando gravemente a economías de tamaño respetable como Turquía, Indonesia o Argentina

(Un inciso: estamos viendo en directo cómo ante las dificultades argentinas nadie en el mundo es capaz de ayudarles excepto el FMI pero todos sabemos que a cambio de esos fondos perderán gran parte de su independencia económica y el FMI dictará sus propias políticas. Y aun así, recurren a él porque no hay nadie más. Dentro de unos años, cuando el FMI reclame los fondos seguro hay muchas voces diciendo que explotan a Argentina y criticándolos… la solución contra eso es sencilla: no pedirles dinero. El FMI es un prestador de último recurso, son los países los que acuden a él y saben lo que significa acudir a él. Nadie está siendo engañado aquí, a mi no me gusta el FMI pero es como si a una persona le dicen que No todos los bancos cuando pide un crédito de emergencia para poder pagar la hipoteca y no perder su casa y de repente sale uno y le dice: “yo te lo doy, pero a cambio yo te hago un presupuesto de tus ingresos y gastos que debes cumplir” ¿Es culpa del FMI o del que ha llegado a una situación tan lamentable que ha perdido toda su solvencia ante otros prestadores y sobre todo, es tanto lo que pide el FMI a cambio de asumir ese gran riesgo, acaso es mejor que preste el dinero China a cambio de las materias primas o las infraestructuras como hemos comentado aquí alguna vez?)

y está afectando a otras tan importantes como Sudáfrica, Brasil y la India… es quizás el aspecto más negativo de este año si bien hay bastante confianza en que no se traduzca en una crisis global. No obstante, es fácil establecer paralelismos: ¿qué han hecho estos países que no haya hecho por ejemplo Japón, muchísimo más endeudado y que disfruta de tipos de interés bajísimos y un amplio estado del bienestar gracias a un Banco central que lo compra todo (¡su balance ya es mayor que el propio PIB del país!) con la promesa de un dinero que en realidad no existe? Sí, Japón es un país mucho más confiable que cualquiera de los emergentes pero ¿lo suficiente como para que nos creamos que todos los yenes que hay en circulación representan una riqueza real cuando todo el país se sostiene con dinero que se trae del futuro vía deuda gracias, básicamente, a un solo comprador: el Bank of Japan?

De momento sí aunque todos sabemos que la confianza puede romperse en cualquier momento y hay razones objetivas para detectar un enrome riesgo en un castillo de naipes como este. Es decir, la crisis de los emergentes ocurre por razones económicas lógicas pero por esas mismas razones deberían caer también países desarrollados. La única diferencia es la confianza, no los fundamentos. En Junio del año pasado Argentina emitió un bono a 100 años recomendado por HSBC, Citibank, Santander y Nomura y encontró compradores, incluso institucionales, en todo el mundo. Seguro que entonces confiaban en el país como para arriesgarse a un siglo vista… pero unos meses después ya no. Incluso con la economía global en crecimiento, la complacencia general en activos de riesgo y un sistema financiero inundado de liquidez… el dinero sigue siendo voluble.

Por eso la política –y la geopolítica- es tan importante en economía, estamos en un mundo dominado por las políticas monetarias que, por más que se afirme la independencia de los bancos centrales, al final están al servicio de la política de gasto público del político de turno y que a su vez funcionan únicamente por el prestigio y la confianza que esos países muestran ante el mundo. El propio Estados Unidos, ¿qué sería de él con unas cuentas públicas tan lamentables si no fuera por la confianza en el dólar y la FED? ¿Y qué decir de Italia? Me sorprende que haya tanta eurofobia allí cuando por sus números sin el paraguas del BCE y el Euro tendría tantos problemas o más que Turquía. Por eso el Euro, con todas las críticas que se le puedan hacer, está siendo un salvavidas y el BCE están evitando que sus miembros con peores cifras, incluido España, sufran una suerte similar a la turca. Draghi acabó en el verano de 2012 con la desconfianza hacia los miembros de la Eurozona porque luchar contra el BCE (que es también el banco central de Alemania) era una batalla perdida.

No soy un gran defensor del Euro porque su balance ha sido positivo pero su bonancible influencia está muy limitada sin una mayor unión política y cohesión económica y fiscal entre sus miembros pero la “solución” dada a la actual crisis y los altos niveles de endeudamiento público, hacen inevitable para sus miembros más débiles el defenderlo. Sin la confianza que da el BCE y el Euro como divisa, acabaríamos con los mismos problemas de inflación, pérdida de valor de nuestras neopesestas, neoliras, neoescudos etc. y dificultades para abonar los intereses de nuestros bonos emitidos en Euros… y la única solución que nos quedaría sería el FMI. Y si nos quejamos de las condiciones que los propios socios de la Eurozona le pusieron a Grecia para prestarle fondos, no quiero ni pensar en las exigencias que pondrían éstos. 

Por eso creo que la crisis actual de los países emergentes debería hacernos reflexionar sobre las políticas que estamos aplicando en los países desarrollados ya que tanta deuda pública nos lleva a una dependencia enorme de una política monetaria que no es la panacea ya que sólo funciona por una confianza que como ha venido puede irse ya que en muchos casos no está basada en el potencial de un país concreto sino en una divisa y un banco central que nos son, en el caso de España, en gran medida ajenos.

Ni tan malos ni tan buenos


He de confesar que durante mucho tiempo fui ultracrítico con los españoles, me resultaba incomprensible ver a tantos de mis compatriotas viendo arte donde yo veo a un animal moribundo sufriendo, viendo exaltación religiosa donde yo veo histerismo, contentos de tener a un jefe de estado hereditario, que se imparta catequesis desde la escuela pública o ese gusto que tenemos por encumbrar ídolos y luego criticarlos duramente tras haber alcanzado el éxito a la mínima que sufren un traspiés (que se lo pregunten a Nadal)…¿Y qué decir de la situación política? El ex presidente de mi país, como he comentado alguna vez, o es un cómplice de corruptos o un lelo que no se enteraba de nada de lo que ocurría en su partido, el actual en menos de tres meses ya ha anunciado más impuestos para todos a la vez que prevé un mayor déficit (señal inequívoca de mala gestión), ¿y qué decir del presidente títere de la autonomía donde vivo que no digan sus propias palabras (que si no fuera independentista serían criticadísimas por los mismos que hoy las blanquean) y que fue tan miserable de politizar el aniversario del atentado del 17A afirmando –justo ese día, no podía ser otro- que va a atacar al estado español, y de la alcaldesa de mi ciudad, que llegó al poder como abanderada de los sintecho y ha llevado al máximo el problema de la vivienda en Barcelona?

Me escandalicé al leer que las urgencias en los hospitales españoles hayan notado un brusco descenso de “enfermos” justo a las horas en las que ha disputado la selección española el Mundial, algo que no dice mucho a nuestro favor, pero resulta que pasa también en otros países. Y es que estaba equivocado, el raro soy yo porque el mundo es así. En todos los países de este planeta hay gente que tiene gustos incomprensibles para algunos de nosotros, defectos sociales, taras políticas, tradiciones incomprensibles y creencias que nos parecen absurdas. Estoy orgulloso de ser ateo pero en el país donde más ateos hay (China) hay muchos edificios sin piso cuatro porque la palabra suena en mandarín muy parecida a muerte a la vez que las matrículas acabadas en 8 se pagan mejor porque en teoría es un número de la suerte; es decir, la superstición anida más allá de las religiones. Está bien que seamos críticos, está bien que queramos cambiar las cosas que no nos parecen bien pero también está bien que valoremos lo que tenemos, que es muchísimo. La humanidad en su conjunto es muy mejorable (probablemente más que los españoles), es evidente pero en ese conjunto tan heterogéneo los de aquí no estamos, ni de lejos, entre los peores.

Y eso que durante decenios nos han gobernado políticos, digámoslo suavemente, no demasiado eficaces y la corrupción –incluida la que propició que se pusiera al frente de la mayoría de las cajas de ahorros a malos profesionales simplemente por ser afectos al dirigente de turno- haya restado tantos miles de millones de € que tan bien nos vendrían hoy. Imaginaos si tuviéramos unos gestores más competentes y unas leyes –porque personas que caen en la tentación siempre va a haber- tan duras que nadie se atreva a robar ni a priorizar la entrega de un contrato a la empresa de un familiar. Imaginaos el enorme ahorro que supondría reducir al mínimo los medios de comunicación públicos deficitarios que sólo sirven para publicitar al gobierno local, autonómico o central de turno, o dejar de usar las campañas de publicidad institucional como tapadera para financiar a los medios afines. O que mejore aún más la eficacia en la recaudación (aunque sin mayor cooperación internacional lo veo complicado)… Hay mucho a mejorar. Desde una óptica ideológica o de otra, creo que todos podemos ponernos de acuerdo en varios puntos. Pero también deberíamos estar satisfechos de que a pesar de todo ello, en España vivimos muy bien y tenemos unos servicios sociales que son la envidia del mundo. Y si el mérito no es de nuestros políticos, alguna influencia habremos ejercido los españoles, por más que nos guste autocriticarnos y envolvernos en tópicos que pretenden resaltar nuestros defectos.

Eso no significa que debamos explotar el nacionalismo español al estilo Rivera, es absurdo pensar que somos mejores por ser españoles y es caer en lo mismo que caen los nacionalistas separatistas: ahondar en las diferencias en lugar de en las semejanzas. Seguro hay países donde se vive mejor que el nuestro sólo que a día de hoy nos costaría acostumbrarnos a su clima o a su gastronomía, seguro que hay muchísimos donde se vive peor pero sus habitantes, a pesar de ello, piensan que su país es el mejor. Mientras ese nacionalismo no separe a la humanidad, no es un problema. Sin embargo, el que abunda es el nacionalismo del que defiende su país como el mejor porque ha nacido o reside en él, más allá de razones objetivas y claro, eso, además de subjetivo y tremendamente cómodo, no nos viene bien porque cuando se exagera el nacionalismo, eso suele derivar en delirios expansionistas y nosotros apenas somos 46 millones (algunos menos si restamos independentistas) y, por ejemplo, chinos e indios suman 2,600 millones de personas, la mayoría convencidos que su país, su raza, su cultura, su idioma… son los mejores. Ojalá hubiera un nacionalismo humano, quizás necesitaríamos conocer a habitantes de otro planeta para que surgiera ese orgullo más allá de fronteras políticas e idiomáticas.

Tendencias demográficas (y 3)

En artículos anteriores hemos visto que en la actualidad estamos viendo un aumento poblacional no uniforme en el planeta y que además está muy concentrado en algunos países y dentro de esos países, en ciudades. Incluso a España le pasa esto último:



Hoy concluyo con la otra gran dinámica demográfica de nuestros tiempos: el envejecimiento poblacional. Éste viene dado por una mayor esperanza de vida motivada a su vez por avances médicos como las vacunas y avances sociales como las redes de atención sanitaria. En muchos países además está en paralelo a un descenso de la natalidad que se traduce en un cada vez mayor porcentaje de ancianos respecto a la población total. Aquí lo vemos con más claridad:


Aunque el fenómeno parecía único de Europa y Japón, se está extendiendo a otros países como los EUA y últimamente China. ¿Hay motivos para preocuparse por ello? En realidad que vivamos más tiempo es una excelente noticia, si acaso el problema está en que el porcentaje de viejos sea excesivo respecto al de jóvenes, tanto por el problema de la gerontocracia -que retira de los puestos de poder a la “sangre nueva”- como por el político –hay un excesivo peso electoral de un porcentaje de población pasiva- como por el económico. Lo primero es algo que deben estudiar los sociólogos porque yo no sé hasta qué punto debe considerarse negativo que manden los que tienen más experiencia (siempre y cuando no copen todas las esferas de poder), lo segundo sí es más grave especialmente si, como pasa en España, hay millones de personas que cobran y reciben servicios que dependen de lo que aporte la población activa que haya en ese momento. Esto puede provocar un conflicto generacional importante entre quienes reclaman lo que han aportado y los que están luchando por aportar en el momento presente. No olvidemos que el estado español no conserva nada de esas aportaciones, no las ha ahorrado y es más, debe (sumando deudas autonómicas y municipales) en torno a 1,2 billones de euros. Esto enlaza con el problema económico: más población pasiva y menos activa supone menos productividad y mayores costes sociales tanto en pensiones como en sanidad.

Es conveniente recordar que esto es un problema incluso donde las pensiones públicas no son el principal ingreso de los jubilados. Lo digo porque está muy bien que se anime a la gente a ahorrar pero la única forma, con los actuales tipos de interés, de conseguir que un porcentaje del sueldo de una persona que cobra un salario durante unos 40 años o menos proporcione suficiente revalorización como para poder cobrar una pensión decente durante 20 o más años, es asumiendo riesgos. Si no los asume, la inflación se comería los ahorros. Pero es que incluso asumiéndolos, las cuentas no acaban de salir porque rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras, nadie sabe si la bolsa, o la compra de una propiedad, ofrecerá la suficiente revalorización las próximas décadas. Además, siempre ponen como ejemplo los registros de Wall Street pero, aparte de que el futuro nadie lo sabe, ¿es que vamos todos los futuros jubilados del mundo a invertir allí? Lo digo porque por ejemplo un griego que hubiera invertido en bolsa griega hace 20 años hoy estaría perdiendo dinero y un español que lo hubiera hecho hace 11 en el Ibex también, incluso contando con el cobro de dividendos.

Por supuesto hay formas de minimizar el riesgo comprando cada mes durante años (y beneficiándose con ello de la estadística que dice que a largo plazo la bolsa tiende a subir más que la inflación) o, con una gestión un poco más activa, invirtiendo sólo en momentos puntuales (por ejemplo tras una gran caída) pero con todo y con eso, hay índices como el Nikkei japonés que se han pasado 22 años (de 1989 a 2011) cayendo, ¿Os imagináis la pensión que le debió quedar a alguien que se jubilara en 2011 que se hubiera pasado los últimos 25 años comprando bolsa mes a mes? De hecho, el Nikkei aún está bastante por debajo de como estaba hace 30 años. Por eso no creo que las pensiones privadas sean la panacea, veo necesario el ahorro (y debería incentivarse, más allá de que sean fondos o no de pensiones) como un complemento imprescindible para cuando dejemos la vida laboral pero personalmente prefiero confiar que el país tenga suficientes ingresos y/o suficiente solvencia para pagarme una pensión pública dentro de unas décadas que el que mi pensión dependa al 100% de la evolución de unos activos.

Y hago un inciso: yo prefiero el efectivo para aprovechar momentos en los que invertir pueda proporcionar muchos beneficios por estar las cotizaciones en un rango históricamente muy bajo –aunque no se haga el mínimo, ya sabemos que eso es casi imposible- que hacerlo cada mes. Tener capacidad para poder haber comprado a comienzos de 2009 en Wall Street, en verano de 2012 en España (sea en bolsa o en una propiedad) o en petróleo en febrero de 2016… creo es mejor que estar atado a comprar periódicamente sin tener en cuenta el precio. Pero eso implica seguir mínimamente el mercado y aislarse totalmente del corto plazo o más bien, actuar a la contra: a más pesimismo y más anuncios de apocalipsis, mayor interés en invertir. Claro que era arriesgado que el sistema financiero internacional quebrara (como se pensaba hace 10 años) o que España suspendiera pagos (como creían hace 6) pero el riesgo para alguien que hubiera comprado mes a mes y lo depositara en su fondo de pensiones es el mismo que el que sólo compró entonces, siendo los niveles de entrada muy muy diferentes (y por tanto la rentabilidad).

De todos modos creo que hay en España un miedo excesivo a no cobrar pensión pública. Un pensionista al final es como un funcionario: pueden congelarle el salario, quitarle privilegios, obligarle a trabajar más tiempo… pero no debería dudar que va a cobrar a final de mes. Estoy convencido que las pensiones públicas serán cada vez de menor cuantía y que se cobrarán más tarde porque subirá la edad de jubilación pero estoy seguro que existirán porque su garantía es el propio estado. Si España no pudiera hacerlo, ¿pensáis que no haría como en su día hizo Chipre y antes que dejar a millones sin su salario, expropiaría parte de los ahorros de la gente (incluyendo fondos de pensiones) o aumentando aún más las tasas a los ahorradores? Y es que si España no es capaz de pagar las pensiones dentro de pongamos 30 años, tampoco creo que sea una solución que hayamos ahorrado comprando propiedades, deuda pública o bolsa española porque eso significará que el país ha quebrado y la deuda no valdrá casi nada, las acciones habrán caído de precio y la casa seguramente esté okupada.

Tendencias demográficas (y 2)

Hay tres factores demográficos claves en la actualidad y en tendencia alcista: Uno es el envejecimiento poblacional –que dejaremos para el siguiente artículo- y los otros dos son la concentración de la población en mega-ciudades y el crecimiento del número de habitantes en el planeta.
La migración hacia las ciudades es muy antigua pero nos referimos a la que nació con la Revolución Industrial (y la pérdida de peso económico y laboral del sector agrario) y que se está acelerando en el “Tercer Mundo” desde hace décadas. Es un proceso contrario al de dispersión practicado por nuestra especie durante miles de años y conduce a todo tipo de problemas ya que no es fácil dar servicio a unas urbes tan enormes y tan superpobladas, además de los problemas sanitarios, de transporte y, en general, sociales que conlleva un agrupamiento tan extremo. Por el contrario, en el Primer Mundo cada vez hay más pueblos vacíos. Esperemos que el tele-trabajo, el tele-comercio y las tele-gestiones ayuden a acabar con esta tendencia tan anti-natural. Como ejemplo podemos ver esta proyección de cuáles serán las ciudades con más de 10 millones de habitantes en 2025:
A más largo plazo, se espera que todas las mayores urbes del planeta en 2100 sean asiáticas y africanas
Por otra parte, el crecimiento poblacional se está desarrollando en algunas zonas del planeta (África es el mayor ejemplo) y no es un fenómeno común pero en un mundo tan globalizado, nos afecta a todos. Estas son las últimas proyecciones de la ONU:


Education at a Glance 2018

Tendencias demográficas (y 1)

Soy bastante escéptico respecto a la que sabemos de la Prehistoria, hay demasiadas suposiciones cuando se describen diferentes culturas por el tipo de corte de sus utensilios o cuando se interpreta el significado del arte rupestre. Si debemos desconfiar hasta de las fuentes escritas, el intentar construir la Historia de cientos de miles de años utilizando restos arqueológicos dispersos, se me hace poco creíble aunque por supuesto encuentro muy meritorio intentarlo. Sin embargo, sí que me fío de la genética, me parece una ciencia lo suficientemente desarrollada como para fiarnos de las conclusiones de sus estudios. Y lo que dice es que los primeros “homínidos” nacieron en África hace casi dos millones de años y se desperdigaron por Asia y Europa y que también en África nació el homo sapiens hace unos 300 mil años. A día de hoy –y según parece, desde hace ya más de 30 mil años- es el único homínido que vive en nuestro planeta.

Lo más curioso es que los homo sapiens estuvimos al borde de la extinción por una grave sequía en África. Sólo unos pocos (se cree que apenas 2 mil) sobrevivieron gracias a que diversos grupos se trasladaron a las costas en Mozambique y Sudáfrica y de ellos procedemos los más de 7 mil millones actuales. Nos resulta difícil imaginar este proceso porque hablamos de miles de años y miles de kilómetros, y ni siquiera estamos seguros de por dónde se realizaron tantas migraciones pero pequeños grupos fueron desplazándose por todo el mundo, conviviendo con otros homínidos (por ejemplo en la Europa dominada por los neandertales) e imponiéndose a ellos. Y la genética muestra que todos, desde los esquimales a los aborígenes australianos descendemos de esos africanos y que las diferencias son mínimas. Por eso ser racista es básicamente una estupidez. De hecho, según los científicos los menos mezclados del mundo, los que más cercanos están al homo sapiens original son los bosquimanos: negros, bajitos y muy delgados.

Si nos creemos la versión más idílica, los humanos nos expandimos por nuestra curiosidad innata pero a poco que analicemos cómo tan poca población –se cree que en todo el mundo durante miles de años tan sólo había un millón de humanos por lo que la presión demográfica era mínima- tuvo tantas ganas de emigrar, vemos que hay algo más. Mientras éramos nómadas tiene sentido moverse pero una vez que nos convertimos en sedentarios ¿Por qué un grupo humano se iba a instalar en las montañas de lo que hoy es Nepal habiendo sitio en el fértil y mucho más cálido valle del Ganges? La única respuesta posible es que huían de otros humanos.

Nuestra economía durante miles de años era de pura subsistencia: arramplar con todo lo comestible de una zona y trasladarse a otra pero desde el momento que un grupo pelea contra otro, ya se está desarrollando el instinto de propiedad. Si todos nos hubiéramos llevado bien compartiendo los recursos, la humanidad se habría desarrollado únicamente en las mejores zonas, en los climas templados, justo donde se desarrollaron las primeras civilizaciones debido precisamente a una mayor densidad de población. Pero eso pasó mucho tiempo después, antes el nacionalismo más primitivo (“mi tribu tiene más derechos que la tuya a este territorio”) empujó a muchos a peores zonas siendo la guerra y el conflicto, por más triste que resulte, el motor de la expansión humana por todos los rincones del planeta.

Milenios después los europeos descubrimos América por el interés económico de encontrar especias, nos interesamos por África buscando esclavos y el fruto de todo eso, junto a los avances tecnológicos, ha derivado con el tiempo en un mundo global en el que de algún modo nos hemos reencontrado todos aquellos grupos de humanos que hace milenios se disgregaron. Seguimos siendo nacionalistas pero cada vez recurrimos menos a las guerras y la mayoría ha entendido que el comercio es una solución mucho más inteligente para relacionarnos y por supuesto más honesta que, por ejemplo, el colonialismo imperante hasta hace unas décadas y que no dejaba de ser un robo de recursos de unos a otros. Es cierto que a día de hoy aún hay muchas reminiscencias colonialistas por la enorme diferencia económica y de poder geopolítico entre unas naciones –y sus más grandes empresas- y otras pero también que la situación es mucho mejor. Indudablemente algo estamos haciendo bien, lo que no significa que no se pueda hacer mucho mejor, claro.

Nuestro número no deja de crecer y no parece que tengamos mucho interés en expandirnos hacia zonas menos pobladas, de hecho desde hace tiempo nos empeñamos en concentrarnos en núcleos reducidos llamados ciudades. Ésta y otras tendencias demográficas las dejaremos para el próximo día.

La vía vasca y el atasco catalán

Creo que los nacionalistas vascos han comprendido muy bien que es mejor tener más independencia real aunque haya que renunciar a la independencia oficial. Y es que ésta es casi imposible de conseguir, un gobierno español puede sobrevivir a conceder más autonomía o mejores condiciones a un territorio pero nunca asumirá el coste político que supone perder una parte del país –a nivel geográfico, económico y de población- e incluso si se obtuviera, supondría para el territorio secesionado un shock económico (salida de la UE y del paraguas protector del BCE incluidos) y social enorme. Y creo que, al contrario que los independentistas catalanes, están en ese proceso: cada vez tienen más autonomía y asumen tragarse algunos sapos –para ellos- simbólicos (como pueden ser el tener DNI del reino de España o el que haya un cuartel de la guardia civil en algún pueblo) a cambio de ser, en los aspectos más importantes, cada vez menos dependientes. Yo no estoy a favor y me asombra que muchos que sí lo están se pasen la vida criticando la desigualdad y no critiquen este proceso de desigualdad territorial dentro de España (que también pasa con partidos "unionistas" como la oposición del PSOE a la tarjeta sanitaria única por ejemplo), pero está claro que es una postura mucho más inteligente y práctica. Incluso cara al exterior, la UE no apoyará jamás –por más que algunos sigan insistiendo en ello contra hechos demostrados- una secesión dentro de un estado miembro porque sería como dispararse un tiro en el pie alentando a otros movimientos nacionalistas excluyentes, pero no se inmiscuye en los grados de autonomía regionales. Además de que ya están intentando romper la caja única de la Seguridad Social, el nuevo proyecto de estatuto vasco que están preparando el PNV y Bildu ya habla incluso de “relación bilateral” con España y por los avances que se han filtrado, si consiguieran aprobarlo y que no lo vetara el TC, sería prácticamente una independencia real sin ruptura.

Por el contrario, los dirigentes del independentismo catalán se tiraron el farol –como bien, aunque tarde, ha reconocido Ponsatí- y ahora hay gente en la cárcel, se ha creado un precedente de lo fácil que resulta aplicar la suspensión de la autonomía y además han quedado al descubierto la poca fuerza real de presión del independentismo (las huelgas generales dañaron más a Cataluña que al conjunto del estado, el 155 se aplicó sin oposición etc.) y las numerosas mentiras de su discurso siendo la mayor la que pregonaba que llegaría el apoyo oficial exterior. Al final para ser un país debes forma parte de la comunidad internacional y ni un solo estado en todo el mundo reconoció a la República catalana. Pero lo peor es que, a pesar de que las cartas están a la vista, todavía hay quien quiere seguir jugando de farol. El gobierno español contra eso sólo puede hacer dos cosas debido al corsé constitucional (muy difícil de romper, si ni siquiera está clara la mayoría social a favor de la independencia dentro de Cataluña, aún es más difícil conseguir una mayoría en España que quiera cambiar la Constitución para favorecer la autodeterminación de alguna autonomía): o prometer dar algo si los independentistas asumen el fin de la unilateralidad (método Rajoy) o dar algo a ver si así consiguen que renuncien a la unilateralidad (lo que parece es el método Sánchez). Los problemas de esta segunda opción son principalmente dos:

Una es la historia: hace 40 años en la Diada se celebraba como una fiesta que se reinstaurara la Generalitat, que el proyecto de nueva constitución española dotara de un estatuto de autonomía a Cataluña (que se aprobó en 1979), que el catalán fuera idioma oficial, que en el verano de 1977 se legalizara a ERC a pesar de ser republicano… Y a pesar de la dictadura y el centralismo franquista apenas había independentistas. Tras 4 décadas en las que se transfirieron educación, sanidad, prisiones, la posibilidad de abrir embajadas y mil cosas más que en 1978 parecerían un sueño para cualquier nacionalista catalán de entonces, hay más independentistas que nunca y lo que entonces era motivo de festividad, hoy es opresión del estado español. Y es que los políticos nacionalistas viven de eso, de exigir cada vez más (lo hemos visto en todas partes a lo largo de la Historia) e incluso si un día Cataluña lograra ser independiente, al día siguiente sus dirigentes estarían reclamando Valencia, Baleares, el Rosellón y la Cerdaña. Es decir, dar más competencias a los políticos nacionalistas catalanes es lo que se ha hecho desde hace 40 años y el resultado es que ahora son independentistas. Y lo peor, y este es el segundo motivo de lo pesimista que soy respecto a la opción de Sánchez, es que Artadi (que se supone será la cabeza de lista del partido de Puigdemont si éste acaba inhabilitado) insiste en que no sólo no renuncian a la unilateralidad, tampoco a la desobediencia y Pere Aragonés (actual vicepresidente del govern y de ERC) ha afirmado que “habrá otros 1-O”, al igual que el president Torra.

Eso significa que cualquier competencia que el estado ceda ante la Generalitat seguramente será usada por ésta no para acabar con el conflicto territorial existente sino más bien para volver a intentar la secesión. Dicen que Sánchez ha ofrecido quitar del último estatut los recortes que impuso el TC, y aunque lo pudiera conseguir (que lo dudo mucho) lo que no puede hacer un estado es dar instrumentos a quien reconoce que los va a usar contra él, a aquel que presume de deslealtad. Si repasamos lo que el TC eliminó del último estatut (nada sustancioso salvo en lo referente al tema judicial) nos encontramos con que si se cede en, por ejemplo, que “el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya sustituye al Tribunal Supremo como última instancia jurisdiccional” o en que “el Consejo de Justicia de Cataluña actúe con independencia del Consejo General del Poder Judicial” (artículo 97) o en el 111 donde se afirma que “El Estado no puede legislar sobre competencias compartidas”… todo eso sólo podría ser posible en un clima de confianza en el que el govern y el Parlament catalán sean leales al estado y asuman de forma creíble que todo eso no se va a usar para facilitar una nueva DUI, una nueva desobediencia de las leyes y en que sea aún más difícil combatirla desde el estado. Como esto no sólo no lo aseguran -porque muchos siguen empeñados en continuar el farol- sino que incluso siguen insistiendo en tratar de imponerle a España una ruptura, soy muy pesimista en este tema, por más que algunos vean calma en que nos estemos acostumbrando a esta enorme anormalidad en la que hasta se hace difícil que autoridades estatales y autonómicas compartan eventos públicos internacionales sin llegar a la confrontación.

Más allá de la salida (y no creación) de empresas, la caída de la inversión extranjera e incluso un previsible cierto descenso del turismo, las consecuencias económicas han sido mínimas y sólo han afectado a Cataluña pero eso es debido a la complacencia general y a la inercia positiva global de la economía. En cuanto ésta se tuerza un poco o haya nubarrones en los mercados, este conflicto sin solución a corto plazo va a tener mucho impacto en España… y en el Ibex porque en cuanto el dinero prime la seguridad, se acordarán de este foco de inestabilidad latente. 

Tecnología y desigualdad

Uno de los objetos que diferenciaba una familia “pudiente” de otra que no lo era cuando era yo un niño, consistía en tener o no una enciclopedia. Eran tan caras que había vendedores que iban por las casas ofreciendo un ejemplar por un módico precio y unos papeles de subscripción para adquirir el resto mediante letras. Otra opción estaba en los quioscos: se adquiría un fascículo cada semana –así parecía un gasto menor- y cuando el número de ellos alcanzaba el de un tomo, se compraban las tapas y se llevaban a encuadernar, era un trabajo que podía durar años. Eran muy importantes en la educación de los niños puesto que, como fue mi caso, los padres que habían sido obreros toda su vida, difícilmente podían contestar a las preguntas que nos surgían cuando hacíamos los deberes y que a veces no tenían respuesta en los libros de texto. Yo no tenía enciclopedia y en muchas ocasiones recurría a la biblioteca pública pero no era como ahora que hay muchas, es fácil encontrarlo todo (y, en lo que yo considero un exceso, hasta se pueden leer tebeos, revistas, tomar prestados CDs de música para pasarlos al ordenador en casa y hasta películas en DVD por si no hay nada interesante en los tropecientos canales de TV) y los horarios son amplios.

Sin embargo el otro día, estando yo en un Punto Verde al que voy a menudo porque también es un punto de intercambio de libros, me encontré con una mujer que traía un carro de la compra lleno de todos los tomos de una enciclopedia Larousse, algo que seguramente era el orgullo de su salón hace 30 años pero que hoy considera un estorbo por lo mucho que ocupa y que pretendía dejar en el carrito de los libros en el que evidentemente no había sitio suficiente. La joven empleada del Punto Verde le dijo sin ningún remordimiento: “No, no lo ponga ahí, tírelo directamente al cubo del papel”. Me impresionó, qué no hubiera dado yo en mis tiempos de estudiante por tener a mano todos esos saberes pero comprendí su actitud porque nadie, ni siquiera yo, iba a llevarse a casa todos esos volúmenes. Y es que ahora tenemos Google. Y no sólo Google, tenemos unos aparatejos desde los que cualquiera puede acceder a casi todo llamados móviles y que casi todos los estudiantes tienen desde una edad bastante temprana.

Un móvil es un arma diabólica en manos de un adolescente pero también es el mejor instrumento para reducir la desigualdad entre un estudiante de familia humilde y otra de familia rica. Esto era impensable hace unas décadas pero hoy el acceso a la cultura es tan accesible que prácticamente sólo hacen falta ganas. Incluso en países menos desarrollados tanto el móvil como la conexión a internet son cada vez más comunes y demuestran que la ciencia y la tecnología, una vez más, hacen más por el desarrollo humano que cualquier político planificador. La mejor prueba la tenemos en España: ni una sola de las enésimas reformas educativas han hecho más por reducir la desigualdad en el acceso a la cultura para todos los estudiantes que el acceso a internet generalizado.

El nuevo ludismo que algunos defienden porque consideran que las máquinas acabarán con los puestos de trabajo nunca tienen en cuenta que la tecnología es la mejor herramienta para reducir la desigualdad cultural y que esa cultura será la que pueda hacer adaptables a los empleos del mañana a los niños de hoy. Los espectaculares avances médicos –sobre todo del último siglo- de poco hubieran servido para el conjunto de la población sin una implicación de las autoridades creando hospitales, ambulatorios, campañas de vacunación etc. así como la educación básica obligatoria fue necesaria para la alfabetización generalizada pero ahora nos encontramos con un fenómeno en el que las autoridades poco tienen que ver salvo para intentar boicotearlo –como pasa en China- con la censura. El otro día me sorprendió un dato de Liberia: alrededor del 73% de la población posee teléfono celular pero solo el 9,1% dispone de energía eléctrica. Lo que depende de la planificación estatal no llega a tanta gente como lo que depende de la individual… En realidad, no sé por qué me sorprendí.

Quejas

Nunca ha habido tantos españoles cobrando una pensión pública, nunca ha habido tantas mujeres en el mercado laboral español, nunca ha habido tantos turistas en suelo español y nunca han gastado tanto… Y sin embargo, nos quejamos. Tras 3 años ganando los jubilados poder adquisitivo por un IPC más bajo que su revalorización salarial, el primero en el que pierden –a pesar de que los asalariados, privados y públicos, llevan años perdiendo- es motivo para manifestarse; en lugar de valorar que somos de los países del mundo donde mejor viven las mujeres trabajadoras (nuestra brecha salarial es 8 puntos menor que la alemana por ejemplo) y que hemos evolucionado muchísimo en las últimas décadas, se pinta un panorama en el que todas las españolas son víctimas y todos los españoles culpables. Y lo del turismo es de traca, en lugar de alegrarnos por todo lo que ha ayudado a la recuperación económica española, en lugar de pensar en cómo estaríamos si esos millones de extranjeros no hubieran venido, también nos quejamos.
Y no es malo quejarse, ni querer mejorar las cosas. Y es normal que el primer destinatario de nuestra insatisfacción sea el gobierno de turno. Igual que cuando hay un incendio en la casa lo primero es huir de él y sólo después nos ponemos a pensar en lo quemadas y sucias que han quedado las paredes, en 2013 nos bastaba con que la economía española dejara de destruir empleo pero ahora, años después de haber pasado lo peor de la crisis, todos queremos más. Lógico. Y sí, la hucha de las pensiones se ha agotado pero en realidad nunca existió como ya he explicado alguna vez. Si tenemos un agujero de 1 billón de euros, de nada sirve que tengamos unos pocos miles de millones con una etiqueta que diga que son “ahorros”, de hecho esa “hucha” mientras estuvo viva se dedicó a… comprar deuda pública que podríamos no haber emitido si no se hubiera inventado esa teórica “hucha” y hubiera salido más barato. Sí, se ha destinado a pagar las pensiones algo que llamamos fondo de pensiones pero da igual que ese fondo esté lleno o agotado, para las cuentas públicas lo que cuenta es que gastamos más de lo que ingresamos y no reducimos deuda. Ese es el problema porque es el estado español el que debe garantizar, todo él, la sostenibilidad de las pensiones públicas.
El sistema actual de pensiones, mientras no se cambie, está basado en que ellos cobran de lo que a los empleados –y a sus empleadores- se nos quita de la nómina. También depende de los actuales asalariados el coste de la Seguridad Social que cada vez es más cara entre otras cosas por el envejecimiento poblacional que dispara el gasto sanitario. Si aumentamos el gasto de los jubilados, lo repercutiremos en los actuales trabajadores –repito- mientras el sistema no cambie. Ya está en marcha una subida salarial importante para el sueldo mínimo y el de los funcionarios y en los convenios de las empresas privadas también ocurrirá pero se quedará en nada si aumentan los impuestos o lo que se sustrae del sueldo para mejorar las retribuciones de los pensionistas (que supusieron 139,647 millones de € en 2017, la mayor partida de gasto del estado español). Y recordemos que la Seguridad Social ya está en déficit… Se puede y se debe mejorar la gestión de ingresos y gastos pero a corto plazo no hay milagros posibles. Y es cierto, todo es mejorable, a todo le podemos sacar punta y siempre habrá pensionistas que consideren que cobran poco, siempre habrá sectores que se sientan discriminados, siempre habrá personas que se vean perjudicadas por los turistas.
Lo que hay que hacer es valorar con objetividad si el beneficio para la mayoría es más importante que el perjuicio para la minoría; y si merece más la pena tener un estado del bienestar de la calidad del nuestro aunque algún sector -que fue el menos perjudicado durante lo peor de la crisis y el que menos riesgo social tiene como acabamos de ver- ahora mejore menos, si vamos a exagerar de repente situaciones que pueden ser injustas pero que no dejan de mejorar desde hace años como la situación de la mujer en España o si vamos a quejarnos de los turistas, responsables de la creación de decenas de miles de empleos. Siempre encontramos motivos para la queja y no es nuevo, en 2006 –aunque quizás algunos jóvenes no se lo crean- también nos quejábamos de todo, siempre encontrábamos peros. Y es natural, nunca jamás encontraremos un titular de un periódico que diga: “Todo es perfecto” o “el dato de paro es inmejorable” o “el crecimiento del PIB es ideal” o “no podemos tener un mejor presidente” o “las injusticias y las desigualdades en el mundo han finalizado”. Sabiéndolo, no caigamos en la demagogia de los políticos que ya están en campaña electoral porque a los números no se les engaña.

Bimbo y Panrico, el origen del donut español

  (esta historia no está incluida en mi último libro  La prehistoria, y algo de la historia, de 66 empresas: Nacionales y extranjeras, todas...