Año nuevo, investidura a la vista

Conozco un caso de primera mano y supongo que no es demasiado raro: un hombre con tres mujeres y varios niños en una urbanización no pagan por la hipoteca al banco que no les puede echar por los niños y tampoco paga la comunidad. Ésta le ha denunciado y el juez por supuesto le ha dado la razón pero como no tienen ningún bien a su nombre (salvo el piso que es inembargable) ahí siguen… Encima los niños tienen gratis la comida del comedor escolar. La vecina de esta “familia” que toda la vida ha votado al PSOE, ahora vota a Vox. Como supondréis el hombre con tres mujeres es musulmán pero ella no es ni una fascista ni una racista, simplemente está harta de que los caraduras tengan más derechos y menos obligaciones que ella. Yo no creo que votar a Vox sea la solución pero es un ejemplo de un par de cosas: primero, que PPPSOE nos han llevado a situaciones injustas que duran ya décadas y que lógicamente cansan a mucha gente que optan por otros partidos y que ante el hundimiento de Cs se van a los extremos: Vox (y a UP que recogió ya hace tiempo a los desencantados sobre todo del PSOE), y segundo, que llamar fascista a sus votantes es tan injusto como llamar perroflautas a todos los que eligen UP.

Personalmente no le veo sentido a que ahora haya en España más indignación que en 2012 cuando estuvimos al borde de la suspensión de pagos y la tasa de paro era 10 puntos más alta, y aunque yo cambiaría muchas cosas, no comparto las soluciones ni de extrema derecha ni de extrema izquierda ni mucho menos las rupturistas pero la realidad es la que es: Casi 7 millones de españoles han optado por estas dos opciones nacionales a las que yo sumaría el Podemos sin Pablo que fundó Errejón y por supuesto Bildu, la CUP y ERC lo que coloca el voto radical (entendido como el más alejado del imaginario centro político) en unos 9 millones de votos en España o dicho de otro modo: la tercera parte de los que votaron en las últimas generales se colocaron en los extremos. Esas son muchas personas y descalificarlas como hacen algunos no es el camino. PP y PSOE deben mejorar por sí mismos para no dejar tantos espacios a la crítica que conducen al éxito de otros partidos, y ambos deben dejar de ser cortoplacistas y entenderse entre sí –en política exterior, ley de educación, estructura del estado, sostenibilidad de las pensiones etc. etc.- en lugar de dar alas a los rivales de sus rivales ya que sus políticas de pactos se les han vuelto en contra: Vox ganó notoriedad por el pacto andaluz, así como Podemos tomó relevancia nacional al darles el PSOE las alcaldías de Madrid y Barcelona hace 4 años.

El bipartidismo está contento porque uno gobierna y el otro está de rebote pero los extremos han crecido como no había pasado desde los años 30 del siglo pasado, y además se alimentan entre sí: da la impresión que cuanto más poder coja UP y más concesiones se hagan al independentismo, más votos ganará Vox. Y estoy seguro que si el PP pudiera formar gobierno con Vox, lo haría para alcanzar el poder al estilo de lo hecho por Sánchez y eso propiciaría, seguramente, más apoyos a UP y rupturistas. Meter a extremistas en el gobierno es un error, quizás Sánchez crea que le dará réditos electorales por el caso portugués pero ni el contexto económico es el mismo, ni tiene en cuenta que allí no hay independentistas que le harán tener que ceder durante toda la legislatura y, quizás lo más importante, no es consciente que Iglesias es más listo que él (y por eso ha conseguido sus objetivos a pesar de llevar varias elecciones perdiendo apoyos). Una vez más, PPPSOE por su incapacidad de resolver sus disputas partidistas buscando puntos de apoyo van a radicalizar más al electorado y a mantener a la economía española por debajo de su potencial porque la inestabilidad política acabará pasándonos factura… si no lo está haciendo ya.

Esta tabla muestra que, según los últimos datos del INE, la mitad de las empresas creadas desaparecen a los 4 años y en torno al 25% ni siquiera dura 12 meses:
Es decir, que si no tienes éxito porque no lo tienes, si lo tienes, padeces un gran rechazo social de una parte de la población y si además de éxito en tu empresa te haces rico, encima aún más gente cree que debes pagar impuestos nivel confiscatorio. No se valora lo suficiente lo difícil que es montar una empresa y que no se vaya todo al traste, lo farragoso y caro que resulta empezar… y mantenerse… y lo importante que es esta labor para la creación de empleo, que -no se nos olvide- es el mayor problema de este país.

El miedo que existe entre una gran parte de la población y la mayoría del mundo económico ante el nuevo gobierno no es tanto (que también) por el convencimiento de que nuestras cuentas públicas empeorarán (de hecho ya lo están haciendo –Sánchez no ha necesitado coaligarse con nadie para ello- y el déficit de 2019 seguro incumplirá las previsiones) ni por la inestabilidad (que también) que se supone en un gobierno de coalición -el primero en esta democracia- con grandes diferencias sobre muchos aspectos y escasa estabilidad parlamentaria que ni siquiera garantiza sacar adelante unos nuevos PGE, ni por el coste –económico y quizás político- de lo que cederán a los diferentes grupos por conseguir apoyos, es sobre todo por el daño que puede haber en la creación de empresas y en la inversión en ellas.

Toda la economía se basa en la confianza y no hay mayor salto de fe en este país que emprender o destinar los ahorros de uno al emprendimiento, propio o de otro, y hay una lógica preocupación sobre este tema. No entro en si tienen o no razón en desconfiar del posible nuevo gobierno, nadie conoce el futuro si bien tranquiliza muy poco que el propio Sánchez dijera no hace demasiado que no podría dormir tranquilo con Iglesias en el gobierno. Sólo constato que uno de los mayores riesgos económicos para España en 2020 es que el nuevo gobierno no inspire confianza. Sin ella no habrá inversión y se reducirá el consumo y el círculo vicioso se completará porque con menor consumo se reducirán los beneficios empresariales y bancarios lo que se traducirá en menos contrataciones y menos créditos lo que llevará a menos empresas y más paro. Y encima el contexto internacional no está ayudando tampoco.

Los políticos deben ser responsables en sus declaraciones, todos aunque especialmente los que se supone formarán parte del nuevo gobierno. Por mi parte les daré un tiempo de cortesía (menos que otras veces porque considero que Sánchez ya lleva el suficiente tiempo en lo más alto, no está a prueba, y la mala gestión de las cuentas públicas que está haciendo ya es un gran punto en su contra) y evaluaré más lo que hagan que lo que digan pero las expectativas son fundamentales. Lo acabamos de comprobar con las elecciones británicas donde arrasó un candidato pro-Bréxit pero el mercado reaccionó positivamente cuando hace 3 veranos la victoria del Sí al Bréxit provocó la mayor caída del Ibex en un solo día de su historia, ¿Cómo se explica eso? Simplemente porque lo cerca que hemos estado de un Bréxit sin acuerdo ha asustado tanto que ahora un Bréxit con un mal acuerdo dirigido además por un mentiroso como Boris Johnson ya no da miedo. Esto, a otra escala, podría pasar con la situación política nacional también.

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Aquí vemos cómo de las 4 grandes economías de la Eurozona sólo una ha utilizado los últimos años de crecimiento económico para reducir su ratio deuda/PIB, ¿qué les pasará a España, Francia e Italia cuando crezcan menos? Más cuando aquí piensan esto: La deuda pública española subirá al 125% del PIB por el envejecimiento en las próximas décadas, según Moody’s
Por vez primera la rentabilidad de la deuda portuguesa ha bajado tanto y su prima respecto a otros países ha mejorado tanto ¡que está por debajo de la española!
Mientras, en España un dato curioso que sólo puede ser explicado o bien porque de repente muchas han perdido su trabajo (algo improbable) o que se han pasado a trabajar en negro… posiblemente como consecuencia de la subida del Salario Mínimo
Esta es todavía más polémica porque, depende de cómo se mida la desigualdad, una demuestra que la desigualdad global no ha dejado de caer desde 1952, y desde 1990 cae en picado pero si se mide por el tanto por ciento de riqueza del país que posee el 10% más rico el resultado es otro:
Y ya que siempre me gusta tocar algo de mercados, aquí la evolución del indicador de las mejores empresas europeas y el del sectorial bancario desde que la liquidez del BCE provocó tipos negativos en el EONIA primero y el Euribor después

El péndulo: el siglo XXI

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Es un mito decir que el neoliberalismo triunfó y que es el culpable de la Gran recesión de 2008. Es cierto que dejó su influencia años después de la caída de Reagan y Thatcher y que en el mundo financiero norteamericano las desregulaciones de Clinton no fueron positivas pero lo cierto es que el detonante de haber hinchado las sucesivas burbujas que estallaron a partir de 2008 no fue sólo el mercado sino decisiones de políticos y bancos centrales. Nadie hizo caso a Keynes cuando abogó por ser austeros en época de bonanza y nadie hizo caso a Hayek cuando abogaba por menos estado. Las guerras del Golfo dispararon el déficit público norteamericano, las políticas populistas de Bush hijo animando a las agencias semigubernamentales Fannie Mae y Freddie Mac a conceder créditos hipotecarios incluso sin entrada… no se parecen a nada que defendieran ambos economistas. Como mucho se le puede achacar al espíritu keynesiano la bajada de tipos global y las inyecciones de liquidez que trataron de combatir el impacto económico global tras los sucesos del 11S. Pero fue culpa de los gestores políticos y financieros no haber controlado en los sucesivos años todos esos flujos.


Las medidas tomadas a finales de 2008 (el “Plan Paulson”, todavía con Bush de presidente) fueron keynesianas y funcionaron allí pero no tanto en otros países. Y es que se ha demostrado una vez más que todo es relativo. El poder del dólar hace que los EUA puedan tener mucho déficit presupuestario, mucho déficit comercial, mucha deuda… y seguir sin problemas. Grecia no, ni muchos otros países que no pudieron afrontar pagos. También aprendimos que el gran poder de los grandes bancos se ha quedado obsoleto, ahora sobreviven gracias al gobernador central de turno y a los políticos que, temerosos del efecto contagio de alguna quiebra, les favorecen.

El caso es que en la actualidad el debate Keynes/Hayek parece haber quedado obsoleto. Influencia de las ideas del segundo han quedado –más en algunos países como los EUA- que en otros –la Europa del bienestar- pero en general se limitan a una cierta liberalización de algunos sectores y privatización de otros pero más porque se ha demostrado que es más práctico y barato (hasta ayuntamientos de izquierdas prefieren subcontratar servicios municipales que aumentar plantilla pública) que por razones ideológicas. Pero como vimos con la crisis asiática de 1997 la globalización ha dejado herida de muerte la idea de que el mercado puede auto-regularse ya que un solo país que se salte las “normas” puede provocar una recesión global.

Keynes sí ha triunfado como principal ideólogo de todas las políticas económicas que se están aplicando en la actualidad… pero sus teorías se usan de forma bastante distorsionada. Además, el poder de los gobiernos se está relativizando por dos factores propios de este siglo: uno son las grandes multinacionales, mayores que muchos países y que han existido siempre pero que por la globalización y los avances tecnológicos pueden presionar con cambios de sede y pueden crear subcontratas por donde sea que puedan pagar menos impuestos (AQUÍ lo explican muy bien) mientras que la presión fiscal general no deja de subir. Otro es el inmenso poder de los bancos centrales. Cierto que en China, Japón, Rusia etc. no son independientes pero en los EUA –y a pesar de las presiones- no son una rama del gobierno y en la Eurozona, Draghi demostró ser más presidente de Europa que cualquier político votado. Keynes estaba a favor de usar la política monetaria pero dudo mucho que hubiera podido imaginar –apenas nadie lo podía pensar hace 11 años- y aprobar lo que está pasando hoy en día para poder frenar la deflación y que el coste de la enorme deuda pública esté contenido.

Lo que sí está claro es que sea por el estado, por los bancos centrales o por las grandes compañías, el poder del libre mercado es cada vez menor aunque muchos políticos sigan llamando liberalismo al “capitalismo de amiguetes”, la extrema manipulación monetaria y el peligrosísimo poder de unas pocas compañías que se ha impuesto. Siendo evidente el gran poder de los estados en la economía (liderados por los bancos centrales) y el rol de China (una de las economías más intervenidas del mundo) como próxima primera potencia mundial, también lo es el de las grandes multinacionales. Más bien parece que el péndulo ha perdido el eje…

Si tanto nos quejamos ¿por qué los votamos?

Un mes después de las últimas elecciones, es normal que a la gente le preocupe que el resultado haya provocado una situación de ingobernabilidad peor que la creada tras el resultado anterior aunque creo conviene resaltar que el responsable de esto no es el fin del bipartidismo sino precisamente lo contrario. Y es que PP y PSOE llevan gobernando décadas y sumando entre ellos la suficiente mayoría como para cambiar muchas de las cosas de las que los españoles nos quejamos en las redes sociales y en los bares con los amigos. Si no lo han hecho y aún así, la suma de ambos fue mayor que la de hace unos meses, significa que los españoles no estaremos tan descontentos como decimos ya que las soluciones a algunos de los temas que más nos preocupan no dependen de la ideología de cada uno de estos partidos sino a su falta de voluntad premiada con nuestros votos.

Por ejemplo, un tema no ideológico que no han querido solucionar y que no aparece en sus programas electorales es el de los okupas: gente que se mete en casas y que no puedes sacar en mínimo un mes (y eso porque la ley de 2018 mejoró algo las cosas) que al final siempre es más tiempo porque los okupas aportan documentación falsificada para alargar los plazos. Si alguien te coge el coche o el móvil, le denuncias por ladrón y si le pillan le encausan y te devuelven lo robado pero si se mete en tu vivienda, tu propiedad, todo son problemas y encima no les supone un riesgo legal (¿conocéis algún okupa en la cárcel por serlo?). Es más, en muchos caos la justicia se pone del lado del infractor. La semana antes del 10-N detuvieron a los que intentaban sacar a unos okupas de un chalet y en Santurce la policía se puso de su lado contra los vecinos Se da incluso la incoherencia de que es más fácil echar de tu casa a un alquilado que deja de pagar que a alguien que se cuela sin pagar nada en cuanto el alquilado deja la propiedad. ¿De qué sirve entonces esforzarse por comprar una propiedad si el estado no te garantiza su uso, cómo aumentará el número de viviendas en alquiler ante esta indefensión? La única explicación de que PPPSOE hayan hecho tan poco para variar esta clara anormalidad del estado de derecho es su cobardía: mientras el problema sea de una familia no lo es del estado. Es inconcebible. Por no hacerse cargo del coste social o de imagen por aquellos mínimos casos en los que entre los okupas haya niños, se lavan las manos.

¿Y qué decir de la emigración ilegal? Ahí reconozco que hay que tomar una decisión que quizás sea diferente para cada uno pero lo cierto es que ninguno toma medida alguna y lo deja correr, lo cual les convierte en gobernantes inútiles en este tema. Está claro que si tenemos fronteras es para usarlas y que deberían entrar emigrantes legales y refugiados pero nunca ilegales y en eso están de acuerdo los dos grandes partidos aunque en el pasado hicieran la vista gorda. Pero dejando a un lado lo pretérito, lo cierto es que a día de hoy en muchas ciudades españolas hay seres humanos que no tienen capacidad legal de trabajar por lo que lo único que pueden hacer para sobrevivir es dedicarse a actividades alegales, como por ejemplo los manteros, o ilegales y convertirse en delincuentes. En muchos municipios les dejan hacer una injusta competencia a los comercios tradicionales que sí pagan impuestos para evitar que su única alternativa sea el robo. Es evidente que sólo hay dos opciones posibles: o se les expulsa o se les legaliza, lo que no se puede hacer es no resolver el problema, dejar que pase el tiempo. ¿Para qué elegimos un gobierno y un Parlamento si no toman decisiones porque las consideran difíciles?

Por no extenderme demasiado podemos citar también lo del Senado: o que le den contenido o lo cierren en lugar de mantenerlo para dar trabajo a los suyos y ¿qué decir de su negativa a crear una nueva ley electoral más justa con una circunscripción única y un alto porcentaje mínimo de votos para poder entrar en el Parlamento? No es ni de derechas ni de izquierdas, es algo lógico, que garantizaría que la voluntad popular de los españoles estuviera mejor representada, mejoraría la gobernabilidad, reduciría el poder de aquellas formaciones que no tienen como prioridad el beneficio común porque sólo defienden lo de su región y promocionaría los pactos antes de las elecciones porque quien no llegue al umbral mínimo buscará alianzas… de ese modo sería la gente la que pudiera votar a sabiendas sobre con quién pactará su partido después. Y si entramos en economía lo que más llama la atención es el lenguaje vacío: todo fueron promesas vagas (como la de garantizar las pensiones o crear empleo) sin explicar cómo lo harán… pero vamos, que asumiré el resultado de las urnas porque con todos los defectos que tiene la democracia, es mejor este sistema que el que defienden algunos últimamente en varios puntos del planeta: que se haga lo que quieran aquellos que se manifiestan más.

El péndulo: los peligros de la globalización

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En América Latina también triunfó el estatismo, tanto en la Argentina de Perón como en la mayoría de países pero tras la caída de Allende en Chile, Pinochet –un lego en economía- iba a intentar otro camino de la mano de ideólogos de la Escuela de Chicago. Y es que un año después de llegar al poder la inflación crecía el 20% ¡mensual! por lo que se dejó aconsejar para tomar el rumbo de los Chicago Boys (chilenos de la universidad pontificia de Santiago que habían estado en Chicago aprendiendo de las teorías económicas de Hayek y Friedman). Más mercantilismo y menos estado derivaron en la privatización de más de 500 empresas estatales, la abolición de los aranceles y los límites de precios, la reducción del gasto público, liberalización de los mercados… 

Friedman recibió el Nóbel en 1976 y fue muy criticado porque le acusaban de complicidad con los crímenes de Pinochet. Aunque siempre se habla de Tatcher y Reagan, lo cierto es que Chile fue el país pionero en tomar todas estas medidas unos años antes que ellos. Y como les pasó a Reino Unido y a los EUA, la reacción de corto plazo fue muy negativa en costes sociales llegando, por ejemplo, el desempleo al 30%. Pero al final mantuvieron durante años el mayor crecimiento económico de América Latina. Resulta paradójico que unos militares que habían tomado al asalto el poder político, aceptaran una menor injerencia del estado en la economía, algo que continuó después con la vuelta de la democracia.


En 1992 los EUA estaban en recesión y eligen a Clinton como presidente, toda una incógnita económica ya que parecía preocupado por la enorme deuda del país y parecía proclive al comercio, algo que no era habitual en las filas demócratas. Por aquella época se criticaba mucho la competencia industrial de Japón que estaba perjudicando al obrero norteamericano (¿suena de algo?) y también se criticaba el Acuerdo de libre Comercio con México y Canadá (NAFTA) ideado por Bush padre. Clinton seguramente ganó porque el independiente Ross Perot obtuvo los votos de los republicanos que estaban contra este acuerdo. Clinton resultó ser un presidente muy pro-mercado, reduciendo el déficit (incluso consiguió superávit presupuestario algún año) y apoyando el comercio y el NAFTA que en campaña decía que reformaría (y que consiguió aprobar finalmente con más votos republicanos que de su propio partido). 

El NAFTA entra en vigor el 1 de enero de 1994 y en diciembre México sufre una crisis que devalúa el valor del peso y amenaza la estabilidad económica del país por lo que la Administración Clinton acuerda conceder un crédito multimillonario al país vecino que consigue salvar la situación en poco tiempo. Esta reacción, que puede parecer muy normal en la actualidad y en la que los EUA probablemente actuó más por su propia estabilidad (y por la de los bancos y financieros norteamericanos que poseían deuda mejicana) que por la del país vecino, supuso un ejemplo de los límites del libre mercado. Lo “lógico” hubiera sido, siguiendo las teorías de Hayek, que los hechos se sucedieran sin un rescate de dinero público pero se consideró –como en la actualidad- que merecía más la pena intervenir que dejar que el mercado se auto-regulara. Además sentó un mal precedente: “arriesga que ya vendrá el dinero público a salvarte si te equivocas”.

Los 90 fue la década de la globalización, un mercado planetario que trajo, en general, más beneficios que inconvenientes: un mundo de flujos de dinero, de turistas, de innovaciones tecnológicas… y que sobrevivió a los atentados de las Torres Gemelas, a las dos guerras del golfo y a la Gran Recesión de 2008 aunque por culpa de ella está cada vez más en entredicho. Nos encontramos con otra paradoja: actualmente un presidente conservador como Trump está a favor de los aranceles que es algo sobre lo que históricamente han luchado los economistas partidarios del libre mercado y que han apoyado los de izquierdas. Lo cierto es que mezclar política y economía no es muy exacto y aunque los laboristas ingleses en la campaña de 1946 se apropiaron a Keynes como suyo contra un Churchill pro-Hayek, a día de hoy uno de los países con políticas más keynesianas es el Japón del conservador Abe.

En 1982, tras años de crédito barato hacia Latinoamérica, México no puede pagar sus deudas y eso provoca una crisis fuerte en la región que afecta sobre todo a la banca norteamericana. No es muy diferente a la burbuja de crédito que ocurrió en el sur de Europa tras el ingreso en el Euro. Lo que rápido viene, si no se sabe gestionar, puede provocar muchos problemas. He citado el ejemplo mejicano porque no se aprendió de él y en 1997 Thailandia –un país con una evidente debilidad institucional, con mecanismos de seguridad nacionales imperfectos y una banca muy débil- permitió a sus empresas tomar créditos de bancos extranjeros. Con una moneda artificialmente alta (1 baht=1 dólar) la crisis no se hizo esperar ya que pronto se agotaron los $ para cubrir las ventas de bahts. Nadie actuó, era una pequeña economía, fuera del área de influencia de las grandes potencias financieras, “el mercado se auto-regulará”… pero el contagio se extendió a Malasia, Indonesia… países más grandes y más poblados. Y a finales de 1997 había legado a la floreciente Corea del Sur, undécima economía mundial. Bancos japoneses, europeos y norteamericanos empezaron a tener muchos problemas.

El contagio sale de Asia, provoca el impago de la deuda externa de Rusia y acaba afectando a todas las economías en vías de desarrollo y por lo tanto también a las desarrolladas. Es el momento en el que el Long Term Capital (del que ya hemos hablado en otras ocasiones), dirigido por dos premios Nóbel que habían calculado probabilísticamente todas sus inversiones para no perder, estaba al borde de la quiebra. Si nadie movió fondos para salvar a Thailandia porque era pequeña y estaba lejos cuando hubiera sido bastante barato haber frenado el contagio posterior, cuando llegó a este fondo, consiguió poner de acuerdo a los banqueros de los EUA que, bajo el auspicio de la FED de Greenspan, inyectaron miles de millones de capital privado para evitar su caída. Entonces se presumió mucho de esta solución que no costó nada a los contribuyentes


El caso es que esta crisis abrió los ojos a muchos que vieron que hacían falta crear reglas para el libre mercado porque su poder era tan grande e imprevisible y tan peligroso debido a la globalización, que se necesitan amortiguadores contra los riesgos. Al final el FMI –imponiendo medidas contra corrupción, recorte del gasto público y mayores tipos de interés a cambio de créditos- pudo salvar a Brasil, entonces la octava economía del mundo, a finales de 1998 y a partir de ese momento el contagio se calmó pero fue una gran advertencia. 

A finales de 1999 en la reunión internacional de la Organización Mundial de Comercio (entonces con 135 países) en Seattle, las multitudinarias protestas en las calles sorprenden a los organizadores. En su mayoría son trabajadores norteamericanos contrarios a la deslocalización de las empresas que se van a otros países con menores costes salariales y sin regulaciones medioambientales. Dentro de la reunión, los países más pobres exigían lo contrario: más comercio y más mercado libre. Por ejemplo, que no sea el gobierno norteamericano el que fije unas cuotas de importación textil por países porque eso no es libre mercado. Tanzania, por ejemplo, afirmó que no necesitaría ayuda extranjera si pudiera vender libremente a Occidente todo lo que quiera. Los más pobres dentro de los países más ricos se oponen a la globalización mientras los más pobres de la Tierra quieren que la globalización vaya a más. Cada uno defiende sus intereses y aunque en el segundo bando hay muchísima más gente, éstos no votan en los países más ricos del globo.

El próximo miércoles acabaremos con este repaso al movimiento del péndulo “más o menos estado” hablando del siglo XXI

El péndulo: el fracaso de la economía comunista

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La URSS y su ideología económica recibió un gran impulso primero con la crisis del ´29 en los países capitalistas y luego, tras vencer en la Guerra Mundial contra Hitler, ya que de repente era una potencia que dominaba política y económicamente un tercio del mundo. Pero con el paso de los años y las décadas cada vez se veía más claro que la calidad de vida de los soviéticos y los ciudadanos de su área de influencia se iba quedando atrás respecto a los del otro lado siendo las dos Alemanias el mejor ejemplo de ello. Un mismo país, una misma cultura, un mismo idioma y dos modelos económicos que, al igual que le ocurre a las dos Coreas, lograron resultados muy diferentes. Sin incentivos (cuando sí los había se conseguían grandes cosas como en Olimpiadas o en la carrera espacial) la mayor parte de los trabajadores –tanto cualificados como no- se limitaban a cumplir el expediente. En un país con pleno empleo por ley, el miedo en la época de Stalin podía servir pero cuando éste pasó, la baja productividad soviética se hizo patente. Un país con un arsenal atómico gigantesco, líder en la carrera espacial, se encontraba sin suficiente pasta de dientes ni detergente para sus familias. Con todo, la reforma tardó muchos años y tuvo que llegar desde dentro del partido comunista –Gorbachov- ya que aunque era evidente el mal estado de la economía, nadie se atrevía a criticar públicamente al marxismo.


La URSS sólo conseguía mantenerse los últimos 15 años antes de la llegada de Gorbachov por los altos precios del crudo que generaban una importante fuente de ingresos para el país. Justo al llegar Gorbachov, los precios empezaron a caer lo que aceleró la “Perestroika” pero resultó insuficiente ante los problemas internos y la presión política exterior combinada de Reagan y Thatcher. Como ella misma dijo, ya no se trataba de contener el avance del comunismo en el mundo como había ocurrido en las últimas décadas, ahora tocaba vencerlo ideológicamente, de hecho ella intentó convencer a Gorbachov en persona para que asumiera una economía de libre mercado. En 1987 Reagan en Berlín le dice a Gorbachov que derribe el muro, en 1988 Thatcher visita Polonia exigiendo entrevistarse con Walesa, líder sindical opositor al comunismo, algo que consiguió. Es famosa la anécdota en la que Thatcher le pregunta a Walesa cómo consiguen comunicarse con el gobierno polaco y él responde que no había ningún problema de comunicación ya que siempre escuchan todas sus conversaciones, incluyendo la que estaban teniendo en ese momento. En su visita a los astilleros de Gdansk los obreros, que tanto la habían criticado en su país, la vitoreaban. Según contó Walesa años más tarde, sin esa visita los cambios hubieran tardado mucho más tiempo en producirse. Sea cierto o no, Polonia tuvo elecciones libres antes incluso de la caída del Muro.


Pero la URSS no acababa de cambiar y sólo tras el golpe de estado frustrado de 1991 en el que los comunistas ortodoxos intentaron recuperar el poder, Gorbachov anuncia la disolución de la URSS y el exalcalde de Moscú Yeltsin toma su puesto como presidente de Rusia, convencido que la economía de mercado debía llegar al país. 1992 empieza con la completa liberalización de los precios y aboliendo el castigo a los negocios privados. El primer día las calles de Moscú se llenaron de personas vendiendo –y comprando- cosas. Pero la primera reacción fue negativa: los precios se dispararon y la moneda se devaluó si bien hay que tener en cuenta que Yeltsin tenía en contra tanto al Parlamento como al banco central, dominados por comunistas ortodoxos que boicoteaban todas las medidas aperturistas, incluyendo los intentos de privatizar empresas. Además estaba el problema de la corrupción. Las mejores empresas eran estatales y sus gestores no querían perder su inmenso poder. Mientras los “directores rojos” no fueran sustituidos la economía no cambiaría y eso no lo podía hacer el gobierno con la Duma en contra. Sólo a partir de las elecciones de 1996 consiguió Rusia reformas que ya se habían implantado hacía años en otros países del bloque exsoviético. El problema es que para que Yeltsin pudiera vencer en esas elecciones necesitó el dinero de los nuevos oligarcas que a cambio le exigieron las mejores empresas estatales a precios muy bajos… y él aceptó. Menos de 2 años después Rusia no pudo afrontar pagos de su deuda contagiado por los problemas asiáticos -que ya comentaremos otro día- pero ya había dejado atrás definitivamente el comunismo.


India tras su independencia no asume como ideal económico las aldeas autosuficientes -según la imagen idílica de Gandhi- ya que Nehru pretende industrializar el país. Y lo hace desde la posición del intervencionismo. El dirigismo estatal contra la pobreza. Burocracia y más burocracia que no acabó con las hambrunas. Además, practicó el proteccionismo, intentando no importar casi nada lo que llevaba a que se tardaran años desde que alguien quería comprar un automóvil hasta que lo disfrutaba. La mayoría de países en vías de desarrollo siguieron el camino del estatismo. El caso chino era más parecido al soviético pero tampoco triunfó: consiguió ser una gran potencia industrial, como la URSS, pero la gente no vivía sustancialmente mejor. Japón consiguió ser también una gran potencia industrial a la vez que exportaba productos a todo el mundo, y la calidad de vida de sus habitantes era muy superior a la de chinos, soviéticos e indios. La gran diferencia entre el proteccionismo y la globalización. Las empresas sin competencia, sean estatales o privadas, acaban creando productos de peor calidad y los flujos de innovación se secan. Sólo tras la caída de la URSS, cuando el país estaba al borde de la bancarrota, la economía india se abre. Gracias a esa situación extrema, pudieron hacerse las reformas que tenían la oposición de muchos miembros del propio partido del gobierno: recorte de subsidios, de permisos, de control estatal, de aranceles… A partir de ahí la economía india creció espectacularmente durante años reduciendo con ello la extrema pobreza a gran velocidad. Crear riqueza elimina más pobres que el que un político pretenda distribuir la poca riqueza pre-existente.


En 1989, el mismo año de las elecciones polacas y la caída del Muro, también hubo protestas en China (Tiananmen) pero Deng Xiaoping supo reinventarse y abrazó el mercantilismo para salvar la economía sin hacer cambios políticos. Esa vía, viva hasta la actualidad, mezcla el dirigismo económico y el estatismo con la economía de mercado y la globalización. El comunismo en lo económico parece acabado pero en la que será la mayor potencia mundial antes de que acabe el siglo, el péndulo está claramente en el “más estado”.


Otro día más

El péndulo se acerca a Hayek

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¿Debe la economía basarse en la planificación estatal o en los precios libres del mercado? Esa ha sido la gran batalla ideológica desde hace decenios. Hayek creía que el mercado es capaz de auto-regularse y Keynes que sin intervención estatal llegaría el caos. Es evidente que Keynes fue el que ganó la batalla, ayudado quizás por el momento histórico: en un momento de guerra destructiva y de posterior recuperación en el que la inversión pública se hizo imprescindible, tenía sentido creer que la intervención del estado en la economía se hacía imprescindible. Y eso incluye la primera y la segunda guerra mundial, además de la crisis del ´29 de entremedias en la que los gobiernos no se limitaron a esperar a que “el mercado” resolviera el problema.


En 1947 Hayek convoca, en el Monte Pelegrino de Suiza, una Asamblea de economistas, algún historiador y periodistas para intentar formar una corriente intelectual que se opusiera al dirigismo y colectivismo tan en boga. Uno de ellos era el joven economista Friedman, de Chicago. Allí dicen que nace el –a mi juicio mal llamado- “neo-liberalismo” que puede resumirse en que para que una sociedad sea democrática, sea libre, su economía debe ser de libre mercado, dicho de otro modo: La libertad económica es necesaria para la democracia. En 1948 Hayek consigue una pequeña victoria. El director económico nombrado por los aliados para Alemania, admirador de él, anula de golpe un domingo el control de precios que había llevado a que los cigarrillos fueran la moneda de intercambio y la escasez generalizada se supliera con el mercado negro. Alarmados, muchos creyeron que aquello acabaría mal pero más bien al contrario, desapareció el mercado negro, la gente dejó de acaparar productos y las tiendas se llenaron de productos… y el nuevo marco alemán fue cogiendo fortaleza, algo que no perdería hasta desaparecer en favor del Euro. Hay quien dice que aquello fue el germen del milagro económico alemán que en tan sólo 10 años superaría a Gran Bretaña en PIB.

La bonanza económica en Europa Occidental, los EUA, Japón… durante casi 3 décadas parecía confirmar las teorías de Keynes: lo ideal era una economía mixta donde se respetara la iniciativa privada pero con un fuerte control público (es decir, político). El propio Hayek, cuando regresa jubilado a Austria en 1970, reconoce en entrevistas de la época cómo era un apestado para el mundo académico. Pero con el fin de los “felices 60” empieza el descontento en los EUA: la inflación es alta y el crecimiento bajo (estanflación) y Nixon nombra a Friedman como asesor. ¿Algo estaba cambiando? No, Nixon no hizo ningún caso a sus consejos y aumentó el gasto público como le recomendaba la mayoría e incluso abandonó definitivamente el patrón oro. Es más, él mismo se denominó –para sorpresa de su propio partido- “keynesiano” y se empeñó en controlar precios y salarios para luchar contra la estanflación. Esas medidas no funcionaron. Al no poder vender a un precio suficiente (por existir un tope), los productores redujeron su producción lo que aumentó aún más la inflación, cayendo con ello el consumo. Y llegó la crisis del petróleo lo que disparó aún más la inflación, confirmando gran parte de los temores que Hayek había anunciado. De repente muchos se acuerdan de su figura y uno de ellos es la Academia Sueca que le concede el Nóbel en 1974.

En Reino Unido ocurría lo mismo que en los EUA, un gobierno conservador aplicaba medidas de controles de precios y salarios. Hasta el precio de las peluquerías estaba regulado. Como en la actualidad, en lo económico había muy poca diferencia entre laboristas y conservadores así como entre demócratas y republicanos. El modelo británico de gasto público enorme y minas de carbón, ferrocarriles y acerías estatales conviviendo con la propiedad privada estaba en crisis, el nuevo gobierno laborista se vio obligado a solicitar un préstamo en 1976 ¡al FMI! para poder pagar la deuda. Un exministro conservador, Joseph, se hizo famoso por sus entrevistas en televisión y sus alocuciones en universidades declarando su arrepentimiento por las políticas que habían hecho, y retomando las teorías de Hayek. Una joven promesa de su partido tomó buena nota de lo que decía: se llamaba Margaret Thatcher, que llegó a ser la primera mujer jefa del Partido Conservador y de la que se cuenta que una vez, señalando el libro de Hayek “Camino de Servidumbre”, dijo a sus colegas “esto es en lo que creemos”.
La Escuela de Chicago proponía liberalizar, promover la competencia y anular las regulaciones. Un ejemplo eran las compañías aéreas, desde antes de la II Guerra Mundial no había nacido ninguna nueva en los Estados Unidos, no había competencia ni incentivos para crear nuevas rutas, y el beneficio estaba asegurado por el control de los precios. Por otra parte las regulaciones eran tan rígidas que hasta llegaban al tamaño de los bocadillos que se servían. Durante el mandato de Jimmy Carter, presidente demócrata (y keynesiano en la mayoría de sus políticas), empezó a liberalizarse y por tanto a mejorar el servicio para los consumidores. Además, con los años aumentaron los empleos en el sector y el número de viajeros. Se empezaban a revertir medidas que se habían tomado en tiempos del New Deal de Rooselvet, y aparentemente con éxito.

En una entrevista –que además está grabada- Hayek dice en 1978: “en mi juventud sólo los ancianos creían aún en la economía de mercado, en mi madurez yo era casi el único creyente y ahora tengo la suerte de haber vivido lo suficiente como para ver a jóvenes volver a creer en ella”.

Thatcher ganaría las elecciones al año siguiente con muchas de sus ideas, ella pensaba que había demasiado gasto público (y demasiados impuestos), excesivas regulaciones y falta de libertad para emprender. Gobernaría durante 11 años en los que contuvo el gasto público y redujo subvenciones lo que en un primer momento provocó quiebras y un aumento del desempleo (hay quien cree que sin la Guerra de las Malvinas nunca hubiera salido re-elegida) pero con el tiempo tuvo un resultado muy positivo. Se atrevió a cerrar y a privatizar las minas de carbón estatales porque eran muy deficitarias para el erario, un carbón caro nada rentable pero que daba trabajo a 180 mil mineros. Una larga huelga (más de un año) con varios enfrentamientos violentos entre piquetes y policía acabó con una rotunda victoria política de Thatcher. También privatizó la electricidad, el gas, el acero, el ferrocarril, la telefónica, el petróleo, las líneas aéreas... Y su ejemplo fue seguido por todo el mundo los años siguientes.

En 1980 llega al poder en los EUA Reagan, con un pensamiento muy similar al de Thatcher si bien –a pesar de que muchos creen lo contrario- no contuvo el gasto público debido a que su prioridad era ganar la Guerra Fría a la URSS gracias a la carrera armamentística. También fueron muy malos sus comienzos debido a que practicó la represión monetaria contra la inflación con Volcker en la FED. Un año antes de votarse su re-elección, la inflación ya estaba controlada. Si en los años 50 el keynesianismo había alabado a la inflación como fórmula para crear empleo, en los 80 era el ogro que nadie quiere. También consiguió animar la economía con una fuerte rebaja de impuestos

En pocos años, la caída del Muro parecía no dejar más opción que la economía de mercado. Esta vez el péndulo parecía estar en el “menos estado”.

El próximo miércoles seguimos.

El péndulo se acerca a Keynes

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El péndulo

Y el domingo, elecciones

Es un poco triste ver no sólo el bajo nivel de los líderes de los 6 partidos políticos “grandes” que se presentan en las generales de este fin de semana, sobre todo por el bajo nivel de sus equipos y propuestas económicas (resumidas en más gasto unos y menos impuestos otros, en lo que no se sabe si es un gran ejercicio de irresponsabilidad o de intentar dejar sin trabajo a los escritores de cuentos infantiles). Nadie dice cómo vamos a volver a retomar la tendencia bajista del déficit público (que en 2019 va a acabar, tras varios años de reducción, por encima de 2018 o sin apenas cambios), ni cómo hacer sostenible las cuentas de la Seguridad Social (ya en quiebra técnica) ni qué medidas van a tomar si la desaceleración se convierte en recesión.


Por otro lado, las encuestas muestran que la gobernabilidad va a seguir estando difícil: el PSOE deja de crecer desde que aparece Más País que es el que se “come” la bajada de Podemos (y lo mismo hasta algún escaño “socialista”), Vox se mantiene (o sube incluso pudiendo provocar que el lunes media Europa titule que la ultraderecha se convierte en la tercera fuerza en España) ante los cantos de sirena de Casado para apoyar un gobierno de Sánchez -y evitar unas terceras elecciones- y el único cambio notable es que cientos de miles de electores se van a pasar de Cs al PP (e incluso quizás a Vox por ser el nuevo símbolo de la línea dura en Cataluña). Lo curioso es que si el principal motivo, según todos los analistas, de la fuerte caída de Cs ha sido su decisión de mantener su promesa electoral de no apoyar a Sánchez ¿No tendría más sentido votar al PSOE y no al PP, qué lógica tiene votar al PP porque molesta que Cs no pacte con el PSOE? En cualquier caso, todo apunta a que o el PP se abstiene por responsabilidad (la misma que le pidió el portavoz Casado al PSOE cuando el más votado fue Rajoy) o volverá a haber una dura negociación multipartidista para poder formar gobierno que, eso sí, o será de Sánchez o no será. Es decir, lo mismo que tras las anteriores elecciones sólo que con un PP más fuerte.

¿Qué es más adecuado contra un escenario económico que se complica: un Sánchez aupado al poder por la abstención del PP que tiene que pelearse con 4 o 5 partidos para sacar cada propuesta o un PSOE con un pacto a 4 años con varios partidos que, seguramente, será cuestionado también frecuentemente? Evidentemente ninguna de las dos es buena (aunque a corto plazo pueda complacer a los “mercados” más la primera), pero más allá de la posible inestabilidad política, el gran problema es la falta de líderes que miren más por el bien de España que de sus intereses electoralistas. En esta imagen podemos ver la desaceleración del crecimiento en la Eurozona y en España y las últimas 4 elecciones de los últimos 4 años::
Imposible saber si nos hubiera ido mejor o peor sin ellas y si bien lo más probable es que hayan influido muy poco en el crecimiento (aunque BBVA Research cree que la inestabilidad política ha restado 1 punto en 4 años), creo que es razonable pensar que al menos las cuentas públicas estarían mejor sin ellas ya que han implicado un aumento del gasto “electoralista”. ¿Están los mercados españoles preocupados por las elecciones? Claramente no. Por un lado el mercado de renta fija sigue dominado por el efecto benéfico de BCE y no ha habido ninguna tensión por asuntos políticos, nada que ver con la que hubo hace unos meses en Italia por ejemplo. Por otro, la renta variable mira más hacia otros mercados que hacia el nuestro, aunque hay muchos valores que dependen mucho del Boletín Oficial del Estado no parece que sus ingresos vayan a estar en peligro. A los que sí les afecta el tema político es a la banca española que podría tal vez quizás estar inmersa en algún proceso de fusión –rumores hay varios- que necesitara un visto bueno político.

De estas operaciones la que más nos afectaría es la privatización total de Bankia. El estado es el primer accionista y aunque va cobrando dividendos, como su participación cada vez vale menos por la bajada bursátil, están aumentando las pérdidas de dinero público. Con las perspectivas tan poco halagüeñas respecto al sector, con una entidad enfocada en exclusiva en un mercado doméstico donde conseguir margen cada vez es más complicado, el dejar pasar el tiempo de momento sólo está consiguiendo que vayamos a ingresar menos el día que España venda su participación. Aunque consiguiéramos un gran precio, fue tanto el dinero inyectado que ese día el gobierno de turno tendrá que asumir la pérdida definitiva de miles de millones de € por lo que tiene sentido que no se haya hecho en campaña electoral pero no creo tarde mucho en ocurrir en cuanto haya un nuevo gobierno, especialmente si el mercado recupera y el precio de la acción sube notablemente. 

El péndulo

En los últimos ciento y pico años las teorías y la aplicación práctica de la economía se ha movido entre dos extremos a los que el péndulo, dependiendo de las épocas, se ha acercado o se ha alejado: la idea de más o menos estado contra la idea de mayor o menor planificación estatal, de libre mercado o de mercado regulado. Su historia es tan larga que da para varios libros pero para intentar que sea lo más ameno posible, y dado que es muy interesante y está muy relacionado con la actualidad, lo voy a intentar resumir en varios artículos.

Keynes (nacido en 1883) ya era un economista famoso al final de la I Guerra Mundial, por eso fue destinado como asesor del gobierno británico a las conversaciones para el Tratado de Versalles que acabarían, sobre el papel, el conflicto. Él se opuso a las altas compensaciones que se exigieron a Alemania y lo escribió en un libro al que el tiempo le dio la razón pero no le hicieron caso. Como sus teorías económicas, que entonces no eran muy aplicadas en Occidente y que habían sido más que superadas en la reciente URSS. Keynes creía en la intervención del estado en la economía pero no estaba contra el mercado, de hecho hizo una fortuna en la bolsa, la perdió y volvió a recuperarla a lo largo de su vida.
Hayek, más joven, vivió la postguerra de la I Guerra en una Viena agobiada por el hambre y las necesidades, recién caído el Imperio austrohúngaro. Durante la guerra había decidido estudiar economía y se sintió seducido por el socialismo que parecía prometer una sociedad más justa ya que a él también le preocupaban los pobres. Pero conoció a Mises, el economista de la escuela austríaca más prominente y le convenció de que los mercados funcionan y los gobiernos, no. La inflación galopante –que se convirtió en hiperinflación en 1923- le daba la razón: la impresión de dinero por parte del estado sin respaldo lo único que provocaba era más miseria. Hayek, empleado en el Centro de investigación Estadística, tuvo 200 aumentos de sueldo en 8 meses y aún así no consiguió mantener su poder adquisitivo. El dinero en papel era más barato que el papel pintado y un billete de un millón de marcos se usaba como mecha para encender los fuegos debido a su escaso valor. Una jarra de cerveza en un bar podía costar en 1923 mil millones de marcos. No es de extrañar que la lucha contra la inflación se convirtiera en la mayor obsesión de Hayek a lo largo de su vida. La ruina de la clase media por todo esto radicalizó su posición y, a su vez, fue el germen ideal para la llegada al poder de Hitler unos años después.

La caída de la primera gran globalización (basada en el imperialismo colonialista) acabó con la I Guerra Mundial y dio pasó en Rusia a un nuevo estado, la URSS, que propugnaba no sólo que el estado debía intervenir en la economía, es que incluso la propiedad privada, algo básico desde tiempos remotos en nuestra civilización, debía ser perseguida. Contrariamente a lo que defendía Von Mises, el estado controlaba salarios y precios y a los pocos años de implantado el nuevo sistema, el fracaso parecía ser evidente: la situación era mucho peor que antes de la Revolución si bien Lenin lo achacaba a la larga guerra civil que estaba viviendo el país. Lo cierto es que en 1922 cambia el rumbo y vuelve a autorizar que los campesinos comercien y autoriza la creación de pequeñas empresas lo que tuvo un impacto positivo inmediato. Unos meses después, muere y es sustituido por Stalin que no da ningún paso más que reduzca el casi completo control de la economía por el estado. Los resultados de sus planes quinquenales fueron discretos pero cuando llegó la crisis capitalista de 1929, muchos se convencieron que el suyo era el sistema correcto.

Mientras Europa lo pasaba mal en los primeros años 20, en los EUA –convertidos en la primera potencia mundial- se vivía en una situación de euforia y libre mercado que llevó a una burbuja en el mercado de valores que estalló en octubre de 1929. Muy pocos norteamericanos tenían acciones pero las consecuentes quiebras empresariales y la caída de los bancos (se calcula que en pocos años cerró la mitad de todos los existentes), desplomaron la actividad económica. Para colmo, la crisis se extendió por Europa. El aparente fracaso del capitalismo dio alas no sólo a los comunistas, también a los fascistas, ambos empeñados en que la planificación estatal era la solución económica. Contra ese extremo, Keynes intentaba salvar al capitalismo de otra manera, asumiendo un mayor papel del estado pero sin renunciar a la existencia del mercado.

En 1933 llega al poder en los EUA Roosevelt y como reactivo para la economía toma medidas típicamente keynesianas: aumenta la inversión pública por todo el país, construye embalses, carreteras, parques nacionales… y normas y agencias reguladoras estatales para “controlar” el mercado destacando la Comisión interestatal de Comercio. Estaba salvando al capitalismo poniéndole frenos desde el estado, el “new deal” suponía una tercera vía entre la libertad del mercado y la planificación estatal pero en muchos puntos se acercaba mucho a ésta. Por ejemplo, no se fijaban todos los precios pero sí los de algunos sectores, por ejemplo el de los billetes de avión, incluso interviniendo qué rutas debían o no hacer. Aún hoy hay quien defiende que el “new deal” se ha mitificado, que por ejemplo en el vecino Canadá no se aplicó y se recuperó de la crisis en el mismo tiempo y con la misma intensidad… El caso es que en aquella época el péndulo en el mundo estaba del lado del “más estado”.

El próximo miércoles seguimos.

30 años ya

El Muro de Berlín, ese que tuvieron que construir no para que no entraran inmigrantes como hacen otros sino para evitar que se fueran los nacionales, cayó en la noche del jueves 9 al viernes 10 de noviembre de 1989 por lo que este año se cumplirán 30 años.
Mucho se ha escrito sobre él pero de aquel hecho histórico que algunos tuvimos la suerte de vivir en directo, lo que más me llama la atención a día de hoy fueron los resultados de las primeras elecciones generales en Alemania del Este tras décadas de comunismo y de monopolio político ejercido por el Partido Socialista Unificado de Alemania celebradas el 18 de marzo de 1990, apenas 4 meses después.
Durante décadas la República Democrática de Alemania había ejemplificado lo mejor del bloque soviético, alcanzando un nivel económico superior al de muchos países occidentales. Diez años antes de su disolución llegó a ser la décima potencia industrial del globo. Su sistema comunista de planificación estatal no era del todo rígido y permitía la existencia de pequeñas empresas privadas aunque básicamente todo era del estado. Los sueldos (que no eran igualitarios ni mucho menos) y la mayoría de los precios estaban dictaminados por el estado y debido a las subvenciones, salvo que fueran productos de importación, eran bastante asequibles. El mayor problema era la escasez que acababa siendo paliada por el mercado negro. Si alguien quería un coche, se apuntaba a una lista y unos años después, lo conseguía. Quien quisiera saltarse la lista, debía pagar a alguien y lo obtenía (por aproximadamente el triple de coste) por lo que la igualdad no era perfecta ni mucho menos, a lo que sumar los privilegios de los cargos del partido, claro. La vivienda se alquilaba al estado y tampoco eran iguales para todos.
Y cuando, tras décadas de adoctrinamiento comunista, los alemanes del este les tocó votar –repito, apenas 4 meses después de caído el muro-, resulta que el antiguo partido comunista, ahora refundado como Partido del Socialismo Democrático, apenas tuvo un 16,4% de los votos. Tenían vivienda a costes asequibles, educación, sanidad, escasez de lujos pero un nivel de vida superior a la media mundial, pleno empleo… y sin embargo a la primera oportunidad que tuvieron, dieron la espalda al partido que había sido el artífice de ese sistema. Sin entrar en la falta de libertades, en general se puede decir que la RDA tenía muchas de las reivindicaciones económicas que muchos personajes de la izquierda actual piden. Pero en ella también ocurría algo: casi todos los habitantes de la RDA, a pesar de todos los impedimentos técnicos que intentó el gobierno, podían seguir, en un idioma que entendían perfectamente, las retrasmisiones de los canales de Tv y radio de la República Federal Alemana por lo que conocían de primera mano cómo era la vida de los “otros alemanes”.
Aquellas elecciones fueron como un plebiscito acerca del sistema económico y político votado por personas que conocían muy bien cómo se vivía en el bloque soviético, y que además eran conscientes de que, dentro de él, eran unos privilegiados. Y es un poco penoso que 30 años después, personas que no conocieron aquello, que en muchos casos ni siquiera eran adultos entonces, lo recuerden con nostalgia. Me parece tan absurdo como el que echa de menos el franquismo cuando menos de dos años después de su muerte los españoles que habían vivido aquello, no eligieron en las primeras elecciones generales de la democracia, ni a un solo diputado de un partido que defendiera el antiguo régimen. El comunismo, como el fascismo, es un fracaso. La Historia nos lo ha demostrado, incluso el presente si tenemos en cuenta la crítica situación de Corea del Norte. La propiedad comunitaria le ha podido servir a pequeñas comunidades aisladas pero en cuanto han conocido lo de fuera, han acabado prefiriendo la propiedad privada y la posibilidad de vivir mejor. No es algo nuevo, el capitalismo ha existido desde el momento en el que empezó a existir la propiedad. El código de Hammurabi –que se cree es del siglo XVIII antes de Cristo- ya legislaba sobre robos y herencias.

En China el cambio llegó desde el momento en que empezaron a darles a los campesinos sus propias parcelas de tierra, milagrosamente sus cosechas eran mucho más abundantes que las de los campos municipales donde estaban obligados a trabajar. La aplicación práctica del capitalismo es mejorable, y de hecho llevamos milenios mejorándola (hoy estamos mejor que al comienzo de la Revolución Industrial, entonces mejor que en la Edad Media etc.) pero los datos son muy claros: Nunca ha habido tantos humanos en el planeta y nunca se ha vivido tan bien. ¿Qué queda mucho por hacer? Sin duda, pero tampoco hay ninguna duda en que el mejor sistema que conocemos para progresar es el capitalismo. Porque el respeto a la propiedad privada hace que la productividad sea mayor, porque la gente lucha por lo que es suyo más que por lo que pertenece a la “comunidad”, porque el comercio es la base del progreso y porque son los deseos de los consumidores (el “mercado”) las que determinan qué productos se venden mejor.
En Alemania del Este la reunificación no fue fácil, costó mucho el cambio y económicamente la aparición del desempleo fue un shock para una sociedad que daba por hecho que el estado aseguraba el trabajo pero la calidad de vida que hoy disfruta la mayoría de la población hubiera sido impensable antes del Muro. Aún queda una minoría de nostálgicos que idealizan aquella época pero quien la vivió en primera persona… la rechazó abrumadoramente apenas 4 meses después de caído el Muro. Y lo mismo pasó en toda Europa del Este, incluida Rusia. Los partidos comunistas, en cuanto llegó la democracia y la gente pudo elegir, tuvieron todos resultados marginales. Por algo será.

La "Ley de Littlewood"

John Littlewood era un matemático especializado en la Teoría de Números. Con sus estudios el físico y también matemático Freeman Dyson buscó desacreditar la idea que el mundo tiene de los milagros ya que para él su existencia es una cuestión de simple estadística: “con una muestra de datos lo suficientemente amplia, cualquier evento fuera de lo normal podría suceder”. Así pues la llamada “ley de los milagros de Littlewood”  establece que en el curso de la vida de cualquier persona normal hechos extraordinarios suceden a un ritmo de aproximadamente uno por mes. El argumento de la ley es simple: Durante el tiempo que estamos despiertos y activamente comprometidos en vivir nuestras vidas (él puso como cifra unas ocho horas cada día), vemos y escuchamos cosas que suceden a una velocidad de uno por segundo. Entonces, el número total de eventos que nos suceden es de aproximadamente 30,000 por día, o un millón por mes. Que algo realmente extraño suceda una vez de cada millón de veces, no es tan raro y si la posibilidad de un “milagro” es de aproximadamente uno por millón de eventos, debemos esperar que ocurra uno, en promedio, cada mes. Es decir, una vez al mes nos pasa algo que sólo pasa una de cada millón de veces.

Como buen escéptico que soy, para mi esta “ley” no es necesaria para desacreditar el concepto “religioso” de milagro: si con mil millones de personas con una cámara de fotos y video en el bolsillo, nadie ha podido ofrecer una prueba irrefutable de algo que desafíe las leyes de la Naturaleza tal y como las conocemos, para mi queda demostrado que los milagros, al menos en el presente, no existen (ni los ovnis con hombrecitos grises que se pasean por el cielo ni los místicos levitando ni las apariciones marianas) porque si existieran habrían sido grabados. Pero sí es cierto que los eventos extraordinarios son mucho más numerosos de lo que pensamos y que se pueden explicar con la estadística

Littlewood no llegó a conocer el actual siglo,  creo que las posibilidades de la “ley” que lleva su nombre hoy mínimo se duplicarían porque las redes sociales nos han abierto la puerta a la vida de otras personas y a muchos sucesos. Podemos esperar que sucedan «milagros» regularmente, porque en un mundo con 7 mil millones de personas, la mayoría interconectadas, las probabilidades de un evento “milagroso” son bastante buenas. Es decir, podemos esperar sucesos extraños con relativa frecuencia. Otro punto de vista es que precisamente por estar sobreinformados, aunque haya más, dichos eventos nos parecen cada vez menos extraordinarios. Es decir, estamos normalizando cosas que hace unos años nos hubieran parecido muy muy raras.


Quizás por eso en tan poco tiempo se han asumido los absurdos (según la lógica más elemental y cotidiana durante siglos) tipos de interés negativos de la deuda: alguien necesita dinero y yo le pago intereses por quedarme con sus deudas, que eso sea “normal” es de hecho un milagro y aún lo es más que esto no sea algo puntual -como pasó en 2012 con la deuda alemana en plena crisis de la Eurozona- sino cotidiano, Billones de dinero procedente del ahorro de millones de personas se están invirtiendo en esta trampa financiera... 

Ejemplos hay muchos, sólo quería hacer este breve post porque si buscáis en Wikipedia sobre eta "ley", la entrada es errónea entre otras cosas porque Littlewood murió en 1977 y no cita a Dyson que fue el que le dio ese nombre, y me parece injusto que al menos mis lectores, no sepan la verdad sobre este curioso pensamiento.

Bimbo y Panrico, el origen del donut español

  (esta historia no está incluida en mi último libro  La prehistoria, y algo de la historia, de 66 empresas: Nacionales y extranjeras, todas...